La Conferencia Episcopal acaba de
aprobar un extenso documento, redactado ya en el mes de febrero, en el que se
habla mucho de política educativa como suelen hablar los obispos de política:
haciendo como que hablan de otra cosa y rodeando cada tema de interminables
capas de palabras que parecen murmullos y dejan en bajorrelieve lo que
realmente están diciendo (“la aportación de los centros de enseñanza al
desarrollo personal de sus alumnos se ve muy limitada y condicionada por otras
influencias”, ¿qué demonios es
una aportación al desarrollo personal limitada y condicionada?).
Intentemos lo opuesto, sentencias
breves sobre lo fundamental del documento y claridad antes que acierto (citius emergit veritas ex errore quam ex
confusione, decía el aforismo 20 del Novum
Organum de Bacon).
Principio previo y general que debe respirar en
cualquier razonamiento sobre la enseñanza o la convivencia.
1a.
La expresión “democracia laica” es una redundancia. 1b. El laicismo no es una ideología y no puede ser moderado o radical.
Una sociedad es laica si su leyes no están subordinadas
a ningún texto, dogma o mandato religioso (aunque la motivación individual de
algún legislador pueda ser religiosa). Un estado confesional no puede aprobar
leyes que quiebren dogmas religiosos por lo que: a) los principios de
convivencia no están en discusión ni se someten a debate; b) las autoridades
religiosas tendrán una jerarquía más alta que las autoridades elegidas. La
democracia confesional no es una democracia moderada, es una contradicción en
los términos.
“Los
profesores deben ser conscientes de que la enseñanza religiosa escolar ha de
hacer presente en la escuela el saber científico, orgánico y estructurado de la
fe, en igualdad académica con el resto de los demás saberes.”
Contradicción expresa:
2a.
La carencia de fe es condición para el razonamiento científico. 2b. La carencia de razonamiento de
cualquier clase es condición para la fe. Por tanto, 2c. No puede haber ciencia en lo que es cuestión
de fe.
Dice Mª Moliner sobre la palabra fe: “Creencia en algo sin necesidad de que esté confirmado por la experiencia
o por la razón propias”. “El saber científico de
la fe” es una expresión sin sentido. No es que la fe sea mala. La apreciamos
mucho en la vida corriente. Cualquiera desea que su pareja esté convencida de
su lealtad, no por pruebas palpables ni por razonamientos demostrativos, sino
por confianza, por cierto tipo de fe. Por eso, no es que la fe sea mala.
Simplemente no conduce a ningún tipo de saber científico. Además, cuando
hacemos ciencia, intencionalmente nos hacemos más descreídos de lo normal.
Cuando le decimos al camarero que queremos dos cafés, uno de ellos sin azúcar,
el camarero nos trae el otro con azúcar. Pero cuando hacemos ciencia, si sólo
nos consta que uno de los cafés es sin azúcar, no asumimos nada que no nos
conste sobre el otro y, si nos dicen “uno de ellos sin azúcar”, preguntaremos
cómo quieren el otro. En ciencia eliminamos todo rastro de fe hasta roer el
sentido común.
Contradicción esperable:
3.
La religión no puede ser a la vez igual que las demás asignaturas y una
excepción a las demás asignaturas, lo primero para darle rango académico y lo
segundo para nombrar a los profesores por un procedimiento atípico.
No se dice nada en el documento de cómo deben
nombrarse los profesores de religión, de donde cabe esperar que se mantiene lo
habitual. Si esta asignatura es una fuente ordinaria de conocimiento y por eso
debe contar su nota a todos los efectos, los profesores deberían ser elegidos
por el tipo de concurso habitual. Pero en este caso la Conferencia Episcopal
acostumbra a recordar que no es un asignatura como las demás; que se puede
convivir y tener sexo regular sin estar casada para dar matemáticas, pero no para
dar religión. En la ficción de 2001, Una
Odisea en el espacio el supercomputador Hall entró en colapso por una
conjunción de ideas incompatibles similar.
"Sin un
conocimiento adecuado de la religión es misión imposible comprender nuestra
civilización. Para conocer la filosofía, la literatura, el arte, las costumbres
populares, las fiestas y los valores morales de la civilización que hemos
heredado no hace falta creer en la religión católica, pero sí es preciso comprender la religión".
Cierto. Por eso recibimos conocimientos de
religión, los necesarios, en: Literatura, Filosofía, Historia e Historia del
Arte. Por eso pudimos estudiar sin problemas a Grecia y Roma, a Egipto, a
Mesopotamia y a civilizaciones muy religiosas sobre cuya religión no teníamos
una asignatura doctrinal: porque la religión, la necesaria, nos la daban los
profesores de Literatura, Filosofía, Historia e Historia del Arte. Es decir:
4a.
La religión que se requiere para entender la civilización no se sustancia en
una asignatura doctrinal, sino que se modula y se trata científicamente en las
asignaturas que explican esa civilización. 4b.
La religión que se sustancia en una asignatura doctrinal no tiene que ver con la formación y conocimiento de la civilización de nadie.
“Además,
en el marco del sistema educativo actual no se desarrolla, salvo honrosas
excepciones, una formación en principios y valores éticos o morales fuera de la
asignatura de religión. La enseñanza religiosa escolar es una apuesta por la
integración de la cultura religiosa católica en el conjunto de las ciencias
humanas, que no debe confundirse con la catequesis.”
5a. Todas las
materias se asientan sobre conocimientos contrastables con los hechos y una
racionalidad formal (sea ésta científica, filosófica o tecnológica); los
convencimientos por fe son, por definición, no contrastables y dogmáticos,
ajenos a cualquier razonamiento formal. 5b.
Para los científicos creyentes, los convencimientos por la fe son externos a
los conocimientos de la ciencia; no hacen ciencia con la fe, de la misma manera
que no nadan con ecuaciones.
La ambición de estas líneas no es
la introducción de la asignatura de Religión, que dan por supuesta y
conseguida. Es entreverar los dogmas religiosos en las demás materias. El
eufemismo “integración de la cultura religiosa católica en el conjunto de las
ciencias humanas” no distrae la atención sobre su propósito. Toda intrusión de
dogmas religiosos, así sea en Biología o en Filosofía, es adulteración y
menoscabo del conocimiento y conduce a una formación no homologable. Por eso no
lo hacen los científicos católicos.
Y los obispos lo saben. No es la
ciencia y la formación lo que quieren. Quieren influencia, poder. Su creencia
religiosa es dogmática. Como debe ser. Su discurso es engañoso e insincero,
oculta sus propósitos a la (buena) fe de los creyentes.
Como no debería ser.
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