lunes, 8 de octubre de 2012

La foto de Soraya y Cospedal. De negro y mantilla. En el Vaticano.



Cuando algo nos suscita una emoción o pensamiento que sabemos coincidente con el de otra gente, tenemos siempre la pulsión del contacto. Es como si, estando en Hungría, sale Gijón en el informativo local. Rápidamente nos miraríamos todos los de la aldea por la conciencia de estar coincidiendo. Por eso una imagen o una noticia que nos desagrada o irrita crea un pico de complicidad con quienes sabemos igualmente irritados y tiene a veces el paradójico efecto de la distensión y el buen humor compartido. El primer contacto con esa imagen de Soraya y Cospedal es así. Incredulidad, desapego y sonrisa cómplice. Pero hace poco la Gallota del gran Ángel Heredia nos invitaba a mirar cien años seguidos un punto rojo sobre fondo blanco y nos avanzaba que acabaríamos viendo un retrato de Mahoma. Sigamos la sugerencia y mantengamos la mirada en esos trajes negros con peineta.
Lo primero que se borra es el tiempo. Soraya y Dolores tienen en la foto un algo de La Casa de Bernarda Alba, con aquella madre amojamada, dominante y seca y aquellas hijas que deambulaban a oscuras, de negro, con el arroz pasado y con toda su virginidad a cuestas, como decía Cervantes de las serranas del Quijote. Y tienen un algo de aquella Doña Francisquita de Aldecoa aunque, con la mezcla de modernidad y ranciedad de pasado que despide la foto, no sabría uno decir si se trata de viciosas de la virtud, como Aldecoa decía de Doña Francisquita, o de virtuosas del vicio (porque qué pasiones no ocultará tanto recato y tanta naftalina con tanta ambición y tantas ganas de mando). Hay algo en la foto también del bostezo de la Restauración y la siesta de la heroica ciudad de Clarín. La apatía nacional y esa caricatura de tradición que es el alcanfor y las rutinas desvaídas y venidas a menos están en la foto, como una sombra de nuestra historia. Intento evitar el recuerdo de La Profecía, la terrorífica película de R. Donner. En ella, y en medio de otros horrores, un fotógrafo descubre que algunas de sus fotos tienen alguna extraña raya que toca alguna parte de alguno de los fotografiados y que esa raya y con ella sus fotos son premonitorias. Al poco tiempo siempre se moría alguno de los fotografiados por algo que le cortaba o traspasaba justo allí donde en su foto había salido antes una raya. Su inquietud aumenta cuando se ve a sí mismo en una foto que hizo al espejo y ve una raya cruzando su propio cuello. Como digo, intento no pensar en ello, intento ver la foto como una estampa llena de pasado, como un anacronismo grotesco. Pero la sombra de nuestra historia es alargada y, si mantenemos la mirada en esas dos damas de oscuro y peineta, como sugiere la Gallota, cada línea y cada contorno parece una de esas líneas proféticas de la película de Donner insinuando, con todo su horror, si no será esa la España que viene. La España que viene otra vez. No sé si en el fondo eso es lo que me preocupa del abrumador apoyo catalán a su independencia …

Porque en estados emocionales marcados se simplifica la visión del mundo. Si te dan miedo las serpientes, toda cosa alargada te parecerá una. Si te aterroriza la oscuridad, todos los ruidos de las cañerías o crujidos espontáneos de los muebles serán seres desconocidos resollando (si, como Bush, metes miedo a la población, confundirán un turbante con una bomba nuclear). Una patria rescatada y en manos de ignotos hombres de negro que además va y se fragmenta crea emociones intensas, no se sabe si tendentes a la euforia o a la abulia. Y esa situación induce la simplicidad sumaria característica de las emociones y los temores. El negro – peineta puede ser lo que quede de abreviar los colores en un solo tono. Y ese gesto enjuto que envasa esa moral de lija, libre de todo pensamiento y toda racionalidad, puede ser el rictus en que quede simplificado el nuevo rearme patriótico. Sí, si uno mira esa foto un rato largo, puede ver los hollejos amargos de la historia de España bien escurrida. Dicen que los ajos protegen de los vampiros. Yo, por un reflejo defensivo similar, reconozco haber mirado con calma la foto tarareando el Me cago en dios del Dr. Babayo (buscadlo en Google, que sale). Como los desnudos en el cine, es que a veces lo pide el guion y se queda uno mucho mejor.

4 comentarios:

  1. Sí, hay algo de la profunda y antigua España en esa foto. Mis sensaciones son encontradas. Por un lado me parece retrógrada y absurda, por otro me retrotrae a Viridiana, a las hijas de Bernarda Alba, a Galdós, a la Regenta, a tantas mujeres con un erotismo aplastado por la represión moral, pero que sigue latente y poderoso. Viciosas de la virtud, virtuosas del vicio. Es lo inquietante, lo atrayente de la foto.

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  2. Me gusta el quiasmo con el vicio y la virtud, Sibisse.

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  3. Era de la entrada original de Teso y sí, a mí también me gusta.

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  4. Es mas fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos. (Jesucristo)
    ¡Pero ellas pueden permitírselo!

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