jueves, 12 de enero de 2012

FICX. PRIMERAS IMPRESIONES CON SABOR A CONFIRMACIÓN.



Estamos hechos para entender a quien tenemos delante. Cuando hablamos para una masa a la que no vemos o gobernamos a las gentes que no tenemos en nuestro despacho, todos somos autistas. Nuestro cuerpo y nuestras entendederas son así. Por eso inventamos los sondeos y encuestas, la prensa y todo lo que traiga a nuestra mesa la “opinión pública”. Todo el que hace algo como destituir a Cienfuegos y anunciar una nueva era en un festival de cine que estaba en la cima de la atención y el reconocimiento colectivo pide a la gente calma y no precipitarse, esperar, que ya veremos qué bien. Pero en la cosa pública (permítaseme la pedantería, porque es que la belleza de la república empieza en su etimología) las primeras impresiones, la reacción inicial descerebrada tiene un valor. Cuando hablamos a quien tenemos delante, nos mira, reacciona, se ríe o arquea las cejas, modela y conduce nuestro discurso. Incomoda hablar con un zombie inexpresivo. Cuando se gobierna o se habla a la masa, y autistas como somos para tal oficio, deben ser bienvenidas las reacciones primeras irreflexivas. No hay que esperar, hay que arquear las cejas o fruncir el ceño, como cuando hablamos con quien tenemos delante. Y quien arruga el ceño por algo que oye y justo después, por lo que oye a continuación, distiende el gesto y sonríe, no pide disculpas por haber sido fugazmente ceñudo. Tiene derecho a ir reaccionando a medida que las palabras siguen su curso. Por lo mismo, quien diga en voz alta algo de un episodio como este no tendrá que pedir disculpas a nadie si luego las cosas no son tan inquietantes como las dibujó. Podemos escribir a bote pronto con el mismo derecho con el que hacemos un gesto. Despachémonos, pues, como Aznar, sin complejos.

Gijón es una ciudad aluvión. Seguramente nació pescadora, pero creció con los poros abiertos, a base de materiales venidos de fuera que fueron quedándose pegados sin planificación y sin propósito. Es amable, gaseosa, especiada con la coña del norte, sin picos sublimes, pero con pulso bullicioso y un buen run run vital. Tiene empuje. La esquina donde se ponga un cuentacuentos rebosará de niños y padres y madres llenos de abrigos y chucherías. Si se traen aviones del ejército a hacer cabriolas, Gijón se apila en el Muro. En el festival de jazz no se cabe. Desde niño me recuerdo en medio de riadas de gente en la Feria de Muestras, donde la mayoría de la gente va porque sí, sin buscar nada especial salvo el arroz con leche con azúcar requemado. Simplemente es lo que hay en la plaza y se va. Me gustaría ver Gijón desde el aire los días veraniegos o casi veraniegos inestables, donde alternan medias horas de pleno sol con horas de sombra o llovizna. En las medias horas se llena la playa de gente, que desaparece y vuelve a aparecer según se suceden luces y sombras en el cielo. Debe ser curioso ver desde arriba a tanta gente saliendo en bloque de las madrigueras y retornando en buen orden. Siempre me pareció que la Semana Negra fue más un regalo de Gijón a Taibo, que de Taibo a la ciudad. No creo que nadie realmente planificara lo que acabaron siendo esos diez días tan difíciles de sintetizar para quien no los vio. Taibo tuvo una iniciativa y la ciudad le rompió las costuras y rebosó la idea original como cuando la leche se salía del cazo al hervir. No es que los gijoneses sean especiales. Un amigo me decía hace poco, inteligentemente, que la innovación y el desarrollo no era tanto cuestión de invertir dinero en proyectos cuanto de crear ecosistemas; que los espasmos de creatividad de repercusiones históricas y planetarias, como el celebrado Sillicon Valley, no surgieron de grandes inversiones, sino de situaciones de encuentro de gentes distintas y revueltas que crean una tensión innovadora especial. Gijón no es para tanto, claro. Pero sí fue ese ecosistema que da apertura y cierta energía.

El Festival de Cine era una de esas migas de pan sobre las que se arremolinaba y bullía el hormiguero gijonés cada año. Lo recuerdo desde niño, cuando era un festival de cine infantil. Y últimamente, no sé desde cuándo, era uno de los placeres del año, donde se juntaba el ritual de los programas y los rotuladores para señalar, los encuentros espaciados con la gente con la que te encuentras de tarde en tarde, la complicidad de coleccionista de cromos propia de estas concurrencias, el gusto por una buena película, la ironía destilada en los corrillos en películas insoportables, la rareza de ver tantas películas en tan poco tiempo, el interés de un cine distinto, el privilegio de ver lo que se cuece. Se llegó a un punto muy serio en el FICX. Cualquiera puede tener, y de hecho tiene, un Festival de Cine, como cualquiera tiene un cronista oficial o un alcalde. Pero no se consigue fácilmente ni en poco tiempo la visibilidad de este Festival. Gijón es una colectividad y a las colectividades les pasa alguna de las cosas que las pasan a las personas individuales. Necesitan verse en los ojos y gestos ajenos para orientarse y mantener el pulso. El Festival era una de esas peripecias que ponían a Gijón en boca de todos y que hacían mirarse a Gijón en palabras ajenas y sentirse en miradas lejanas. Sencillamente era una de las cosas que ponía a Gijón en el centro del escenario. Los adoradores de la rentabilidad y el mercado deberían actualizar sus calculadoras.

Lo siento por el nuevo director y por el nuevo Gobierno de la ciudad. La destitución de Cienfuegos y la cacareada reorientación del FICX no suenan a impulso. Es imposible desvincular esta decisión (y las pistas que venía dando el ahora director, porque ya llevaba un tiempo moviendo la colita y sacando la lengua con la boca abierta y la respiración agitada) de otras actuaciones, pero sobre todo de un largo rosario de reacciones habituales de lo que algo toscamente debemos llamar la derecha de la ciudad. Aplanando el tiempo y apilando de manera desordenada las declaraciones hechas en distintos momentos y en los actuales momentos sobre la Semana Negra, el Acuario, las procesiones de Semana Santa, los cursos de golf, la Feria de Abril, el Jovellanos o el Festival de Cine, la idea que parece tener el actual Gobierno para Gijón es la de un largo, continuo y somnoliento domingo por la tarde, sólo interrumpido por alguna gaita y algún grupo húngaro de acordeonistas, que pueda gestionarse en horas de oficina de ocho a tres. Si tuviera que expresar a otro mi impresión de este ayuntamiento a través de una imagen, elegiría la de un matrimonio cogido del brazo, paseando con lentitud sin hablarse y con cara de tedio. No sé si justa o injustamente, la derecha municipal (no la base conservadora que pueda haber en la ciudad) siempre dio una sensación de cierta malicia, como de revancha, aunque es difícil precisar revancha de qué. Alguien me habló una vez de las perversas astucias de un vecino suyo que tenía unas relaciones tirantes con otro vecino. Las ramas de los árboles de este otro vecino, con su natural expansión y crecimiento, rebasaban los límites de su propiedad y él pequeño mezquino les inyectaba no sé qué que se propagaba y acababa secando el árbol. Una sensación así proyecta la actual Corporación. Ese comatoso domingo por la tarde sin complicaciones está repleto de ramas y bullicios de solares culturales ajenos y parecen querer inyectar lo que los reseque y desnutra en su raíz.

Se habla con desprecio de la inteligencia. Se dice con ironía que el Festival de Cine venía siendo algo para inteligentes y cultos, que ahora se quiere que sea para todos, dicen. No estoy seguro de que el mundo se divida en inteligentes y estúpidos, pero sí estoy seguro de que cada uno de nosotros tiene momentos y pulsiones estúpidas, o por lo menos vulgares, y fibras sensibles y, sí, quizás inteligentes. Y a todo nos entregamos. Creo que todos nos reímos alguna vez de que otro pisase una cagada de perro y seguro que todos nos emocionamos alguna vez con un verso. Pero yo creo que nuestros perfiles de vulgaridad y estupidez ya están de sobra cubiertos a todas horas con realitis, con series españolas zafias (sí, sí, también decían que iban a proteger “lo nuestro”, “lo de aquí”, la “producción propia”; por ahí llegaron las aídas y los sálvames, lo más nuestro que hay) y que no pasa nada porque haya un par de cosas al año que enlacen con esa otra parte nuestra que quiere ser un poco más compleja y reflexiva. Por favor, que estaban todas las salas llenas a todas horas, como nunca veo las salas de cine “comercial” desde Harry Potter. Y no de gente inteligente. Como tampoco es de estúpidos de lo que se llena el Muro el día de las dichosas y ruidosas acrobacias aéreas del ejército. Las salas se llenan de gente a secas, que simplemente tiene sus momentos. Y, como dije antes, deben aprender a hacer números. Todo el que consiga una página de internet con muchas visitas diarias tiene una ganancia. Allí donde hay atención y gente, hay riqueza. Facebook es gratis y allí va mucha gente. No hace falta hablar de los dineros que gana su creador de tanta concurrencia. Los días del FICX era uno de esos momentos en que Gijón tenía la atención general y, por tanto, uno de los momentos en que Gijón ganaba. Se puede tener la atención general por llevar caravanas de mujeres para solterones, o por tener a la mujer más alta del mundo, por tirarse tomates unos a otros el día de la fiesta, o, como en tiempos Gijón, por broncas callejeras. O por tener un Festival de Cine respetado y celebrado que, vaya por dios, es inteligente. Desconozco las cifras del Festival (aunque sospecho que serán jugosos los datos de Cienfuegos, sobre todo después de que la palabra “auditoría” ya se haya deslizado de los labios del nuevo y entusiasmado director). Pero que dejen ya de hablar de rentabilidad. Si el Festival de Cine es deficitario, que no lo sé, o si es deficitario el Jovellanos, son deficitarios como lo son el alumbrado público y los arreglos de fachadas. No son activdades deficitarias. Son gastos. La gente no paga impuestos para que se inviertan en bonos. Pagan impuestos para que se gasten en lo que se necesita y lo que viene bien. En un buen Festival de Cine, sin ir más lejos. No conozco de nada a Cienfuegos. Ni siquiera sé si me caería bien o mal. Y no creo en los imprescindibles. Pero hoy su destitución me parece la inyección letal al FICX, una más, de algunos maliciosos vecinos nuestros. Dijo el nuevo director que quizás los llamen paletos. Y puede que sí. Y el Concejal del ramo dijo que este era un paso arriesgado y que se dejarán la piel en él. Pues igual va a ser que sí, que es arriesgado y que ahí se dejarán el pellejo.

11 comentarios:

  1. Gracias por tu inteligencia, sensibilidad y contundencia, Enrique. Hacen que uno se sienta encantado de haberte conocido.

    (A José Luis Cienfuegos lo he tratado poco, la verdad, aunque hubo en ese trato, en general, cierta simpatía (creo). Pero también una áspera riña por cuestiones profesionales, que estoy seguro que él recuerda con disgusto (porque tenía yo razón, jajaja). Así que, como mínimo, se me puede considerar neutral en estos de las filias y las fobias personales. Sin embargo, siempre me he quitado el sombrero ante su impagable, infatigable –y honesta, me apuesto un huevo de gallota– labor al frente de este Festival, que no puede entenderse, en su grandeza actual, sin él... Tras esta despedida, sospecho que lo echaremos mucho más de menos nosotros a él que él a nosotros (desde San Sebastián, Berlín, Sundance o donde quiera que ya estén frotándose las manos ante la oportunidad que desde esta aldea perdida les ponemos en bandeja). Eso sí, hay otra cosa de la que me alegro por 100fuegos: ya nos gustaría a cualquiera de nosotros oir cosas como lo que se están diciendo de él sin habernos muerto antes.)

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  2. El gusto es mutuo, Gallota :-). Mola eso de reñir con Cienfuegos y tener razón :-).

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  3. Estupendo artículo, Mr Teso... aunque si me permite desde mi humilde cubículo una corrección, o la expresión de un desacuerdo, yo creo que cuando usted dice que las actividades culturales no son deficitarias, sino gastos, yo creo que la palabra más adecuada es "inversiones". Un gasto cultural es una inversión para el futuro, para hacernos mejor personas mientras en el presento lo estamos pasando bien. Y eso no es deficitario jamás, diga lo que diga esta derecha de cascotes que nos ha tocado en suerte.

    Si empieza a aparecer más gente con tu lucidez al decir las cosas, hay que ser optimistas. Salvaremos el FICX. Y la SN. Y el botánico y el acuario. Y la Laboral. Y el Niemeyer. Y todas las víctimas de esta política cultural, como bien la defines, de "domingo por la tarde".

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    1. Se acepta la enmienda y se agradece la lectura amable. Como decía Tip, el próximo día hablaremos del gobierno ...

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  4. Por cierto, con tu permiso, y sin él también, lo propago convenientemente por esas redes sociales de dios...

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  5. Pin, esto no lo entiendo, soy Fisicu Cuánticu:
    "permítaseme la pedantería, porque es que la belleza de la república empieza en su etimología"

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  6. "República" viene de "res publica", que en latín significa 'cosa pública'. Digo que, además de gustarme como forma de Estado, me gusta el significado etimológico de "república". Pero, a la vez, me parece un poco afectado referirse a los asuntos generales o públicos con la expresión "cosa pública", por eso solicito entre paréntesis la benevolencia del lector :-).

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  7. Con tu permiso copiaré el enlace, me ha gustado muchísimo tu artículo así que intentaré que lo lea el mayor número de gente. Tu reflexión desde la imparcialidad merece ser conocida

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  8. Felicitaciones por el artículo tan justo y tan mesurado, asunto extraño en tiempos de desmesura, y lo que ha ocurrido con el FICX es precisamente una desmesura. Y como nos enfrentamos a un alea jacta est, dicho sea de paso la peor manera de violentar la opinión ciudadana, quiero hacer algunas consideraciones que, pese a que no harán cambiar lo perpetrado, por lo menos aclararán, o eso espero desde un optimismo radical, ciertas opiniones que apuntan a que el FICX era "elitista" o "para la progresía".
    Evidentemente un festival de cine es para todos los públicos y todos podemos optar por asistir a las funciones o no asistir. Al FICX sí que asistía público, y si lo hacía era porque había un buen criterio en la selección de las películas. ¿ Siempre me gustaron todas? No, pero eso no denigra a los organizadores, es más bien un asunto entre el director de la película y yo. O yo no entendí lo que quería decir, o el director no me permitió entenderlo, pero lo que importa es que la vi, y eso siempre me deja un saldo a favor.
    De una manera bastante sibilina, que es un recurso que no remplaza al talento y menos cuando no se tiene, se rumorea en la necesidad de una "auditoría" que, dado el contexto de crispación en que se menciona, ya da por sentado que los resultados confirmarían todas las sospechas, cualquiera que estas sean, fundadas o no. Un evento como el FICX no puede medirse en términos de ganancia, y lo que aporta a la ciudad que lo acoge se llama prestigio, y esto que aparentemente es una perogrullada resulta difícil de entender desde la mezquindad de quienes no conocen el curioso y extenuante quehacer del director de un festival cultural.
    Yo sí conozco a Cienfuegos, no somos amigos pero siempre nos hemos tratado con cordialidad y no tengo reparos en reconocer que lo admiro por lo que consiguió durante todos estos años. He sido miembro del jurado oficial del festival de cine de Venecia, del de Biarritz, del de Marsella. He participado como invitado en los festivales de Cannes y Berlín, y en todos esos eventos me he sentido orgulloso -y me duele perder este orgullo-cuando tantas personas se han acercado para decirme: "Así que vives en Gijón, qué gran festival de cine hacen en tu ciudad". Ese prestigio ya se ha perdido inexorablemente. Gijón ha perdido.
    En más de una ocasión vi a Cienfuegos en alguno de esos festivales, devorando películas en los primeros pases para aprovechar bien el día, alimentándose de paso, a la carrera, para no perder la cita con tal o cual director cuya película más tarde trajo a Gijón, y hablando naturalmente en inglés, francés o italiano para aprovechar mejor el tiempo y conseguir más contactos para el FICX. Este esfuerzo adicional incomprensible para los que desde un odio inexplicable por su magnitud, aluden a un fin " del arroz con bugre y pasase a les lentexes", no se puede cuantificar, no cabe en las burdas categoría de pérdida o ganancia, porque es parte de la pasión de un hombre que supo y sabe hacer bien las cosas.
    Se alude a que la nueva dirección del FICX dedicará sus esfuerzos a promover la producción audiovisual asturiana, y me parece bien que así sea, pero como vivimos en un mundo en donde existe algo llamado globalización, que en el caso del cine ha significado una pérdida de identidad nacional de las productoras de cine, pues hoy o se hacen co-producciones o no se hace cine, salvo el artesanal, por cierto también respetable, me temo que la cantidad de películas puramente asturianas, patrióticamente asturianas, inmaculadamente asturianas, no den para copar la semana del festival. Sin embargo me gustaría estar equivocado y ser testigo de la proyección de muchas películas asturianas subtituladas al castellano.

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    1. Un placer tu aportación y tu sintonía, y un dolor compartir tu estado de ánimo. Gracias por tu reflexión y tus comentarios. Un abrazo.

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