Dicen que las
uñas siguen creciendo después de muertos. Sin enterarse de que están muertas,
siguen creciendo amarillas y frías, como siguen los caballos del Grand National
cuando ya perdieron el jinete, sin propósito ni rumbo; como Rajoy y Cospedal en
el desayuno informativo de Nueva Economía Fórum. Hablan y hacen ademanes de
apoyo, de gobierno y de futuro sin enterarse de que ya están políticamente
muertos. De Cospedal es imposible hallar en toda su trayectoria rastro alguno
de inteligencia. Eso no ayuda, desde luego, pero tampoco liquida a un político
porque sí. Pensemos un momento en Usain Bolt, Stephen Kiprotich y Ashton Eaton.
Bolt es capaz de correr diez metros en menos de un segundo. Kiprotich corre
cuarenta y dos kilómetros seguidos haciendo menos de tres minutos por
kilómetro. Eaton es capaz de hacer marcas casi de alta competición en diez
deportes distintos. Uno es velocista, otro corredor de maratón y el otro de decatlón.
Portentos los tres. Pero al que conocemos todos es a Bolt. Seguro que los otros
dos nombres no nos suenan. Y el millonario de los tres es Bolt. La razón es que
sólo él nos ofrece un momento asombroso. A los otros no les vemos hacer nada
sobrehumano, tenemos que pensar para
darnos cuenta de que es correr así durante cuarenta y dos kilómetros es un prodigio,
pero cuando Bolt nos pasa por delante de los ojos, sin pensar, vemos a un humano a una velocidad impropia de la
especie. Quizás la sensación de ser afortunado en amores sea igual y dependa de
cómo de elevado sea el momento más
arrebatador y no de cómo de cálidos se sucedan los días. Pero a lo que íbamos.
No nos vamos a asombrar ahora de las limitaciones de Cospedal, tan frecuentes
en nuestra gestión pública. El problema de Cospedal es que tuvo ya su momento de estupidez condensada y
quintaesenciada. El día de “la indemnización en diferido en forma efectivamente
de simulación” se convirtió en la Usain Bolt de los estúpidos, nos expuso la
idiotez directamente a nuestros sentidos, captamos la idiocia entera sin pensar. Y eso convierte cualquier
intervención suya posterior en un estímulo para recordar aquel momento
delirante que sintetiza una trayectoria descerebrada (¿la oyó alguien balbucear
sobre mujeres y hombres el día de la mujer trabajadora? Por los clavos de
Cristo …).
Rajoy le prestó todo su apoyo político en una intervención
extraviada llena de frases excesivas y maneras sobreactuadas, como si él
pudiera ser aval de nada, siendo el Groucho de la política Europea y aquí en casa
poco más que un muñeco roto. Sus mentiras no son como las normales en políticos
tramposos (valga la redundancia). Las mentiras normales en política se mueven
en ciclos algo más largos, se van notando con
el tiempo la trampa. Las de Rajoy son diarias y también su refutación.
Instalado en el discurso de que hacer lo contrario de lo que se dijo es un esfuerzo que se hace por responsabilidad cree tener dispensa para
decir lo que le dé la gana, porque siempre será un acto responsable hacer lo
contrario. Así sus declaraciones se toman ya como nos tomábamos en el Norte las
previsiones del hombre del tiempo. Tantas veces fallaba que una vez Romeu sacó
a su Miguelito preguntándose si no sería que en el hombre del tiempo ponían
reposiciones. La intervenciones de Rajoy parecen tomadas de programas de
archivo que van reponiendo al azar según los aires de la actualidad pero sin
conexión directa con ella.
El tema de los
muertos vivientes inspiró muchas películas de miedo, acción y comedia. Y estos
muertos nuestros, que siguen gobernando amarillos y fríos como crecen las uñas
de los muertos, se parecen un poco a todas ellas. Algunos muertos salen en el
cine como zombis desnortados ávidos de carne y ahí tenemos a Montoro
atropellando palabros sin sentido y mordiendo insultos y amenazas extraviado
por lo real que se empeña en ser la realidad. Otros muertos aparecen en las
películas temerosos y perdidos en su niebla y ahí tenemos a Guindos perplejo e
intentando cada día encontrarse el culo con las dos manos sin conseguirlo.
Pero justo es
decir que eso de que las uñas le siguen creciendo a los muertos es falso. Un
cuerpo muerto no tiene con qué producir la queratina que se va creando en la
raíz de las uñas. Lo que ocurre es que el cadáver va secándose, perdiendo líquidos
y masa muscular y, al retraerse toda su sustancia, parece que las uñas
crecieron porque se retiró lo que las rodeaba. Así se hizo “líder” Rubalcaba.
El episodio siniestro de Ponferrada es otro momento de esos concentrados a lo
Usain Bolt. Nos recuerda que Rubalcaba no creció desde cuando era un fontanero
político apañado en los ochenta. Es el PSOE el que fue perdiendo jugos y sustancia,
el que fue secándose y, a base de retraerse y encogerse, hizo que sobresaliera,
como las uñas frías y amarillas de los muertos, Rubalcaba. No hay que
engañarse. La primera plana política española es un sepulcro y su actuación son
psicofonías espectrales de democracias el más allá.
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