Con el mes de mayo, además de las flores, llega el fin de juerga
postelectoral en el que venimos solazándonos desde diciembre. Veamos lo que
tenemos delante.
PP. La vida pública tiene sus paradojas. En una
película española un personaje recién llegado de Cuba le dice a otro cubano sobre
la situación de la isla: “ya sabes, allí si cagas no ves la mierda”. Así son
las cosas. Si enturbias lo suficiente la vida pública, tu bajeza y tu miseria
pueden hacerse invisibles. Rebajar la asistencia a quienes peor se pueden valer
o socavar los servicios esenciales en un país de pesebres, entes corruptos y
privilegios ya hubiera sido una forma injusta de rebajar la deuda y el déficit
público; pero en realidad fue una forma infame de subir la deuda, comerse la
hucha de las pensiones y descontrolar el déficit público. El PP deja un país
empobrecido en dinero y derechos, con una moralidad pública de burdel y una
deuda en crecimiento libre. Una parte esencial de la actividad del PP es el
delito organizado, su corrupción llega al nivel de saqueo y la protección e
impunidad de sus chorizos es abiertamente mafiosa (¿quién puede soportar el
hedor que rodea a Arias Cañete?). Pero, como digo, si ensucias lo suficiente la
basura deja de verse por pura costumbre. El PP no tiene nada dentro de sí que
pueda exhibir. Sólo puede agitar vagamente fantasmas externos (crisis o terrorismo)
y confiar en ser percibido como la única casa en pie donde guarecerse durante
de la tormenta. Así lleva Rajoy inmóvil haciendo de espantapájaros desde
diciembre. El éxito de tan desmedrada táctica es limitado, pero puede ser
suficiente si el hastío llevara a la gente a la abstención en unas nuevas
elecciones.
PSOE. “¿Con qué Podemos quiere pactar Sánchez?” decía
Susana Díaz, cuando en realidad es el PSOE el que está tronzado en cachos de
tanta presión como lo deforma y tira de él en una dirección y otra. Pedro
Sánchez es sólo uno de los harapos, justo el que le toca estar en el sitio
donde suceden las cosas. La preferencia de Sánchez y la calculadora lo llevaban
hacia Podemos e IU, pero el griterío desordenado de los barones, de Felipe
González y el Ibex (valga la redundancia) formaron un cuadro de presiones que
lo dejaron en Ciudadanos, la única opción que es aritméticamente inviable y que
además no puede ensancharse con más apoyos. Pedro Sánchez debería preguntarse
con qué programa se presentaría el PSOE a unas elecciones. El programa de C’s
será el pacto firmado con el PSOE. ¿Cuál será el del PSOE? ¿Se presentará con
el mismo programa que C’s? Y si no es ese, ¿por qué en nombre de ese pacto que
será el programa de C’s y no el suyo se negó a pactar un gobierno de
izquierdas? Será digno de ver el relato de esos barones ruidosos y estériles.
Podemos. Podemos siempre aparece con distorsión y con
desmesura, como reflejado en un espejo cóncavo de esos con que Valle-Inclán ejemplificaba
el esperpento. Claro que por momentos se mostró altanero y amenazante para el
PSOE, y más ocupado en recalcar los trazos de su imagen que de ejercer a fondo
responsabilidades políticas. Pero de Podemos siguen siendo más llamativas las
reacciones que suscita que sus actuaciones directas. Es innegable que el
discurso de Podemos se fue flexibilizando y fue incorporando cesiones. ¿Puede
decir Pedro Sánchez una sola cosa que haya cedido a Podemos y a IU? Ciudadanos
se presentó a esta reunión a tres tan solicitada por el PSOE con la siguiente
propuesta de partida para Podemos. Atención: que apoye sin modificaciones el
texto pactado por C’s y PSOE, que no entre en el Gobierno y que apoye el
Gobierno PSOE – C’s. Es decir que voten lo que les manden y no den la lata. La
prensa más beligerante sigue proyectando que es Podemos el intransigente por
empeñarse en contrapartidas. No es que mientan. Es sólo que exageran unas
verdades y callan otras. Es cierta la frialdad entre Errejón e Iglesias, pero
ni es una verdad para ser días y días noticia de portada, ni es una verdad tan
relevante como la agresión diaria y directa de Susana Díaz a Sánchez, o los
evidentes cismas del PP. Es notable que se considere más grave que Iglesias
relacionara a gobiernos de González con crímenes que el hecho de que
efectivamente los gobiernos de González hayan estado relacionados con crímenes
y que González impute diariamente delitos a Podemos que los jueces archivan una
y otra vez. Maneras aparte, ¿no está poniendo sobre la mesa Podemos problemas
reales de mucha gente que merecen más atención que rastas o chascarrillos?
Fuera de salidas de tono esporádicas, a Podemos le sobran dos rasgos de
estilo. Uno es su manera de entender la transparencia. Este es un atributo que
en la vida pública debe cultivarse como en la vida personal: una vez más, en
diferido. A todos nos resulta enojoso ruborizarnos, no porque queramos ocultar
qué cosas nos producen pudor, sino porque no nos gusta que se nos note en
directo. Los partidos deben ser transparentes, pero con demora, no podemos oír
en vivo cada conversación ni se pueden exhibir permanentemente los movimientos
internos, porque tal exhibición los retroalimenta y los deforma. El otro rasgo
es puramente retórico. Ciertas conductas saludables dejan de serlo cuando se
verbalizan. Es refrescante ver en el Parlamento diputados con pinta de gente
normal. Pero dejan de parecer gente normal cuando el aparato de Podemos nos exhibe
lo normal que es esa gente. A partir de ahí es cuando se crea esa sensación de
postureo. Podemos debe dejar de etiquetar y glosar su propia conducta, porque
da sensación de autocomplacencia.
Ciudadanos. C’s tiene un discurso limitado y una base social
débil. La campaña se le hizo larga por eso, porque una idea fresca
suficientemente repetida acaba pareciendo un calambre. Rivera interpreta bien
el papel de dialogante cuando no se le exige. Cuando se le ataca, se tensa y se
enroca. Y cuando otros ceden y lo ponen en situación de ceder y negociar, de
nuevo su discurso se convierte en un estremecimiento y sus ideas en calambres.
No cedió nada al PSOE en ese pacto tan aireado. Por si alguien tenía alguna
duda, el otro día se negó a votar siquiera un aplazamiento de la LOMCE, que
figura expresamente en el acuerdo. ¿Le quedan dudas a Sánchez? Ahora que
Podemos se aviene a sentarse, ese centrismo tolerante tan fácil cuando no hay
mesa, se convierte en advertencias diarias y negativas. C’s no es un partido
flexible; lo que es flexible en él son las estrategias. El empeño de Sánchez de
incluirlo en un pacto con la izquierda es candoroso. En un entendimiento entre
PSOE y Podemos, si fueran código informático C’s sólo puede ser un virus, un
código que se ejecuta dañando la normal ejecución del resto. Ya lo está siendo
ahora. Si se repitieran elecciones y por el aumento de la abstención fuera
viable un gobierno PP – C’s, se vería cuál fue el papel de C’s: dañar con éxito
el proceso que hubiera llevado a un gobierno viable de izquierdas. Y en ese
caso el PP haría bien en tomar nota de que en un gobierno conservador, C’s no
sería un virus, pero sí un plugin, un
programa que se ejecuta dentro de otro mayor, pero con finalidades propias y
separadas. El PP debería entender lo que no parece ver Pedro Sánchez: que
Rivera sólo es flexible en los medios, no en el fin.
Izquierda Unida. Subió mucho su peso moral. Garzón está siendo el
dignísimo notario sereno en una juerga de borrachos. Su buen hacer podría
restituir en un pacto de izquierdas el peso que la ley electoral le birla a IU
elección tras elección. Con nuevas elecciones, IU puede tener un papel más
importante por una de dos vías. Podría tener algún escaño más que resultara
relevante en una aritmética muy ajustada. O, si las aguas de Podemos e IU
confluyeran (seguramente es ya el momento), el peso ganado en este proceso dará
a IU más color y visibilidad en ese nuevo caudal de confluencia.
Lo gracioso del cuadro es que nunca estuvimos tan cerca los españoles de
los independentistas: acodados en la tribuna y mirando el espectáculo comiendo
pipas.
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