El problema de
que Asturias se quede sin gobierno es el mismo que el de que ciertas personas
se emborrachen o que los registradores de la propiedad hagan huelga: que no se
nota la diferencia.
El asunto
parece ser la ley electoral. En esa ley se contenían algunas cosas que la
situación política necesita con la desesperación con que los suelos terrosos y
duros necesitan una gota de agua. Se preveía desbloquear las listas electorales
y que ser diputado se debiera un poco más al apoyo de la gente al candidato y
un poco menos al “aparato” de los partidos. El poder del aparato sobre las
listas y sobre quién puede ser diputado y quién no nos asfixia de mediocridad
porque sólo llega arriba gente salida del plomo duro de las tripas endogámicas
de los partidos a base de ser un calco malo de quien lo nombró. Pero sobre todo
nos asfixia económicamente, porque la clase política es ya, ciertamente, una
clase y un problema contable. Nadie vuelve a su trabajo después de estar en un
cargo. Salen por arriba colocados en algún Consejo de algo y no dejan de entrar
nuevos corrientuchos por abajo. La clase política, encapsulada en partidos
cerrados y viciados, es un parásito necesitado cada vez de más nutriente. Por
eso hubiera sido saludable ese poquito de aire fresco que podría haber entrado
con el desbloqueo de las listas.
Curiosamente,
al PSOE en este punto, y sólo en este punto, le da un ataque de altura de miras
y quiere consenso y no dar pasos que otra mayoría vaya a derogar. Quiere sumar,
construir, y como el PP y el Foro no aceptan, cómo lo iban a hacer, la nueva
ley electoral, Javier Fernández ante Dios y ante la historia prefiere romper el
pacto de Gobierno antes que dar un paso en el que no esté Asturias entera como
un solo hombre. Que no quiere la ley electoral, vaya, y que nunca la quiso.
Pero no nos vamos
a caer de un guindo con el soplo regeneracional de Izquierda Unida y UPyD. La
ley electoral no fue un tema estrella en sus campañas políticas, sino en sus
pactos de gobierno. Pero el tema estrella no fue el del desbloqueo de las
listas. Y no hubieran roto el pacto de gobierno sólo por eso. El tema estrella
fue la desaparición de las tres circunscripciones electorales actuales de
Asturias. La reivindicación del todo o nada era la circunscripción electoral
única. No vamos a entrar en si debe valer lo mismo un voto de un vecino de
Gijón que el de un vecino de Coaña, razones hay para decir una cosa u otra. Lo
que cambia es el número de diputados que tendrían los partidos con los mismos
votos. Javier Fernández sabe que los partidos grandes perderían escaños y UPyD
e Izquierda Unida saben que ellos ganarían algunos. Y todas estas miserias de
partido rechinan en la gobernabilidad de Asturias como la arena entre los
dientes cuando comemos en la playa los días de viento.
Pero lo mejor
es reparar en la atención que este episodio despertó en la prensa nacional y leer
las cosas como son. En realidad, la noticia no es Asturias sino Rosa Díez. Como
todo se contagia, la invisibilidad de Javier Fernández, su medianía y su nada,
se traslada a la Comunidad que dirige. UPyD puede tener en las próximas
elecciones, donde no habrá mayoría absoluta, más escaños que los partidos
nacionalistas y, como no son rojos asilvestrados como Izquierda Unida, pueden
pactar con quien gane un programa de Gobierno homologado y ortodoxo. Y esa es
la noticia, la crónica del partido que puede formar Gobierno. Asturias de
momento sigue sumergida en España como papel que se sumerge en el agua y Javier
Fernández sigue siendo un rumor, apenas sombra de los vivos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario