En el balcón de Génova Rajoy salió a saludar con gesto de entréme donde no
supe y quedéme no sabiendo, mientras Esperanza Aguirre, a la derecha, bien a la
derecha, callaba con gesto severo, toda ciencia trascendiendo. Ganó las
elecciones, pero tiene a la mayoría del parlamento en contra. En el PSOE cunde
un despiste parecido. Pedro Sánchez rebajó sustancialmente los peores
resultados de la historia de su partido. En vez de segundo, el partido ya es un
segundón, que pierde tajadas de votantes sustantivas de elección en elección. Y
encima hay combinaciones que lo podrían hacer presidente. Tanto sentido tendría
que Sánchez dimitiese, como que buscase apoyos para ser presidente. O las dos
cosas a la vez. O darse de baja en el PSOE y presentarse a Errejón como
independiente de prestigio para asumir la Presidencia. No es de extrañar que
César Luena llegase mareado al día siguiente a la SER y largase aquello de que
“ante el hundimiento del PP, el PSOE ha aguantado bastante bien” (?). Habría
dormido poco.
El Parlamento salido de las elecciones es como un espejo al que se hubiera
dado un puñetazo. Es el régimen hecho añicos. Es una foto movida, de algo que
está en tránsito. Los dos partidos más votados se parecen cada vez menos al
país y el país se va de ellos. Las elecciones captaron ese momento transeúnte.
El Parlamento es un galimatías sin solución. Con sus peores resultados, el PSOE
es la clave de cualquier arreglo. Y lo único que puede hacer Sánchez es no
hacer nada porque sólo puede hacer dos cosas y las dos desgarran el partido.
Una es buscar el poder mirando hacia Podemos y entonces la tirantez interna le
abriría al PSOE una hernia del tamaño del desfiladero del Cares. Felipe
González desplegaría sus alas movilizando a sus enviados a este lado del
Atlántico y Susana Díaz agitaría el aparato bajo sus pies. Susana Díaz,
descrita por el ABC como catedrática
en maquinaria interna y especialista en aparato, está inyectando en la
situación las típicas simplezas de argumentario de aparato (“ya no hay café
para todos, sólo para Colau”) y así consigue a la vez complicar las inevitables
negociaciones de Sánchez con Podemos, seguir enredando la cuestión catalana
agitando topicazos cutres y debilitar la autoridad de Sánchez en el partido. El
tipo de cosas a las que se dedican los catedráticos en maquinaria interna. La
otra cosa que puede hacer el PSOE es dar el poder al PP por responsabilidad de
Estado. Esto desmoralizaría a sus bases, lo separaría de sus electores y haría
del partido un terrón de azúcar en la taza del PP.
El PP tiene pocas opciones. Con estos resultados, una coalición con el PSOE
ya no sería una “Gran Coalición”. Tendría además que deshacer demasiadas leyes,
modificar demasiadas conductas y entregar demasiadas cabezas para que el PSOE
pudiera pactar sin desalentar a sus bases. Con Ciudadanos no tiene suficientes
votos. Y ni PP ni PSOE deberían pensar en nuevas elecciones. Podría parecer que
una nueva convocatoria favorecería al PP y a Podemos. Al PP ya se le echó en
estas elecciones toda la porquería a la cara y es dudoso que en una nueva
campaña se le pudiera hacer más daño electoral. Podría pensarse que quizás
recuperase votos porque, tras una situación de bloqueo, ganaría predicamento el
voto útil y por la estabilidad. Pero las divisiones internas del PP son
evidentes. Aznar desembarcó para controvertir abiertamente a Rajoy. El careto
de Esperanza Aguirre admite pocas dudas. Unas nuevas elecciones provocarían
cruce de espadas que debilitaría al PP. Al PSOE cabe pensar que en unas nuevas
elecciones le ocurriría lo mismo que en las demás: seguir cayendo. No imagino
cuál sería el eje de una nueva campaña. El PSOE no dejará de bajar mientras no incorpore
a su discurso una autocrítica intensa y se le siga asociando en maneras y malas
prácticas con el PP. En las actuales circunstancias sólo puede mejorar si logra
el gobierno. Las demás posibilidades lo desfallecen. Ciudadanos agotó su
discurso y su oferta. A tan corto plazo, sólo podría intentar mantener lo
obtenido. El único partido con muchas posibilidades de crecer es Podemos. Su
base electoral no está espacialmente más descompensada de lo que está la del
PSOE. Está muy cerca del PSOE en todas partes y sólo el efecto de la ley
D’Hondt en sitios pequeños le apartó de más diputados. Un leve crecimiento de
un par de puntos, algo muy a su alcance, dispararía su representación y
deprimiría la del PSOE.
Por eso un adelanto electoral sólo serviría para darle a Podemos esa famosa
centralidad y las demás posibilidades son imposibles aquí y ahora. Pero nada
tiene que resolverse aquí y ahora. Hay un plazo, en ese plazo las cosas se
mueven y son esperables dos tendencias. Una es mirar con atención la evolución
de las encuestas. Sólo si se detectara un debilitamiento de Podemos se iría a
un adelanto electoral. Si no es así, la otra tendencia será la de una presión
creciente desde dentro, pero también desde fuera, sobre Pedro Sánchez para que
permita el gobierno del PP o forme parte de él.
La mayoría absoluta del PP en el Senado merece atención. Obviamente no
ocurrió por el encanto de los candidatos del PP (Ovidio Sánchez, por el amor de
Dios). Esta cámara es percibida como un momio de los partidos y tal percepción
parece provocar un rechazo más firme en la izquierda que en la derecha. Pero
además desde siempre, y seguramente por esta impresión, las papeletas del
Senado fueron siempre propicias para que la izquierda echase una cana al aire. En
el Senado nunca fue raro que los votantes de izquierda pusieran cruces en
varios partidos, incluidos partidos extraparlamentarios, con los que el votante
hipercrítico se permitía un minuto de radicalidad y segunda juventud. Algo de
todo esto tuvo que haber para que el resultado fuera tan llamativo.
En Asturias, los resultados del Parlamento nacional gotean sobre la
situación interna, atascada en los presupuestos y la gobernabilidad. El
Principado y el ayuntamiento de Gijón se quedan sin presupuestos. En el
Principado el PSOE truena por la falta de apoyo de Podemos y el perjuicio de la
prórroga para la región. En Gijón es el PSOE el que niega el apoyo y provoca la
prórroga, pero aquí dice que la prórroga es un problema menor que no paraliza
la gestión. El apoyo a los presupuestos es el apoyo político de más alcance que
se puede dar a un gobierno. Es normal que, de entrada, el PSOE no sea un aliado
de Foro. Y es normal que una alianza del PSOE con Podemos sea problemática y
requiera trabajo. Recordemos que Javier Fernández aún no dio ninguna
explicación del caso Villa, por ejemplo (le habrá salido rana sin más, como a
Esperanza Aguirre). El PSOE está iracundo porque Podemos no apoya los
presupuestos. Algunos llevamos meses iracundos viendo que el Presidente no hizo
absolutamente nada para entenderse con Podemos, cuando no tiene otro apoyo
posible para gobernar, y viendo que llegaría la hora de los presupuestos sin
acercamientos políticos, como si la gobernabilidad consistiera en un parcheo a
última hora de unos presupuestos ya hechos. Como digo, los resultados
electorales se filtran y humedecen todo esto. El PSOE, que ya había perdido en
las autonómicas la mitad de sus votos, volvió a bajar. Es interesante que en
Gijón, donde en general no fue bien vista la actitud de XSP, sin embargo Podemos
adelantó en votos al PSOE. Y en Oviedo y en Avilés. Es notable la falta de
reacción del PSOE en el Principado ante una tendencia tan evidente.
Como digo, la foto de estas elecciones es una foto movida. Es la foto de
partidos hegemónicos en descomposición y partidos emergentes sin cuajar. La
forma real del país está en la calle, muy lejos de los aparatos de los partidos
y de la mirada de catedráticos en maquinaria interna.