Nuestros diputados se amontonan en el parlamento a granel. El Congreso parece más un almacén de señorías sin envasar que legisladores convenientemente empaquetados en partidos políticos con ideas y propósitos distinguibles. Desde 2015 solo es viable un pacto de izquierdas. Un pacto entre PSOE y Podemos sería una extensión de lo que ya ocurría en ayuntamientos y autonomías con la aprobación de sus votantes. Un pacto entre PSOE y PP sería excepcional y transitorio. Ni se hace en otros niveles del estado ni los votantes querrían que durase. Y un pacto conservador no tenía diputados suficientes. En 2015 PSOE, Podemos e IU tenían 161 diputados. Pero Sánchez cedió a presiones porque no se dio cuenta de que mandaba él. Podemos creyó en el sorpasso y negoció con ansiedad de nuevas elecciones. E IU estaba a verlas venir. La mayoría de izquierdas se fue debilitando y a la vez el bloque conservador se fue desagregando en piezas. Los diputados catalanes son como añicos de una comunidad rota. Y el PNV parece un notario en medio de un guateque. Hoy la coalición de izquierdas sigue siendo la única opción que puede tantear estabilidad. Les une más su debilidad que su buen oficio, pero ahora parecen tener determinación.
Si no fuera por los coscorrones que puedan venir de Cataluña, podríamos apostar a que esa raquítica mayoría de izquierdas se asentaría con menos dificultades de las que parece. C’s tiene pocos coletazos que dar. Vox lleva más empuje que el PP, pero el PP no es C’s. La tensión independentista tiene a la clientela conservadora con la vena hinchada, pero se trata de una parroquia poco aventurera y muy dada a lo previsible. Rajoy los conocía bien. Vox se hizo robusto, C’s casi desaparece y el PP sigue escuálido; aparentemente cambia el tamaño de los sumandos de la derecha, pero poco el resultado final. Pero no es así. Vox envileció la vida pública y el PP puede chapotear en aguas tan sucias y odios con granadas solo por tiempo limitado. Un pacto con Vox no es estable, ni siquiera para hacer oposición. A Vox le pasa como a las partículas físicas sin masa. Una partícula solo puede carecer de masa estando en movimiento y a la velocidad de la luz. No se puede estar quieto sin masa. Vox solo tiene masa y existencia en el ruido, la provocación y la bronca. Fuera de mentiras sórdidas de Trece Rosas violadoras o niños pobres extranjeros amenazando a la raza, fuera de ser el partido de los maltratadores y el partido de la inquisición en la escuela, fuera de esos fangos de furia extremista, Vox sería como un fotón que se parase: no existiría. Articularon bien su propaganda haciendo palanca sobre el cóctel de emociones negativas que trajo el enredo catalán y la desorientación política, pero tienen que seguir escandalizando para hacer que los suyos sigan dando voces y haciendo el ridículo en los chigres. Solo tienen masa en el alarido. No será fácil para el PP dejar que se les vea juntos.
Empresarios, banca e Iglesia están especialmente aulladores y destemplados. Se les suma ahora un manifiesto, «La España que reúne», un intento más de impedir el gobierno de izquierdas. El manifiesto seguramente tendrá poco efecto, pero es interesante lo que refleja. El manifiesto pide la vuelta al centro y a la moderación con un gobierno de PSOE, PP y C’s. La altura de miras de algunos personajes consiste en que para la formación de gobierno las elecciones sean el pase infantil y que, después de que el pueblo haya votado, los adultos se queden para tomar las decisiones serias. Se vote lo que se vote, los partidos serios son los que ellos deciden de antemano que son los serios. No importa que las derechas se junten en una manifestación desmirriada en Colón por la patria y contra Sánchez. La propaganda y las elecciones eran el pase infantil y el manifiesto se dirige a los adultos.
En el cóctel del manifiesto hay gentes de derechas que dicen lo que dicen siempre. Los momentos difíciles para la patria son los momentos en que no gobiernan y en momentos difíciles siempre piden al PSOE que en los grandes temas tenga la sensatez y moderación de hacer exactamente lo que ellos digan. En esa gran coalición, ¿qué cedería el PP en educación, seguridad o impuestos? Pero también hay gentes nominalmente de izquierdas entre los sensatos que reúnen España. Y a veces las palabras dichas en voz alta hacen estruendosas las palabras que se callaron. Si piden ahora moderación, es que consideraron moderados los tiempos en que Rajoy succionaba el dinero de los servicios públicos y de los salarios para cubrir los desmanes bancarios, ondeaban las banderas a media asta en Semana Santa, los obispos cogían a dos manos decenas de miles de propiedades que no eran suyas, aparecía la cadena perpetua y se limitaban las libertades con una ley mordaza que causó sobresalto en Europa. También callaron cuando partidos sensatos pactaron con la ultraderecha. Nunca se pactó con partidos independentistas medidas independentistas, pero sí se están pactando con la ultraderecha medidas fascistas (listas de funcionarios a cargo de servicios públicos que no les gustan o inquisición ultracatólica en las escuelas, por ejemplo). Pero a los izquierdistas sensatos lo que les da respingo es un gobierno de izquierdas. Para los despistados: a) no hay noticia de ninguna medida heterodoxa en las cocinas izquierdistas; b) nunca en países parecidos al nuestro un gobierno despeñó a su país por empeñarse en un programa irrealizable o en una batalla que no pueden ganar (recuerden a Tsipras). La única noticia es que quizá sea un gobierno de izquierdas.
En ese cóctel de sensatez hay reaccionarios de corazón. Hay personajes oscuros que mueven intereses complejos. Y hay gente dicha de izquierdas que se fue haciendo mayor, que fue perdiendo el sitio en el que creían estar y que sienten como un ataque cada suceso que desafía sus certezas o su estatus. Reaccionan como un erizo contra los tiempos y sin darse cuenta solo se encuentran en zapatillas con la derecha y en los medios de la derecha. Ahí está el pobre Alfonso Guerra alzando su voz solo contra la inhumación de Franco, contra las críticas al Rey por el bochorno de Botswana, a favor de C’s y su 155 en Cataluña y contra la ley de la violencia de género, como si esta ley tipificase al varón como agresor y no a la mujer como víctima de una violencia con patrón. Pero también tiene adhesiones que merecen un comentario más amplio en otro momento. Siempre somos más reactivos a unas cosas que a otras y no siempre lo que más reacción nos genera es lo más importante. Puede que alguien esté irritado con los patinetes eléctricos o esté harto de los perros y sus dueños, o de los niños pequeños y sus padres. Es humano que sea así, pero no que quien nos toque en ese punto débil nos haga sentir que tiene razón «en parte» y a partir de ahí darle toda la razón. Algo de eso hay en izquierdistas muy reactivos con ciertas debilidades y no se enteran de cuándo pasan al lado oscuro con compañías reaccionarias.
El manifiesto se redacta como conviene a la propaganda. Puedes tratar a tu público como idiota, pero tienes que hacer que se sienta inteligente. Tienes que darles lenguaje simple y en cliché que puedan repetir para que se sientan informados. Y darles vocabulario moral para que escondan tras él sus prejuicios y sus picos sectarios. Lo que trascendió del manifiesto abunda en altura de miras, sensatez, moderación y momentos graves y decisivos. Como dije, seguramente el manifiesto será inane porque sus promotores tienen tribuna, pero no predicamento. Pero sí es un buen escaparate de la inquietud al hecho simple de que pueda gobernar una coalición de izquierdas. Es un buen día para recordar que gritar lo común para distinguir la postura propia es reaccionario. No es reaccionaria la oposición a un gobierno de izquierdas, pero sí si es por España, la bandera o la Constitución. Parte de la letra y mucho del espíritu de la Constitución se abandonó desde tiempos de Rajoy en nombre de la sensatez. El tamtam de la España que reúne y de la histeria empresarial y eclesial hace honor al día de hoy: en lo que les conviene, puentean la Constitución.
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