Groucho se
negaba a ingresar en un club que admitiera como socio a alguien como él. En
cambio Wert quiere cambiar la forma de la democracia para que quepa gente como
él. Si el Tribunal Supremo dice que es ilegal pagar con el dinero de todos la
educación “diferenciada” por sexos, pues Wert cambiará la ley que lo hace
ilegal para que sea legal que paguemos todos la educación de gente como él. Esperanza
Aguirre llamó talibana e intransigente a Trinidad Jiménez porque esta había
dicho que defender la financiación pública de los colegios que segregan a los
alumnos por sexo era una horrible vuelta al pasado. No pretendo insinuar que
Trinidad Jiménez tenga ideas dignas de comentario (ni de otro tipo). Ni tampoco
hablar desde el principio de la educación “diferenciada” (sólo al final, un
poco). Me interesa más empezar por la tolerancia reclamada por Esperanza y a
punto de ser garantizada por Wert. Porque de tanto en tanto conviene que nos
recitemos las cosas básicas para no perder la orientación.
La idea es muy
simple. La educación diferenciada es una opción que no se impone a nadie. Si el
estado paga la educación a quien la quiere pública y laica y también a quien la
quiere privada y religiosa, qué razón puede haber para negar esa misma financiación
a quien quiere separación de sexos. La objeción sólo puede ser ideológica:
simplemente hay gente que no está de acuerdo con separar a niños y niñas en los
colegios. Y ahí aparece la tolerancia. Los demócratas admiten que la gente
piense y viva de manera diferente a uno mismo. Las “talibanas” e intransigentes
son quienes quieren excluir del juego social a quienes piensan distinto. Ya.
La tolerancia y lo
intolerable
Una parte de la convivencia consiste en el delicado juego de inhibiciones y desafectaciones, es decir, de respeto y tolerancia. El respeto es la inhibición que cada uno acepta en su conducta espontánea por la repercusión que pueda tener en otros. La tolerancia es la capacidad que cada uno desarrolla de no afectarse por lo que hagan o sean los demás. Si el vecino de arriba tira sus huesos de pollo por la ventana y caen sobre nuestro tendal, apelaríamos al respeto. Si alguien tiene alguna objeción moral a que una moza lleve minifalda, apelaríamos a la tolerancia. Siempre es discutible donde hay que poner el dial. A Canal Plus le parece una cuestión de respeto el no emitir la película porno de los viernes el día de Viernes Santo. A mí me parece una cuestión de tolerancia el que la emitan. Lo pongamos donde lo pongamos, está claro que la tolerancia es un componente de la democracia (quiero decir, de una democracia que sea tan “legítima” como las violaciones del congresista Todd Akin). Y está claro que lo que reclaman Wert y Esperanza Aguirre es ciertamente tolerancia. Ni está mal usada la palabra ni es irónica. Nos reclaman la desafectación por las manera ajenas característica de la tolerancia.
La pluralidad es
inherente a la democracia y también que dirimamos nuestras diferencias mediante
votaciones y formación de mayorías. Y bla, bla. Pero no olvidemos la cara b del
disco. Es propio de una democracia “legítima”: a) que no todo esté en discusión; b) que el que pierda no lo pierda todo,
que sea asumible ser minoría. Si a
entonces b: será asumible perder si
no todo estaba en discusión. Mis hijos no están bautizados. Puedo aceptar que
gane el PP las elecciones, a mi pesar, si no tenían en su programa que los no
bautizados perdieran sus derechos civiles y su ciudadanía. Pero esa posibilidad
(es un ejemplo) no estaba en discusión, los derechos de mis hijos no dependían
de quién ganara y, por eso, puedo aceptar mi derrota electoral (es una manera
de hablar). Lo que estoy diciendo es la obviedad de que cualquier democracia se
basa, no sólo en la pluralidad, sino en una serie de continuidades garantizadas.
En definitiva, algunos principios, en realidad muchos, deben funcionar en la
sociedad como si fueran permanentes.
No es que lo sean, pero deben ejercerse como si lo fueran. El presente debe
tener cierto espesor, no puede ser todo tan fluido que cada día haya que
decidir las fronteras de los países, el domicilio que nos acoja por la noche o
si realmente la raza negra es una raza de humanos.
Por eso, la
tolerancia que debe respirarse en una democracia sencillamente tiene límites.
No olvidemos lo que dijimos antes: tolerancia es desafectación, no concernirse
por lo que otro sea o haga. Pero no puede ser que nada nos afecte ni nos
concierna. Nos debe afectar que alguien torture a alguien. O que alguien
pretenda rebajar derechos a los no bautizados o a las personas de raza negra.
Si alguien pretendiera tal cosa, podría pedir tolerancia: tú no eres racista, yo sí, debemos caber todos, esto es
una sociedad plural. Pero no siempre un aumento de la tolerancia mejora la
democracia si lo que se tolera, aquello
sobre lo que nos desafectamos, vulnera derechos o menoscaba a personas. En democracia hay cosas intolerables.
Conviene repetir esta obviedad ahora que se pide tolerancia para la “opción” de
no pagar sueldos en vacaciones, no mantener un sistema público de instrucción y
atención médica y considerar a los parados como gandules parásitos.
Segregación
Fin de la perorata ideológica. El Papa Pío XI escribió una famosa encíclica, allá por 1939, sobre educación llena de lindezas. La “coeducación” (educación mixta) se presenta como un método “erróneo y pernicioso”, porque la convivencia entre sexos sólo se hace perfecta y conforme al celestial concepto del Creador en el matrimonio y a él debe reducirse. Especial hincapié se hace en la separación durante los ejercicios físicos, en los que debe cuidarse “particularmente de la modestia cristiana en la juventud femenina, de la que gravemente desdice toda exhibición pública”. Esta es la base de la educación “diferenciada” por sexos. Es un precepto de un credo religioso, radical a ojos de la mayoría. Pero así dicho, sin duda no hay por qué prohibir colegios masculinos o femeninos (privados), pero desde luego no se puede pagar con el dinero de todos lo que no deja de ser una práctica religiosa visiblemente alejada del entendimiento común (la gente no ve impurezas en la co-presencia de hombres y mujeres fuera de la estructura matrimonial). Pero, claro, no es esto lo que se dice.
La gente ya entendió hace tiempo que los credos
religiosos son cosa de cada uno. Y también las leyes y los fallos judiciales.
Por eso los practicantes religiosos radicales ya no razonan desde el dogma religioso.
Intentan sortear la ley y el convencimiento común diciendo que no cuestionan la
teoría de la evolución desde el creacionismo, sino desde “el diseño
inteligente”, que es una teoría “científica”. Discuten leyes del aborto en
nuestro parlamento, no desde la idea cristiana del comienzo de la vida humana,
sino desde “los traumas y secuelas psíquicas” de la madre (esto en la
legislatura pasada; Gallardón es todavía más tonto). Y no quieren separar a
niños y a niñas por no sé qué encíclica, sino porque la ciencia “demostró” el
dimorfismo de sus cerebros, sus distintos modos de maduración emocional y sus
distintas aptitudes genéticamente determinadas. La Concapa habla del desarrollo
lingüístico de las niñas y de la superior capacidad de abstracción y razonamiento
matemático de los chicos. Así es como se presenta como una opción pedagógica,
científicamente fundamentada, digna de la “tolerancia” de una democracia.
Y así es como en nombre de la tolerancia el señor
Wert me quiere hacer ver que, puesto que tengo una hija y un hijo, mi
descendencia es cerebralmente dimórfica, emocionalmente discontinua y aptitudinalmente
heteróclita. El principio de “iguales pero separados” nunca sirvió que los
separados fueran iguales. La diferenciación fue siempre segregación. Siempre
que se separó a blancos de negros o a hombres de mujeres fue para que tuvieran
destinos distintos y siempre un destino era mejor que el otro. El que todos los
grupos activos en la segregación por sexos sean del Opus Dei y de extremistas
religiosos indica que el fundamento es religioso integrista y que el barniz técnico
con que lo presentan para pedir tolerancia es como los diálogos de Star Trek: verborrea paracientífica. ¿De
verdad vamos a discutir otra vez si las mujeres hablan como cotorras y los paisanos
planifican y hacen números? Pagar con el dinero de todos la segregación por
sexos en la escuela, o cualquier otro radicalismo religioso, es INTOLERABLE. Porque esto es una democracia.
y punto pelota...
ResponderEliminarole!
GRANDE, JEFE, GRANDE ;)
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