Muchos
profesionales se cobijan en un almacén. Le preguntan a un relojero si su
trabajo requiere destreza y precisión manual. El relojero dijo la verdad. Se le
llevó a un quirófano donde yacía anestesiado un enfermo de corazón. Se le dio
bisturí y se le obligó a intervenir. Ocurrió lo que tenía que ocurrir y el
relojero retornó cabizbajo al almacén. Se decía que había matado a un hombre. A
un profesor se le preguntó si su trabajo se hacía hablando y exponiéndose a un
auditorio. También asintió. Volvió abochornado al almacén. Se había visto de
pronto en una obra de teatro, con una sala completa de público, y un papel
principal que interpretar. Por razones parecidas un camarero tuvo hacer los
planos de un rascacielos y un fontanero dirigió unas maniobras de la Armada.
Es el problema
de las medias verdades. No son realmente verdades y tienen de problema lo que
tienen de engaño. Pero tienen siempre algo de provisional, como si fueran un
trozo de verdad en trance de completarse en una verdad propiamente dicha y por
eso las aceptamos como válidas en
espera de que se completen. Luego nos olvidamos y la falsedad se acomoda y hace
su trabajo. Que un relojero tiene un trabajo manual de precisión o que un
profesor habla ante una audiencia es verdad, pero no toda la verdad; ni uno
puede operar ni otro ser actor.
Todo esto es una
manera de hablar porque no ocurrió. Lo que sí está ocurriendo es que en el
diccionario hay malestar. Las palabras esperan apretujadas listas para ser
habladas y decir lo que llevan consigo. Y últimamente algunas vuelven
cabizbajas al diccionario. Cuando las dicen y salen esperando referirse a
alguna de las cosas que ellas saben significar, de pronto se encuentran ante
cosas y hechos extraños a los tienen que violentar porque las palabras no saben
no decir y no pueden dejar de significar. Luego la gente dice cosas de ellas,
las llama eufemismos, manipulación y hasta algunos dicen que matan, que hay
palabras que matan. Algunas vuelven a su fila del diccionario deformadas ellas
mismas por su esfuerzo de acomodarse a la idea de quien las pronunció, como un
martillo ya muy trabajado que hubiera cogido holgura.
La palabra reforma es una de las que más se quejan,
aprovechando esos ratos que tienen libres las palabras cuando la gente se
calla. Reforma dice que lleva consigo
la idea de acción y de cambio sobre algo que ya presenta deterioro y dice que eso
a la gente le gusta. Además tiene acompañantes que le dan carisma. Según qué
parte de su concepto tomemos, tiene como antónimo inmovilismo, y eso la hace parecer mejor porque a la gente no le
gusta el inmovilismo. que deja que las cosas se deslustren y se vengan a menos.
Como dio permiso a los sufijos para formar un adjetivo, desarrolló el pariente reformista, que también gusta a la gente
porque las personas reformistas son activas y dinámicas. Así que
últimamente la pronuncian para todo lo que se haga. Obligan a reforma a salir del diccionario y se
topa con gente a la que quitan el trabajo, la casa, el médico o la pensión. Reforma sólo sabe posarse sobre las
cosas diciendo que son cambios dinámicos para mejorar algo, con lo que no puede
evitar retorcer el dolor de la gente. Luego vuelve a la r del diccionario estresada y avergonzada de las cosas que se dicen
de ella.
Profundizar se suma a la conversación, porque, como en parte dice algo de intensificar o llevar más allá algo, la usan para radicalismos y extremismos. “Que un relojero sea diestro en manipulaciones de precisión y tenga en común eso con un cirujano no los hace semejantes e intercambiables” —dice— “porque su pericia en la exactitud de movimientos es sólo parte de lo que es un relojero. Me usan” —sigue profundizar— “como si lo que tengo en común con radicalizar fuera todo lo que significo. Así las palabras acabaremos siendo el velo que cubre la realidad en vez de lo que la muestra y hace patente”. Parecida inquietud manifestaron, subsidio, equilibrio, flexibilidad, aflorar, viable, movilidad, incentivar y muchas otras.
Profundizar se suma a la conversación, porque, como en parte dice algo de intensificar o llevar más allá algo, la usan para radicalismos y extremismos. “Que un relojero sea diestro en manipulaciones de precisión y tenga en común eso con un cirujano no los hace semejantes e intercambiables” —dice— “porque su pericia en la exactitud de movimientos es sólo parte de lo que es un relojero. Me usan” —sigue profundizar— “como si lo que tengo en común con radicalizar fuera todo lo que significo. Así las palabras acabaremos siendo el velo que cubre la realidad en vez de lo que la muestra y hace patente”. Parecida inquietud manifestaron, subsidio, equilibrio, flexibilidad, aflorar, viable, movilidad, incentivar y muchas otras.
Pero a la que se
veía de verdad preocupada era a bienestar.
Había hecho una agrupación con estado
y las dos estuvieron de acuerdo en dejar de significar por sí solas y que estado de bienestar significara como si
fuera una sola palabra. Decía que esa expresión, estado de bienestar, no era como las demás. “A vosotras
—continuaba— os hicieron eufemismos y manipulación. Pero nosotras somos,
digamos, más pura sangre: estado del
bienestar nacimos ya eufemismo.” Las otras palabras se descolocaron un poco
de sus filas tratando de ver cómo es eso de nacer ya eufemismo sin que nadie la
fuerce o la dé de sí. “Una especie —decía— con una mayoría de individuos
egoístas es inviable, porque se autodestruiría. Una especie con mayoría de
altruistas y amables tampoco, porque en ella medraría la minoría egoísta y
acabaría siendo una especie del primer tipo. Tiene que darse cierta dosis de lo
uno y lo otro para que haya estabilidad y no debacle. Si el reparto social es
muy desigual, la situación es inestable y la minoría favorecida puede no vivir
bien si vive en guerra. Los que tienen más no pueden tenerlo todo; los que tienen
menos tienen que tener suficiente para que haya paz, sin la que nadie vive
realmente bien. O al menos tener eso en el pensamiento: una sociedad que busca
que el aire sea respirable hasta para el que menos tiene. No es bienestar el
concepto del que somos portadores. Es PAZ. Como nacimos eufemismo, nadie se da
cuenta y en vez de usarnos para engañar a otros se engañan quienes nos
pronuncian. No es el estado del bienestar lo que se destruye. Es la PAZ. El
estado de bienestar no es justo, es estable, es el equilibrio pacífico. Dicen
que hay que rebajar el estado de bienestar sin darse cuenta de que realmente se
refieren a que hay acercarse un poquito más a la guerra. Y nos pasamos el día
encubriendo una declaración de guerra. Y no nos gusta hablar mucho de esto. Por
un lado, la guerra está mal, pero, siendo eufemismo en origen … ¿y si nos
hacemos impronunciables?”
Mañana es
viernes y el Gobierno hará públicas nuevas medidas. Cada vez que cojo el
diccionario noto calambres. A saber la agitación que habrá ahí dentro.