lunes, 21 de octubre de 2013

Nostalgia de ETA

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Leer la portada de La Razón es como hacerle al PP un tacto rectal o una colonoscopia. Es asomarse por lo más enojoso de su anatomía para palpar sus interioridades tal cual son. Estrasburgo pegó un garrotazo a la doctrina Parot y la derechona sangra y supura por sus Marhuendas partes y deja ver lo que lleva en las vísceras: el PSOE pactó con ETA la derogación de la doctrina Parot y para eso colocó a López Guerra en Estrasburgo. La monda.
Decía Goebbels: “haz de todos tus enemigos un solo enemigo”. A ello se atuvo Aznar y sus corifeos. El PSOE era su enemigo porque es el partido rival. ETA era su enemigo porque mataba. Según el principio de Goebbels, dos no, uno y el mismo. Cada crimen de ETA provocaba un tumulto mediático y parlamentario contra Zapatero. El gazpacho de aborto y terrorismo que montó el sectario del Opus Dei que dirige Interior no fue una originalidad de esta legislatura. Todos los enemigos eran un solo enemigos desde antes. Por eso, con los cadáveres del 11 M aún calientes, Aznar y Pedro Arriola ya habían diseñado su historia delirante: tenía que ser ETA para que fuera Carod Rovira para que fuera Zapatero. Ahí empezó la segunda parte, que es la primera de Goebbels: una mentira repetida acabará pareciendo verdad. Hasta hoy. Los muertos eran lo de menos. Lo importante era el discurso, la estrategia. Arriola había echado las cuentas.
El caso es que los únicos que tienen ahora mismo nostalgia de ETA son los sectores más derechones. Sí, nostalgia. Es lo que se palpa al meterles el dedo en el recto mirando La Razón. Ya habían dado muestras de ello cada sí y cada no. ETA se acabó, ya no mata, y en tan insólita situación se acabó ese pedestal moral que se habían inventado tanto Iturgáiz y tanto Mayor Oreja como zanganean por los pesebres europeos. Ese numantinismo impostado en el que ETA estaba sólo contra ellos y sólo ellos resistían a ETA suena ahora a psicofonías de espectros. Sin muertes por terrorismo algunos se marean como un novato en una embarcación. Ahora que Estrasburgo dictamina una obviedad de estado de derecho recuperan un poco la orientación. Por fin un “agravio” a las víctimas que llevarse a la boca. Vuelven a casa.
Lo grave es que la pretendida normalización del País Vasco es complicada. Aunque las tripas del PP digan que los muertos son suyos, los muertos fueron de todos y la miseria humana de aquellas acciones se nos quedaron a todos en la piel. La normalización es difícil porque lo que fue el entorno político de ETA y apoyo efectivo de sus crímenes, con una implantación creciente en la población, no puede ser perdonado ni por las víctimas ni por ninguno de nosotros si no pide perdón y si no es capaz de llamar crimen al crimen. Si un hermano mío recibe un tiro en la cara mientras despacha gominolas en su kiosco, dudo que sea capaz de perdonar la atrocidad en nombre de ningún “proceso”. Pero lo que hace imposible de entrada ninguna consideración es que ni siquiera sean capaces de decir que eso fue un crimen. Los crímenes sucedieron, la complicidad y colaboración para que tuvieran lugar también. Y ahí hay un serio problema necesitado de ideas claras, ética de fundamentos y para el que sobran los ruidos intestinales de una derechona indigesta que ya preparaba su traca de ventosidades ante las próximas excarcelaciones de etarras. Hagamos honor a la expresión de moda en Gijón: dan asco.

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