Todo es cuestión de oportunidad. Soria había convertido a España en el
hazmerreír internacional por el impuesto al sol y había ocurrido lo mismo que
con otras tropelías del Gobierno: nada. Los papeles de Panamá no dicen nada que
no supiéramos: que el que tiene algo de dinero en España tiende a delinquir; y
que Europa, regida por quienes tienen algo de dinero, pide sacrificar a los más
débiles antes que ajustar las cuentas con los que tienen algo de dinero. Todo
era sabido. Pero llegaron en mal momento y, tras los consabidos ataques de
aturdimiento de los que están forrados, que nunca saben nada, el aturdido señor
Soria tiene que dimitir. De paso nos enteramos de que Aznar tiene cuentas pendientes
con el fisco de más enjundia que aquellas de Monedero que casi hicieron llorar
a Soraya, como un rey moro por Granada, por el daño a los servicios públicos. Y
que en los mismos papeles de Panamá está la hermana de Juan Carlos I, mientras
él sigue aforado en una caja blindada sin privilegios, que lo dijo Felipe
González.
Este tipo de papeles y lances suelen implicar a personajes de esos que
tienen siempre el nombre de la patria en la boca como esas bolas de carne que
los niños malos comedores mantienen por horas sin tragar. Hasta el cabeza de
Manos Limpias, sindicato por Dios y por España donde los haya, resultó ser un
extorsionador. Y por eso mucha gente clama, aparte de por la golfería en sí
misma, por la hipocresía de quienes se pasan el día envueltos en la bandera de
España y después la saquean o incumplen sus deberes con ella. Pero eso es
porque no entienden bien el papel de la patria en los asuntos públicos.
Ante el bloqueo para formar gobierno, los interesados redoblan tambores por
la Gran Coalición, por la atención a lo esencial, por orillar lo accesorio y
centrarse en lo que nos une, en la patria. En la vida pública rara vez se
invoca lo que nos une para unirnos. Cuando se afirma la posición propia
sobreactuando lo común y lo obvio se está intentando sacar del país a alguien
de dentro. Se está intentando no tener que dar cuenta de las actuaciones
propias presuntamente en nombre de lo que nos une. De la patria. No hay nada
más apetecible en las disputas políticas que no tener que razonar y poder excluir
al oponente por algo que está por encima de lo que podamos discutir. Siempre
que se dice en voz muy alta una obviedad de esas que nos une como patriotas
como la repulsa del terrorismo se hace con tres objetivos: desterrar
políticamente a alguien de dentro del país, justificar alguna reducción de
libertades incómodas para el poder y pasar a segundo plano la justificación de
las actuaciones propias.
No hay nada más cómodo que convertir al terrorismo, por ejemplo, en un
debate interno, como si alguien realmente quisiera bombas en el metro de
Madrid. Cuando estallaron las bombas en Bruselas, a Rivera le faltó tiempo para
señalar a Podemos y su negativa a firmar el pacto antiterrorista. Y no hubo
líder del PP que no señalase con el dedo en la misma dirección con las mismas
ganas y alivio que Rivera. Para eso se grita siempre y se sobreactúa lo que nos
une: primer objetivo, señalar a alguien de dentro como ajeno y extraño, en este
caso a Iglesias (e IU, entre otros; pero el que interesaba era Iglesias). Segundo
objetivo: recorte de libertades. El pacto consiste en modificar el código penal
para prohibir más cosas y castigar más. Es evidente que el terrorismo llega
hasta donde llegue su financiación. ETA en tiempos quiso castigar “los
intereses franceses”, pero nunca pudo hacer nada serio contra Francia porque no
tenía estructura (dinero) para eso. La posición de Podemos e IU, entre otros,
no tiene que ver con simpatías con carnicerías: en ese pacto no hay rastro de
actuaciones internacionales en financiación ni exigencias a los países que
financian y sólo hay reducción de libertades internas; pero los señalan porque de
lo que se trata es de excluir. Y tercer objetivo: tratar como menores y de
segundo plano los verdaderos asuntos públicos. El PP, por ejemplo, tiene pocos
argumentos para defender su actuación política: crecimiento de la desigualdad y
la pobreza a cambio de nada porque el déficit y la deuda crecen sin control;
corrupción y saqueos generalizados; reducción de derechos y libertades. Nada de
esto es más importante que el riesgo de bombas terroristas que maten a
inocentes por docenas. Si la disputa interna es si debemos enfrentarnos al
terrorismo o alentarlo, ¿quién va a reparar en bajadas de salarios y saqueos
fiscales? Por eso cada bomba provoca reacciones hacia dentro, como la de
Rivera, y por eso siguen manteniendo en la vida pública a ETA, como si siguiera
existiendo.
Pero no es sólo el terrorismo. En el inicio de las conversaciones para
formar gobierno, nada más acercarse Sánchez a Podemos, irrumpió con furia la
ruptura de la nación. Otra vez la patria y lo que nos une y otra vez para lo
mismo: para dejar fuera a alguien y para no hablar de política de verdad. Nadie
quiere la ruptura de España, qué memez. Hay un problema serio en Cataluña que
no se inventa Podemos y que muchos creemos, y el PSOE en su fuero interno
también, que no tendrá desenlace que no pase por un referéndum. Pero no se
invoca a gritos la patria y lo que nos une para solucionar nada; siempre es
para dividir y ahorrarse la necesidad de razonar y justificar. La economía y la
estabilidad funcionan también como elementos compartidos vociferados para
excluir hacia dentro.
La Gran Coalición (en España; puede que en Alemania el sentido fuera otro)
es un compendio de todo esto. Semejante movimiento será el decreto de que lo
que acuerden PP y PSOE, con Ciudadanos de alcahueta, será por definición la
patria y lo que nos une; y que toda discrepancia será, o bien antiespañola o
antidemocrática, o bien una discrepancia que debe sacrificarse como menor ante
la contundencia de hechos más urgentes. Quien diga que lo de Cataluña requiere
cambios y consulta será antiespañol y quien diga que antes hay que quitar
privilegios y ajustar cuentas a quien tiene dinero que dejar a familias sin
calefacción será antisistema. La Gran Coalición hará un Gran Acuerdo nacional
por la educación. Quien quiera suprimir la enseñanza concertada por la
segregación y desregulación que introduce en la educación estará desviando la
atención de lo urgente y lo importante: el acuerdo en sí mismo, la unidad de
España y la unidad ante el terrorismo. El Gran Acuerdo consistirá en esto y en
otras cosas en dejar las cosas como están o menguadas en derechos.
No hay contradicción en que Bertín Osborne y el tipo ese de Manos Limpias
(ni sé cómo se llama ni falta que me hace) o miembros del Gobierno y Aznar
anden chapuceando nuestro dinero público a la vez que hablan siempre en nombre
de España y la patria. Ellos utilizan el nombre de la patria y de lo que nos
une para lo que la patria y lo que nos une sirven en la vida pública: dividir,
reducir derechos y no tener que justificar los actos propios. ¿Qué
incongruencia hay en encima evadir impuestos? Me parece hasta coherente. Lo que
debe preocuparnos es ese gobierno de Gran Coalición que llegará con el supuesto
de que no tendrá que justificar su política, porque por definición lo que
decidan será un Gran Acuerdo nacional y porque todo, hasta nuestra salud, será
secundario con respecto a lo que nos une. En los próximos meses, cuando oigan
hablar de unidad contra el terrorismo y de la unidad de España, echen mano a la
cartera a ver si les falta algo.
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