A
los pocos minutos de empezar su intervención parlamentaria, Rajoy dijo la
palabra “Bárcenas”. La militancia del PP había encarado la comparecencia con el
culo apretado y la cara tensa. Se temían el retorno a lo de todo es falso, a la
“indemnización en diferido en forma efectivamente de simulación” y a la
infantil elusión del nombre del tesorero. Pero Rajoy dijo “Bárcenas” enseguida
y fue como cuando los 22 de diciembre los niños de San Ildefonso cantan el
gordo o la Concha de las viñetas de Forges se suelta la faja. Respiraron tan
hondo que retembló el país. Y resumió en dos palabras de resonancias regias
toda la cuestión: “me equivoqué”. Con la inocencia y candidez de un Borbón, se
equivocó. Encima de todas las mesas de todos los hogares españoles tenemos
décadas de cobros en metálico, orgías de sobres, empresarios con maletines y
adjudicaciones entrando y saliendo. Y un Presidente que cobraba de sobres y
maletines. Y un país arruinado. Pero Rajoy dice que abusaron de él, que se
aprovecharon de su buena fe para llenarle los bolsillos sin que se diera
cuenta, que claro que tenía sobresueldos pero él qué sabía, como Ana Mato
cuando se veía de golpe en Disneylandia sin pagar un duro, qué sabía ella, ¿no
le pasa a todo el mundo?
Ya
pasaron por esto en su día Alfonso Guerra con lo de su hermanísimo, Felipe
González con sus GAL y millones de moscas en millones de telas de araña. Cada
movimiento que haces, cada interpretación desgarrada y cada cara de súplica te
enreda más y más en un asunto pegajoso que asquea desde el principio. A veces
crees haber cogido aire, pero es tu propia quietud la que te engaña, la tela
sigue ahí haciendo su trabajo. Fueron décadas delinquiendo, años chupando,
meses mintiendo y negando, mientras se quitaba el resuello a los españoles más
débiles. Los detalles momentáneamente olvidados durante el discurso volverán al
primer plano con todo su escozor. Y además, como Guerra, González y millones de
moscas, habló como si la historia fuera del pasado y estuviera acabada, como si
aún no tuviera que declarar Bárcenas y su mujer. El guion está escrito y el
final también. La alternativa (Esperanza Aguirre, Pedro Jota y todo el PP Sin
Complejos y Sin Sorayos) vela armas.
Rubalcaba
sigue creyendo que cuando habla en el Parlamento está hablando para los
parlamentarios y para quienes siguen el debate en la tele. No es un hombre para
estos tiempos. Ni está libre de tiempos pasados ni acaba de entender los
tiempos actuales. Ni inocencia ni adecuación. La inmensa mayoría de la gente
sabrá del debate, de este y de todos, por la prensa. Cuando se habla, se habla
para la prensa, para los titulares. Estará bien o mal, pero es así. Los
titulares dicen que Rajoy reconoce que se equivocó y que Rubalcaba pide su
dimisión. Es lo que queda del debate. Un Presidente ingenuo que dice haber sido
engañado y un oponente inmisericorde que dice que por ese error debe dimitir.
No es lo que se dijo en el hemiciclo, pero es lo que queda. Rubalcaba dio datos
con orden, hiló argumentos correctamente y apeló a principios democráticos con
relevancia. En la película de La red
social el personaje de Sean Parker dice una frase que no debe caer en
vacío. La parafraseo para darle tono local. Puedes pescar un salmón de quince kilos
o quince truchas de un kilo. ¿Viste a algún pescador hacerse una foto con
quince truchas? El trabajo de Rubalcaba no es decir cien frases correctas y
tener razón cien veces. Tiene que decir una o dos cosas que podamos recordar y
que aparezcan en la prensa en letras grandes. En concreto, en su intervención
faltó conjugar en segunda persona del presente el verbo mentir. Y faltó el verbo robar.
No vale lo de no es verdad o no le creo. Ni tampoco el verbo mentir en formas de pasado, con lo de
lleva usted mintiendo desde no sé cuándo. Rubalcaba tenía que haber dicho como
saludo: miente; usted miente. En presente y segunda persona. Y luego acumular
todas sus truchas verbales de kilo, intercalando lo de “miente” con una
frecuencia parecida a la de “fin de cita”. Pero ese debería ser el titular. Y
debería decir que la evasión fiscal, el fraude y todo eso es robar y que lo que
dicen los papeles es que “usted robó”. Pero no hubo más salmón que el “me
equivoqué” de Rajoy; Rubalcaba sólo acumuló truchas, no hay una frase que
recordar. No olvidemos que Rajoy se enreda por sus propias mentiras, no por
presión alguna que reciba de Rubalcaba.
Rubalcaba
podría hacer un servicio evidente a la situación política, que además se deja
expresar con un buen salmón verbal que se recordaría por tiempo: “¡Vámonos,
señor Rajoy, vámonos ya! Estamos haciendo el memo”.