En el Monte Sacro con Menenio Agripa
“Te jodes y
pagas”. En la película Uno de los
nuestros Scorsese pone en boca del personaje de Ray Liotta esta máxima de
la mafia: primero te presto y después te jodes y pagas. La voz en off iba
explicando que pase lo que pase te jodes y pagas, mientras las imágenes iban
mostrando a la banda rociando de combustible el restaurante y arrimando la
cerilla. No había pagado.
Así se desahucia
a la gente que no puede con sus deudas. Hace poco más de un siglo se escribió
la ley que explica con más palabras lo que después sintetizó Scorsese de forma
tan comprensible. Te jodes y pagas y si no, desahucio. En el siglo V a. de C.
los plebeyos estaban también agobiados de deudas con los patricios. Pero ellos
inventaron algo desconcertante. Se desahuciaron ellos solos. Dejaron sus casas
y se fueron al Monte Sacro, a formar una comunidad desde cero. No tenían nada
que perder. Aquello fue mitad secesión mitad huelga. De repente los patricios
se encontraron con toda la ciudad parada y unos plebeyos dispuestos a demostrar
que, realmente, los patricios no servían para nada. Tras idas y venidas,
Menenio Agripa subió al monte a contarles su famosa fábula. Un día todas las
partes del cuerpo se hartaron del estómago. Todos trabajando para que él coma,
ahí en medio y sin hacer nada. Los dientes se negaron a masticar, la boca a
moverse, las manos a coger la comida y las piernas a desplazarse hasta ella. Y
el estómago pasó hambre. Pero todos se debilitaban y enfermaban. Y entendieron
que el parasitismo del estómago era aparente, que él también hacía a la comida
sangre y alimentaba a los demás. Como los patricios, que hacían más de lo que
parecía. Como el Concordato, nos dijeron dos legislaturas enteras Zapatero y
Teresa Fernández de la Vega, que sirve para más de lo que parece. Como la
iglesia, nos dice Rajoy, el único apartado de gastos que no se reduce, porque
hace más de lo que parece (suelen resoplar y agitar una mano cuando dicen
esto). Y que aquello perjudicaba a todos, a patricios, a plebeyos y a Roma (era
poco patriótico, diría la Duquesa de Alba; lo digo sin coña, la gente que sabe
usar las esdrújulas siempre tuvo mi respeto). Y bajaron del monte y los
patricios los des-auto-desahuciaron y, eso sí, inútil como había sido la
espantada, les condonaron la deuda y se instauraron los tribunos de la plebe.
Luego habría más secesiones – huelga al Monte Aventino y al Monte Sacro.
La huelga general y el
gen de la suerte
Hablando de evolución, decía A. Fridlund que
hace mucho mucho tiempo, si pisabas mis tierras yo te mataría, por lo que podía
ser un mal paso. Pero tú podrías defenderte, por lo que tu paso era también
peligroso para mí. Podría ser que yo tuviera un gen afortunado por el que
espontáneamente te enseñara un diente antes de atacarte. Si tú tuvieras un gen
de la suerte, espontáneamente también, mirarías al sitio adecuado y verías mi
diente, el que muestro cuando como, y dudarías si tu paso es peligroso. Quienes
no tuvieran genes de la suerte de despedazarían al 50%. Pero quienes avisaban
sin querer de sus intenciones hostiles y quienes veían la advertencia sin
querer se salvaban los dos, porque evitaban la situación que los ponían en
peligro. Es lo más habitual en la naturaleza. En los documentales es más famoso
el combate, por lo mismo que parecen más narrables las guerras que la paz. Pero
en la naturaleza lo general es la intimidación. La intimidación no es un farol.
Es una exhibición de intención y voluntad en la que se muestran las armas para
que la otra parte valore el paso que quiere dar.
La palabra huelga,
de un derivado de follicare
“resoplar, jadear” (de follis,
fuelle) indica “descanso”. Como en el sur se mantuvo la aspiración de la f-
inicial e igualaban la pronunciación de la –l y –r implosivas, la misma palabra
la pronunciaban juerga y se acomodó
en el castellano general con el sentido de divertimento colectivo y bullicioso.
La etimología nos acerca a la letanía con que los tertulieros conservadores
acompañan todas las huelgas: un jolgorio, haraganes en feria, una pérdida para
todos, una acción inútil. Desde los tiempos del Monte Sacro, donde no había
acueductos ni alcantarillas, se viene diciendo lo mismo y desde entonces se
instauran tribunos de la plebe y se condonan deudas después del jolgorio. Más que
de jolgorio, la huelga tiene algo de juego, de simulación. Aprendemos a usar
nuestro cuerpo, a combatir y a trabajar entrenando en simulaciones, prácticamente
desde que nacemos. El nombre cambia, según ambientes. Cuando un país acosa a
otro o quiere teme el acoso de otro, lo que hace el ejército recibe el nombre
de maniobras, pero es lo mismo. Es
una juerga – juego en que se muestran armas y se exhiben intenciones. Es el gen
de la suerte que nos enseña a intimidar. En la huelga – juerga –juego del 14
enseñaremos sin querer nuestro diente. El que está pisando la salud de nuestros
niños y su educación y quedándose con nuestro salario y derechos tal vez esté
equipado con el gen de la suerte correspondiente y tenga dudas de si el paso
que está dando es una buena idea. En la naturaleza la mayor parte de las veces
los genes de la suerte dejan los incidentes en rugido. Otras veces no, y las
vemos en los documentales. Pero el día 14 toca enseñar nuestro diente en una
simulación. Y exhibir intención y voluntad. Sin el rugido, no hay simulación.
Sólo combate.
PD. Y por cierto, del mismo follis “fuelle” del que vienen verbos que significan jadear y
resoplar, viene nuestro entrañable follar,
Dios me perdone. La parentela de huelga
es alargada. Mmm, no sé si preguntaros qué vais a hacer un día de … huelga …
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