Leer la portada
de La Razón es como hacerle al PP un
tacto rectal o una colonoscopia. Es asomarse por lo más enojoso de su anatomía
para palpar sus interioridades tal cual son. Estrasburgo pegó un garrotazo a la
doctrina Parot y la derechona sangra y supura por sus Marhuendas partes y deja
ver lo que lleva en las vísceras: el PSOE pactó con ETA la derogación de la
doctrina Parot y para eso colocó a López Guerra en Estrasburgo. La monda.
Decía Goebbels:
“haz de todos tus enemigos un solo enemigo”. A ello se atuvo Aznar y sus
corifeos. El PSOE era su enemigo porque es el partido rival. ETA era su enemigo
porque mataba. Según el principio de Goebbels, dos no, uno y el mismo. Cada
crimen de ETA provocaba un tumulto mediático y parlamentario contra Zapatero.
El gazpacho de aborto y terrorismo que montó el sectario del Opus Dei que
dirige Interior no fue una originalidad de esta legislatura. Todos los enemigos
eran un solo enemigos desde antes. Por eso, con los cadáveres del 11 M aún
calientes, Aznar y Pedro Arriola ya habían diseñado su historia delirante:
tenía que ser ETA para que fuera Carod Rovira para que fuera Zapatero. Ahí
empezó la segunda parte, que es la primera de Goebbels: una mentira repetida
acabará pareciendo verdad. Hasta hoy. Los muertos eran lo de menos. Lo
importante era el discurso, la estrategia. Arriola había echado las cuentas.
El caso es que
los únicos que tienen ahora mismo nostalgia de ETA son los sectores más
derechones. Sí, nostalgia. Es lo que se palpa al meterles el dedo en el recto
mirando La Razón. Ya habían dado
muestras de ello cada sí y cada no. ETA se acabó, ya no mata, y en tan insólita
situación se acabó ese pedestal moral que se habían inventado tanto Iturgáiz y
tanto Mayor Oreja como zanganean por los pesebres europeos. Ese numantinismo
impostado en el que ETA estaba sólo contra ellos y sólo ellos resistían a ETA
suena ahora a psicofonías de espectros. Sin muertes por terrorismo algunos se
marean como un novato en una embarcación. Ahora que Estrasburgo dictamina una
obviedad de estado de derecho recuperan un poco la orientación. Por fin un
“agravio” a las víctimas que llevarse a la boca. Vuelven a casa.
Lo grave es que
la pretendida normalización del País Vasco es complicada. Aunque las tripas del
PP digan que los muertos son suyos, los muertos fueron de todos y la miseria
humana de aquellas acciones se nos quedaron a todos en la piel. La
normalización es difícil porque lo que fue el entorno político de ETA y apoyo
efectivo de sus crímenes, con una implantación creciente en la población, no
puede ser perdonado ni por las víctimas ni por ninguno de nosotros si no pide
perdón y si no es capaz de llamar crimen al crimen. Si un hermano mío recibe un
tiro en la cara mientras despacha gominolas en su kiosco, dudo que sea capaz de
perdonar la atrocidad en nombre de ningún “proceso”. Pero lo que hace imposible
de entrada ninguna consideración es que ni siquiera sean capaces de decir que
eso fue un crimen. Los crímenes sucedieron, la complicidad y colaboración para
que tuvieran lugar también. Y ahí hay un serio problema necesitado de ideas
claras, ética de fundamentos y para el que sobran los ruidos intestinales de
una derechona indigesta que ya preparaba su traca de ventosidades ante las próximas
excarcelaciones de etarras. Hagamos honor a la expresión de moda en Gijón: dan
asco.