tag:blogger.com,1999:blog-28601897265343358992023-11-16T04:06:25.661-08:00ApartesEnrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.comBlogger398125tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-73481897590434362932021-01-01T12:54:00.002-08:002021-01-01T12:54:16.165-08:00El negacionismo facha, los cómplices y el caracol neoliberal<p> <span style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;">La academia más fantástica concebida es la de Lagado, de</span><span style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;"> </span><i style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;">Los viajes de Gulliver</i><span style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;">. Uno de sus grupos de trabajo se afanaba en liberarnos de la necesidad de las palabras, para descargar a nuestros pulmones del esfuerzo de pronunciarlas y así alargar nuestra vida. Usamos las palabras como sustitutos de las cosas que no tenemos delante. Si lleváramos un zurrón cargado con todo aquello de lo que podríamos querer hablar, siempre tendríamos a mano el motivo de conversación y bastaría con señalarlo con el dedo, no habría necesidad de hablar y nuestros pulmones descansarían. Se trataba de una academia disparatada. No se pueden llevar encima todas las cosas de las que queremos hablar. Lo mismo pasa con los conocimientos. Sé que existe Madrid, pero no tengo cómo demostrarlo a quien se empeñe en negarlo. Los mapas los hace gente que puede ser interesada y pueden estar manipulados. Se puede negar casi cualquier cosa sabida, desde la redondez de la Tierra hasta la existencia de Napoleón. No es que no sean cosas demostradas, pero no se pueden demostrar mientras cruzamos la carretera, no podemos llevar en un zurrón todos los conocimientos y sus pruebas, como no podemos llevar a cuestas los motivos posibles de conversación.</span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;"><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Por esa grieta cuela el fascismo el primer alambre de su discurso, el negacionismo. El conocimiento, la historia, los modos aceptados de convivencia, todo, va contra el fascismo. Los ultras tienen que negar el conocimiento, cambiar la historia y poner en cuestión las normas de convivencia. No se puede decir que el coronavirus es un virus comunista de los chinos sin enfrentarse a la ciencia. No se puede decir que la Constitución es el legado de Franco o que la República provocó la guerra civil sin negar la historia. Desafiar negando es fácil. Somos una especie colmena que nos transferimos con símbolos experiencias y datos como un software invisible. Por eso cualquier conocimiento es algo que nos contaron o leímos, y por tanto un relato que cualquier bobo puede llamar interesado. Confundiendo torticeramente Estado con Gobierno, ese bobo puede decir que científicos o profesores son sujetos subvencionados por el Gobierno. Ya se está diciendo, no es una conjetura. Todo lo que no puedas demostrar justo aquí y ahora mismo (el giro de la Tierra, el Imperio romano o las partículas elementales) lo puedes sostener, pero basándote en lo que alguien, casi siempre «subvencionado», te enseñó. Para que el disparate negacionista funcione solo se necesita que las discusiones, del tipo o altura que sean, sean identitarias, es decir, que sirvan siempre para definirnos y para reconocernos en un bando. Y funciona mejor si hay odio y urgencia en cualquier confrontación.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Es comprensible que el ruido diario nos distraiga: Cayetana ensucia las instituciones con bravatas de quinqui; acaba de dictaminarse, al hilo del guateque de Vox, que con más de veinte mil muertos y en estado de alarma no se puede negar el derecho de manifestación, y una juez pretende ahora que con cero muertos y sin estado de alarma fue prevaricación permitir una manifestación el 8M; un cuerpo armado del Estado manipula informes con intenciones políticas; no hay comisión que funcione, no hay mínimos de consenso, se negocia un estado de alarma como apoyo político, … No hay día que la atención pública no se vea atrapada por alguna estridencia que incita respuesta o repulsa. Es comprensible.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Pero conviene mirar el momento como se miran los papeles cuando se tiene presbicia, alejándose y dejando que el primer plano sea borroso para que su detalle no nos nuble lo que está pasando. Y están pasando al menos tres cosas. Una es evidente. El momento político es el que busca la extrema derecha porque es el que nutre su discurso. La pandemia desquició a la población y hace más fácil este ambiente envenenado en el que se normalizan proclamas autoritarias y llamamientos no disimulados a golpes de estado. No es tan difícil, cualquiera puede montar un escándalo. Y los ultras tienen cómplices y tontos útiles. No llegarían tan lejos si el PP no se fanatizara y se le asimilara cuando no tiene el poder. Además, en momentos críticos siempre hay tontos útiles que cultivan un prurito por el que hay que ser tibio con lo inadmisible y contrapesarlo con errores de la otra parte para no parecer por un día alguien sin «altura de miras». Pasó en su día sobre el País Vasco con cierta izquierda ajena a la violencia, pero que veía en un tiro en la nuca un «asunto complejo». Pasó con el PSOE en el conflicto catalán. Para no parecer por un día tibio con los «enemigos de España» apoyó verdaderos atropellos judiciales, que ahora utilizan los ultras contra su Gobierno. Y está pasando ahora con quienes en tribuna pública no son capaces de denunciar prácticas antidemocráticas sin balancear con algún error del Gobierno para imitar esa neutralidad con la que se mira la situación «con perspectiva».<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">La segunda cosa que está pasando es el trascendente acuerdo de Francia y Alemania para liberar los fondos que atajen la devastación. La importancia económica se ve a simple vista. La ultraderecha y el PP se lo juegan todo a que no haya Gobierno que los gestione, porque su estrategia se disolverá como un azucarillo cuando empiecen a decidirse las partidas de ciento cuarenta mil millones de euros. Pero Francia y Alemania dieron una señal relevante de que quieren pilotar una UE con armazón político. Dudo que los independentismos quepan en ese armazón y es de esperar un cortafuegos al modelo húngaro (Hungría sí tiene seguidores aquí, no Venezuela). Y es difícil saber qué más hay tras ese acuerdo, pero desde luego será de calado. Los ladridos de Cayetana no tienen que distraernos.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Y la tercera cosa es que el caracol neoliberal sigue arrastrándose, antes durante y después de la pandemia, y que va quemando capas culturales. Una sociedad formada por una minoría que acapare la riqueza y el poder, con una mayoría superviviente y sin esperanzas de mejora solo puede abrirse paso en dosis leves pero con una dirección fija. José Bono es como las décimas de fiebre o la tos: un mal de poca monta, pero de mucho interés como síntoma. Levantó su voz contra la tasa a las grandes fortunas. En la crisis de 2011 se pudo quitar una mensualidad a los funcionarios, incrementar los impuestos a las clases medias, subir tasas y bajar salarios. Pero no se puede pedir a las grandes fortunas un esfuerzo excepcional para una emergencia. Esto es lo habitual. Pero Bono añade dos cosas que muestran el paso de caracol del neoliberalismo. Dice que el comunismo no solo fue un infierno, sino también un fracaso. Esto es un paso más. Poner impuestos es comunismo. Quien hable de servicios públicos y protección social y sus costes enseguida tendrá que responder de los Gulag de Estalin. Y añade otra cosa más. El neoliberalismo crea pobreza y deja en el desamparo a los pobres. Eso no se puede justificar sin denigrar a los pobres y este es el paso que muestra Bono. Fiel al principio de infantilizar a la audiencia, se pone didáctico y nos cuenta la fábula de dos hermanos con el mismo dinero. Uno de ellos se lo gasta y el otro lo ahorra. Y explica que no podemos ir con impuestos al que tiene dinero porque lo ahorró para subsidiar a quien lo gastó. Porque eso es lo que pasa, según Bono: quien no tiene dinero es que no ahorró; los ricos lo tienen por sacrificados; vimos cómo se marcaba esta injusticia con los ricos en la cara de aquellos jóvenes del barrio Salamanca, que rezumaban dolor y sacrificio. El neoliberalismo ya se va atreviendo con el principio de denigrar al débil y de asociar dinero con valía. Se le va lamiendo el culo a Amancio Ortega y se va deslizando que los débiles lo son por manirrotos. Enseguida serán chusma.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Pero la gravedad de la crisis va a obligar a voluminosas actuaciones públicas de cohesión social que quizás nos recuerden qué es lo que la mayoría de la sociedad quiere sobre sus derechos y oportunidades. Quiere lo que le otorgan los derechos humanos y cualquier constitución civilizada, la nuestra incluida. Lo quiere todo.<o:p></o:p></p>Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-80342944220252855842021-01-01T12:53:00.002-08:002021-01-01T12:53:12.987-08:00El juego de la serpiente y el retrato de Dorian Gray<p> <span style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;">Solo tuve paciencia con los juegos electrónicos en el inicio de la informática personal, con aquellos micros 8088, que no podían con un gráfico, y aquellas pantallas CGA, que tantas chiribitas y dioptrías dejaron en nuestros ojos. La simplicidad de aquellos juegos era infantil. El juego de la serpiente era un cursor siempre en movimiento que el jugador dirigía dentro de un rectángulo donde había piezas diseminadas. A medida que comía piezas, el cursor se iba alargando como una serpiente. Si la serpiente tocaba su propio cuerpo el jugador perdía y cada vez era más difícil revolverla en ese rectángulo que se iba quedando pequeño. Esta semana se me paseó en la memoria aquella serpiente. Un Gobierno con tantos ministerios era desde el principio una serpiente propensa a chocar con su propio cuerpo. Ya con las elecciones de abril unos anillos de la serpiente intentaban convertir en Directora del FMI a Nadia Calviño, mientras otros negociaban un gobierno con Podemos. En estos momentos de desescalada, la serpiente tuvo que hacer contorsiones para que una parte de su cuerpo enlazase con C’s mientras otra parte quería seguir enlazada con Esquerra y, completando un nudo, otra negociaba una ley importante con Bildu. Pero no carguemos las tintas. Siendo solo una culebrilla, C’s tiene que enlazar una parte de su cuerpo con Garicano y los liberales centristas europeos y mantener otra parte con la ultraderecha en Madrid. El PP de Casado no culebrea porque es un tocho sin cintura. Y si el PNV no levanta oleajes es por tener una cintura tan fina que puede pactar los presupuestos generales con un Gobierno y a continuación ponerle una moción de censura sin tener la culpa.</span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;"><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Por supuesto, la política exige cintura, perder partidas y barajar de nuevo con paciencia. Lo que me evoca el juego de la serpiente no es la fealdad del pragmatismo, sino las piruetas de contorsionista. Y digo que no carguemos las tintas. El hilo mental con el que intento formar la actualidad en mi cabeza es también propenso a chocar con su propio cuerpo. En un momento de esta semana me sorprendió cómo parecían desaparecer de la vida pública los tonos grises y dibujarse negro sobre blanco lo que normalmente son verdades de fondo ocultas tras una maraña. El Gobierno baja las tasas de las universidades y facilita el acceso a las becas. La derecha se alinea con las manifestaciones de pijos ricos que no piden nada y no reivindican nada; solo gritan lo que siempre gritan los fachas, que el Gobierno es comunista y asesino y que quieren que gobiernen los suyos. Si hubiera que adivinar qué quieren, no tendrá que ver con las necesidades de la población general, sino con el privilegio de no cargar con las necesidades de la población general ni el tejido del país. Así que desaparecen los tonos grises: la izquierda gubernamental facilitando los estudios para la mayoría y la derecha más facha, más clasista y más clara que nunca. Entonces sale el embrollo de la reforma laboral, muy querida por los pijos de las cacerolas, y la serpiente del Gobierno choca con su propio cuerpo, porque una parte quiere echar la reforma al desván de los malos recuerdos y otra parte la mira como Gollum miraba y acariciaba el anillo del poder. Así que mi hilo mental de la actualidad se retuerce y choca consigo mismo también.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Es difícil concebir error más estúpido que este enredo de la reforma laboral. La ley mordaza, la de educación y la de reforma laboral son leyes malignas que un gobierno progresista debe derogar. La derogación de la ley mordaza es políticamente simple: solo hay que derogarla. Las reformas laboral y educativa no son tan simples. Las certezas son igual de firmes, pero son leyes que requieren incorporar a agentes ajenos a la política (profesores, padres y madres, sindicatos, patronal, …). Soltar la reforma laboral como un acuerdo ya hecho es una petardada. Soltarlo ahora y no dentro de un mes es como empeñarse en desenterrar a Franco justo en período electoral. No hay ninguna razón para no llegar a acuerdos con Bildu en unas cuantas cosas. Es más rara la coincidencia de Puigdemont y Casado en la gestión de una emergencia nacional que coincidir con Bildu en una reforma laboral. Pero es un evidente error que se las hayan arreglado para que Bildu parezca la marca de la nueva reforma laboral. Para seguir el despropósito, cada loco empezó a hacer declaraciones de manera que ahora ya no hay aclaración posible que no sea la desautorización de alguien. Y encima todo esto es un error no forzado. No había ninguna razón para tal esperpento.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">La mejor baza que tiene el Gobierno, si deja de chocar con su propio cuerpo, es el vendaval de pragmatismo que se avecina. El nivel político y la altura moral de Casado es lo que se deduce de su currículum académico: bajo nivel y carencia de escrúpulos. Lo confía todo a que el Gobierno caiga antes de fin de año y al caos enfurecido que pueda sembrar con Vox. Desde luego, la caída del Gobierno es una posibilidad y también lo es que Sánchez caiga derecho para afrontar otras elecciones. Hagan una lista de las veces que lo subestimó alguien. Pero los problemas económicos son de tal envergadura y las cantidades de dinero público, europeo y nacional, que se van a mover son de tal magnitud que nadie va a querer estar lejos de la cocina de los próximos presupuestos. Los grupos de ámbito territorial (Compromís, Esquerra, Coalición Canaria y demás) querrán estar donde se decida el reparto territorial de los miles de millones que llegarán próximamente. Pero los barones autonómicos de partidos nacionales también querrán tomarse en serio la distribución del enorme gasto público venidero. Los problemas son demasiado urgentes. La propia patronal volverá a la mesa de negociación. En contra de lo que espera Casado puede ocurrir que la mayoría, con generosidad o a mordiscos, prefiera estar en la reconstrucción nacional que cara al sol en el monte con Ayuso y Vox, valga la redundancia.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">La ultraderecha (ese continuo que va desde Vox a Casado, pasando por cayetanos, FAES y púlpitos) tiene su mejor baza en el deterioro de la convivencia. Sin ofuscación, gritos y odios no les funcionará su apuesta. La situación favorece la amplificación de debilidades que siempre llevamos dentro. Se preguntaba Máximo Pradera por qué da juego a los medios gente como Aznar. Realmente, es un personaje previsible, sin gracia ni talento, pero oímos lo que dice y nos lo repetimos, tanto como nos repetimos la frase contundente o ingeniosa de alguien con el que estamos de acuerdo. Pradera cree que es un placer masoquista. Es verdad que si nos duele una encía no dejamos de pasar la lengua por el punto dolorido, no se sabe por qué. Pero no creo que sea eso. Una debilidad muy humana es el placer de tener razón. Repetimos las cosas que ejemplifican nítidamente que tenemos razón. Puede ser porque alguien dice lo que nos gusta. Pero Monseñor Cañizares, Aznar o un pijo con una cacerola gritando asesinos son también una confirmación nuestras creencias como ejemplo diáfano de lo que hay que evitar. Al margen de su sólido armazón formal, Popper decía contra la falacia verificacionista que siempre encontramos el experimento que confirma nuestra teoría. Tan humano es el placer de tener razón, que llega hasta la ciencia. La cuestión es que ahora están disparados los resortes anímicos que disipan todas las dudas y nos llenan de certezas tajantes. Buscamos la frase o el ejemplo que nos indigna con la terquedad con que llevamos la lengua a la encía dolorida y compartimos nuestro berrinche con especial ahínco. Y la ultraderecha aviva esa debilidad, el único fango con el que pueden luchar contra el pragmatismo que se avecina y que puede ser constructivo.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Durante el confinamiento sospeché que las redes sociales eran el inframundo donde caía solo la mala baba y que la sociedad real es distinta y no se pasa el día rugiendo odios. Lo sigo sospechando, pero no puedo ocultar el temor de que en realidad las redes sean el retrato de Dorian Gray, la foto oculta y mostrenca del espíritu real de una sociedad que solo por fuera es amable y busca futuro. Es solo un temor. Puede ser algo de cansancio.<o:p></o:p></p>Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-67802782066524764182021-01-01T12:52:00.001-08:002021-01-01T12:52:07.861-08:00Agenda, provocación, cultura<p> <span style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;">El Beato de Turcia, personaje imaginario de</span><span style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;"> </span><i style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;">La fuente de la edad</i><span style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;"> </span><span style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;">de Mateo Díez, predicaba una curiosa variación del Apocalipsis: el Finis Deleitosus. El fin del mundo llegaría cuando una quinta parte de la humanidad coincida en orgasmo a la vez. Semejante concurrencia provocaría la disolución y volatilización del cosmos. El fascismo repugna a la mayoría de la gente la mayor parte del tiempo. Es uno de los envoltorios actuales del neoliberalismo salvaje. Pero aunque lo repugnemos, el fascismo se acopla bien con estados emocionales que tenemos pocas veces, pero que tenemos todos. Si coincide una masa suficiente de población en ese estado emocional receptivo al patógeno fascista que, como otros virus, siempre merodea esperando que cojamos frío, podría llegar el reverso del Finis Deleitosus, un Finis Iracundus que volatilizara la convivencia democrática.</span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;"><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Todos conocemos esas fibras bajas. Cuando yo era niño, en mi barrio los hombres iban a trabajar con el mono puesto en oleadas marcadas por la sirena del cambio de turno. Las mujeres se quedaban a hacer tareas de casa, mantener parlamentos desordenados de ventana a ventana y llamar a voces a sus hijos para que vinieran a comer. En todos los barrios había chismosos, atentos a la vida ajena y a los detalles que pudieran levantar pequeñas olas de cotorreos escandalizados e historias llenas de elipsis. Sus chismorreos eran tentativas, solo funcionaban si prendían en conversaciones maledicentes. Si no, el chisme se extinguía y seguían atentos a la mirilla buscando la siguiente nimiedad prometedora. Parecían peces fuera del agua, apurando en la vida ajena el oxígeno que les faltaba en la propia. Los chismosos conseguían muchas veces tener a todo el mundo pendiente de lo que no le atañe y distraído de lo que sí le incumbe. Es un arte no dejarse arrastrar en remolinos de chismes sin dar una sensación de altanería que pueda aprovecharse para alimentar el oleaje chismoso. Es el tipo de debilidades que hace de materia prima para la propaganda que busca que coincidamos en esa mala fibra emocional que lleve al Finis Iracundus ultra. La propaganda hace de atajo, para evitar el camino más largo del razonamiento; de distracción, cuando hay mucho que ocultar; y de caldo de cultivo, cuando los propósitos son autoritarios y se necesita una población rebosando odio. Lanzan en batería embustes y agravios impostados de extranjeros, tenencia de armas, caza, toros, Don Pelayo, feministas, felaciones en colegios públicos, Franco o Venezuela. Siempre son tentativas inconexas, que servirán cuando provoquen bronca. Si lo de las armas o la caza no cuaja en vocerío, pues vamos con la sodomización de niños en las escuelas o con los moros que gastan nuestros impuestos. Desde el primer momento y el primer muerto de la pandemia se llevan aplicando a esta amplificación enferma del chismorreo. Cuando no tienen el poder, las maneras del PP y sus voceros son apenas matices de las maneras ultras.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">A esto obedece lo que vemos. Y a esto obedece la relativa poca atención prestada a lo que nos incumbe: el acuerdo de empresarios y sindicatos y los movimientos en Europa. No es fácil tratar con la propaganda de la derecha ultra y non plus ultra, tan financiada, y mantener la atención pública en lo que importa. No es fácil porque hay que encontrar puntos de equilibrio resbaladizos. La provocación solo funciona si una conducta desafiante es percibida como grupal y consigue escandalizar a un grupo vulnerable. Los pijos de Núñez de Balboa y cacerolas (que ahora se ponen en la cara pinturas de guerra rojigualdas y se hacen llamar «resistencia») son alentados porque, pocos o muchos, dan aspecto grupal a las consignas. Lo que los convierte en propaganda ultra no es el hecho de manifestarse contra el Gobierno, sino el disparate. Ese engrudo que envuelve en la bandera nacional gritos de asesinos y comunistas no es una protesta ordinaria, sino una provocación agresiva. Los que crean otra cosa deben buscar en la prensa internacional lo que se dice de España. Verán menciones a la extrema derecha pero no a asesinos en el Gobierno. La provocación no funciona si no hay grupo escandalizado. Díaz Ayuso, parte del tinglado ultra (algún día hablaremos en serio de Madrid), se dispara en todas direcciones buscando reacciones escandalizadas diarias que distraigan y hagan errática la conducta del gobierno y la izquierda (en realidad, de la democracia). Por eso, por un lado, parece aconsejable no reaccionar. Tal vez sea la actitud de Gabilondo y, en parte, del Gobierno. Pero por otro, y por eso es resbaladizo, el desdén puede percibirse como altanería y vanidad que, por contraste, acabe haciendo sentir la agitación provocativa como sincera e inconformista. No fue buena idea despachar a Trump como un energúmeno analfabeto, aunque lo sea. Ni es buena idea tratar a Ayuso como una tarada incompetente de circo, aunque lo sea. Hay que tomarlos en serio, tomar en serio lo que dicen y desenmascarar en serio sus propósitos, y no sentirnos sobrados por la bajeza moral e intelectual de sus palabras y conducta.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">La reacción, el tomarlos en serio sin escandalizarse, es también terreno resbaladizo porque no tiene que dejar que marquen la agenda, es decir, la lista de asuntos que intuimos deben ser gestionados por los poderes públicos. Por la propaganda y no por los hechos, por ejemplo, tenemos a la política de Venezuela en la agenda de nuestra actualidad, y no a la de Bolivia o Arabia. Vox, con el PP a remolque, intentó poner en la agenda si los niños son de los padres o del Estado, a propósito de falsedades sobre la escuela pública. Tiene que haber reacción, pero que ponga en la agenda el afán de la Iglesia y sectas de censurar la escuela pública, mientras el Estado costea sus colegios más integristas. Por poner otro ejemplo, Pablo Iglesias acierta al proponer una tasa para los más ricos para la reconstrucción económica. Su propuesta saldrá o no y estará bien formulada o necesitada de retoques, pero pone en la agenda con eficacia el reparto de costes de la crisis. No es un cambio de impuestos, sino una tasa especial para una situación especial. Por esas razones de urgencia y excepción, Rajoy quitó una de sus pagas a los funcionarios. El valor de la propuesta no solo es su evidente justicia, sino modificar esa agenda en la que en una emergencia solo hay sacrificios salariales y de derechos y nunca hay costes para las rentas más altas. La pandemia crea una situación límite apta para ese enconamiento que buscan los ultras y la reacción no debe ser la que busca su provocación, sino la que pone en la agenda el refuerzo de los servicios que nos protegen y la distribución de costes para reconstruir la economía. Al final, la diferencia siempre es entre quienes no tienen más prioridad que los ricos y quienes no tienen nada en contra de que haya ricos y tienen su prioridad en que no haya pobres. Esas matanzas deliradas, esa resistencia de cómic y esos planes secretos para llevarnos al maoísmo vociferados por Ayuso y el pijerío facha deben quedar en chismorreos sin mecha.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Los estragos de la pandemia y sus efectos en lo personal y colectivo parece que nos deben reforzar en tres afanes. El confinamiento nos debe reforzar en el afán del divertimento saludable; la desinformación, bulos y desorientación nos deben reforzar en el afán de la formación personal; y la desunión y falta absoluta de armonización de las piezas territoriales e ideológicas debe reforzar nuestro afán de trabajo colectivo y sentido del conjunto. Los tres afanes confluyen en un espacio y una palabra: cultura. Divertimento, formación personal y tejido colectivo, eso es lo que nos jugamos en ese espacio despachado con tanta desgana. El tejido colectivo no tiene nada que ver con esas patrias envueltas en pinturas de guerra, banderas y caceroladas. Es una versión débil del apego que se da en la familia. Sirve para dotarnos de una estructura sanitaria que nos proteja, de una estructura educativa que nos forme y de un sistema de pensiones que garantice dignidad en todos los tramos de la vida; para ese tipo de cosas. No hay más patria a la que servir ni más patriotismo que eso.<o:p></o:p></p>Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-68655502472466083372021-01-01T12:50:00.002-08:002021-01-01T12:50:34.697-08:00La enseñanza en la nueva normalidad (y en Blade Runner)<p> <span style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;">El resquicio que se abrió en el confinamiento permitió ver, como se ven las cosas por una rendija, el aspecto y el ánimo del país. Parece bueno y precario. Las redes sociales venían siendo como la lumbre de la parrilla, ese espacio donde se acumulan los tiznes y la grasa que pinga de la carne que se brasea. Visto por esa rendija, el país que chisporrotea encima de la parrilla y que deja caer en las redes sociales todos esos chorretones de desecho no parece tan descerebrado ni mal encarado. El aspecto y el ánimo parecen buenos. Pero también precarios. Corriendo por el paseo del Muro, un señor que se cruza conmigo me dedica gestos descompuestos y airados para indicarme las baldosas por las que yo debía correr, según alguna norma imaginaria que no dictó ni la autoridad ni la urgencia. No hice caso a la impertinencia y dejé al cargante perdido en su laberinto. Pero sé lo que hubo en mi interior durante unos metros. No fue la suma universal del odio y la cólera que el capitán Ahab amontonó sobre la blanca joroba de Moby Dick, pero sí anduve unas zancadas mordiendo juramentos. Por eso el ánimo es precario. Ni soy dado a retortijones anímicos ni creo ser bipolar. Vi escenas parecidas estos días. La membrana que separa la bondad de la furia es fina y está fatigada. Tantos ladridos en las redes y tanta mezquindad en la vida pública crean surcos en el ánimo por donde se deslizan después las conductas.</span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;"><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Hablemos entonces algo sobre la enseñanza sin escupitajos, pero sin chuparse el dedo. Esta semana se habló de la vuelta al colegio. Se dijo que alumnos y alumnas se turnarán para ir a clase y quedarse en casa con asistencia telemática. La primera sensación es la de ocurrencia y chapuza. Lo que convierte en ocurrencia esta o cualquier otra medida no es la medida en sí, sino la falta de gestión: falta planificación y movilización de recursos. Hay falta de planificación, porque no están descritos los efectos de la medida y mucho menos conjeturadas sus soluciones. No se sabe cómo se aísla físicamente a una población que juntamos en un espacio en las edades más resistentes al alejamiento físico, ni cómo se protege al profesorado, ni cómo organizan las familias su existencia cuando les toque tener a los niños en casa. Los profesores no tienen instrucciones ni protocolos para una situación desconocida e imprevista. Dicen que ya se hace en otros sitios, pero no analizaron esos casos para establecer procedimientos. Solo hubo gestión burocrática y además escasa.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Y falta movilización de recursos. Aquí hay evidencias que hay que afirmar con intensidad. Cuando venga un nuevo brote de coronavirus, el estrés de la sanidad será menor: los materiales que no había ya se habrán comprado, las mascarillas y respiradores se habrán comprado también, el despliegue hospitalario y el acondicionamiento temporal de espacios sabrá cómo hacerse y se hará a tiempo, no se volverá a llegar tarde y habrá personal disponible para la detección y análisis de la epidemia. Se están movilizando recursos. Nada de esto se percibe en la enseñanza. El sistema educativo necesita recursos, mantener la enseñanza con una epidemia descontrolada es más caro. No se puede tener la mitad de alumnos por aula con la misma cantidad de aulas. No se puede atender a la vez la enseñanza presencial y la telemática con la misma cantidad de profesores y profesoras. No se puede integrar a la población escolar y atender su igualdad de oportunidades si la mitad del tiempo el sistema los va a atender en sus muy desiguales casas con sus muy desiguales familias y sin recursos añadidos. Digamos algo claro. Para el tráfico que hay a las cuatro de la mañana nos sobran autopistas y carreteras. Lo que hace caras las infraestructuras es el tráfico del mediodía. Para los estudiantes de alto rendimiento, con familias universitarias y económicamente desahogadas sobra la mitad de los recursos del sistema educativo. Para mantener a la población en la desigualdad con la que nacen sobran profesores y escuelas. Un sistema clasista que se ocupa solo de los casos más favorables es tan barato como una red de carreteras para el tráfico de las cuatro de la mañana. Lo que encarece el sistema es que tiene que garantizar la igualdad de oportunidades, integrar y no desagregar a la población, subir el nivel de los mejores y que el más desdichado de los ciudadanos tenga la formación que le permita una vida digna. No es un asunto menor asumir de antemano la desigualdad con etiquetas cucas postmodernas como brecha digital y otras mandangas.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Por supuesto, con los recursos para la educación pasará lo que siempre pasa con los gastos sociales: dirán que pone en peligro la economía. Así por ejemplo, hasta la Iglesia mete baza contra la renta mínima vital. El rescate de las autopistas radiales le costó al Estado cientos de millones más de lo que cuesta esa renta en un año y además, en vez de salvar de la pobreza a gente, aquel rescate salvó las ganancias millonarias de empresarios que invierten sin riesgo a costa del dinero de los demás. La Iglesia no dijo nada de aquello ni de los rescates bancarios. Pero sí considera asunto suyo el gasto con los que más lo necesitan; como la patronal, la banca y la derecha, porque a veces la Iglesia sí que habla por tantos. Se necesitan recursos para atender el servicio de la educación. Durante los gobiernos de Rajoy desapareció una plaza docente por hora. Con doble motivo hay que gastar ahora en plantillas, aulas y recursos. Se opondrán los de siempre por los intereses de siempre<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">La segunda sensación es que se está gestionando la educación con desgana. No se abordan los problemas sino que se quitan de en medio. Y esto no es nuevo. No hay día que no lamente la caída de la profesión periodística. La digitalización, el chismorreo de las redes y la inversión interesada y desvergonzada en la manipulación informativa destrozó plantillas, hizo precarios los empleos e hizo muy difícil la divulgación de los hechos bien asimilada y profesionalmente tratada. Como nos podemos contar las cosas por chat y cualquiera puede divulgar lo que sea por la red social, parece que ya no hace falta el profesional que busca y divulga la información y lo pagamos con la degradación de la vida pública. Un proceso parecido pero con un ritmo más lento puede afectar a la enseñanza. La gente puede creer que se pueden obtener datos de los infinitos recursos de la red sin profesor que te lo cuente. Se multiplicarán empresas que pretendan que el <i>tuning</i> con el que preparan a gente para sus procesos productivos (siempre temporalmente) es la única educación que hace falta. Igual que el oficio que media entre los hechos y su divulgación, el periodismo, se adelgazó para mal de todos, el que media entre el conocimiento y la formación de la gente, la docencia, se adelgaza también y también para mal de todos. El deliberadamente confuso mundo de la «formación» se maneja como el océano en el que se desagua y pierde forma el servicio público de la educación. Transferir la enseñanza del aula a la conexión telemática puede ser inevitable, pero es una pérdida y debe ser temporal. La alegría con que se pretende asumir que sacar al alumnado del aula es poner a la enseñanza al día en el mundo de la información me hace pensar en ese proceso silencioso de disolución de escuelas y enseñantes. Leí hace poco un reportaje en el que se contrastaba la opinión de los profesores con la de los expertos en educación, como si los expertos fueran los que no están en el aula. Vi un reportaje bienintencionado que hablaba de ordenadores donados para las clases telemáticas y mostraba a la Guardia Civil entregándolos a niños de pueblos pequeños. No se mencionaba al docente que hacía los materiales y las tareas que se harían con el ordenador. Era difícil pasar el 2019 sin acordarse de <i>Blade Runner</i>. Si viviera Philip K. Dick, hay una pregunta que no querría hacerle por temor a que me la contestase. ¿Cómo era el sistema educativo en el mundo de <i>Blade Runner</i>?<o:p></o:p></p>Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-39457105602433229452020-08-28T11:31:00.003-07:002020-08-28T11:31:56.404-07:00Reclusión política. El bucle de Hal y la atracción del conde Ugolino<p> <span style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;">La historia de España es perezosa. Parece que una etapa sucede a la anterior con desgana o con temor de dejarla atrás. La Transición avanzó con hebras de la dictadura adheridas, como esa arena pegajosa que no se quita al salir de la playa. La democracia siguió su curso cosida con hilvanes de esa Transición que debía haber sido temporal. Acuerdos que debían su razón de ser a los riesgos y urgencias de aquel momento se amodorraron en nuestra vida pública como si tratarlos como pasado fuera renegar de la Transición. Los líderes y personajes que tuvieron éxito electoral y de opinión parecen como esos padres que se empeñan en dar la charla del sexo a su hija adolescente. Aprovechan la posición fáctica que les dejó el poder para mangonear a los líderes actuales, convencidos de saber mejor que ellos y el país lo que nos conviene a todos. Si hay algo de lo que es fácil convencernos, es de que hay que proteger a España de los españoles. Por eso parece un desorden poner en cuestión a la monarquía. ¿Qué jaleo armaríamos nosotros solos poniendo un Jefe de Estado? Y por eso siempre fuimos muy europeístas. No es que Europa sea una opción equivocada. Me refiero a la sensación psicológica de que Europa es un exoesqueleto que nos sostiene sin desgarros porque si nos dejan solos romperíamos el terruño patrio. Por eso los líderes se van como se van las cosas aquí, con indolencia y sin irse del todo, zarandeando a sus partidos, poniéndose ceñudos ante todo lo que sobresale de la plantilla formada por sus tiempos de poder y creyendo que nos falta a todos la charla sobre el sexo.</span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;"><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">La crisis del COVID agita los demonios de la comunicación pública actual sobre todas esas capas temporales mal mezcladas de nuestra actualidad. La comunicación es como las plantas o las finanzas. Tiene muchas cosas dentro, pero cuando damos con la que nos gusta comer o nos da dinero, nos aplicamos a ella hasta deformar el original. La especulación, la actividad de juntar dinero para dar liquidez a negocios que fabrican o venden cosas o servicios, es buena. Cuando comprendemos que son más fáciles las ganancias especulando que trabajando como es debido, se empieza a comprar y vender muchas veces el mismo piso o la misma cosecha antes de que nadie haya puesto una piedra ni plantado una semilla, y la especulación se convierte en un cáncer y la economía en cisco. Con la comunicación pasa lo mismo. Es necesaria y es una las tareas básicas de cualquier política. Pero se fueron dando cuenta que una de sus fibras hace más fáciles los resultados. Uno de los personajes de <i>En lugar seguro</i>, de Stegner, le pregunta en Florencia a otro qué imagen de <i>La Divina Comedia</i> atraerá más su atención, la de la angelical Beatriz o la del conde Ugolino royendo el cráneo del obispo Ruggeri. Por supuesto que la segunda. Trataba de explicar que los propósitos del arte se alcanzan antes desde el horror, que atrapa tu mirada, que desde la bondad, que es paisaje de fondo. La comunicación debe transmitir propósitos, razones, propuestas y datos. Al final los comunicadores públicos quieren afectar a la valoración y decisiones de la gente. Pero los asesores parecen haber tomado nota del contraste de Beatriz con Ugolino: lo que afecta a la conducta y opinión de la gente es lo que atrape su atención, no ideas o razones. Y lo que capta la mirada es el alboroto y la bronca, Ugolino royendo el cráneo. Así la comunicación se deforma, como la especulación deforma la economía, y se convierte en una sarta de tracas que apenas es una carcasa sin contenidos ni ideas. <o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Nuestros picos de atención, nuestros pulsos emocionales captados por la demoscopia y nuestra conducta electoral cada vez demandan más políticos picapedreros. Cuando aprendí a hacer fotos, en el afoguín inicial veía los paisajes como acumulaciones de rectángulos, como si fueran muchas fotos juntas esperando que la cámara las retratase. De la misma manera, cada vez reaccionamos más favorablemente a discursos políticos que sean como acumulaciones de zascas de 280 caracteres. Parece una contradicción, pero no lo es, que claramente tenga réditos electorales el mal gusto y la estridencia y a la vez las encuestas digan que la abrumadora mayoría de ese público que premia el ruido y el insulto quiera acuerdos y entendimiento ante la catástrofe del COVID. En realidad es un bucle, como el legendario bucle Hofstadter-Moebius que hizo esquizofrénico a HAL 9000, el superordenador de la odisea espacial de 2001, porque la programación le obligaba a conductas contradictorias. La gente quiere entendimiento político porque quiere ser atendida, vive una catástrofe y quiere que sus representantes se ocupen de sus cosas y eso lleva al famoso sentido de Estado y los pactos. Pero ve la vida pública y participa en ella desde una trinchera ruidosa y eso premia las actitudes que hacen imposible cualquier pacto. A todos nos pasa. El buqué que dejará en la sociedad la normalidad con que asumimos la pérdida de derechos como elemento de eficacia, y no de necesidad, será un regusto funesto. Pero la mala saña ambiental puede estar haciendo que yo no lo esté diciendo con más contundencia por esta sensación de bandos que producen los ataques desmedidos.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">A todos nos pasa, pero no a todos beneficia. Es Steve Bannon el que está sembrando por el ancho mundo el principio de que la política es una trinchera entre dos populismos, el de derechas y el de izquierdas y que hay que elegir. La izquierda no está peleando por un mundo así. Con distintas dosis de firmeza y consecuencia, está peleando por el estado del bienestar, es decir, por una sociedad donde haya ricos pero en la que su riqueza no sea tan desmedida que haga el aire irrespirable para los demás. No es el comunismo. Los que prosperan en la ferocidad, la falsedad sistemática y el cinismo son Trump, Orbán o Bolsonaro. En esa charca creció Vox y se destiñó el PP. La mayor perversión es que en una emergencia solo superable por una guerra la política se confinó en sus mundos de yupi y se desligó hasta límites desconocidos de la vida de la gente. Para tal perversión tiene siempre más margen la oposición, y más si las tragaderas éticas son las de Aznar, una de esas adherencias que unas capas de nuestra historia que van dejando sobre las siguientes, o las de Vox, en línea directa con una capa franquista mal sacudida y envasada en las factorías de Bannon. A todos nos arrastra el ruido y el doble rasero, pero es un tipo de ideología el que se beneficia, los extremos no pueden ser iguales cuando solo hay un extremo. Si alguien cree que todos son iguales, por la evidencia clamorosa de vicios en unos y otros, que eche un ojo al poder judicial y observen que solo se renueva si gobierna la derecha.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Mientras tanto en el mundo y en el país, con el silencio de la deriva continental, se reconfiguran las piezas. Cataluña mengua, Valencia crece y Ximo puede ser en el PSOE lo que Núñez Feijoo es en el PP o lo que ni Feijoo es en el PP ni Sánchez en el PSOE. La aspiradora fiscal y poblacional de Madrid se intensifica y Madrid se va consolidando como un Estado dentro del Estado (ciudad – Estado la llama con acierto Enric Juliana, no sé si pensando en las polis griegas o en el Vaticano). Un sistema descentralizado, con tantas asimetrías territoriales y con una distribución de la población cada vez más parecida a la del tercer mundo (desiertos y megaciudades inhabitables) va a acentuar las disfunciones políticas. Y todo ello con una población que está en ese bucle que lleva a la esquizofrenia política. El desenlace de camino ordenado a la recuperación o al incremento insoportable de la fanatización en el que medren aventureros de ultraderecha (recuerden, en el sectarismo caemos todos, pero no nos beneficia a todos) va a depender de nuestro exoesqueleto. El meollo se juega en Europa. Francia, Italia y España lo saben, qué remedio, pero Europa puede o no darse cuenta.<i><o:p></o:p></i></p>Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-25366141790421776182020-08-28T11:30:00.001-07:002020-08-28T11:30:03.758-07:00Los prejuicios en el torbellino de bulos, ansiedades y dudas<p> <span style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;">Decía William James que la mayoría de la gente piensa que está pensando cuando solo está reordenando sus prejuicios. En la película de</span><span style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;"> </span><i style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;">Django desencadenado</i><span style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;">, Stephen le explica a Django, todavía encadenado, que la mayoría de los esclavos a los que castigaban cortándoles los genitales se morían desangrados. Luego dice, riendo y corrigiéndose, una expresión fascinante: «bueno, más que la mayoría». Intento imaginar si hay alguna manera de que más que la mayoría no sean todos (Francisco García atrapó al vuelo hace poco una joya parecida; en TVE se dijo que en el Reino Unido había ya «más de casi tres mil muertos». No importa si eso son tres mil o menos, Paco captó lo fundamental: que el mundo puede ser un lugar maravilloso). William James merece una corrección parecida a la que se hizo Stephen: los que creen que están pensando cuando reordenan sus prejuicios no son la mayoría; son más que la mayoría. En una pandemia nos zarandean la impaciencia, la desorientación, la maldad, las mentiras, la codicia y la impiedad. Conviene observar el papel que juegan nuestros prejuicios en medio del remolino, si los tenemos a granel listos para cualquier manipulación, o si razonamos y, en este caso, si los reordenamos en un conjunto resistente o solo los removemos para guardarlos bajo la alfombra. A pesar de lo que creamos, razonamos muy poco para actuar, tomar decisiones o hacer valoraciones. Como sugiere James, la mayor parte de las veces que razonamos tenemos la conclusión decidida de antemano y el razonamiento sirve para confrontarla o para transmitirla eficazmente. Además no solemos pensar con lo que sabemos, sino solo con lo que tenemos en la cabeza. Con materiales tan escasos, nuestros prejuicios son muchas veces contradictorios. Y ahí hay gente que es feliz diciendo una cosa y la contraria y hay gente que usa el razonamiento como dice James, para poner orden y armonía en sus prejuicios. Como pecado, el prejuicio puede ser venial o grave, pero desde luego es inevitable. No se pueden tener principios o ideología sin tener un arsenal de juicios previos sobre las cosas.</span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;"><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Así, mis prejuicios me hacen hostil a esas teorías según las cuales cualquier gasto para proteger a los débiles es siempre una amenaza para la economía. Lo fue la subida del salario mínimo. Lo es ahora el ingreso mínimo vital. Lo era el gasto educativo, sanitario y de pensiones en la negociación de nuestra deuda. Nunca se llamó la atención a España por las cantidades que se distraen en los privilegios de la Iglesia. Ni se le pidieron cuentas sobre aquel dineral público que se metió en los bancos para subsanar su incompetencia. Por supuesto, no puedo ofrecer cuentas alternativas y por eso el razonamiento anterior es una puesta en orden de prejuicios. Lo cierto es que, con datos y no prejuicios, parece que nuestro gobierno en el arranque de la crisis no fue el más tonto de la clase ni el más listo y que después fue más bien aplicado. Quienes no rugen alaridos y analizan datos sobre por qué entonces está tan afectada España se dan de bruces con los recortes de su sanidad y con la endeblez de su investigación. Por eso tengo prejuicio contra todos los razonamientos cuya conclusión acaba siendo la salida de Iglesias del Gobierno y que incorporan menciones a Venezuela o el comunismo. No les asusta Iglesias. Es la justicia social. Es lo de siempre.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Más prejuicios. Montoro dijo en su día que dejaran caer a España, que ya la levantarían ellos. El eco de esas palabras coaguló en mi ánimo un prejuicio. Por mediocre que sea el personaje, acertó a decir algo que encaja con los hechos y hasta con la historia como el zapato en el pie de Cenicienta. Para la derecha, España no es algo que merezca estar en pie si no es bajo su mando. Esto es un prejuicio. Cualquier razonamiento que haga sobre su papel en la pandemia solo pone en orden lo que ya suponía de antemano de Aznar o Casado. Recordemos que uno de los motivos para razonar es la contradicción en nuestros prejuicios. Pero el PP está encajando su actuación en las palabras de Montoro con tal docilidad, que el razonamiento es apenas el deslizamiento suave de prejuicios que no necesitan reordenamiento. En este caso la caída de España incluye muertes. Mi ética, sin duda amasada con mis prejuicios, me dice que lo más nítido del papel de cada uno en esta crisis va a ser quién intentaba, con mejor o peor pulso, que no muriera gente ni se derrumbara el sustento de los más débiles y quién no sumó nada. La derecha siempre distinguió qué muertos eran un engorro y qué muertos era una oportunidad. Fueron un engorro los del Yak 42, cuyos restos se retiraron a puñados y en desorden; los del 11 M, cuánta impiedad sufrió Pilar Manjón; los asesinados por Franco, por décadas, sin guerra ni bandos; y hasta las víctimas de la violencia machista. Fueron una oportunidad los crímenes de ETA; no hubo escrúpulos ni decencia en su utilización. Y ahora chapotean en el luto de esta desgracia para intentar que los legítimos lazos negros acaben siendo un barrizal.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">En muchos sitios se pone contra la ultraderecha un cordón sanitario, es decir, un prejuicio que no quiere apariencia de razonamiento. El coronavirus nos recuerda que es un prejuicio saludable. Su propaganda se basa en la exageración, el insulto desmedido y la proliferación de bulos. Lo preocupante es la permeabilidad del bloque conservador. Los bulos son un tipo de mentira peculiar. Son píldoras que se lanzan como polen y que tratan de afectar a la percepción que cada uno tiene de lo que creen los demás. No es la mentira ordinaria con la que se intenta desfigurar un hecho particular. Intentan una atmósfera donde la gente normal se crea asediada y los más zafios se crean rebeldes en tropel. En sus discursos a cara descubierta atropellan siempre los mismos tópicos (socialcomunista, Venezuela, chavista, 8 M, terrorismo), como esas muletillas que se bisbisean en los rezos. No intentan convencer a nadie con tales desvaríos. Solo quieren cuajar clichés que serán como un cáterin para sus seguidores, un material precocinado con cuya repetición se creerán informados y con las ideas muy claras. Los bulos solo funcionan si son infecciosos y se propagan y por eso conviene esmerarse en no ser portadores. Habrá más provocaciones con ataúdes. Si la derecha no tiene la debida compostura con los muertos, la ultraderecha directamente nutre de ellos su mala baba.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">El ejército en sí no raspa ningún prejuicio que yo tenga. Pero su excesiva aparición en ámbitos normalmente políticos, esa desproporción de multas que insinúa demasiado entusiasmo en la acción policial y un ambiente informativo que normaliza el aspecto militarizado de la sociedad sí agitan mis prejuicios. El justo reconocimiento de su trabajo y función no tiene nada que ver con la complacencia en la retirada excepcional de derechos. Mis prejuicios me dicen que ni el pluralismo, ni la libertad informativa, ni las autonomías son elementos de ineficiencia. No es la democracia lo que falla. Fallan los políticos sin escrúpulos, los periódicos cavernarios y lacayunos y los tarados racistas que creen que unas razas son de paro y muerte y otras más puras son vida y futuro. Pero siento prejuicio hacia la sensación colectiva inducida de que la democracia estorba cuando las cosas son serias y para adultos. Y también hacia la confusión institucional por la que no se sabe qué derechos tenemos y qué atribuciones tienen las autoridades y por la que ahora de repente el Supremo le pone deberes cada quince días al Ejecutivo.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">El confinamiento empuja a sumar los demonios exteriores a los propios que llevemos dentro. Cada uno debe poner orden en sus prejuicios y escogerlos con el cuidado con que antes había que escoger las lentejas. Se trata de no salir de esto siendo peor persona, con la ética dañada o con los principios quebrados.<o:p></o:p></p>Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-54300347077961505942020-08-28T11:27:00.003-07:002020-08-28T11:27:49.234-07:00Lo que no hay que razonar después del coronavirus<p> <span style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;">Estoy ahora mismo lejos de la Catedral de Burgos y me dolería que se estuviera quemando. Pero sigo mis rutinas tranquilo, con la certeza de que no le pasa nada a ese monumento. No conozco la biografía del director de este periódico, pero afirmaría sin titubeos que nunca fue astronauta. Estoy usando el sentido común, que tiene el curioso punto de partida de que sé todo lo que importa. Si no me consta que se queme la Catedral de Burgos ni que el director haya sido astronauta, es que esas cosas no son verdad, porque no pasan esas cosas sin que yo lo sepa. No razonamos así por soberbia. Razonamos así para que nuestro cerebro no cargue con un montón de posibilidades y datos inútiles que nos llevarían a un activismo enloquecido. Por eso asumimos muchas más cosas de las que nos constan.</span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;"><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">En ciencia no se opera con el sentido común. Solo se toma como verdadero lo que consta que lo es. Si pedimos a un camarero dos cafés, uno de ellos sin azúcar, y si el camarero usara el razonamiento científico, nos preguntaría cómo queremos el otro, porque eso no lo especificamos. El sentido común no habla igual que la ciencia. Saberlo todo es característica del sentido común de andar por casa; no saber nada más que el puñado de cosas de las que tenemos pruebas es característica del saber científico. Cuando le preguntaron a Fernando Simón por qué era tan distinto el porcentaje de muertes por coronavirus en Alemania y en España, él contestó que no sabía y esa respuesta llamó la atención. A pesar de lo que creyera tanto garrulo, aquella fue la respuesta de un científico. Simplemente, no lo sabía. Llevar el razonamiento científico a la vida cotidiana es ineficiente; nuestro camarero debería entender que quería el otro café con azúcar. Y llevar el sentido común a ámbitos científicos es lo que hacen los bocazas ignorantes: de ciencia no se puede hablar sabiéndolo todo.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">La política tiene una relación compleja con la ciencia y el sentido común. Es evidente que los gobernantes tienen que tener asesores que garanticen que su trabajo tenga el respaldo del conocimiento. Pero hay tareas en que el conocimiento es la materia prima y la política es un tipo de destreza y hasta de sabiduría que la debe modelar. Y hay tareas en que el conocimiento es la pura esencia de la tarea y la política solo puede obedecer. Es una estafa confundir las dos cosas. Por ejemplo, la oficialidad del asturiano o la legalización del aborto no son temas de ciencia. La sociedad asturiana no tiene que hacer con el asturiano lo que digan los filólogos, aunque el legislador haría bien en asesorarse con ellos. Ni lo que digan psicólogos o catedráticos de ética es la palabra autorizada sobre el aborto.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Y otras veces la gestión política es una cuestión de conocimiento. Hace unos años, creo que eran Faemino y Cansado los que representaban una escena de parroquianos de barra masticando un palillo diciéndose que no se creen eso de que ya no hay dinosaurios. Uno decía con el asentimiento del otro que Los Pirineos tienen que estar «infestaos» de dinosaurios. Ese es el aspecto que tiene Aznar hablando del clima, la Iglesia hablando de la ineficacia del condón para el SIDA, la morralla de tertulianos hablando de cómo y cuándo se contagia el coronavirus, o los que se apuntan a la fiesta con un «manifiesto» contra el confinamiento (Leguina firma como «Estadístico Superior del Estado», hay que tenerlos cuadrados). La transmisión del virus y su ritmo y forma de su propagación es una cuestión de ciencia, y Sánchez tiene que oír a los biólogos y matemáticos y hacer lo que le digan. Y tiene que ignorar a los bocazas y a los sedicentes Estadísticos Superiores del Estado.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Y nosotros también. Cada vez que damos crédito y difundimos por la red social a bocazas hablando de microorganismos, a teorías raras que compartimos por si acaso enriquecen la reflexión, o simples intoxicaciones que nos indignan tanto que queremos compartir nuestra indignación con el ancho mundo, estamos colaborando con una desinformación que, como las intoxicaciones biológicas, hacen más daño cuando el cuerpo social está bajo de defensas anímicas. La credulidad y la tendencia a difundir bulos no es cosa de ignorantes. Hay dos factores que cada uno debería autoevaluar: uno es el uso social del lenguaje y otro es el grado de avaricia cognitiva de nuestras reacciones. El primer factor quiere decir, dicho sin complicaciones, que muchas veces hablamos más para relacionarnos que para decir cosas. No hablamos del tiempo en el ascensor para decir nada, sino para atender un leve vínculo social. Lo que nos impulsa a compartir datos en la red social muchas veces no es el crédito que merezcan ni la bondad de su difusión. Nos impulsa la sensación de que va a provocar muchos «me gusta» o comentarios, es decir, la repercusión y vínculo social. El segundo factor alude a la mayor o menor demora y reflexión en nuestras reacciones. Si reaccionamos en caliente a lo que vemos en la red, con comentarios, megustas o difusión, normalmente dará igual nuestro nivel de conocimientos. No sirve de nada el dinero del avaro si se empeña en no gastarlo, ni el conocimiento de los cultos si se empeñan en reacciones irreflexivas que no lo usan. Quienes buscan la intoxicación informativa conocen estas debilidades y cuentan con nuestra inconsciente colaboración.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">La política tiene también una relación compleja con la información en un problema donde lo importante y lo novedoso se llevan mal. En los periódicos buscamos satisfacción informativa inmediata: no queremos necesitar diez días de lectura en un periódico para informarnos de un asunto. Lo relevante del coronavirus, sin embargo, se mueve en lapsos más largos. La esencia del problema es cómo se distribuyen los contagios en el tiempo para que no haya picos que colapsen el sistema sanitario. Los datos de impacto diario distraen de la naturaleza del problema. La prensa honesta (no neutral; honesta) no puede afectar significativamente al clima que genera el ruido de la red social y del bulo estridente.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Hay tres hechos que parecen objetivos sobre el Gobierno: primero, como el resto de Europa, actuó tarde cuando los datos ya eran claros; segundo, su gestión busca salvar vidas y encajar el impacto económico; y tercero, se está jugando la economía a la carta única de la respuesta europea: una vez más, Europa como exoesqueleto que nos sostiene. Y hay dos hechos opinables, en los que podemos cambiar de opinión: primero, la gestión está siendo en general buena, con errores donde errar es fácil y donde ningún error es menor, pero buena; y segunda, está siendo socialmente sensible; ya veremos si también exitosa.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">La extrema derecha es una fealdad zafia del Parlamento que ya suponíamos. Casado sigue haciendo del PP la ropa de domingo de Vox. Exigir al Gobierno que diga «toda» la verdad debería ser una obviedad democrática, pero no lo es: es una forma ya conocida de extender sospechas y generar la confusión en la que se pueda predicar que los Pirineos están infestaos de dinosaurios. Ya nos suena del 11 M y, de hecho, el mentor es el mismo y no está ni en desiertos remotos ni en montañas lejanas. La sobreactuación con el luto también nos suena. El PP tiene currículum en el empleo grotesco de la muerte y la desgracia. Enseguida alentarán asociaciones de víctimas y llegaremos a aquello de ustedes humillan a los muertos. No hay forma amable de referirse a la política que en la desgracia se expresa con portadas de ataúdes. Eso no da sensación de duelo sino de celebración.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">La política puede suavizarse si, como le pasó a Alianza Popular en cada paso de la transición, a la fuerza ahorcan y el PP tiene que entrar en la civilización, dejando a Vox con sus alaridos como un parque temático. O puede encresparse si el golpe económico desagrega a la sociedad y diluye los liderazgos. En tal caso nadie debe olvidar de que estamos ante una crisis con muertos y con acentuación de la pobreza. Igual que las abejas dejan su vida al picarnos, al deshumanizar a la gente que sufre, nos dejamos también nuestra humanidad.<o:p></o:p></p>Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-44339183714161816572020-08-28T11:26:00.003-07:002020-08-28T11:26:55.036-07:00Ciencia, política e información en la pandemia<p> <span style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;">Estoy ahora mismo lejos de la Catedral de Burgos y me dolería que se estuviera quemando. Pero sigo mis rutinas tranquilo, con la certeza de que no le pasa nada a ese monumento. No conozco la biografía del director de este periódico, pero afirmaría sin titubeos que nunca fue astronauta. Estoy usando el sentido común, que tiene el curioso punto de partida de que sé todo lo que importa. Si no me consta que se queme la Catedral de Burgos ni que el director haya sido astronauta, es que esas cosas no son verdad, porque no pasan esas cosas sin que yo lo sepa. No razonamos así por soberbia. Razonamos así para que nuestro cerebro no cargue con un montón de posibilidades y datos inútiles que nos llevarían a un activismo enloquecido. Por eso asumimos muchas más cosas de las que nos constan.</span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;"><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">En ciencia no se opera con el sentido común. Solo se toma como verdadero lo que consta que lo es. Si pedimos a un camarero dos cafés, uno de ellos sin azúcar, y si el camarero usara el razonamiento científico, nos preguntaría cómo queremos el otro, porque eso no lo especificamos. El sentido común no habla igual que la ciencia. Saberlo todo es característica del sentido común de andar por casa; no saber nada más que el puñado de cosas de las que tenemos pruebas es característica del saber científico. Cuando le preguntaron a Fernando Simón por qué era tan distinto el porcentaje de muertes por coronavirus en Alemania y en España, él contestó que no sabía y esa respuesta llamó la atención. A pesar de lo que creyera tanto garrulo, aquella fue la respuesta de un científico. Simplemente, no lo sabía. Llevar el razonamiento científico a la vida cotidiana es ineficiente; nuestro camarero debería entender que quería el otro café con azúcar. Y llevar el sentido común a ámbitos científicos es lo que hacen los bocazas ignorantes: de ciencia no se puede hablar sabiéndolo todo.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">La política tiene una relación compleja con la ciencia y el sentido común. Es evidente que los gobernantes tienen que tener asesores que garanticen que su trabajo tenga el respaldo del conocimiento. Pero hay tareas en que el conocimiento es la materia prima y la política es un tipo de destreza y hasta de sabiduría que la debe modelar. Y hay tareas en que el conocimiento es la pura esencia de la tarea y la política solo puede obedecer. Es una estafa confundir las dos cosas. Por ejemplo, la oficialidad del asturiano o la legalización del aborto no son temas de ciencia. La sociedad asturiana no tiene que hacer con el asturiano lo que digan los filólogos, aunque el legislador haría bien en asesorarse con ellos. Ni lo que digan psicólogos o catedráticos de ética es la palabra autorizada sobre el aborto.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Y otras veces la gestión política es una cuestión de conocimiento. Hace unos años, creo que eran Faemino y Cansado los que representaban una escena de parroquianos de barra masticando un palillo diciéndose que no se creen eso de que ya no hay dinosaurios. Uno decía con el asentimiento del otro que Los Pirineos tienen que estar «infestaos» de dinosaurios. Ese es el aspecto que tiene Aznar hablando del clima, la Iglesia hablando de la ineficacia del condón para el SIDA, la morralla de tertulianos hablando de cómo y cuándo se contagia el coronavirus, o los que se apuntan a la fiesta con un «manifiesto» contra el confinamiento (Leguina firma como «Estadístico Superior del Estado», hay que tenerlos cuadrados). La transmisión del virus y su ritmo y forma de su propagación es una cuestión de ciencia, y Sánchez tiene que oír a los biólogos y matemáticos y hacer lo que le digan. Y tiene que ignorar a los bocazas y a los sedicentes Estadísticos Superiores del Estado.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Y nosotros también. Cada vez que damos crédito y difundimos por la red social a bocazas hablando de microorganismos, a teorías raras que compartimos por si acaso enriquecen la reflexión, o simples intoxicaciones que nos indignan tanto que queremos compartir nuestra indignación con el ancho mundo, estamos colaborando con una desinformación que, como las intoxicaciones biológicas, hacen más daño cuando el cuerpo social está bajo de defensas anímicas. La credulidad y la tendencia a difundir bulos no es cosa de ignorantes. Hay dos factores que cada uno debería autoevaluar: uno es el uso social del lenguaje y otro es el grado de avaricia cognitiva de nuestras reacciones. El primer factor quiere decir, dicho sin complicaciones, que muchas veces hablamos más para relacionarnos que para decir cosas. No hablamos del tiempo en el ascensor para decir nada, sino para atender un leve vínculo social. Lo que nos impulsa a compartir datos en la red social muchas veces no es el crédito que merezcan ni la bondad de su difusión. Nos impulsa la sensación de que va a provocar muchos «me gusta» o comentarios, es decir, la repercusión y vínculo social. El segundo factor alude a la mayor o menor demora y reflexión en nuestras reacciones. Si reaccionamos en caliente a lo que vemos en la red, con comentarios, megustas o difusión, normalmente dará igual nuestro nivel de conocimientos. No sirve de nada el dinero del avaro si se empeña en no gastarlo, ni el conocimiento de los cultos si se empeñan en reacciones irreflexivas que no lo usan. Quienes buscan la intoxicación informativa conocen estas debilidades y cuentan con nuestra inconsciente colaboración.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">La política tiene también una relación compleja con la información en un problema donde lo importante y lo novedoso se llevan mal. En los periódicos buscamos satisfacción informativa inmediata: no queremos necesitar diez días de lectura en un periódico para informarnos de un asunto. Lo relevante del coronavirus, sin embargo, se mueve en lapsos más largos. La esencia del problema es cómo se distribuyen los contagios en el tiempo para que no haya picos que colapsen el sistema sanitario. Los datos de impacto diario distraen de la naturaleza del problema. La prensa honesta (no neutral; honesta) no puede afectar significativamente al clima que genera el ruido de la red social y del bulo estridente.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Hay tres hechos que parecen objetivos sobre el Gobierno: primero, como el resto de Europa, actuó tarde cuando los datos ya eran claros; segundo, su gestión busca salvar vidas y encajar el impacto económico; y tercero, se está jugando la economía a la carta única de la respuesta europea: una vez más, Europa como exoesqueleto que nos sostiene. Y hay dos hechos opinables, en los que podemos cambiar de opinión: primero, la gestión está siendo en general buena, con errores donde errar es fácil y donde ningún error es menor, pero buena; y segunda, está siendo socialmente sensible; ya veremos si también exitosa.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">La extrema derecha es una fealdad zafia del Parlamento que ya suponíamos. Casado sigue haciendo del PP la ropa de domingo de Vox. Exigir al Gobierno que diga «toda» la verdad debería ser una obviedad democrática, pero no lo es: es una forma ya conocida de extender sospechas y generar la confusión en la que se pueda predicar que los Pirineos están infestaos de dinosaurios. Ya nos suena del 11 M y, de hecho, el mentor es el mismo y no está ni en desiertos remotos ni en montañas lejanas. La sobreactuación con el luto también nos suena. El PP tiene currículum en el empleo grotesco de la muerte y la desgracia. Enseguida alentarán asociaciones de víctimas y llegaremos a aquello de ustedes humillan a los muertos. No hay forma amable de referirse a la política que en la desgracia se expresa con portadas de ataúdes. Eso no da sensación de duelo sino de celebración.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">La política puede suavizarse si, como le pasó a Alianza Popular en cada paso de la transición, a la fuerza ahorcan y el PP tiene que entrar en la civilización, dejando a Vox con sus alaridos como un parque temático. O puede encresparse si el golpe económico desagrega a la sociedad y diluye los liderazgos. En tal caso nadie debe olvidar de que estamos ante una crisis con muertos y con acentuación de la pobreza. Igual que las abejas dejan su vida al picarnos, al deshumanizar a la gente que sufre, nos dejamos también nuestra humanidad.<o:p></o:p></p>Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-57007965916208046492020-08-28T11:25:00.002-07:002020-08-28T11:25:48.028-07:00No invite al vampiro a su casa ni busque gobiernos de unidad<p> <span style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;">¿No os parecen odiosos? Demasiada gente contestaría con un sí rotundo, pero no porque estemos de acuerdo. Odiamos, pero no las mismas cosas. Es verdad que hay una capa amable de bondad, que aplaudimos, nos saludamos por las ventanas y nos damos ánimos. Pero la red social parece una toalla a la que estuvieran retorciendo para sacarle los jugos más amargos, los hollejos del final cuando no queda nada que exprimir, como esa bilis que llega a la boca cuando la arcada ya no encuentra qué expulsar. Ante la inmundicia que aflora es normal reaccionar con repugnancia y así nuestra repulsión engorda el vitriolo que está abonando el terreno para después del confinamiento. Es momento de no hacer lo que no conviene, ni hacer lo que conviene pero no se puede.</span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;"><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">En las variantes modernas del mito, un vampiro no puede entrar en tu casa si no lo invitas. Con todos sus poderes, sin la invitación solo puede merodear. Todos somos vampiros merodeando la mente de los demás, a todos nos importa qué creen, qué saben o cómo se sienten y nos sienten y queremos afectar a todo eso, por razones cariñosas, funcionales, interesadas o deshonestas. Tratándose de vampiros, lo importante no son los poderes de la gente con formación, ideas y capacidad. Ni es la ignorancia o bajeza de los necios de raíz. Lo importante es la invitación a entrar en la mente. Para abreviar podemos llamar a esa invitación empatía. Quien empatiza con nosotros es el vampiro al que ya invitamos a entrar. Una vez lo dejamos entrar en nuestra mente, ya puede poner sus cargas en nuestro cerebro con facilidad, de eso va la comunicación pública. Es empático quien hace que estemos a gusto con nuestro estado emocional: si estamos coléricos, nos hace sentir acompañamiento, energía y justicia en nuestra destemplanza; si estamos tranquilos, nos hace sentir nuestro sosiego y lo disfrutamos. Él puede reconocer nuestra placidez, pero también nuestros miedos y frustraciones. A ello se aplican los especialistas en comunicación. No buscan razones o ideas. Buscan acoplamiento emocional, el permiso para entrar en nuestra mente.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">La red social es una caricatura de lo que pasa. Los vampiros maliciosos merodean, porque estamos en una situación propensa a repartir invitaciones. Es una situación que favorece la polarización. Esta es una palabra manida y rara vez reparamos en lo que quiere decir. Poco antes del coronavirus (ahora son más difíciles las valoraciones), un analista de la política americana decía que si Trump saliera con un rifle anunciando que iba a pegar tiros en Manhattan no perdería apoyos. Quienes se oponen a él lo odiarían más, pero quienes lo apoyan no verían relevante esa conducta. No sé si el analista exageraba por didactismo, pero parece claro lo que quiere decir. Todos tenemos prejuicios y todos aplicamos la ley del embudo. La polarización desboca esa tendencia y le quita frenos y contrapesos. Es un cierre de filas irracional con el que anulamos la ética más elemental y despreciamos la verdad palmaria. Para la convivencia, lo más grave de los casos Gürtel y Lezo no fue el saqueo del PP al dinero público, ni la mentira y ocultación correspondiente. Lo más grave fue que una mayoría seguía votando al PP, a pesar de que consideraban verdaderos los hechos y de que no les gusta que les roben. Ese es el efecto de la polarización: la gente se siente en emergencia, la ética no afecta a las valoraciones y no hace falta mentir, porque la verdad es irrelevante. La desfiguración del oponente es tal, que el cierre de filas con los afines es una urgencia. En una vida pública polarizada no rige la moral y no hay defensa contra el bulo. La mentira desvergonzada es útil porque, al no contar los hechos, no necesita ser creída y solo tiene que dar al odio lo que el odio necesita: lenguaje, palabras que gritar.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Esta degradación de la política es la preferida de los ultras, los que no tienen nada racional que ofrecer y solo pueden tener arrastre cuando la gente tiene miedo y odio y cuando es empático el lenguaje de la fuerza y el resentimiento. Y a la mayoría de la gente no se la puede llevar a ese punto más que mintiendo. La mentira primero deforma los hechos y, cuando la polarización hace que no importen, es el soporte expresivo del odio. La polarización es el medio en el que prospera la brutalidad y el bulo. Ahí tienen a Trump.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">La mala fe, el bulo y la descalificación hiperbólica están siendo lluvia fina en medios y partidos conservadores y torrencial en los ultras, con una frontera borrosa entre los dos. Abundan llamamientos a un gobierno de salvación o de emergencia nacional. La historia de España parece una campana donde resuenan ecos con intensidad y sabemos qué ecos son esos de los gobiernos de salvación patriótica en nuestra historia. A todos nos complace que el ejército cumpla sus funciones en la emergencia, pero las alabanzas arrebatadas a los uniformados expresadas con lenguaje bélico embelesado desde tribunas agresivas son como el órgano de Maese Pérez: parece que en realidad hablaran voces difuntas y oscuras de momentos pasados y sombríos. Vox pide un gobierno de emergencia, tutela militar y enjuiciamiento del Gobierno; es decir, como tantas veces, un golpe militar y rojos a la cárcel. Decía al principio que es normal reaccionar con repugnancia a lo repugnante.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Pero decía también que no hay que hacer lo que no conviene. Esparcir nuestra repugnancia es apagar con gasolina el fuego de la polarización a la que con tanta intensidad se aplican los ultras. Quien se deje llevar a la cólera y la irritación está dando permiso para entrar al vampiro empático con la ira. Conviene mucha más templanza y paciencia de la que yo recomendaría en situación normal. El Gobierno acierta en no entrar al trapo de desmentir demencias. Ahora mismo no se puede rebatir el ruido más que añadiendo más ruido y contribuyendo a ese clima insano en el que solo crecen los que crecen con el ruido, el odio y la falsedad. La crisis sanitaria irá pasando y, si Europa hace sus deberes (y solo si tal cosa ocurre), la economía no se recuperará de golpe, pero tendrá una senda. En ese proceso chirriarán los desvaríos como tracas desafinadas. Se repartirán culpas, pero civilizadas, de esas que consisten en ganar o perder elecciones. El Gobierno tendrá que explicarse si no quiere cargar con esas culpas. Pero no será el único. Ojo al auto del juez Seoane por la denuncia extemporánea del Sindicato Unificado de Policía. Dice el juez que en situación de guerra se consideran traidores a los desinformadores, los que desmoralizan y desmotivan a la población civil. No solo será el Gobierno (y que tome nota del auto el CSIF).<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Hay en el ambiente político nostalgia de los Pactos de la Moncloa y querencia de un gobierno de concentración (no de salvación patriótica). Pero los Pactos de la Moncloa no se hicieron con un gobierno de concentración. Un gobierno de PSOE con el PP (tan querido por quienes saben cuál es el bien de España, vote lo que vote la gente) no es lo bastante representativo. Si se amplía la base, no se puede ignorar alegremente que el tercer partido es explícitamente fascista. Los Pactos de la Moncloa partían de que todos los sectores tenían que hacer su contribución y toda contribución era un sacrificio. ¿Pedirán más sacrificios a los que ya no pueden vivir con su sueldo, más cesión de derechos? ¿Van a exigir a las grandes fortunas lealtad fiscal? ¿Se va a poner siquiera encima de alguna mesa?<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Como digo, llegará el tiempo de balances y aprendizaje. Aunque olvidemos lo demás, hay algo que debemos recordar. ¿Qué haríamos hoy mismo si nos hacemos un esguince? Seguramente dudaríamos en ir al médico, dudaríamos de que nos atendieran y pensaríamos que, si nos atienden, no sería de la mejor manera. Lo que no debemos olvidar es que, sin sanidad pública, para la mayoría de la gente la atención médica sería siempre así, sin falta de emergencia. Y para que no sea así los ricos tienen que pagar los impuestos. Si empiezan por aquí, adelante con los nuevos Pactos de la Moncloa.<o:p></o:p></p>Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-25336154070827265102020-08-28T11:24:00.003-07:002020-08-28T11:24:36.144-07:00Señores guardias civiles, aquí pasó lo de siempre<p> <span style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;">Decía Ortega y Gasset, citando a Croce, que nos da la lata aquel que nos quita la soledad y no nos da la compañía. Seguramente los contactos que nos estamos procurando estos días, en las redes o en los balcones, sean lo opuesto a dar la lata: nos dan compañía, pero no nos quitan la soledad. Lo opuesto a latoso es agradable o ameno y eso nos dan esos contactos, amenidad. Si el efecto final del aislamiento es la extrañeza e incluso la locura, bienvenidas las amenidades que aplazan el deterioro. Nuestra sensación de tiempo detenido es solo subjetiva. Dentro y fuera de las casas y el país, el mundo sigue. Claro que lo que pasa es lo de siempre, y quizá eso sea una forma de no estar pasando nada, después de todo.</span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;"><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Está pasando lo de siempre en educación no universitaria. El confinamiento acentúa dos males que los poderes públicos van permitiendo o estimulando en la enseñanza. Los consejeros, consejeras, ministros y ministras que estén realmente convencidos de que se puede avanzar en el curso mediante sistemas telemáticos en la misma medida están íntimamente convencidos de que sobran las escuelas y los institutos. Ese es el primer mal. Se acentúa la banalización progresiva de la tarea de los enseñantes y la actividad docente en sí misma, que se está percibiendo cada vez más como un servicio asistencial. En la enseñanza no ocurre nada trascendente ningún día. Lo que va bien en la educación es una acumulación de pequeñas cosas en lapsos largos de tiempo, que sin embargo requieren dedicación y cualificación a diario. Es un servicio diario cuyo beneficio no se percibe a diario. Por eso deben creer que el curso puede seguir con todo el mundo en casa.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">El segundo mal es la desigualdad. La educación es el servicio que nivela la desigualdad de las circunstancias personales y sociales de los alumnos. No hay instrumento más eficaz para la igualdad de oportunidades, ni instrumento más dañino para afianzar desigualdades insalvables en la población. Mantener el avance del curso durante el confinamiento es acentuar las desigualdades hasta la ruptura. Este segundo daño afecta a algo profundo. Una crisis de un mes o un trimestre no va a condicionar la vida de los niños ni un trimestre puede desagregar socialmente a un país. Es otra cosa. Cuando mis hijos eran pequeños, yo era muy rígido con lo de cruzar la carretera con el semáforo en verde, aunque no hubiera ningún coche a la vista. Al lado de la escuela tenían un semáforo de esos que tienen un botón para los peatones. Como los niños y niñas eran una turba, nadie pulsaba aquel botón y cruzaban en masa. Me parecía paradójico que fuera la escuela el primer sitio en el que aprendieron a cruzar en rojo. Estos días habrá alumnos con tabletas e internet y padres y madres con conocimientos que seguirán razonablemente bien la marcha del temario. Y habrá alumnos sin internet, tableta ni calefacción, ni padres y madres que entiendan una herramienta telemática y que sencillamente no harán nada de nada. Y habrá centros donde haya esta variedad de alumnos y centros que ya se habrán ocupado, con dinero público, de tener solo alumnos con tableta e internet. Como ocurría con mis hijos, es paradójico que en la escuela sea donde aprendan de manera más vivencial lo de siempre: que unos tienen y otros no tienen, y que hay un mundo distinto para unos y para otros. Tienen que tener tarea y disciplina estos días, desde luego, pero, si hay vida inteligente en el ministerio, deben parar el curso. Ahora el Gobierno tiene toda la autoridad, no hay excusas.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">También está pasando lo de siempre con el dinero privado. Pocas veces hubo una movilización de recursos de grandes empresas y con propósitos más evidentes que en la campaña que llevó al poder a Bush hijo. Llegaron grandes donaciones de Microsoft, a quien esperaba un importante juicio por prácticas de monopolio; de Philip Morris, en plena lucha por las restricciones contra el tabaco; de las petroleras, que querían perforar Alaska; de Enron, todo el mundo acabó sabiendo por qué; y de entidades de tarjetas de crédito, por lo mismo que Enron. Es solo un ejemplo de lo que todos sabemos: cuando hace falta, las grandísimas empresas mueven enormes cantidades de dinero. Pero ninguna de las grandísimas empresas actuales (tecnológicas, farmacéuticas, bancarias) ofreció recursos significativos para amortiguar la situación (más allá de donaciones sueltas, siempre bienvenidas pero anecdóticas en el conjunto). Y lo que es más importante, ningún gobierno se lo pide ni los interviene temporalmente. Los ultraliberales de repente solo miran recursos públicos masivos, en plan socialdemócrata. Mientras, esas grandísimas empresas se posicionan sobre la gigantesca deuda que se avecina. Ocurre lo de siempre. Como dijo Antonio Izquierdo, cuánto saben y cuánto ignoramos.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">En el ancho mundo también sucede lo de siempre. EEUU y China maniobran en medio de la crisis. Rusia calla, pero occidente está ido y algo se le ocurrirá. Europa es nuestro ideal, pero las dos grandes distribuidoras de los equipos que necesitan los hospitales están en Francia y Alemania y sus gobiernos requisaron el material para cuando les tocase a ellos, cuando Italia y España estaban en emergencia. Y de momento no habrá deuda pública europea, porque el norte nos recuerda que hay ricos y pobres y que no somos comunistas. No nos cebemos con ellos. Aquí sabemos como están Francia, Alemania y Gran Bretaña, pero no sabemos nada de Portugal, y menos de África. Es lo de siempre.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">En nuestro terruño, como siempre, los más patriotas buscan los enemigos en los compatriotas y quiebran cualquier impulso de unidad. El Gobierno fue tan lento y ramplón como los demás gobiernos en el inicio, y todo lo eficaz que se puede ser en las circunstancias a partir del estado de alarma. En el fin de semana del 6 al 8 hubo negligencia, pero no impiedad. Ni los convocantes de las manifestaciones del 8, ni Vox en Vistalegre, ni Feijoo en sus actos electorales juntaron gente para ligar sus causas a una epidemia. Impiedad hay en quienes proclaman indiferencia al más de centenar anual de mujeres asesinadas y luego son diligentes en cargar muertes a la manifestación que protesta por esos crímenes. Hubo más torpeza que ideología en las aglomeraciones de ese fin de semana, pero no hay más que ideología y mala fe en quienes solo ven el 8 de marzo en una pandemia mundial, como si en España estuviera ocurriendo algo distinto de tantos sitios sin 8 de marzo. La derecha no hace críticas, sino que cizaña y vierte odio con insidias y bulos. La derecha tiene un gen franquista que le hace sentir a la izquierda en el poder como una infección y que bloquea cualquier atisbo de sentido de estado o buena fe. La corrupción y la patraña del 11 M les costó perder las elecciones, pero eso no puede hacer cambiar a la derecha porque ese gen franquista les hace sentir que es ilegítimo que ellos pierdan el poder. Todo como siempre.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Se puede ser pesimista y feliz, porque nuestro cuerpo es así. Los estados emocionales son reacciones a lo inmediato en el espacio y en el tiempo. La percepción de las cosas globales y remotas solo puede ser racional. Por eso podemos tener una impresión pesimista de la evolución general de las cosas y ser razonablemente felices porque las pequeñas cosas cotidianas y los afectos próximos nos mantienen en ese estado emocional venturoso. Son buenas fechas para dar la debida estima a lo que tenemos más a mano. Pero por lo demás, y a pesar de ciertos optimismos bienintencionados, me temo que el balance racional de este episodio se resumirá en aquellos versos de Lorca: aquí pasó lo de siempre, han muerto cuatro romanos y cinco cartagineses.<o:p></o:p></p>Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-88469848276026720812020-08-28T11:22:00.003-07:002020-08-28T11:22:48.155-07:00El momento de excepción<p> <span style="font-family: "Goudy Old Style", serif; text-align: justify;">La foto tópica que muestra la devastación de la bomba atómica fue hecha en Nagasaki por Yosuke Yamahata. Philippe Forest narra con maestría la llegada de Yamahata al lugar. El Emperador le había encargado fotos diciéndole solo que habían atacado con un arma nueva. Nadie sabía qué era lo que él iba a ver. Aquella noche le señalaron sin más con el dedo la negrura hacia la que nadie había ido todavía. Él no veía nada en aquella oscuridad absoluta, pisaba cenizas y restos de cuerpos y oía quejidos agonizantes como hilos dispersos. Se sentó a fumar y a esperar a que se hiciera de día. Según la narración de Forest, Yamahata fue viendo cómo una especie de telón oscuro iba levantándose con las primeras claridades y cómo fue tomando nitidez el sitio en el que se encontraba. Poco a poco a Yamahata se le fue mostrando, con la parsimonia de un revelado, lo que nadie había visto nunca antes.</span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;"><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Forest imagina la experiencia de Yamahata como algo que iba de abajo hacia arriba, como un telón levantándose. El extraño momento en el que vivimos parece haber cuajado de manera inversa. Parece que algún tejido invisible nos hubiera caído lentamente desde arriba, al principio como algo lejano, luego inminente y finalmente pegajoso y casi opresor. Esta tela invisible, a medida que aprieta, nos aísla y nos recluye. Va borrando capas de nuestro mundo y dejando a la vista las cañerías básicas de nuestra sociedad, apenas el flujo de alimentos, medicamentos y el mínimo vital, mientras opaca todo lo demás. Cuando esto se acabe, nos pasará como a Yamahata. Esperaremos que se levante este telón que nos encierra sin saber qué es exactamente lo que veremos fuera, porque el país ya no será el mismo y desconocemos el aspecto de la devastación. Mientras tanto, en la reclusión afloran reflejos innatos. Somos una especie grupal que necesita el contacto. En los aviones al despegar o en las películas de terror, quienes tienen miedo se agarran al de al lado por instinto. Ahora estamos proyectando nuestra voz y nuestro ectoplasma digital por teléfonos y redes y buscándonos en los balcones sin más propósito que hacer contacto. Los aplausos de las ocho solo en parte son un aliento bienintencionado para el personal sanitario que está en primera línea. En buena medida el gesto busca encontrarnos y sentirnos, como sucedáneo de tocarnos unos a otros. Siempre que se detiene el tiempo, sea por el simbolismo del fin de año o por una epidemia, se remansan recuerdos en remolino, se nos viene al ánimo todo el mundo y nos llamamos sin motivo, lo habremos hecho estos días.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">Ahora es momento de interacciones locales, de gestos sencillos que multiplicados hagan una red colectiva eficaz. Al zurcido de esa red hay que aplicarse, el mensaje de aparcar diferencias es simplón pero no desacertado. Pero lo que encontraremos fuera al levantarse el telón son las mismas fuerzas que ya movían los acontecimientos. El mundo de ahí fuera era un mundo cada vez más neoliberal, es decir, desigual y despiadado. Ese orden se abría paso de la única manera en que se puede abrir paso lo que perjudica a la mayoría sin resistencia: con propaganda y con autoritarismo. La propaganda querrá que creamos inevitable que perdamos trabajo, salario y derechos y que lo achaquemos al infortunio. Cuando se levanten las sombras y veamos lo que queda ahí fuera, pedirán sacrificios por las pérdidas a los mismos que ya fueron sacrificados por los desmanes financieros de 2008. Hay que poner atención en cuánto coste van a asumir grandes fortunas, grandes empresas y gran banca, y qué se va a hacer para parar la sangría fiscal. Si la emergencia sanitaria llevó a intervenir la sanidad privada, habrá que proteger de la emergencia económica a los que ya pagaron en 2008 interviniendo los canales bancarios y empresariales de los paraísos fiscales, por donde se desaguan los dineros e impuestos que requiere la emergencia. Europa tendrá que intervenir cuantas entidades privadas haga falta, siquiera temporalmente.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">La otra pata del avance neoliberal, el autoritarismo, solo se acepta cuando se acepta que se vive un momento de excepción. Ahora lo hay objetivamente. Pero el autoritarismo quiere que siempre nos sintamos en excepción. Las dos emociones colectivas que más desactivan el análisis y más hacen sentir un momento de excepción son el miedo y la ira. Los interesados en tenernos siempre coléricos o con miedo tienen el auxilio del bajísimo nivel de los medios informativos actuales, propensos en todo momento a buscar audiencia haciendo de la actualidad un relato con un punto álgido de suspense y un desenlace trascendente inminente. Quedará para el recuerdo la portada patriótica de un periódico conservador al iniciarse la crisis sanitaria: «La amenaza, el virus, el enemigo, el pánico». Junto con la propaganda de que por mala suerte es inevitable que perdamos, nos querrán asustar y querrán que nos enfademos y odiemos. Al autoritarismo solo lo justifica la excepción y la excepción es alimentada por el miedo y la cólera. Miremos lo que quede ahí fuera con buen juicio y con esta mayoría de edad civil inducida por la emergencia.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">A la memoria de lo que ya pasaba antes del momento excepcional, debemos añadir el recuerdo de lo que vimos dentro de este momento. Habrá que recordar algunos silencios. La alocución del Rey solo sirvió para resaltar por contraste su silencio. Quien escribe estas líneas es, por separado y por razones distintas, republicano y antiborbónico. No creo que sea este momento de excepción el momento de hacer pulsos por la república. De hecho, y a pesar de la cacerolada, no creo que se estén haciendo. La Monarquía se tambalea por su propia corrosión, nadie la está hostigando. Se puede admitir que en la transición la institución en abstracto tuvo utilidad. Hace tiempo que solo es una fuente de problemas y nunca es ayuda para nada. Lo que queda de esto son dos cosas: la monarquía solo es motivo de división y no tiene ese valor simbólico que resultaría útil.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">También recordaremos el silencio de la Iglesia, que tanto dice hacer por tantos. La Iglesia tiene influencia, tiene recursos y tiene locales e inmuebles, muy apañados de impuestos. Se deja oír sobre la eutanasia, el IBI que no paga, el IRPF que se le reserva como canonjía o el feminismo. Estos días no parece que haya nada de su incumbencia. También se calla la banca, esa estructura que absorbió decenas de miles de millones de euros del pan de todos. Todo el mundo, personas, empresas o administración, puede hacer algo, por poco que sea. Desde subir el pan a tu vecina anciana, hasta una pequeña o gran donación, aguantar un retraso en el salario o en el alquiler, o resistir un goteo de pérdidas. No oí ningún comunicado de la banca suavizando condiciones o demorando obligaciones. Sus primos de la patronal solo abrieron la boca para pedir despido libre y bajada de impuestos a los ricos; porque igual que hay quienes callan hay quienes hablan demasiado y a destiempo. A ellos pertenecen también los cruzados anticomunistas que propalan que esto se explica por la ideología del gobierno chino, a pesar de que contuvieron con eficacia la epidemia y a pesar de que es Trump quien quiso comprar los ensayos del laboratorio alemán con la condición de tener la exclusiva para EEUU; y a pesar de que es Boris Johnson quien pregona que es preferible que se mueran algunos viejos a dañar la economía. Y habrá tiempo de recapitular el triste papel de la prensa y los informativos, con sus rumores y sus debates de baratillo que solo aportan ruido (en sentido etimológico; ruido es la misma palabra que rugido)<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0cm; text-align: justify;">De esta no saldremos más fuertes como dijo sin entonación el Rey. Pero quizá sí más adultos, más conscientes de nuestro papel y del poder de nuestra implicación en los asuntos colectivos. El momento es de excepción. Cuando acabe, querrán que sintamos que llega otra excepción y después otra. A ver si se encuentran con que crecimos y después de encontrarnos en los balcones ya sabemos que el país somos nosotros.<o:p></o:p></p>Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-28338247297285252362020-03-21T02:54:00.000-07:002020-03-21T02:54:04.679-07:00Las gafas del coronavirus<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
Hace unos años vi que el amigo con el que paseaba y me contaba no sé qué batalla caminaba derecho a una cagada de perro. Lo avisé y él inmediatamente dio una zancada más larga con un pequeño salto y justo por eso pisó de lleno el excremento. Hice bien en avisar porque la desinformación no es una buena opción. Y era difícil que él no sobreactuara el protocolo de emergencia que, en su medida justa, le hubiera ahorrado los ominosos minutos de limpieza siguientes. A veces la reacción a la amenaza del desastre es parte del desastre. La reacción inicial al coronavirus fue parte de la crisis. Muy poco después de que se empezara a hablar del virus chino el precio del oro empezó a dispararse. El dinero ya buscaba refugio porque daba por hecho que la gente alargaría precipitadamente la zancada y pisaría la cagada. Así estamos viendo esos acopios circenses en los supermercados (¿qué le pasa a la gente con el papel higiénico?). Y, como siempre es difícil jugar a las siete y media, puede que ahora estemos agravando la crisis por quedarnos cortos en las precauciones.<o:p></o:p></div>
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Lo que se sabe se puede sintetizar con brevedad. Es una especie de gripe para la que no tenemos anticuerpos, ni vacuna, ni antiviral, por lo que, en principio, se podría extender al cien por cien de la población. La gripe ataca a un porcentaje de la población y mata a un porcentaje pequeño de entre la población de riesgo de ese porcentaje de población atacado. Como con las muertes en la carretera, las cifras son siempre trágicas e inaceptables, pero hablamos de una mortalidad muy limitada. Si la población atacada es mayor, con un porcentaje parecido el número de muertes será también mayor. Pero no es esa la amenaza. El problema es que rápidamente nos quedaremos sin centros médicos ni personal sanitario que nos atienda. El problema es ese: que no tendremos médico ni ambulatorio. Los centros se inutilizarán por saturación, el personal será insuficiente y además se contagiará y la saturación llegará antes. Y la mortalidad en gente mayor depende en gran medida de la atención que reciban. Si no tienen atención, morirán más. Por eso las cuarentenas buscan ralentizar la extensión para dar tiempo a que algún fármaco o el propio ciclo del virus pare la propagación. Margarita del Val y algunas personas serenas lo explicaban hace poco.<o:p></o:p></div>
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Por supuesto, al voraz Garamendi y al insolvente chisgarabís Casado les faltó tiempo para hacer su contribución: el virus requiere bajar los impuestos a los ricos y hacer más libre el despido. No sé por qué se privaron de incluir el apoyo a la monarquía y la ratificación de la prisión permanente revisable. Pero no nos cebemos con ellos. Cuando una crisis como esta retuerce la sociedad hasta hacer visibles sus entretelas y sus impurezas, es difícil evitar que cada uno vea en el material desgranado la confirmación de sus creencias. Una situación límite puede mostrar con claridad lo que la rutina hace invisible. En vez de unas gafas de ver españoles, como aquellas del abogado Albert Rivera, el coronavirus puede parecer unas gafas que contrasten y resalten lo que tenemos delante. Veamos.<o:p></o:p></div>
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Nos enfrentamos, decíamos, a la posibilidad de que nuestro padre o nuestra abuela enfermen de algo que en ellos es peligroso y no tengamos ambulatorio al que ir ni médico que los atienda. Vox grita más alto que nadie que hay ir hacia la eliminación de las jubilaciones públicas y de la sanidad pública y su sustitución por fondos y servicios privados. Vox lo grita y lo envuelve en un nacionalismo autoritario que disfraza de patriotismo, en una discriminación extrema de género, raza y clase social y en un fanatismo ultracatólico. Pero no olvidemos que lo que Vox cubre con su discurso fascista provocador es el mismo neoliberalismo que pregona el resto de la derecha, la banca y la patronal. Lo que el coronavirus nos pone delante de los ojos es cómo es el mundo para amplísimas capas de la población cuando no hay un sistema público de pensiones ni de salud. Es un mundo en el que no hay médico al que llamar cuando enfermas, porque ni la pensión a la que puedes llegar con tus modestos ahorros te llega más que para un seguro médico muy limitado ni el sistema privado te dará servicios que no cubra tu modesto y limitado seguro. No es una cábala, es un hecho, así son las cosas en EEUU y mucho peores en países con la misma desprotección, pero con más pobreza. Las coberturas públicas suponen un sistema en el que todo el mundo tiene obligaciones que cumplir con el conjunto de la sociedad. La privatización de servicios supone quitar de las obligaciones de los ricos el coste del bienestar general, convertir en espacio de negocio las necesidades básicas y tener a la mayoría de la gente con las necesidades básicas sin cubrir o trabajando solo para ellas. Por supuesto, el lucro privado nunca provoca redistribución y generalización de la atención. Provoca lo que con las gafas del coronavirus vemos patente: que la gente mayor enferme y no haya ambulatorio al que ir ni médico al que llamar.<o:p></o:p></div>
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Y podemos seguir rascando más datos. Miguel Presno explicó hace poco que en estado de alarma el Gobierno podría legalmente intervenir (no expropiar) la sanidad privada para emplear sus recursos en la emergencia. Es una posibilidad que está en las leyes y que ya se empleó en otros sitios. En 2001, con el atentado de las Torres Gemelas, el gobierno americano intervino Microsoft y la ocupó. En aquel momento era el puesto más poderoso para rastrear redes y comunicaciones. Estas posibilidades son legales y deben evaluarse cuando el bien general lo requiere. Algunas emergencias recientes que padecimos fueron económicas. Cuando por una crisis financiera decenas de miles de personas son desahuciadas, millones de personas pierden el trabajo, la gente se va del país en oleadas de cientos de miles, algunos pensamos si el Estado debería intervenir, no expropiar, los grandes bancos, por lo mismo que el gobierno americano se instaló en Microsoft: para controlar el flujo de cosas y dirigirlas a la atención de la emergencia nacional.<o:p></o:p></div>
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Me pregunto qué sucederá en EEUU si se alcanza una incidencia como la que ahora se alcanza en Italia. Una cantidad enorme de la población está prácticamente a la intemperie en atención sanitaria. Eso normalmente es su problema, pero no cuando hablamos de una epidemia contagiosa. Si toda esa gente desatendida enferma de algo infeccioso, el problema será para todo el mundo. Desde luego el lucro privado no distribuirá análisis ni tratamientos. Y una actuación pública, costosa y excepcional, podría funcionar, pero corren el riesgo de que la gente repare en dos cosas: una, en que lo justo es que haya siempre una actuación pública que garantice la salud en un país rico como pocos (lo justo y lo eficaz; hay palurdos que apoyan a Trump proclamando que en su casa su padre le enseñó a desconfiar de lo que te dan gratis; ese es el nivel); y otra, que cuando el malestar de los de abajo es un problema para los de arriba, la justicia y la redistribución se abren camino. Corren el riesgo de que la gente recuerde que todos los avances sociales se consiguieron luchando y que las luchas fueron eso: procesos por los que el malestar de los humildes fue un problema para los poderosos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
Ahora toca jugar a las siete y media: ni sobreactuar por encima de los protocolos ni infravalorar esos protocolos y no sentir responsabilidad individual en ellos. Pero no dejemos de tomar el episodio como un viaje de estudios. Si llegamos a no tener ambulatorio ni médico donde llevar a nuestro padre, estaremos palpando cómo sería el mundo neoliberal descarnado para la mayoría de la gente, cómo el lucro privado nunca es un mecanismo redistributivo, cómo las estructuras públicas son la frontera con la barbarie y cómo esas estructuras públicas exigen responsabilidad económica de todos con el conjunto, y no como en una sociedad desagregada de individuos a granel, donde las piedras de cada uno se conviertan en pan.<o:p></o:p></div>
Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-46729429498989116302020-03-12T01:11:00.002-07:002020-03-12T01:11:58.078-07:00Tenemos que hablar del Rey (y algún día de la prensa)<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
«Si allí no estamos también nosotros […] esos te endilgan la república. Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie.» Pocas frases se escribieron con más resonancia en más brevedad que la que Tomasi de Lampedusa puso en boca del sobrino del Gatopardo. Ante cambios que amenazan ser desmoronamientos, muchas veces se suman a los cambios quienes formaban parte de lo que se desmorona, para asegurarse de que el efecto de los cambios sea que todo siga como siempre. Nuestra transición fue lampedusiana en demasiados aspectos. La caída de la dictadura era inevitable y Torcuato Fernández Miranda marcó magistralmente el principio por el que el paso irremediable a la democracia fuera ordenado y no tumultuoso: de la ley a la ley. Nada de algaradas que derriben instituciones y se asuman mandos sin estructura legal. El paso a la democracia había de consistir en la promulgación de unas leyes que deroguen otras leyes. El cambio de régimen sería el efecto de una actividad legislativa, no la situación de hecho a la que lleve una acción colectiva levantisca. El problema es que en cambios de tanto calado siempre hay privilegios e intereses que no se sueltan más que por la fuerza o la intimidación, no por la persuasión o el buen rollo político. Por eso un principio tan higiénico como el de Fernández Miranda siempre lleva como lubricante entre líneas y en tinta invisible el soplo lampedusiano: que todo siga igual.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
Lo había dejado dicho de manera más simplona el propio dictador: todo está atado y bien atado: las grandes familias económicas, la Iglesia, el ejército y la Jefatura del Estado; atado y bien atado. Se hizo pasar por amnistía lo que fue una ley de punto final que hacía impunes a los actores de la dictadura y sus tropelías. Curiosamente, la institución más temida, el ejército, fue la que mejor parece haber asimilado que el que todo siguiera igual después de cambiarlo todo era temporal, que el ejército seguiría igual cuando llegara la democracia, pero que en democracia tenía que ir cambiando su papel y es evidente que cambió. En cambio, la Iglesia y las grandes fortunas, no solo llegaron a la democracia sin cambios y limpias de polvo y paja. Es que en democracia siguen ejerciendo el papel y privilegios que tenían en la dictadura. Las grandes dinastías enriquecidas en la dictadura siguen situadas al frente de oligopolios que hacen prácticas de oligopolio en sectores muy sensibles y que contribuyen con los tentáculos que despliegan en los medios a la pobreza informativa actual. La Iglesia nos sigue costando muy cara, por lo que se lucra con bienes que paga el Estado, por su absurda inmunidad fiscal, por el dinero público injustificable e injustificado que se les da y por la forma desordenada y voraz con que pretende educación y adoctrinamiento con cargo al dinero del contribuyente. No es verdad que le ahorre dinero al Estado con los servicios que presta. Se puede observar una obviedad: publíquense las cuentas de la Iglesia y así veremos qué le ahorra el Estado. Pero aprovechan antiguallas legales para cerrar el puño y mantener opacas esas cuentas. Algo tendrán que ocultar.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
La Jefatura del Estado es un tema complejo y pendiente. Es una evidente anomalía que el testamento del dictador sea la legitimación de la coronación de Juan Carlos I. Es un tema pendiente obvio que en algún momento podamos decir la forma de la Jefatura del Estado, porque nunca se nos consultó como es debido. Pero no es esa la cuestión. España tiene un problema serio con la Jefatura del Estado. A la nación no la humilla que un Presidente de Gobierno se reúna con un Presidente de la Generalitat, ni que busque acuerdos políticos con representantes electos. A la nación sí la humilla que el Rey anduviera en juergas donde se mezclaban papeles de Estado con confeti, restos de tarta y tiques de alta costura. La tal Corina enredando en asuntos de Estado sí es una estampa que dibuja a nuestro país muy por debajo de lo que es. Todo esto y más se sabía. Cuantas más manos se juntaban para tapar la frivolidad y la corrupción del Rey Juan Carlos más se intuía el tamaño de lo que se ocultaba. Cuanta más ansiedad ponían en aforamientos instantáneos y extraños en su abdicación, más densas se hacían las presunciones más oscuras.<o:p></o:p></div>
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El cambio lampedusiano dejó un país con una sensación difusa de estar tutelado. Por encima del funcionamiento institucional siempre parece haber una nata ajena al juego general donde se cuecen los límites de las cosas. Las apariciones intermitentes de Felipe González, por ejemplo, son un recuerdo de que hay quienes se sienten guardianes del régimen. La Corona creó en esa capa una especie de escopeta nacional de favores, tráficos y componendas. Los dineros y vínculos que iban y venían de la monarquía saudí fueron escandalosos, el uso de la representación del Estado en negocios personales fue constante, nada de esto se desconocía. En esa capa se fue creando un oligopolio que no solo controla servicios básicos, sino que tiene fuerte influencia en la prensa más extendida, por tener acciones en ella, por ser anunciantes necesarios para su sostenimiento o simplemente por ser acreedores por la quiebra encubierta de muchas de ellas. Qué papelón el de la prensa en la cobertura informativa de Latinoamérica, qué visibles los intereses económicos de los amos, qué gracia el contraste de la Vicepresidenta de Venezuela con el Rey de Arabia.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
La cuestión es que ahora los dineros mal habidos del Rey emérito empiezan a aparecer en juzgados extranjeros, Corina destapa oscuridades impropias de un país civilizado y la prensa internacional habla cada vez más abiertamente de todo esto. Esto ya no es una cuestión de legitimidad monárquica o república. A ningún republicano debe hacerle gracia el desmoronamiento de la monarquía. El ambiente político es el peor posible. La derecha es ya un pedrusco extremista y no queda representación ni recuerdo de la derecha moderada y de Estado. Tienen reducida la Constitución a sus dos primeros artículos y no hay día que no caricaturicen los símbolos nacionales, con la monarquía entre ellos. Esperemos que alguien le esté explicando a Felipe VI lo flaco que es el favor que le hace un partido fascista partiéndose el pecho por la monarquía y cuánta más legitimidad le dan políticos demócratas republicanos institucionalmente leales. Margallo sintetizó muy bien hace poco el momento del PP: por echar a Soraya estaban dispuestos a poner a cualquiera. Y eso hicieron, poner a cualquiera. Por cierto, qué gracia las patas de mosca que anda buscando la prensa de la caverna para montar un relato de hostilidad entre UP y el PSOE, justo cuando se está reconociendo hasta dónde llegaban los enconos en el gobierno del PP.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
La evidencia y publicidad internacional de la posible corrupción del Rey emérito sí puede hacer difícil la convivencia de los dos coaligados en el gobierno. Se le puede pedir lealtad a Unidas Podemos y que ceda en muchas cosas,. Pero no se le puede pedir que entre en el juego de complicidades que mantuvo siempre a Juan Carlos I con una impunidad bananera y que mantuvo todo ese juego cortesano de favores y ocultaciones. El PSOE, por su papel en la reciente historia de España, tendría difícil desligarse de ese juego de complicidades sin quebrarse o entrar en crisis. Y si la Monarquía es un factor que hace difícil una coalición de izquierdas, entonces su papel en el juego político no tiene la neutralidad exigible y se haría todavía más crítica la cuestión pendiente de la Jefatura del Estado.<o:p></o:p></div>
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La sensación general que transmite el Gobierno es de control y de unidad. No dieron muestras de grandes luces sus protagonistas y no hay razón para creer que estamos en manos de grandes estadistas. Pero si aprendieron algo y entienden la toxicidad de la grieta que se está ensanchando, alguien debería anticiparse y decir a alguien lo obvio: tenemos que hablar del Rey.<o:p></o:p></div>
Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-42306119346762978122020-03-03T04:03:00.002-08:002020-03-03T04:03:41.585-08:00Plácido, fundamentalismo religioso, Skolae<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
Es difícil saber cuánto hay de teatralidad en los balbuceos de Plácido Domingo y cuánto de aturdimiento verdadero. La gente que por su posición fáctica o por su cargo tiene un poder sin control en un determinado ámbito, apellídese Villa o Domingo, con el tiempo llegan a sentir con sinceridad que ese ámbito es suyo por derecho. <span style="background-color: white;">Allá por los ochenta oía por la radio a Jesús Hermida y sus contertulios baboseando con risotadas complacidas sobre la costumbre de Cela de arrimar su pierna a la pierna de la señora que tuviera al lado. Llegan a creer que todo, animado o inanimado, es suyo. </span>Como decía aquel centurión de Astérix, «¡uno se<span style="background-color: white; background-position: initial initial; background-repeat: initial initial;"> pelea </span>contra<span style="background-color: white; background-position: initial initial; background-repeat: initial initial;"> unos tipos, los vence, los </span>invade<span style="background-color: white; background-position: initial initial; background-repeat: initial initial;">, los ocupa, y después, </span>sin<span style="background-color: white; background-position: initial initial; background-repeat: initial initial;"> ningún </span>motivo se vuelven contra uno<span style="background-color: white; background-position: initial initial; background-repeat: initial initial;">!». Tiene razón el tenor en que van cambiando los «estándares» con los que nos medimos (juraría que la gente que dice «estándares» levanta un poco la barbilla al pronunciar esa palabra). No es que antes hubiera galanteo y ahora no. Los límites de la convivencia y el acoso y del coqueteo y la desconsideración son muy parecidos. Simplemente antes las mujeres tenían que aguantarse, tenían que soportar la pierna fofa que le arrimaba el señorón sudoroso y poderoso de al lado, tenían que aguantar insinuaciones infantiles y audacias de machito y tenían que aguantar agresiones o coacciones directas. Claro que cambiaron los estándares. Desde MeToo, cuando señalan con el dedo, la sociedad empieza a mirar el punto señalado y a no a la persona que señala.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
<span style="background-color: white;">Así que podemos tener algunas dudas sobre la sinceridad de Plácido Domingo y del centurión de Astérix. Tengo menos dudas sobre los valedores que le salieron al tenor por columnas y tribunas públicas. El negacionismo (otra palabra de las de barbilla alta) no se fundamenta en la creencia sincera de que algo es falso, sino en una complacencia con lo que es verdadero que nos avergüenza o nos incomoda admitir. Si me resulta incómodo admitir que no me importan catástrofes y cambio climático y si me avergüenza reconocer que me da igual que Franco mandara pistoleros a asesinar gente, lo que hago es negar que esas cosas sean verdad. El negacionismo es muy fácil porque la mayoría de las cosas que sabemos no las sabemos por experiencia, sino por transmisión de otras personas. Quien escribe estas líneas nunca vio átomos ni vio con sus propios ojos el río Volga. Sé de esas cosas porque las leí o me las contaron, es una de las gracias de nuestra especie. Pero como digo el negacionismo es muy fácil: no sé cómo juntar los argumentos y fuentes que me hacen creer que el Volga existe y que la materia más común tiene átomos. Cualquiera puede negarme esas cosas con la certeza de que no diré nada irrefutable en la conversación. Así que con el asunto del tenor se llenaron las tribunas de negacionistas. Hay en esas posturas una mezcla de machismo y clasismo (siempre pensé que la mitomanía es reaccionaria, porque es una variante del clasismo). Siendo una persona tan destacada, en el fondo es una minucia la humillación o perjuicio de esta o aquella mujer. Y además las cosas son así entre hombres y mujeres por naturaleza. Como es incómodo decir esto abiertamente, salvo para Boadella, se niegan los hechos. Pero ninguno de los que proclamaron su inocencia, de los que decían que solo era un ligón y de los que hablaban de una dictadura feminista creía nada de lo que decían. Lo relevante es que era rico, poderoso y macho.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
<span style="background-color: white;">Lo importante de esos apoyos que tuvo el tenor, incluidas aquellas obscenas ovaciones aprobatorias en el corazón del mundo civilizado, son otras cosas. La agresión a las mujeres, de cualquier intensidad, sí que se sigue midiendo con estándares diferentes. La naturaleza de un agresión se determina por la conducta del agresor, no por la altura moral con que la enfrenta la víctima. Lo que convierte un acto en asalto a mano armada es la intimidación y el arma del asaltante. Si la víctima reacciona con serenidad, eso será un asalto a mano armada. Y si reacciona con una cobardía indigna, seguirá siendo asalto a mano armada. Pero si la agresión es hacia una mujer, los patrones cambian. La reacción de la víctima, y no la conducta del agresor, es lo que determina la naturaleza del acto cuando la víctima es una mujer. Si cede a la coacción, ya no hay agresión, según los listos. La soprano que perdió importantes actuaciones por negarse tuvo una actitud respetable. La que exclamó que cómo le dices que no a Dios es una fata irrecuperable. Pero la agresión es la misma, no importan las luces de la víctima, solo con las mujeres se razona así.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
<span style="background-color: white;">Las reacciones machistonas y vulgares proyectaron otra vez esa condición de menor de edad, dependiente y objeto físico de la mujer. Pero debemos reparar en las reacciones que fueron parte de una estrategia sostenida con una ideología y objetivos explícitos. Los grupos religiosos fundamentalistas están muy activos, agresivos y bien financiados y no dejan pasar altercados como los de Plácido Domingo. Este tipo de grupos, no importa que sean católicos, evangélicos con pentecostalistas, son el eficaz soporte de la ultraderecha en Brasil, Bolivia o EEUU. Son grupos bien financiados y estructurados internacionalmente. Los hace eficaces su cohesión y la facilidad con la que llegan a todas las capas de la población camuflados en actos sociales. Son la arteria por la que circula la savia fascista a la espera de situaciones propicias. En momentos de desconcierto colectivo y falta de rumbo, estos grupos cohesionados manejan con eficacia la frustración colectiva. Solo necesitan el momento propicio. Detrás de Vox y el PP hay una auténtica maraña de organizaciones ultracatólicas haciendo de esqueleto. Y la Iglesia oficial es el ecosistema fértil, aprovechando su anómala situación heredada de la dictadura. El dinero público llega a ellos por muchas fuentes y por supuesto también ese dinero privado que tanto se duele de los impuestos. Al final siempre hay intereses económicos de ricos y pobres, pero tiene que haber una ética y un componente compulsivo en la conducta para canalizarlos. Estos grupos, con la Iglesia a la cabeza, tienen como principal frente el de los derechos de la mujer. La igualdad ofende con fuerza su ideología y su organización social. Por eso asoman en episodios como el del tenor vertiendo toda su inquina.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
<span style="background-color: white;">Los grupos integristas, en los que hay que incluir al obispado, educan dos emociones negativas que acaban siendo mecanismos de control: el miedo y la culpa. Por eso Sanz Montes pedía a Dios que salvara a España, y por eso siempre tienen apocalipsis inminentes en sus sermones. Por eso quieren obsesionarnos con el cuerpo y con la diversidad, que nos haga sentir indignos aquello que somos. La escuela pública repugna al ideario ultraliberal, pero se la ataca a través de la arteria religiosa, como vemos con la censura parental. Se movilizaron contra Skolae, a pesar de que es uno de los planes de intervención educativa mejor documentados y estructurados, que mejor integran lo que sabemos de los resortes de la violencia contra las mujeres y que más competentemente tratan el desarrollo afectivo, la sexualidad y la diversidad. El programa se instala en los derechos internacionalmente reconocidos de la infancia y en la parte de la Constitución que va detrás del artículo 2. Pero precisamente educa la igualdad y el trato que induce con el propio cuerpo no es esa maraña enfermiza de tabús con la que la Iglesia quiere educar la culpa y por eso las tribus fundamentalistas fueron a la trinchera con su sarta de embustes. En los 104 folios que expresan Skolae no hay una sola línea que diga nada de inducir actos sexuales a menores. Extraña moralidad la que no es capaz de razonar sin mentir.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
<span style="background-color: white;">Por eso decía que, junto con el machismo rutinario, el asunto de Plácido Domingo provocó una actividad que es un componente de una estrategia más extensa. La Iglesia sigue igual que en la dictadura, en sus privilegios y en sus propósitos. Hay leyes que cambiar y cuentas que explicar y que normalizar. Que parezca que el siglo XXI es lo que va detrás del XX.<o:p></o:p></span></div>
Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-51569227877293151412020-03-03T04:02:00.003-08:002020-03-03T04:02:35.231-08:00La propaganda antifascista, «marcar la piel del agua»<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
La fortaleza de Vox y la consiguiente degradación del país es uno de tantos casos en que los políticos tienen que jugar a las siete y media. Ni se puede ser reactivo a cada infamia y cada provocación, ni se puede actuar como si no existieran. En sus noches húmedas, Vox sueña con tres fases que lo lleven al poder, sucesivas o parcialmente superpuestas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
La primera fase es la del agrupamiento y reconocimiento mutuo de los suyos. Un aspecto de cualquier propaganda consiste en lo que cada uno cree que creen los demás. La propaganda más ambiciosa busca que cada uno se sienta solo o excepcional y que sienta que lo que él cree es una rareza. La máquina neoliberal se destaca en estas artes. Este mecanismo afectó a la extrema derecha. La dictadura progre, es decir, la democracia, mantuvo diseminados a falangistas trasnochados, católicos fanáticos, ricachones zafios, raros malencarados con tendencia a odiar, niñatos parásitos ociosos, ensimismados con sarpullidos por la diversidad y voceras más hartos de feministas que de mujeres muertas. Andaban dispersos a granel y por eso el primer paso es su condensación en un bloque al que sientan pertenecer. El mecanismo no es tan sencillo. No se trata de que sepan que hay gente como ellos, el algoritmo de Facebook ya nos encapsula con afines sin falta de propaganda. Si vemos la playa de Gijón en la TPA, no nos llama la atención. Pero si estamos en Noruega y vemos en su informativo la playa gijonesa, enseguida nos buscaríamos unos a otros con la mirada para compartir un gesto cómplice ansioso. No es la playa, sino la atención de los noruegos y nuestro protagonismo puntual. El agrupamiento de lo que estaba disperso requiere, además de algo que lo identifique, la atención de los demás sobre el elemento identitario, notar ese protagonismo que nos reafirma, que todos hablen de Franco y la censura educativa. Aunque la base sea minoritaria, hay que empezar por agruparla y movilizarla como un grupo consciente de sí mismo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
La segunda fase es desarmar o absorber a los grupos afines. Vox no puede crecer sin que implosione el PP. La propaganda tiene que mantener la atención pública sobre los temas en los que le favorezca el contraste con el partido al que hay que desplazar. Esos temas son aquellos en los que el partido emergente pueda percibirse más firme, más consecuente o más determinado que el partido declinante, aquellos en que la prudencia pueda pasar como debilidad o falta de actitud. Vox no querrá contrastarse con el PP en economía o industria. Preferirá centrar la atención en inmigración, seguridad, nacionalismo o leyes de género, donde ellos sean la voz firme y el PP la derechita cobarde o el oportunista que se sube a su carro, como con la censura escolar. Ya padeció el PP esta táctica en Cataluña con C’s.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
La tercera fase es la extensión a gente ajena a las áreas afines. Llegado el caso, Vox necesitaría extenderse a votantes no conservadores. Una característica táctica de Vox es que tiene que mentir y encubrir, por la sencilla razón de que lo que pretende perjudica a la mayoría. La mentira y la trampa no funcionan con una población templada, racional e informada. Lo que anula la templanza, el razonamiento y el valor de la verdad son las emociones negativas. La tercera fase de la extrema derecha es acoplarse empáticamente con las frustraciones, miedos o debilidades de determinada población para mimetizarse y parecer parte de ella, como un patógeno o una infección. La mayor frustración y debilidad se da en las capas humildes. Por eso abundan en discursos airados contra las élites y no es raro que haya una izquierda rojiparda que en su confusión se haga portadora de la infección fascista. No es verdad que la extrema derecha suela triunfar entre las clases bajas, pero sí consigue debilitar el predicamento de la izquierda y alcanza una franja de apoyo que puede inclinar la balanza, aunque en verdad sean las más perjudicadas por las políticas ultras.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
Ángel González decía en un verso que hacer poesía era marcar la piel del agua. La propaganda antifascista no se mueve en delicadezas tan sublimes, pero es también cirugía fina. Enfrentar la primera fase supone distinguir los contextos en que el ataque a los elementos identitarios de la extrema derecha los debilita de los contextos en que los agrupa. Por ejemplo, hay que atacar las referencias franquistas institucionales, como nombres de calles o contenidos educativos. Pero hacer ilegales enaltecimientos civiles de la dictadura, por odiosos que resulten, es un doble error. Es un menoscabo de la libertad de expresión (una de las libertades más incómodas), y además no debilita a la extrema derecha, sino que la agrupa. Ocurrió también con el disparate de hacer la necesaria exhumación del dictador en período electoral. Y es el mismo error que enredar el origen franquista de la Laboral con su valor artístico (sin duda discutible). Así no se planta cara al franquismo, sino que se agrupa a los franquistas y se favorece la primera fase de su propaganda.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
En la segunda fase, Vox no solo quiere absorber al PP, sino definir el frente electoral con la izquierda. Toda la derecha quiere hacer patrimonio propio las cosas comunes (bandera, nación, …) y quiere que eso los distinga de una izquierda ajena, sin nación ni bandera. Hay dos recursos demagógicos para esto: la verdad incompleta y la caricatura. Se cita el caso de cuando Daniel Ortega decía que democracia era alfabetización y reforma agraria. Eso es verdad, pero incompleta. Si hay alfabetización y no hay libertad de prensa y de expresión, no hay democracia; como lo que dijo era verdad no lo objetamos y así olvidamos lo demás y acabamos asumiendo una idea falsa de democracia. De la misma manera, es verdad que la Constitución consagra la unidad de España, la monarquía y el ejército en la defensa nacional. Pero es falso que la Constitución sea esa versión truncada y en esa falsedad entra Vox y se puede pretender que no entra quien no sea monárquico, de manera que el frente contra la izquierda sería la Constitución así falsificada. La caricatura consiste en asociar lo común a una amplificación distorsionada. Hay muchas cosas cuya aceptabilidad depende de la intensidad, como es el caso del alcohol. La derecha sube la intensidad de patrias, banderas y ejércitos al nivel en que se convierten en un mal, y no porque en sus debidas dosis lo sean. La extrema derecha aprieta en esos aspectos porque a la vez diluye a la derecha y crispa el contraste con la izquierda. La izquierda tiene que armar su propaganda sobre los casos más bufos para resaltar la falsedad de todo el patrioterismo ultra.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
La tercera fase requiere análisis detallados, pero no se desarma con largos razonamientos y acopios exhaustivos de datos. La comunicación tiene que basarse en divulgar síntomas bien elegidos que se puedan manejar con facilidad, para contrarrestar el populismo tradicionalista facha y para no sucumbir a la confusión rojiparda. No es este artículo lugar para una exposición detallada, pero podemos poner algunos ejemplos: si alguien habla de impuestos, en el sentido que sea, y no especifica niveles de renta, es un farsante que quiere favorecer a los ricos; si alguien se muestra cabreado con las élites y la desigualdad, pero no las nombra (banca, Iglesia, grandes fortunas, …), es un impostor; si habla de tradiciones, identidades colectivas o perjuicios económicos causados por grupos humanos humildes, generalmente extranjeros, es un populista de derechas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
De momento Vox consiguió crecer y envilecer el debate público. Tuvo la suerte de encontrarse con un Rivera cortesano y sin principios y un Casado mediocre que está poniendo en primer plano del PP a una serie de personajes estrafalarios dignos de un circo de alguna película de Fellini. El Gobierno se va asentando y a día de hoy tiene más a favor que en contra. Pero el veneno en la convivencia está inoculado. Hay que ganar elecciones y hacer leyes justas. Pero hay que atacar ese veneno comunicando con el cuidado con que se hacen versos, marcando la piel del agua.<o:p></o:p></div>
Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-4841294911526138422020-03-03T04:01:00.002-08:002020-03-03T04:01:31.859-08:00El relator de la ONU y el delicado cultivo de la ignorancia<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
A toda opinión hay que restarle lo esperable y lo interesado. Cuando yo hablo de educación, para ponderar mis razones y sinrazones hay que tener en cuenta que soy profesor. Es esperable que yo diga que la educación necesita más dinero y además es interesado. La razón que hay que concederme es lo que sobresalga de eso, lo que se pueda añadir a lo esperable e interesado. Es fácil aplicar esta ecuación a la izquierda o los sindicatos. De ellos se espera que digan que la sociedad es injusta y en cierto modo son interesados. Su papel es enfrentarse a la injusticia social, por lo que en su relato la sociedad tiene que ser injusta. El informe del relator de la ONU tiene el interés de que ni es esperable ni interesado. No es el mejor conocedor del momento español, pero la suya es una alta representación que se ejerce con medios amplios y se expresa sobre materiales contrastados. La ONU siempre tiende al máximo común divisor y al suelo firme. Y además merece atención porque es comprometido, esto es, dice cosas que otros querrían negar. Si hubiera dicho que constataba en España cómo somos de codiciosos los humanos y que el mundo sería más justo si todos limitáramos nuestro egoísmo (¿nos suena este tipo de discurso?), todos le darían la razón. Y tienes el asentimiento de todos cuando no compromete a nada darte la razón y eso ocurre cuando no dices nada. Pero el relator sí dijo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
Habló de impuestos, poco pero en serio. Habla en broma de los impuestos quien se refiere a ellos sin especificar niveles de riqueza. Quien dice que hay que bajar impuestos sin decir a quién es que se los va a bajar a los ricos. Quien acusa a un gobierno de subir los impuestos sin decir a quién es que se opone a que se los suban a los ricos. No se puede decir en serio que Rajoy subió o bajó los impuestos. Rajoy bajó los impuestos a los ricos y los subió a la clase media. Philip Alston habló en serio. Dijo cómo las grandes empresas y las grandes rentas pagan cada vez menos impuestos y cómo crecieron mientras el país se tambaleaba.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
El relator habló en serio de pobreza, no de rentas bajas ni clases humildes, de pobreza. Y dijo, también en serio, que no queremos saber que tal cosa existe. Es un buen recuerdo de que la propaganda tiene efectos alucinatorios: te hacen creer que no existe lo que no creas tener al lado y te hace sentir que tienes al lado cosas que nunca viste. La mayoría de la gente no cree tener cerca a una mujer maltratada. Tampoco cree tener cerca a gente sin luz, sin calefacción y sin comida. Ese tipo de cosas parecen lejanas, ajenas y hasta exageradas o inventadas. Si hablamos de desaparecidos o bebés robados, la gente piensa en las dictaduras militares de Argentina, porque no cree conocer a nadie a quien le hayan robado a su niño durante la dictadura de Franco. En cambio, cierta propaganda querrá que nos sintamos rodeados de pandillas delincuentes, a pesar de que vivimos en un país sin duda ruidoso y a veces vulgar, pero seguro. Y querrán que imaginemos niños extranjeros pobres sin padres a cargo con los mocos colgando y las navajas en la mano, aunque solo sean niños. El relator dijo que la realidad es tozuda aunque nos quieran hacer creer que no está cerca de nosotros.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
Dijo el relator que España se quebraba socialmente justo en el sito en el que un país se integra y se armoniza o se desagrega y rompe: en la educación. Hace tiempo que la escuela va segregando socialmente cada vez más a la población. Y lo está haciendo con el dinero público, tolerando una desregulación que torticeramente se quiere hacer pasa por libertad de elección: la libertad por la que lucha el Opus Dei, Hazte Oír, Vox, Legionarios de Cristo o la Conferencia Episcopal. Esa «libertad». Y habló también de renta mínima y de vivienda. Y resulta que a la renta mínima y a la intervención pública en la vivienda le pasa como a la mayoría de las cosas que plantea la izquierda: que no es invento ni inspiración de Venezuela, sino de Europa, y que no limitar alquileres y entregar las viviendas sociales a fondos buitre no nos aleja del comunismo bolivariano, sino de Europa y la civilización. Y dijo también que la discapacidad y la dependencia está en España en niveles de barbarie. Porque de eso se trata: hay cosas que no son de derechas o izquierdas, sino de civilización y humanidad o salvajismo y barbarie. No hay versiones amables del neoliberalismo. La libertad que predica es la desregulación que deja a la sociedad en manos de la oligarquía que está en ventaja. Por eso el relator dijo que la pobreza de muchos es una opción política. La exitosa película <i>Parásitos</i> muestra en un país más rico que el nuestro y ejemplo canónico del capitalismo avanzado qué ocurre cuando en una sociedad neoliberal hay mucha más riqueza y perspectivas de futuro que en la nuestra: nada. Los de abajo son más y más desprotegidos y los de arriba son menos y más ricos, no hay aumento de riqueza que corrija la pobreza cuando la pobreza es una decisión política.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
El informe del relator es escaso, no podía ser de otra manera. Lo que ocurrió a partir de 2011 no fue una crisis. Una crisis es un período excepcional que empieza y termina, sea el final benéfico o maligno. Lo que hizo el gobierno inmisericorde de Rajoy fue un cambio de sistema en toda regla, que por cierto dejó la Constitución reducida a que España es una y monárquica. Así de desnutrida, es Vox lo que queda dentro de ella y quedan fuera quienes no dicen vivas al Rey mientras se duchan ni sobreactúan de manera bufa la exhibición de la bandera ni vociferan como palurdos el nombre del país. Lo que empezó en 2011 tímidamente con Zapatero y de forma desbocada con Rajoy es un neoliberalismo asilvestrado que pretende una sociedad con una oligarquía sin obligaciones y una mayoría de supervivientes sin derechos. El relator de la ONU solo saca una foto fija de este empeño.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
La serie <i>Chernobyl</i> empieza con un monólogo en off del científico protagonista poco antes de ahorcarse. En él se pregunta por el precio de la verdad y sobre todo por el precio de la mentira. Y se pregunta con amargura qué ocurre cuando a base de mentir ya no distinguimos la verdad de la mentira. Se queda corto en su reflexión. La verdadera pregunta es qué ocurre cuando ya no nos importa lo que sea verdad y lo que sea mentira. A ese punto se acerca nuestra vida pública. Se argumenta con insultos, las verdades y el conocimiento no tienen más relieve que cualquier mentira dictada por la mala fe o la mera ignorancia. Hay una forma de cultivar la ignorancia colectiva superior incluso a la falta de formación. Es quitar todo valor al conocimiento y de todas las formas posibles. No se trata ya de que nuestros titulados tengan que hacer valer su formación fuera de España. Es que en el debate público tienen el mismo peso cifras inventadas que cifras establecidas por estudios, hechos históricos estudiados que hechos fantaseados en una tarde por gente de medio pelo. Realmente, ahora mismo tiene poca importancia que Casado haya estudiado o le hayan regalado sus credenciales. El problema de la ignorancia así cultivada no es solo la desadaptación. La ignorancia lleva siempre al fanatismo. Nuestra mente no quiere vacíos, necesitamos una imagen completa y segura de la realidad. Si no hay conocimiento, porque no se tiene o porque no vale, lo sustituimos por certezas sectarias, por convencimientos que sustituyen el razonamiento por la contundencia. Ese es el hábitat del fanatismo y por eso es el ambiente animado por la extrema derecha, con Casado en el papel de tonto útil y la Iglesia en el de listo a la espera. Los progresistas que quieren delitos de opinión o censuras preventivas echan gasolina a ese fuego. Es el tipo de cosas que hace que todo sea relativo y todo valga y que lo único que no valga sea la verdad y el conocimiento. Tiene que venir un relator de la ONU para hablar de lo que no se habla en nuestra vida pública: de España. Y tiene que venir para mostrar que, quitando lo esperable y lo interesado, la izquierda tiene razón. No por izquierda, sino por civilizada.<o:p></o:p></div>
Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-53076781702570508312020-03-03T03:59:00.000-08:002020-03-03T03:59:05.098-08:00Celsius 232, Orson Scott Card y libros. El mal y la tentación<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
<span lang="EN-US">Orson Scott Card es homófobo. </span>Eso es como ser racista o ser machista. Es desconsiderar, prejuzgar y marginar caprichosamente a un grupo humano, denigrarlo sin más razón que tener algo que lo identifique y que haga más fácil hablar del grupo que de los individuos, y es enmascarar la brutalidad y frustración propia con la pretendida defensa de asechanzas imaginarias de esos grupos fáciles de identificar y de señalar como extraños. El machismo, el racismo o la homofobia no son facetas o trozos del mal; cada uno de ellos es el mal entero. En el caso de Scott Card no es una debilidad. Una persona puede reaccionar con desagrado ante dos varones que se besan por falta de costumbre o por choque cultural, es decir, por una debilidad personal. Pero no es el caso de Card. Él aprovecha la tribuna pública que le da su talento para estigmatizar y sembrar un rencor tan intenso como irracional sobre personas que viven y aman como las demás. Es lógico que él, la Iglesia y los partidos y movimientos reaccionarios perciban al movimiento LGTBI como un lobby. La democracia es una verdadera opresión para los sectarios.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
Scott es el autor de <i>El juego de Ender</i> y por eso el festival Celsius lo invitó este año. Hay agitación contra esta decisión. Algunos autores declinaron la invitación por su presencia. Incluso hay algún grupo que convoca una quema de libros del autor. Es uno de esos casos en que la mera intuición sugiere conductas contradictorias. Sabe mal su presencia porque su actividad pública es despreciable. Y sabe mal que se revoque su invitación porque huele a censura sobre un autor de mérito indiscutible. Por eso no vale la mera intuición. No podemos reducir el incidente a su homofobia (dónde estaríamos si no separásemos la obra artística o científica de la altura moral de autores y pensadores). Ni podemos quedarnos con la simpleza de que solo nos importa la obra y no las ideas del autor.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
Es inevitable que la invitación suscite reacciones. Inevitable y bueno en estos tiempos. Es bueno que los venenos reaccionarios que disemina la extrema derecha no se esparzan por la vida pública sin réplica contundente. La cuestión ahora no es si invitar o no a Card. La incómoda cuestión es si la réplica debe consistir en una movilización para que Card no intervenga en Celsius. En los años ochenta hubo cierta agitación por la proliferación de eucaliptos por el litoral asturiano, por el daño que hacían a otras especies y al terreno. Oí decir en chácharas intrascendentes de café que sería admisible que se quemaran algunos de esos bosques de eucaliptos como forma de lucha contra su proliferación. Si es verdad que resultan tan dañinos, por un lado apetece. El problema es que la quema de bosques es una mala práctica. Si convencemos a la gente de que está bien quemar bosques por una buena causa, no podremos controlar las buenas causas que encontrará todo el mundo para prender fuego al bosque en un país donde es una tragedia la quema de bosques. Cuando aceptamos una mala práctica por una buena causa, no podremos controlar su alcance ni sus consecuencias, ni el arma que acabamos de dar a las malas causas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
Impedir que un escritor de gran altura tenga voz literaria en un evento cultural al que ya fue invitado es una mala práctica que nos pone en los terrenos de la censura. Igual que estamos en un país en el que se queman los bosques, estamos también en tiempos donde arrecian aires de censura. No son aires que vengan de asociaciones LGTBI, de feministas o de activistas por el cambio climático. Vienen de correligionarios de Orson Scott Card, de la Iglesia, de Hazte Oír, de Vox y de quienes normalizan su racismo, su machismo y su clasismo en las instituciones. Parte de su propaganda consiste en esa normalización, en utilizar el lenguaje manido de la democracia para que parezca que el racismo y la igualdad sean opciones elegibles en libertad y que la lucha por la igualdad sea entonces una imposición que niega otras opciones (imposición progre, si habla Vox, e imposición totalitaria, si habla la Iglesia; son dialectos de la misma lengua). El bufón sin gracia que tiene Vox en la Junta del Principado se encargó de recordar esto con medias palabras. Precisamente por eso son tiempos en que es especialmente delicado incurrir en malas prácticas que allanen el camino a las causas más innobles. No es lo mismo no invitar a Card a Celsius, que intentar impedir mediante presiones su participación una vez invitado. Uno puede no invitarlo porque no le apetezca su presencia, por grandes que sean sus méritos. Igual que los autores que decidieron no venir tienen todo el derecho a no ir donde no les gusten las compañías. Nada de eso es censura. Creo que en 1976, mientras expresaba su apoyo al golpe militar y mostraba su mejor consideración del general Videla, yo no habría invitado al admirable Borges a una conferencia. Y si mi universidad lo hubiera invitado, vería con buenos ojos que aparecieran artículos sobre la dictadura argentina y sobre la irresponsabilidad de Borges y que hubiera actos de apoyo a la democracia en Argentina. Pero no buscaría la manera de impedir que diera esa conferencia a la que yo no lo hubiera invitado. No es que crea que nadie merece mordaza, igual que creo que solo por pereza se puede pensar que nadie merece morir. Pero ni la censura ni la pena de muerte se pueden lanzar controlando sus límites. Solo traen daños. Una vez invitado Card, proceden manifestaciones públicas por la igualdad que él combate, pero Celsius debe seguir adelante y que vaya a oír a Card quien lo tenga a bien.<o:p></o:p></div>
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Los organizadores, por cierto, hacen bien en defender el festival recordando que la invitación a Card es un reconocimiento a su obra y no una opción ideológica. Pero deben saber mantener el pulso de la situación, sobre todo siendo como era previsible que hubiera reacciones. Tan ciertos son los méritos de su obra como la bajeza de su activismo sectario, y son normales ciertos pronunciamientos. Y deben cuidar ciertas expresiones. Es lógico que recuerden los méritos de Card, pero no que para hacerlo deslicen que no van a invitar a autores LGTBI solo porque esté de moda. La lucha de gente normal para vivir como gente normal puede ser reciente, pero no es una moda. Decir eso sí es ideológico o un infortunio.<o:p></o:p></div>
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A veces hay trifulcas desagradables que me provocan cierto consuelo. Muchas veces vimos tensión entre los gobiernos vasco y catalán con el gobierno central por los contenidos que se estudian en los centros educativos. No discuten por los contenidos de matemáticas o física. Los contenidos por los que se crean tensiones políticas son los humanísticos, los «inútiles». No son gratas las tensiones, pero reconforta observar que, para ser materias inútiles, se pelean con ahínco por ellas, como si en realidad si fueran ricas en consecuencias. Este es un recuerdo oportuno en esta semana en que los rectores, los custodios de la institución del conocimiento, quieren quitar estudios humanísticos por la «baja inserción laboral» de sus titulados. Es notable lo técnicos que se sienten diciendo «baja inserción laboral» mientras predican la ignorancia. El mismo tipo de consuelo contradictorio me producen las tensiones en torno a los libros y los escritores. Alberto Manguel no describe la biblioteca de Alejandría como una acumulación exhaustiva de libros. La describe como un intento de tener allí representado el mundo entero y sus obras, más como un antecedente de Matrix que de la Biblioteca del Congreso. Por ingenuo que parezca, no hubo invasiones ni cambios de régimen que no incorporasen quemas o prohibiciones de libros, como si efectivamente fueran parte de Matrix y no se anulase del todo un mundo sin eliminar sus libros. Consuela tal impulso maligno porque nos recuerda que, después de todo, los libros y sus historias sí son poderosos y trascendentes. Los que piensan como Card están muy activos, bien financiados y deseosos de prohibir y quemar. No es buena idea darles armas y facilitarles el camino. Que Celsius siga, con Card y su literatura, adelante.<o:p></o:p></div>
Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-73757132912111655762020-02-01T01:02:00.003-08:002020-02-01T01:02:12.890-08:00El relato y lo deleznable<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
En 2001 la Real Academia añadió a la palabra <i>deleznable</i> la acepción de despreciable o indigno. La gente ya usaba la palabra con ese sentido, así que podríamos decir que en 2001 uno la Academia «aceptó» esa acepción. En realidad, deleznable es lo inconsistente y propenso a disgregarse y deshacerse. C’s es un partido deleznable, pero no por despreciable. Esta palabra es de la raíz de <i>lenis</i>, suave, y por extensión resbaladizo, deslizante. Por una metonimia comprensible, pasa a referirse al que resbala y tiende al extravío y el desliz. A mí se me viene a la mente Casado, como el punto en el que se cruza lo indigno, lo inconsistente, lo suave (esa sonrisa …) y lo propenso al desliz. Me pasa a mí, pero cada uno tendrá sus asociaciones. Recuerdo esta palabra porque nuestra política parece su molde y los sonidos de la palabra la cubren con la adecuación de un guante a una mano. A esto no se llega «entre unos y otros». Una vida pública deleznable tiene ideología.<o:p></o:p></div>
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El CIS dice que la gente percibe a los políticos como un problema mayor que la economía. Franco había troceado lo que hoy es Defensa en tres ministerios (Aire, Ejército y Marina) y así se notaba menos el montante del gasto militar. De la misma manera, el CIS dividió en tres preguntas distintas el mismo concepto (problemas políticos, conducta de los políticos y acción de los partidos políticos) y así, si Inés Santaeulalia y Kiko Llaneras no nos hubieran hecho las cuentas, se nos escurriría el dato de que la política tiene la consideración del pedrisco o la gota fría. Y en este ambiente deleznable asoma ideología.<o:p></o:p></div>
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La vida pública tiende a convertirse en una sucesión de peleas o polémicas inconexas donde el beneficio no está en extender razones, clarificar hechos o ganar crédito, sino en ganar cada polémica aisladamente. No es el mismo tipo de incoherencia el de Casado que el de Sánchez, por tener a la vista dos ejemplos. La incoherencia de Sánchez es la de toda la vida, la de iniciar un camino con voluntad de seguir en él y, ante las circunstancias, olvidarlo y tomar el camino contrario con intención de seguir la ruta opuesta, sin claridad de pensamiento ni firmeza de principios que impidan conductas contradictorias. Lo de Casado no es incoherencia, es método. La política es una sucesión de peleas que deben dejar marcas al contrario. Cuando el moratón que busca es el de la radicalidad, pide un pacto de Estado por la educación. Pero no inicia ese camino con intención de seguir en él. Es una pelea empieza y termina en sí misma y cumple su propósito si en el futuro próximo puede referirse a Sánchez como extremista. En la siguiente pelea, el que quería pacto por la educación exige censura escolar y le dice al mismo Sánchez que quite sus manos de su familia. Después sobreactuará sobre Venezuela, trivializará a Bolsonaro, exigirá soberanía nacional a la vez que alienta que Trump intervenga en las maniobras de Ábalos. Pero no hay incoherencia: la cizaña no pretende ser un sistema de pensamiento, sino de combate.<o:p></o:p></div>
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Es difícil sintetizar en pocas palabras qué hace que alguien gane una discusión. No son las razones, los hechos ni la persuasión. Si la polémica dura lo suficiente y si es lo bastante áspera, enseguida pasa a segundo plano el motivo de la disputa y queda en pie solo quién es el ganador y quién el perdedor. Pierde el que se quede sin palabras de ataque, aunque sea porque el otro grita y no deja que las diga. Mientras tengamos lenguaje para atacar al otro, como mínimo no perdemos, aunque ese lenguaje sea la repetición de un mantra necio o una falsedad palmaria. Recordemos que en algún momento de la discusión estamos de parte de uno o de otro y a partir de ahí solo queda en el ambiente quién gana, no si reveló hechos o explicó algo. El otro día vi un trozo de un presunto debate y en un momento dado un contertulio dijo que para meterse con la extrema derecha había que hacerlo con el comunismo también y que en el Gobierno había comunistas. El comunismo es una aberración, sentenció. Cuando el otro interviniente mencionaba medidas o líneas del gobierno, el primero repetía que sí sí, pero que el comunismo es una aberración. Si el segundo hablaba de memoria histórica o concertación social, él repetía, una aberración, no nos chupamos el dedo, el comunismo es una aberración. Ante una necedad repetida, es habitual que la otra parte multiplique razones y datos, pero que inconscientemente vaya acortando cada argumento y simplificando cada dato, hasta que parece una trifulca embarullada y parece que el necio sin más argumento que la necedad está diciendo una verdad como un puño y el otro está improvisando excusas para esa verdad que no quiere reconocer: que el comunismo es una aberración; dejémonos de salarios mínimos ni atención sanitaria, reconoced que el comunismo es una aberración. Aznar aplicó este sistema con la patraña del 11 M. Este es el formato general del debate público. Nadie se puede imaginar un programa como La Clave, donde intervinientes antagónicos hablaban largo y tendido entre espirales de humo y cada uno hablaba en su turno y a propósito de lo que decía el otro (casi echamos de menos que se fume al hablar). Hoy sería un programa lento. No es solo Twitter quien exige razones que quepan en 280 caracteres. Lo que tengas que decir tiene que ser rápido y tiene que contener algún zasca que arranque bramidos.<o:p></o:p></div>
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El problema es que en ese formato tienen el mismo peso los hechos que las falsedades. Se puede decir con impunidad que Hitler no persiguió a homosexuales, que la contaminación no mata, que la República fue una dictadura, que se van capitales desde que se subió el salario mínimo y lo que cuadre. Ese punto en que se desconfía de todo lo que nos contaron, en que se niega la contaminación y se exigen pruebas de la redondez de la Tierra, es el que buscan las ideologías totalitarias para simular rebeldía, renovación y nuevo orden. Por eso no es cosa de todos ni aprovecha a todos. La derecha está radicalizada y entregada a este sistema de zascas, peleas, falsedades y exclusiones. La prensa conservadora es lacayuna y más de cipayos que de periodistas. Tiene la estridencia y el nivel de las tómbolas.<o:p></o:p></div>
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Lo tranquilizador es que lo deleznable se concentra en los actores de la vida pública. Esa grasa que se genera cuando se junta gente en la que flotan como en una emulsión, y que llamamos sociedad y convivencia, se mantiene. Se oyen algunos gritos, pero en general la sociedad no se parece a ese abismo de catástrofes que silban en los debates y los titulares de la prensa de la caverna. Lo preocupante es que sí está ocurriendo que la política se está convirtiendo en un conjunto de polémicas e incidentes aislados. Cuando Sánchez provocó la repetición electoral creyendo que sacaría 150 diputados no se equivocaba. Los que decían que Errejón sacaría 9 diputados tampoco se equivocaban. Pero la pulsión emocional que mueve el voto es tan inconsistente y deleznable como lo es la vida pública. Lo que impulsó la atención a Errejón y la distracción sobre Vox desapareció y se olvidó muy rápido. Franco y Cataluña lo hicieron incluso remoto. Estamos en lo que en fútbol se suele llamar un correcalles. La vida pública es deleznable, el pueblo no es así, pero vota así. Donde solo hay peleas aisladas sin cohesión y donde tienen el mismo valor los hechos y las mentiras desvergonzadas, el conocimiento y el bramido, lo único que tenemos es un puzle con el que cada uno puede formar el relato que quiera. Y tendrá más predicamento quien mejor lo ancle en el estado emocional de la gente, en sus miedos, iras y afanes.<o:p></o:p></div>
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Pero conservo un pálpito positivo. El Gobierno parece haber entendido lo fundamental: cohesión sin fisuras, rapidez y pulso firme y centrarse en los hechos reales. Con los antecedentes de los actores, eran de temer otros rumbos. De momento, parece lo más orientado de la vida pública, y no mal orientado. Más nos vale. En un ambiente deleznable y correcalles, como se decía en la desopilante comedia <i>Arsénico por compasión</i>, cualquier cosa puede ocurrir y ocurre con frecuencia.<o:p></o:p></div>
Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-57191539489711747912020-02-01T01:01:00.000-08:002020-02-01T01:01:09.637-08:00Censura escolar. Lo obvio, el error, lo bueno y la hoja de ruta<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
La democracia es como polvos pica pica para el fascismo. Todo les irrita y les da escozor. Gente echando papeles de caramelos en una papelera les saca ronchas. No es que sean guarros y quieran papeles por el suelo. Es la actitud de la gente, esa sensación de que, igual que se tragaron lo de llevar papeles de caramelos pegañosos en la mano hasta encontrar una papelera, seguro que también se comieron lo de la solidaridad, el planeta y lo de los maricones. Tienen tres razones para querer censurar contenidos en las escuelas. La primera es que son fascistas y la escuela no lo es. La democracia es una constelación de extremismos para un fascista. El consenso progre del que se burlan es lo que los demás llamamos convivencia libre. Nadie admite ser un autoritario. La imposición intolerante pretende ser siempre una defensa a ataques imaginarios. La segunda razón es que el fascismo es una subversión del sistema. Tienen que normalizar el desafío. No pueden gobernar en una sociedad sana. La necesitan enferma y por eso mienten, envenenan y envilecen. Y la tercera es que son de natural gamberro. La brutalidad es componente de todos los sabores del fascismo. En la escuela los profesores repetían con ñoñería que la higiene decía mucho de nosotros y entonces, si unos gamberros te veían lavándote las manos, vociferaban risotadas y repetían con retintín que la higiene decía mucho de nosotros. Hay cosas de la extrema derecha que no se explican por sus verdaderos intereses sino solo por pura macarrería.<o:p></o:p></div>
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Esto es lo obvio sobre la censura escolar pretendida por Vox. No sé si tienen algún valor las palabras que llevo dichas, pero me voy a atribuir un acierto. En el formato en que veo el texto en pantalla, escribí diecisiete líneas sobre la censura escolar y no usé las palabras niño, niña, hijos, padres, profesor, familia o estado. Y digo que es un acierto porque es lo que hay que hacer. Vox no monta este circo para que le den la razón. Lo monta para que se discuta lo indiscutible, se dude de lo evidente y parezca confuso lo meridiano. Quiere crear vacilaciones en los profesores y cizañar a los padres. Quieren que debatamos sobre una alucinación. Los riesgos educativos están en lo que pueden ver con el teléfono móvil que les compramos a los nueve años y no en la escuela, donde se les equipa para esquivar esos riesgos. Lo saben de sobra. El problema es que muchas veces la gente comprometida tiene convicciones y principios muy a flor de piel y siempre listos para sustanciarse en palabras y argumentos. No pueden oír lo de la censura parental sin que salgan de sus bocas en tropel las dignísimas razones que tienen para abominar de semejante bodrio. Pero no siempre es saludable debatir y argumentar. Razonar que negros y blancos deban tener los mismos derechos es barbarie, porque es debatir lo que se debe tener como certeza.<o:p></o:p></div>
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Claro que hay que contraargumentar, a eso me aplico, pero no poniendo el debate donde lo quiere el fascismo, sino donde lo reclama la civilización. El tema es simple: un partido de ultraderecha quiere imponer ideología en los colegios y sembrar desconcierto en la enseñanza pública como expresión que es de una sociedad democrática a la que son alérgicos. No hay debate sobre si los niños son de su familia o del estado. Los padres y las madres saben lo que conviene a su hija, pero si se rompe un brazo saben que lo que le conviene es la atención de un médico. Y también saben que para su formación, oportunidades y felicidad les conviene el profesorado cualificado que la atiende cada día. No hay tensión entre la escuela y la familia. A veces los principios burbujean en nuestra boca, nos queman en la lengua y pugnan por salir y expresarse, es comprensible. Pero es un grave error de la izquierda, de los enseñantes y hasta de periodistas de buena intención entrar al trapo. Solo estaremos respondiendo bien a Vox si no decimos palabras como estado, familia, profesores o niños, y sí palabras como extremismo o censura. O palabras como adoctrinamiento: quienes buscan adoctrinar siempre inventan un adoctrinamiento del que dicen defenderse. No debe dejarse fuera del debate el papel de la cúpula eclesial. El debido respeto a las creencias y culto católico no debe suponer un asentimiento temeroso al activismo de los obispos. La Iglesia lleva tiempo predicando esta intolerancia autoritaria y creando la neolengua, ahora asumida por Vox, con la que quieren aprovecharse de la (buena) fe de los creyentes para intoxicar y confundir, con expresiones como ideología de estado para referirse a la condición abierta y tolerante de la escuela pública; o como ideología de género, para referirse a la igualdad de hombres y mujeres.<o:p></o:p></div>
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Pero además de errores también hay dos cosas buenas. Una es que el error de Casado es el mayor de todos. Empieza a hacer con Vox un dúo como aquellos hermanos Hernández y Fernández de Tintín, cuando uno decía una cosa y otro añadía una repetición de lo mismo. Vox dice al Gobierno «pin parental» y Casado añade «saca tus manos de mi familia». Este sucursalismo hace al PP un terrón de azúcar en la taza de la extrema derecha y además lo aleja de lo que realmente está pasando. Es chistoso que patronal y sindicatos pacten una subida del salario mínimo y el PP ande extraviado buscando si en las escuelas enseñan a los niños a penetrar a su hermanito, como delira el tarado de Tertsch. Pero en el PP hay gente que sí hizo la carrera y sabe hacer la o con un canuto y que empieza a poner muecas. Es bueno que el fascismo sea una carga para la derecha. Casado es el PP reflejado en un espejo deformante, como los esperpentos de Valle Inclán. Ya deben estar pensando en ello. <o:p></o:p></div>
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La otra cosa buena es que el país real sigue siendo diferente y ajeno a las oscuras ensoñaciones de la ultraderecha, de su vicario Casado y del obispado. De momento el Gobierno transmite la sensación de estar en el mundo real, mientras la oposición se consume en sus demonios. No es que no hagan daño, es evidente el empeoramiento de la vida pública con una ultraderecha tan fortalecida. Pero no van a poder replicar todo el tiempo a políticas sociales o de impulso a la investigación con penes y vulvas. Cataluña es su mejor baza, porque sigue afectando al voto de la cuarta parte de la población. Será la única fisura por la que puedan colar sus vapores mefíticos en nuestra vida pública.<o:p></o:p></div>
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La hoja de ruta del Gobierno con respecto a la censura escolar es sencilla: ni caso. No debe agitar el debate que propone la ultraderecha. Debe referirse al caso como una muestra de lo que es la ultraderecha: un grupo montaraz que quiere introducir censuras fundamentalistas en la escuela pública y proteger el adoctrinamiento religioso en la escuela privada. El Gobierno debe mantener una línea reconocible y cercana, como está haciendo, y no ser reactivo a cada desbarro de la oposición. La historias de patrias vendidas, niños prostituidos y estalinismos de cómic rebotarán en desorden con un gobierno cohesionado y anclado en la vida real de la gente. El episodio del pin parental debe dejar como rebufo a Casado ridiculizado, un PP extraviado y una extrema derecha retratada. Y una escuela pública orgullosa y a lo suyo.<o:p></o:p></div>
Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-62008541646696298372020-02-01T00:59:00.002-08:002020-02-01T00:59:32.507-08:00Comunistas, cuarenta años de cortesía<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
Ahora hay algún comunista en el Gobierno. No recuerdo ningún momento en que pensara de mí mismo que era comunista. En cualquiera de sus acepciones, el comunismo es siempre una forma muy estricta de socialismo. Hay jerséis ajustados que requieren un cuerpo muy trabajado para quedar bien. La palabra «comunista» es una funda que requiere un tipo específico de biografía y un itinerario sentimental muy preciso para ser la talla justa de alguien, y no una impostura o una banalidad.<o:p></o:p></div>
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Recuerdo una entrevista a finales de los setenta con Bernard Henri Lévy, por aquel entonces un «joven filósofo». Decía que le cansaba la discusión de si el régimen soviético era el verdadero marxismo o si el verdadero marxismo era una cosa diferente y mucho más noble. Decía que el marxismo eran los hechos y los hechos eran la Unión Soviética. Su comentario era, por supuesto, anti–comunista: no hay más comunismo que lo que vemos en los países comunistas. El comentario es algo simple pero podemos aceptar lo fundamental y dar a ciertas palabras el valor que les dan los hechos. Pero, a diferencia de lo que parecía creer Henri Lévy, a veces la cosa va por barrios y la misma palabra cuenta historias muy distintas. Pensemos, por ejemplo, en la Iglesia. Siguiendo la pauta de Lévy, no miremos el evangelio sino los hechos. La gente de El Salvador o Guatemala contará historias asociadas con la palabra «Iglesia» que tienen que ver con justicia, lucha, sacrificio y generosidad. Quien sepa algo de las pequeñas historias de Gijón, en cuanto diga que me crie en La Calzada, entenderá sin esfuerzo que haya visto hacer una estatua en memoria del párroco Bardales con asentimiento del barrio, de ateos y creyentes. No era Guatemala, pero los hechos asociados a la Iglesia en La Calzada, sobre todo en los tiempos de más desamparo, fueron de nobleza y compromiso. Pero también podemos referirnos a la Iglesia en España como una poderosa corporación que retiene privilegios económicos y legales de la dictadura a la que sirvió de soporte, que perdió predicamento pero no poder, que sermonea intolerancia y que difunde mensajes reaccionarios extremistas. En el Brasil de Bolsonaro la religión es el envoltorio de los peores contrabandos fascistas. En Bolivia, donde hubo algo que se parece a un golpe de estado como con una gota de agua a otra, Jeanine Áñez proclamó que la Biblia volvía al Congreso, exhibiendo a la vez Biblia y armas. El evangelio es el mismo pero, si la Iglesia son los hechos y no el evangelio, la palabra no dice siempre lo mismo. Por eso ningún católico tiene que renegar del nombre de su credo. Aunque ese credo haya estado y esté tantas veces ligado a intolerancias, violencia sectaria y regímenes odiosos, cualquier creyente tiene derecho a pensar que nadie puede decidir que el catolicismo esencial es el que muestran las crueldades y no las grandezas.<o:p></o:p></div>
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Así que los comunistas españoles también pueden darle la razón a Henri Lévy y reclamar que el comunismo, como la Iglesia, son sus hechos y que sus hechos cuentan historias diferentes, como la Iglesia. El comunismo está asociado a sectarismos irracionales y a violencias despiadadas. Pero decíamos que la cosa va por barrios. En la España actual hay hechos relevantes ligados a los comunistas que no tienen que ver con la guerra, donde dos bandos disparaban, sino con la dictadura y la transición. Los comunistas fueron la principal resistencia a la barbarie franquista. Por edad me tocó vivir de adolescente la muerte del dictador y la salida a la luz de los comunistas. Recuerdo la peluca de Carrillo, la vuelta de la Pasionaria y los paseos a plena luz del día de Fernández Inguanzo, el Paisano, que había pasado 22 años en la cárcel, sumando todos los tramos, alguna vez condenado a muerte. Los comunistas eran lo más organizado que habían luchado contra el franquismo y cuando yo era adolescente no hablaban de checas ni gulags. Hablaban de democracia y libertad. Es fácil hablar así, hoy lo hace hasta el Opus. Pero es que Fernández Inguanzo con su presencia en el Parlamento junto a quienes lo habían perseguido y encerrado 22 años en la cárcel decía calladamente que la guerra había acabado en el 39 y que, como decía la canción de Víctor Manuel, o aquí cabemos todos o no cabe ni Dios. Los comunistas, como espina dorsal de la resistencia antifranquista, eran clave para que España pasara a un régimen democrático en paz. Negociaron y llegaron a acuerdos que buscaban la democracia sin conflicto. Lo hicieron incluso cuando todavía era ilegal ser comunista, porque el partido estaba «bajo disciplina internacional», según rezaba el eufemismo de la época. Negociaron la Constitución y la apoyaron. Y negociaron incluso los Pactos de la Moncloa. Si el comunismo no era <i>El Capital</i>, como decía Lévi, sino los hechos, los hechos son que a los comunistas les debe mucho la paz en un país donde tan de temer era el conflicto. Cuando los militares golpistas ensordecieron el Congreso con disparos, solo Carrillo y Suárez permanecieron sentados. Suárez tuvo el acierto de comprender el simbolismo negativo de un Presidente lanzándose bajo la mesa. Carrillo explicaría después que había vivido demasiadas cosas como para volver a otro golpe militar, a la clandestinidad y a la represión. Permaneció sentado por resignación, porque no le compensaba ya ese esfuerzo minúsculo de tirarse al suelo para ponerse a salvo de las balas. Ahí hubo mucho de lo que eran los comunistas de por aquí y por entonces: nada valía la pena si no era en paz.<o:p></o:p></div>
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Dirán algunos que los comunistas realmente querían una cosa distinta de la que fue. Seguro que sí, pero no en el sentido que pretenden los maliciosos. Pretender una cosa distinta de la que fue supuso cultivar dos actitudes que hoy se echan de menos. La primera es aceptar vivir de manera estable en un mundo que no es al cien por cien como uno lo quiere. Piénsese en la actual tensión independentista, solo por poner un ejemplo. La segunda, como contrapeso de la primera, es sentirse incómodo en un mundo que no es como uno lo quiere y luchar para que sea distinto. La palabra «lucha», en sentido social, estuvo muy unida a los comunistas y los sindicatos. Las mayores frustraciones de la izquierda con el PSOE no tienen que ver con sus ideas, sino con su actitud hacia ellas, con su falta de lucha y su tendencia a reducirse a las circunstancias. Cuando Rubalcaba, intentando conjugar ideas y circunstancias, dijo que el PSOE era un cuerpo monárquico con alma republicana, seguramente quiso tapar cuántas veces el PSOE fue sencillamente un cuerpo sin alma.<o:p></o:p></div>
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Los comunistas negociaban cuando no eran legales. Cuando fueron legales, no podían entrar en el Gobierno porque podía haber un golpe de Estado. Carrillo tuvo casi que insultar a Suárez cuando se legalizó el PC para que no pareciera que España tenía un Presidente amigo de comunistas. Desaparecido el ruido de sables, la inercia del PSOE y la modorra en que cayó IU, sucesora del PC, mantuvo el tabú de que hubiera alguien en el Gobierno que se definiera como comunista. Si lo era, tenía que negarlo porque en democracia no puede haber comunistas en el Gobierno. Pero si Henri Lévy tenía razón y el comunismo son sus hechos, un comunista en España puede proclamarlo y dejarnos a todos tan tranquilos como cuando un católico dice que es católico. O más. Aquí la Iglesia se distinguió en favor de la dictadura y se distingue por sus actitudes reaccionarias. Sin embargo, Enric Juliana recordaba hace poco lo esencial de los comunistas: lucharon contra la dictadura y negociaron y participaron en la Constitución.<o:p></o:p></div>
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Ahora hay un Gobierno con comunistas (no lo digo por Pablo Iglesias). No solo el Gobierno es normal, sino que el país es más normal desde que puede tener a comunistas en el Gobierno. A este Gobierno normal bien podríamos concederle cien días de cortesía. Después de todo, los comunistas en democracia concedieron al país cuarenta años de cortesía. Y ya era hora.<o:p></o:p></div>
Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-79296866766498512712020-01-12T13:52:00.003-08:002020-01-12T13:52:48.997-08:00Gobierno superviviente con oposición sin futuro<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
Monstserrat Bassa dijo que le importaba un comino la gobernabilidad de España. Si empezara a contar uno, tres, cinco, siete, habría quien diría que empecé la serie de números impares y quien diría que empecé la de los números primos. Los datos fragmentarios sirven para construir el relato que uno quiera. Así que la derecha y la izquierda confirmaron su relato con la llamativa frase de Bassa. La derecha, convencida de que los españoles dimos un golpe de estado en las elecciones de noviembre, encuentra en la frase la confirmación de que nos gobiernan quienes les importa un comino España. La izquierda, tan perdedora que no nota cuándo gana, confirma con esa frase su sensación temerosa de que el gobierno es un náufrago agarrado a una madera a merced de la tempestad. Lo cierto es que lo único especial de esa frase es que se haya pronunciado. No hicieron nada por la gobernabilidad ni C’s ni el PP en este ciclo maravilloso. No importó la gobernabilidad a PSOE y Podemos cada vez que uno o los dos rompían la única alianza viable calculando cuánto le ganaban al otro, y además calculando mal. No llevamos cuatro años dando tumbos porque la ley electoral sea defectuosa ni porque el Parlamento fuera inmanejable. Sencillamente a todo el mundo le importó un comino la gobernabilidad. ¿Y no fue el señor Montoro, el ministro de los dineros del PP, el que dijo que dejaran hundirse a España, que ya la levantarían ellos?<o:p></o:p></div>
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Sí, la legislatura se presenta complicada, pero sobre todo para la oposición. A pesar de la melancolía izquierdista, siempre dispuesta a decepcionarse cuanto antes de los suyos para sentirse coherente e íntegra, la legislatura es complicada para la oposición. El PP parece una casa con dos puertas malas de guardar. Si va hacia la moderación, le ocupa Vox la retaguardia, y si va hacia la radicalización, el PSOE inunda todo el territorio del sentido común, ese campo en el que no están las izquierdas, ni los independentistas, ni los gritones fachas. Hubo aberraciones institucionales, como decir que es ilegítimo el Presidente elegido por el Parlamento, a su vez elegido por los ciudadanos. Y no es un error de lectura constitucional. Menudean columnas clamando por que el ejército cumpla «su misión constitucional», Tertsch invoca a las Fuerzas Armadas, Vox se deja ver con Tejero y pide que «los poderes del Estado» impidan la investidura de Sánchez y el arzobispo Sanz Montes pide a la Santina que salve a España (Santina, ¿ahora se llama así?). Y en el Parlamento Casado dice que el Presidente electo es ilegítimo. Cada uno es libre de pensar si uno, tres, cinco inicia la serie de los impares o de los primos y cada no uno puede ver en todo esto una serie coherente o una acumulación fortuita de casualidades. Por cierto, la locuacidad de los veteranos y barones del PSOE hace muy sonoro su silencio al respecto.<o:p></o:p></div>
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Casado no solo se mimetiza con la ultraderecha en mensajes de este calibre. También en la mentira permanente. El PP no puede prometer abiertamente eliminar las jubilaciones, entregar la enseñanza a la Iglesia, hacer pagar la asistencia médica y disparar la desigualdad. Es lógico que mienta y distraiga. Todos lo hacen, pero más lo debe hacer quien pretende lo que perjudica a la mayoría. Pero la mentira de los alborotadores ultras se distingue por intentar dibujar siempre falsas emergencias, por negar toda convicción acumulada como si en todo hubiera que empezar por el principio y por una densidad de embustes tal que el ruido haga inaudibles las verdades, que serían parte de una maraña confusa. Casado miente siempre. Suelta en retahíla cifras inventadas de paro, números ficticios de votantes a favor y en contra de Sánchez o fábulas de conspiraciones con bandas terroristas inexistentes.<o:p></o:p></div>
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El PP también le disputó a Vox el espacio de la brutalidad formal. Las maneras de las derechas desaconsejan emitir las sesiones parlamentarias en horario infantil. Acabarán creyendo los niños que el que va para político es el macarra del recreo y no el empollón educado. Hubo gritos, insultos y zafiedad. El extremismo y la moderación no se distinguen solo en cómo son las ideas de concordantes o disruptivas con la situación, sino también en el punto en el que se desfigura al contrario y se respeta al público. Todo fue una farsa. Somos una especie empática, tendemos a mimetizar el estado emocional de los demás. Tiene su lógica evolutiva, porque eso acentúa la cohesión grupal y permite que la experiencia de uno afecte a la conducta del conjunto. Pero eso mismo hace que los grupos humanos se puedan convertir en turbas. Por eso fue una farsa. Los ultras necesitan ganado en desorden alejado del razonamiento. Gritan ira y alarma para contagiar ese estado emocional y tener a la gente crispada y en alerta por emergencias inexistentes. La prensa conservadora hizo su lamentable papel de caverna y se aplicó a amplificar esa estrategia. No es lamentable ni caverna por conservadora; lo es por falta de independencia y profesionalidad elemental. Los modales de las derechas fueron los mismos.<o:p></o:p></div>
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El panorama no es fácil para el PP. Empezará a gobernar el Gobierno y cuando empiecen a tomar medidas no valdrá repetir vivas al Rey ni reiterar gracietas sobre el currículum de Adriana Lastra. Vox es una compañía difícil. Enseguida saldrán por las calles en algaradas descerebradas en las que será difícil seguirles. Su actitud ante la violencia machista es solo el principio. Su ideología contiene una especie de derecho natural de los ricos sobre los pobres, los hombres sobre las mujeres y unas razas sobre otras razas. Son clasistas, machistas y racistas y es difícil no parecer una derechita cobarde a su lado. Acercándose a Vox corren más riesgo de confundirse en ellos que de asimilarlos. La vía moderada es también complicada como oposición. Tendrían que empezar por cambiar de líderes, porque Casado retiene la moderación en sus gestos con la misma dificultad con que se puede retener un trozo de flan en la boca. Se desliza enseguida a la mentira y el disparate. Y es complicada porque los independentistas pondrán difícil que haya una oposición circunspecta.<o:p></o:p></div>
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El Gobierno sin duda lo tiene complicado también, pero menos. Solo tiene que hacer una cosa: aguantar. Ojalá lo hagan gobernando bien y con una justicia olvidada hace tiempo. Pero sobre todo tienen que aguantar. La oposición no va a resistir mucho tiempo antes de hacerse pedazos. Solo tienen que mantenerse. Aguantar es ya un acto de servicio, porque urge que esta oposición de vivas a España en el Parlamento, de sotanas y espadones militares se consuma cuanto antes. Lo principal está en manos del Gobierno: consiste en no quebrar la unidad de izquierdas alcanzada. Los primeros pasos fueron titubeantes y el nivel político y de miras mostrados antes fueron muy bajos, pero quizá la responsabilidad de gobernar les dé el hervor que parecen necesitar. Rajoy hizo un enorme daño a las instituciones politizando la justicia hasta límites insoportables y el Gobierno tendrá que vérselas continuamente con el pesebre de jueces y tribunos palmeros que dejó. Ya les pasó con la actuación extemporánea de la JEC y les seguirá pasando. La cuestión catalana no tiene arreglo próximo. Se requiere altura moral sostenida, aguantando los vaivenes alucinados que soplan en distintas direcciones. Se requiere porque se necesita crédito político y moral ante la población. Hay una actitud que debería ser obvia pero que no se dio en las distintas sacudidas económicas y políticas de estos últimos años: dirigirse y actuar para los representados, no para los representantes. Se puede hablar en serio con Junqueras o con Tardà, mientras que Torra es un racista de deshecho. Pero lo que importa es ver a su través a los representados y buscar crédito y su entendimiento, por encima de lo que merezcan los actores de primera plana. Nada mejorará en Cataluña de golpe.<o:p></o:p></div>
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De momento, los que piden al ejército que cumpla su papel constitucional y el señor Sanz Montes, que pide a la Santina que salve a España, pueden estar tranquilos. El ejército ya está cumpliendo su papel constitucional y la Santina ya nos salvó por dos votos.<o:p></o:p></div>
Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-92052022348706945732020-01-12T13:51:00.002-08:002020-01-12T13:51:25.256-08:00Año y Gobierno nuevo, como todos<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
Es una paradoja que la repetición de las cosas sea lo que nos da impulso de cambio y renovación. Se suele bromear con que enero es un mes de propósitos, de dejar de fumar, de aprender inglés o de adelgazar. A pequeña escala nos ocurre siempre. Cuando nos distraemos oyendo una conferencia, cada cambio de apartado del conferenciante es un pequeño año nuevo con el que hacemos propósito de poner atención en lo que falta. Nuestro ánimo agradece los segmentos repetidos para tener la sensación de poder corregir el rumbo y renovarse. Los años son segmentos muy notables y este año viene subrayado por un cambio de gobierno que suena de verdad a un cambio de gobierno, al menos en lo único que pudo hacer un gobierno no constituido: en la retórica. Y suena a cambio por la reacción de la reacción, arrebatada y atrabiliaria como si efectivamente temieran cambios.<o:p></o:p></div>
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La música del acuerdo entre PSOE y Podemos es familiar. Quieren subir los impuestos a los ricos, que la competitividad de las empresas no se base en la rapacería, que los trabajadores recuperen derechos y que se suba el salario mínimo. Pretenden que los católicos no tengan el derecho de imponer a los demás una asignatura parásita de castigo mientras ellos hacen su catequesis en las aulas. Parecen entender que la contaminación sí mata y que desde luego las decenas de mujeres asesinadas cada año sí están, efectivamente, muertas. Quieren quitar los plazos judiciales inventados por Rajoy para que no hubiera tiempo de investigar los delitos de corrupción. Y más cosas de ese tipo. Es una música que nos suena, pero no de Venezuela ni de la guerra civil. Nos suena de Europa y de tiempos en los que se había aceptado que, para que los ricos fueran ricos y vivieran en paz, el aire debía ser respirable para todos, la salud fuera universal, la igualdad de oportunidades un derecho y la vejez con salario digno un hecho cierto. A lo que se dice en el acuerdo de PSOE y UP no se le llamó nunca revolución bolivariana ni revolución a secas, sino estado de bienestar. No es un experimento ni una audacia. Es algo bien conocido y hasta trillado.<o:p></o:p></div>
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Siguiendo con cosas trilladas, oímos estos días los truenos habituales de la derecha, los de siempre, los que resuenan en la historia de España y se mantienen por encima de repúblicas, dictaduras y monarquías. La patria está en peligro, los gobernantes elegidos son traidores, que alguien haga algo. Empecemos por el punto más crítico y más manipulado, el acuerdo con Esquerra y la cuestión catalana. El escrito que sustancia ese acuerdo expresa dos hechos que deberían sentirse como obviedades. El primero es que en el acuerdo no hay una negación taxativa de los propósitos de ninguna de las dos partes. Sánchez quería el apoyo de Esquerra y Esquerra quería dárselo; y ninguno de los dos quería que el acuerdo consistiera en renunciar a su postura en Cataluña. Que el escrito no estipule la imposibilidad de lo que pretende ninguna de las dos partes no indica que cada parte haya cedido ante la otra. Ni Sánchez concedió a Esquerra el referéndum de independencia y Esquerra concedió a Sánchez la renuncia a ese referéndum. El acuerdo contiene tres expresiones que deben ser bienvenidas, porque rectifican actuaciones infelices: política, democracia y ley. Fue una desdicha que Rajoy redujera el problema a actuaciones judiciales y no se hiciera política, en el sentido noble de esa palabra. Fue un infortunio la nula sensibilidad democrática que abrió en canal la convivencia en Cataluña y en España con respecto a Cataluña. Y fueron reaccionarias todas las expresiones y prácticas según las cuales la ley no era imperativa, porque entes inaprensibles como «la gente» o «el pueblo» o abstractos como el «mandato popular» estaban por encima de ella. El acuerdo dice que hay que un conflicto que requiere política. Y aunque el señor Revilla diga echar de menos a la Constitución, el documento dice textualmente que la comisión «actuará sin más límites que el respeto a los instrumentos y a los principios que rigen el ordenamiento jurídico democrático». Yo ahí leo que se exige respeto al ordenamiento jurídico.<o:p></o:p></div>
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El segundo hecho que deberíamos tomar como una obviedad es que en Cataluña hay un conflicto serio de identidad nacional. Que uno sea ateo no debe incapacitarle para reconocer un conflicto religioso. Que uno, como quien escribe estas líneas, desconfíe abiertamente de discursos que enfaticen patrias y se sienta ajeno a vivas, viscas y goras seguidos del nombre solemne de la nación no le debe incapacitar para ver un problema territorial cuando lo hay. El escrito solo recoge la obviedad de que en Cataluña lo hay.<o:p></o:p></div>
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Lo que está diciendo y dirá la derecha sobre el nuevo gobierno y la unidad de España hay que contextualizarlo con lo que siempre dijo. Recuerdo las viñetas que publicaba la prensa conservadora en los ochenta. Un encapuchado arrastraba a un guardia civil muerto que iba dejando un reguero de sangre. Un político le decía: pase que usted mate, pero al menos no chulee. El encapuchado decía: vale. Eso era lo que pasaba, según ellos, con Felipe González: que a ETA se la dejaba matar y chulear. Zapatero humillaba a las víctimas y entregaba Navarra a los terroristas. El 11 M fue una conspiración de mandos policiales nombrados por el PSOE con ETA. Todo esto dijo la derecha cada vez que no gobernaba. Por qué iban a parecer ahora demócratas. El tema vasco y catalán es trascendente y los acuerdos de Sánchez con los nacionalistas son delicados. Pero habrían de serlo igual si no necesitase su apoyo para gobernar. Ignorar el problema no lo reduce en ningún supuesto.<o:p></o:p></div>
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La Iglesia brama como si los cristianos fueran echados a los leones porque quienes no quieran estudiar Religión en la escuela puedan sencillamente no hacerlo. Con lo que nos cuestan los privilegios de la Iglesia. Dicen que ahorran dinero al Estado, pero no hacen públicas sus cuentas. La manta de enchufados, paniaguados y parientes del Tribunal de Cuentas se niegan a fiscalizar sus cuentas. Mucho nos deben estar costando. La patronal y los poderes económicos rugen catástrofes por subir el salario mínimo y por poner impuestos a los ricos. Con la de colesterol malo que padece nuestra economía. Por recordar algo, en 2015 Rajoy puso un impuesto a las energías renovables que escandalizó a Europa. Y a la vez Aznar y Salgado capitanean una legión de decenas de altos cargos y politicastros que embozaron las arterias de nuestro suministro eléctrico, algunos tan pintorescos como Hernández Mancha e Isabel Tocino. Tenemos el aparato económico infiltrado de personajillos. Y los poderes económicos rugen por el salario mínimo, porque no se desmanden los alquileres y por los impuestos de los ricos.<o:p></o:p></div>
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Todas las derechas, políticas, económicas y eclesiales, están en las trincheras ultras. «Twitter es lugar para el furor, no para el debate», decía hace poco Chappatte, el dibujante por cuya viñeta el New York Times se autocensuró y dejó de publicar viñetas políticas. La mayor estridencia creará la mayor pulsión colectiva, pasajera pero intensa. A ello se aplicarán las derechas. Mentirán como nunca, sus embustes serán más atroces, inventarán planes secretos, delirarán pensiones estatales a los MENAS que restarán de nuestras jubilaciones (las que ellos quieren quitar), falsearán cifras de paro y de fugas de capitales. Ya lo hacen. Rajoy politizó los órganos judiciales. Ahora querrán recoger los frutos recurriéndolo todo ante jueces genuflexos sin escrúpulos. Pero parece que habrá gobierno de izquierdas y que se volverá a hablar de justicia social, normalidad democrática y de política para los conflictos políticos. El nivel político (de pedernal) y la altura histórica (inexistente) de los protagonistas del momento nos deben llevar a todos a la circunspección y evitar entusiasmos papanatas. Pero habrá gobierno de izquierdas. Y el ruido reaccionario de la derecha debe llevarnos a la firmeza de criterio y a la reafirmación de principios.<o:p></o:p></div>
Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-59549697998165730032020-01-12T13:49:00.002-08:002020-01-12T13:49:50.151-08:00Un año estable<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
Rajoy salió del gobierno el año pasado y ya escribió sus memorias. En un año ya es pasado perfecto y pasado remoto. La percepción del tiempo no se basa en la cantidad de meses y años que se amontonan, sino en la cantidad de acontecimientos, en la sucesión de picos de atención, de contentos y de descontentos. Estos meses fueron pródigos en indignaciones, euforias, perplejidades, aplausos y puños apretados. Así que Rajoy ya parece un veterano venerable que podría presidir alguna fundación. Cuesta asimilar que aún siguen rigiendo nuestras cuentas los presupuestos que él dejó y que nos seguimos comiendo con patatas. Y hasta cuesta darse cuenta de que Pedro Duque sigue siendo ministro. Se habló mucho de él cuando lo nombraron y solo entonces, su aportación al Gobierno era que fuera noticia su nombramiento. Este fue un año agitado, lleno de elecciones, amagos, partidos ganadores que no acaban de ganar, partidos que emergen, partidos que desaparecen y partidos hundidos que no acaban de hundirse. Las minas puestas en Cataluña fueron estallando una a una, las grietas de abren y las trincheras se multiplican por toda España.<o:p></o:p></div>
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Todos dicen que necesitamos estabilidad, porque efectivamente parece un año inestable. Igual que parece inestable, si la miramos con un microscopio, la atmósfera de la sala mientras vemos la televisión. Las partículas no se están quietas, están en movimiento nervioso continuo. El estado microscópico del ambiente cambia continuamente, como un mar invisible encrespado. En física se distinguen esos microestados de los macroestados más estables de presión y temperatura. Lo que nos importa y lo que percibimos mientras vemos la tele es el macroestado estable de la sala, y no la cantidad de microestados inestables que lo realizan. En la vida pública lo relevante son también los macroestados, pero en este caso lo que percibimos con más claridad son los microestados. Por eso este año nos parece que pasaron muchas cosas, cuando en realidad estamos en una macrosituación estable, aunque no quieta sino en un movimiento lento con tendencias sostenidas. El problema es que también viven instalados en esos microestados irrelevantes quienes conducen la vida pública, ajenos igual que nosotros al macroestado que importa.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
Un gobierno saludable debe notar dos inclinaciones a las que no debe ceder, pero que debe sentir: la ilustrada y la populista. La inclinación ilustrada lo tiene que llevar a ir por delante de los gobernados, saber algo más que ellos y ver más que ellos. La gente que lo vota le da el rol de ser el más listo de la clase durante cuatro años y a ello se debe aplicar. La inclinación populista tiene que hacerle sentir que al final tiene que haber comprensión y conformidad popular con su gestión. Ni la pulsión ilustrada debe llevar al despotismo ni la populista a la demagogia. Lo característico de nuestro año estable es que no funciona ninguna de las dos inclinaciones. No sentimos a gobernantes ilustrados con mejor criterio que el nuestro ni sentimos aquel halo tecnócrata que envolvía al primer gobierno de González cuando tomaba medidas que disgustaban porque ellos sabían más. Y tampoco sentimos el masaje facilón de los gobiernos populistas, como en la primera legislatura de Zapatero, cuando vivíamos en los mundos de yupi y a Miguel Sebastián le parecía que no se podía retirar el ponche en pleno guateque. Lo que sentimos es abandono y hastío.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
El problema catalán llenó el debate público de emergencias y emociones patrias. Lo característico de una emergencia es que obliga a poner toda la atención en el peligro inminente y distraerla de todo lo demás. Lo característico de las emociones es que se hacen cargo de la conducta y disminuyen el razonamiento. Las emociones más intensas son las relacionadas con las estructuras más protectoras, el hogar (familia) y la patria. La situación de Cataluña llena emergencia y emoción nacional la vida pública y, por tanto, de todo lo que embota el razonamiento. El nacionalismo patriotero español de bandera en el balcón o en la Escandalera y de arriba España viene con un sectarismo facha histórico. El nacionalismo catalán lleva disueltos materiales reaccionarios y oportunistas evidentes. Para la gente normal la familia, la vida o la nación son obviedades y son un sobreentendido en su conducta privada y pública. Quienes sobreactúan sobre esas obviedades y las tratan como núcleo de su actividad, esos que gritan por la familia, por la vida y por la patria, aparte de poco que decir, tienen mucho que ocultar y de qué distraer. De esos ruidos se llenó el país, atizados, lógicamente, por quienes tienen mucho que ocultar.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
Cuando baja el nivel de la representación política, como cuando bajan las aguas de un pantano, se van haciendo visibles terrenos cada vez más bajos y hacen fortuna quienes solo la pueden hacer entre ruidos, emergencias impostadas y emociones patrioteras de dientes apretados. Las voces más reaccionarias, normalmente refugiadas en grupos religiosos fundamentalistas y sectores pudientes de la Iglesia, resuenan ahora en el parlamento y en gobiernos autónomos. Igual que Pinochet en el plebiscito que lo echó del poder se había apropiado de la palabra democracia, así la ultraderecha y la derecha a secas infectada por ella se apropia de la Constitución y llaman constitucionalista a quien les apetezca. A la democracia propiamente dicha y a la mera civilización la llaman consenso progre, y el término progre, por lo que tiene de broma, les permite hacer en público lo que siempre hicieron en privado los niñatos ricos que no dan golpe: reírse de los humildes y de la democracia. Los ataques a la democracia se hacen fingiendo defensa a lo que ellos consideran imposiciones progres, y que es lo que la gente normal considera derechos y protocolos de convivencia. La derecha a secas reclama pactos de Estado sobre los temas en lo que no quieren ceder nada, los veteranos quieren decidir los gobiernos al margen de las elecciones y los golpistas salen del armario para decir lo mismo, pero con otro acento.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
La izquierda anduvo ensimismada en los microestados, con gurús de pacotilla haciendo cálculos estrambóticos que siempre salían mal porque se hacían sobre situaciones huidizas. Sigue ocurriendo en el momento de escribir esto. Hay quien cree que puede controlar los tiempos y no ve que pueden cambiar antes de Nochevieja. En general, siguen sin afirmar e imponer principios claros más que enunciando su nombre en una letanía previsible sin chicha pedagógica (enseñanza pública, sanidad pública, giro a la izquierda, cambio climático, …). Y sigue sin dar las batallas en el ámbito que corresponde. Incluso teniendo razón y sabiendo todo el mundo que la tienen, les cuesta parecer creíbles. Cualquiera entiende que los ricos tienen que pagar los impuestos que ahora evaden con artimañas y que es legítima una subida a las grandes fortunas, que su dinero es suyo pero es parte de la actividad nacional y que cumpliendo sus obligaciones siguen siendo ricos. Pero también piensa cualquiera que los ricos solo tendrán aquí su dinero si son lo más ricos posible y que con impuestos se lo llevarían a otra parte. Por eso la izquierda suena muchas veces justa pero no creíble. Hay cosas que no se pueden hacer aisladamente en un país. La izquierda sigue sin dar ciertas batallas en las estructuras internacionales, como la UE, que es donde se pueden obligar a racimos de países y no a países aislados. Lo que tiene aire internacional (feminismo, lucha contra el cambio climático, ultraderecha y el silencioso neoliberalismo) suena posible. Pero hay que articularlo estratégicamente con cabeza.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
Por eso decíamos que la situación es estable, pero no quieta. La tendencia a desnutrir los servicios públicos, reducir la carga de los ricos y avanzar hacia una sociedad de oligarcas y supervivientes se mantiene, algo enmascarada por la capa protectora de una generación saliente que retiene derechos de otros tiempos. Por eso en lo esencial termina el año como empezó. La mayoría necesita un año de verdad nuevo y de verdad inestable.<o:p></o:p></div>
Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-67144949561668254492019-12-26T13:49:00.002-08:002019-12-26T13:49:40.411-08:00Guardaos de quien tiene parte de razón<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
«Guardaos de ese joven del cinturón flojo», decía Sila intuyendo algo especial en aquel individuo flaco que llevaba el cíngulo desarreglado. El joven era Julio César y Sila lo vio venir. Según parece, un tsunami en altamar no se distingue de una ola normal. La perspicacia de Sila es una cualidad notable en la vida pública: ver venir lo trascendente cuando todavía es banal, notar en altamar la ola que en realidad es un tsunami. Es verdad que los sectarios y los mentirosos siempre nos quieren en alerta viendo en cada ola un tsunami en ciernes. Por eso es un filo cortante, porque hay que distinguir cuándo el peligro que adivinamos en lo banal es ofuscación y alarmismo y cuándo es la perspicacia de Sila.<o:p></o:p></div>
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Parece sorprendente la victoria de Boris Johnson en el Reino Unido. Es un mentiroso que mintió incluso a la Reina para cerrar el Parlamento en una maniobra autoritaria que los tribunales declararon ilegal. No presentó programa y se negó a debatir nada en campaña ni hacer nada que no fuera repetir el mantra del Brexit. Se hizo famosa la escena en que arrebata a un periodista el móvil en el que le mostraba a un niño con neumonía durmiendo en el suelo de un hospital. Su vida personal está llena de escándalos. Aparentemente es un populista circense. Y ganó con mucha ventaja. En toda Europa crecen dialectos y sabores de la extrema derecha. La gente parece haberse vuelto idiota y vota contra sí misma.<o:p></o:p></div>
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Aquí vimos hechos del mismo tipo a una escala menor. Oímos todos a Abascal decir sobre las docenas de mujeres asesinadas cada año que es que los MENAs, los niños extranjeros pobres, eran un peligro para nuestras mujeres. Todos sabemos que es delirante acusar y acosar a niños pobres por un tipo de violencia que existió siempre y que no tiene que ver con ellos. También le oímos decir que la solución es la cadena perpetua, a pesar de que sabemos que esos criminales suelen suicidarse después o entregarse sin importarles la pena que les espere. Abascal no dice eso porque se lo crea. Lo notable es que eso no le cueste votos, sino que se los dé, que la gente sepa que no tiene pies ni cabeza y su partido crezca. Nos dicen abiertamente que quieren quitar las jubilaciones, quitar los impuestos a los ricos y dar dinero público a colegios de pago. Y la gente los vota, vota contra sus pensiones y a favor de la desigualdad. Parece que la gente aquí también empieza a ser idiota. Díaz Ayuso se niega a presentar las cuentas de la Comunidad que preside por si el próximo ministro de economía fuera un etarra. Antes ya había querido incluir a fetos en el libro de familia. No cabe más estupidez en menos palabras. Pero eso no le resta crédito electoral. Como digo, el apoyo creciente a actitudes ultras hace pensar en una plaga de imbecilidad.<o:p></o:p></div>
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Pero explicar las cosas por la estupidez de la gente es equivocarse siempre. Se trata de un tsunami que hay que empezar a ver venir, en lo personal y en lo colectivo. Pensemos en esa sensación tan habitual de que alguien tiene parte de razón. Es incluso positivo aceptar la parte de razón que tiene alguien de quien se discrepa. Y siendo algo positivo, es la vía honorable para aceptar lo inaceptable. Todo consiste en que alguien toque un punto al que seamos muy reactivos. A través de ese punto tendrá nuestra empatía y sentiremos que tiene razón en parte. En momentos de hartazgo, de frustración y de falta de referencias, es fácil asumir el relato completo del que pulsó esa tecla que nos activa y pasar de darle parte de razón a darle toda la razón. Sin duda una concentración de adolescentes pobres y sin familia puede ser problemática en algunos sitos. Donde hay pobreza hay conflictividad. Cuando alguien hable de MENAs amenazantes, quien viva cerca de algún punto problemático o haya oído hablar de ello sentirá que tiene razón en parte. La sensación será que no tienen nada que ver con las mujeres asesinadas, pero que sí es verdad que los MENAs a veces son un problema, que en eso sí tienen razón. El rédito de Abascal no habrá sido la monumental sinrazón que acaba de soltar, sino esa parte de razón que se le otorga por tocar algo a lo que somos sensibles y por la que nos infectará el discurso completo. La cadena perpetua es ineficaz contra un tipo de criminal que muchas veces se suicida. Pero la gente intuye que esos criminales la merecen, con lo que parece que tenga razón en parte. Y lo mismo con el posible ministro de economía etarra. Es una memez, pero quien esté encrespado por la provocación independentista y agrio por la negociación de Sánchez, sentirá que no habrá ningún etarra en el próximo gobierno, pero que algo de razón lleva Ayuso.<o:p></o:p></div>
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Woody Allen bromeó con los métodos de lectura rápida diciendo que gracias a ellos había leído <i>Guerra y paz</i> en veinte minutos y que había entendido que algo había pasado en Rusia. Todos somos menos listos como audiencia de medios que como conversadores. Que la política se haga en los medios lleva a una inevitable simplificación de los mensajes, porque al final como audiencia solo recordaremos que algo pasaba en Rusia. Esto se acentúa cuando la población no se siente representada. La falta de principios y liderazgo agudiza el éxito de la simpleza. Corbyn presentó un programa lleno de contenidos y medidas justas, pero nadie lo escuchó. A Boris Johnson le bastó tener parte de razón y para tener parte de razón hay que concentrarse en pocas cosas a las que la gente sea reactiva. La gente está harta del Brexit y del ínfimo nivel político. Johnson se presentó diciendo que acabemos con esto de una vez. Con un punto que te dé parte de razón instalas el programa completo, porque solo se escucha ese punto al que somos reactivos. Corbyn fue incapaz de articular un mensaje sencillo y claro sobre el Brexit y no le sirvió de nada tener razón en casi todo.<o:p></o:p></div>
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Estamos viendo que algunas olas era tsunamis. Ni Sánchez ni Iglesias fueron Sila. Y puede que Esquerra tampoco se esté dando cuenta. Sánchez tiene ahora la responsabilidad de que no se degrade la vida pública española. Cuanto más ajena se sienta la gente a las instituciones más fortuna harán las simplezas descerebradas. La situación catalana es ahora surtidor emocional para que simplezas de este tipo hagan sentir que tienen parte de razón quienes están en posiciones derechistas trasnochadas e irracionales. Esto solo se para con claridad y con fuerza moral. Sánchez tiene que hablar con convicción para evitar este vacío en el que la gente está desorientada y se guía por picos de empatía descontextualizados. Y no lo está haciendo. La situación de Cataluña, y no solo la aritmética parlamentaria, exige que hable con Esquerra. Dígase alto. La fractura social en España se dispara como en ninguna parte y por eso tiene que entenderse con la izquierda, Esquerra incluida. Dígase con convicción. ETA ya no existe, dígase alto. Bildu, guste o disguste, tiene todas las credenciales democráticas, dígase alto. Sólo un fanático puede asociar a Sánchez con el terrorismo. La izquierda no está negociando medidas independentistas con los nacionalistas, pero la derecha sí está aceptando medidas fascistas con la extrema derecha, incluidas algunas que tienen que ver con muertes de mujeres. Afírmese con convencimiento.<o:p></o:p></div>
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Solo se necesitan principios y altura moral, convicciones claras que la gente pueda reconocer y recordar. La izquierda tiene que entender dos cosas. Ese mecanismo de asimilar un discurso tóxico porque parece tener parte de razón succionará a una parte de la izquierda que ayudará a que programas ultras tomen un maquillaje obrerista. Ya abrieron boca cada uno a su manera Anguita, Monereo e Illueca, los viejunos del PSOE y los barones. Y la otra es que los jóvenes están votando solo a partidos que les parecen nuevos o disruptivos. No son idiotas. No tienen referencias porque no se las dan. La izquierda tiene que aprender a tener parte de razón. Los ricos saben lo que hacen. <o:p></o:p></div>
Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2860189726534335899.post-66248654489975739702019-12-26T13:48:00.002-08:002019-12-26T13:48:48.060-08:00Greta Thunberg y el Estado<div class="MsoNormal" style="font-family: "Goudy Old Style", serif; margin: 6pt 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
La manera más rápida en que un niño aprende que el plátano se come es ver a sus padres comiéndolo. Por eso los padres a veces se llevan el plátano a la boca de mentira y fingen morderlo ante el pequeño. Ni son impostores ni hacen circo. Simplemente convirtieron el gesto de morder en un símbolo para que el niño ampliara el mundo más allá de su experiencia y supiera que los plátanos se comen. El gesto fingido de morder es más simple que el acto real de morder, porque cuando algo se convierte en símbolo deja de ser lo que era antes y se hace más simple. O más recargado: el arzobispo Cañizares simboliza su jerarquía usando una interminable capa roja de cinco metros. Los países tienen banderas y Nike tiene un garabato característico porque los símbolos son como clavijas sencillas donde se pueden sujetar y hacer manejables experiencias extensas, vividas o no, que requerirían mucho tiempo de pensamiento para poder ser abarcadas. Un país entero queda atrapado en unos pocos colores de un trapo y se hace presente en el ánimo en un solo golpe (para bien o para mal). Cuando algo es demasiado complejo lo simplificamos en un símbolo para que en un solo impulso mueva el ánimo y la conducta.<o:p></o:p></div>
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A veces episodios colectivos trascendentes y complejos se adhieren en el recuerdo a una persona. Sucedió muchas veces que una persona se hiciera símbolo. Puede ser el efecto de algún gesto llamativo, inspirador o cruel o puede ser la casualidad. Greta Thunberg es ya un símbolo, en el sentido de que su persona y su presencia impone en el ánimo y la conducta de mucha gente una red compleja de pensamientos y actitudes. Por las razones que sean, es un símbolo y las reacciones destempladas sobre la supuesta impostura de su despliegue en los medios, sobre su edad o sobre su carácter son pataletas histéricas que fingen no entender algo normal. Es una obviedad que el mordisco fingido al plátano no es como el mordisco de verdad. Lo que se hace simbólico, decíamos, desnaturaliza lo que era antes. Nuestra Jefatura del Estado es simbólica, porque un sistema hereditario solo cabe en una democracia si el Jefe del Estado es como un mordisco de mentira a un plátano. La infanta Leonor tiene atribuido un papel simbólico. Quienes querríamos un sistema republicano tenemos nuestras razones, pero no fingimos ignorar el carácter simbólico de la heredera. Es evidente que su presencia pública está gobernada por protocolos y que no tiene nada que ver con las maneras de una niña. Su figura pública es como un garabato de Nike, una parte de la simbología del Estado. Greta, a su sabor o a su pesar, es un símbolo y su presencia pública, como es normal, ya no es la de una niña. Rasgarse las vestiduras por las siete diferencias entre su imagen pública y la de una niña de verdad es el juego de la necedad. Se puede discutir sobre aquello que simboliza Greta y la manera en que lo simboliza, pero no sobreactuar disparates sobre lo que va con su condición de símbolo.<o:p></o:p></div>
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Los símbolos se pueden discutir, claro. Y lo simbolizado también. A mí, por ejemplo, me parece que la imagen simbólica de la familia real es ñoña y almibarada y no me gustó el rol de la reina Sofía. Me parece que la bandera nacional se exhibe de manera agresiva contra una parte nutrida de españoles. Creo que una bandera de 54 metros en la Escandalera es una soberana horterada y una bravuconada fatua de un alcalde que cree jugar a indios y vaqueros con aquellos muñecos de plástico que había en las cajas de detergente Persil.<o:p></o:p></div>
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Vayamos a Greta. Lo que simboliza Greta Thunberg molesta a ricos y derechas. Lo que su presencia evoca es que la alteración medioambiental ya no es cosa de naturistas sensibles o listillos, sino que nos afecta ya, nos cuesta en dinero y salud ya y se acelera; evoca también que esa alteración es provocada por lo mismo que las injusticias sociales: el lucro desmedido de unos pocos y su afán de mangonear prensa, justicia y política; evoca que no se puede actuar sobre ese problema sin modificar el actual juego social; y evoca que la distribución de los dañados por el cambio climático y la distribución de los culpables es un aspecto de la desigualdad y la injusticia general. Por supuesto que lo que simboliza molesta a los ricos, a las derechas y a sus voceros mediáticos. Es la refutación de sus valores y propósitos.<o:p></o:p></div>
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Decía que una cosa es lo que simboliza Greta y otra su manera de simbolizarlo. Sobre la injusticia se puede hablar con principios firmes. Sobre la forma, hay gustos para todo. Lo que a mí me parece cursi de la familia real a otros les puede parecer elegancia y buen gusto. Es difícil que te perturbe lo que simboliza un símbolo y no te crispe la manera de simbolizarlo. Nos pasa a muchos con la cruz gamada. Y les pasa a nuestras atrincheradas derechas con Greta. Ahí tenemos a Sanz Montes tronando contra Greta, incapaz de conmemorar la tradición de Santa Eulalia sin que se le caigan como rebosando sus demonios ideológicos. Y ahí está la catarata de insultos con la que se vinieron ahorrando los razonamientos. Lo que veo en Greta es una adolescente singularmente resuelta en una batalla justa, con coherencia y datos bien asimilados y con una comunicación eficaz basada en imágenes contundentes y apropiadas. No parece risueña pero, sin misticismos, resulta por momentos inspiradora. En contra de algunos escozores, tiene toda la pinta de ir a la escuela con aprovechamiento. En asunto de estudios, me preocuparía más por Froilán. Y puestos a elegir formas y modelos, prefiero a una adolescente chillando contra injusticias que a un jovencito en manifestaciones de Vox haciendo el pijo.<o:p></o:p></div>
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Volviendo a la cuestión simbolizada, estamos ante un ejemplo de algo más amplio. La gestión del cambio climático no encaja en los tiempos políticos de los estados. La atención de los votantes siempre es hacia asuntos más inmediatos y abarcables y con ciclos de gestión más cortos. Siempre tiene que haber un equilibrio entre el control popular de los gobernantes y un margen de autonomía de estos gobernantes con respecto a las pulsiones puntuales populares. Los gestores necesitan un tiempo antes de someter a escrutinio su gestión. Pero ese tiempo es insuficiente para el clima. Y un estado tiene poco margen para hacer algo relevante. Es necesario articular estados en estructuras políticas mayores, con más capacidad de enfrentar gestiones globales y extensas en el tiempo. Y hay que reparar a la vez en que el mero debilitamiento de los estados pretendido por el neoliberalismo, esa especie de intemperie planetaria a la que aspiran, deja como verdaderos centros de poder a las grandes multinacionales, cuya incidencia en los temas comunes es especialmente miope y despiadada, como vemos precisamente en la cuestión climática. El ultranacionalismo de la extrema derecha haría de la política internacional un conjunto de ciegos ensimismados con tendencia al conflicto. La disolución de los estados soñada por el neoliberalismo de las grandes corporaciones y las oligarquías haría (está haciendo) que las decisiones de más incidencia global las marcara el lucro e intereses de unos pocos. Necesitamos estados para que haya reglas y necesitamos estructuras supraestatales, siempre políticas, para gestionar y para luchar por lo que no puede ser resuelto en el espacio y tiempos políticos de los estados. El cambio climático es un caso paradigmático. Un sistema fiscal justo es otro ejemplo de lo que nos afecta mucho y no puede ser resuelto más que en estructuras políticas supraestatales. No tengo la menor idea de si me caería bien o mal Greta Thunberg. Tomo los insultos atormentados contra ella como señal de que es algo más real que un capricho mediático. El activismo que ella simboliza es justo y da muchas pistas sobre los canales y escenarios en que tienen que moverse otros propósitos de justicia social. Y espero que siga yendo al mismo colegio.<o:p></o:p></div>
Enrique del Tesohttp://www.blogger.com/profile/03091243865587952309noreply@blogger.com0