jueves, 25 de abril de 2013

Inquietud en el diccionario



Muchos profesionales se cobijan en un almacén. Le preguntan a un relojero si su trabajo requiere destreza y precisión manual. El relojero dijo la verdad. Se le llevó a un quirófano donde yacía anestesiado un enfermo de corazón. Se le dio bisturí y se le obligó a intervenir. Ocurrió lo que tenía que ocurrir y el relojero retornó cabizbajo al almacén. Se decía que había matado a un hombre. A un profesor se le preguntó si su trabajo se hacía hablando y exponiéndose a un auditorio. También asintió. Volvió abochornado al almacén. Se había visto de pronto en una obra de teatro, con una sala completa de público, y un papel principal que interpretar. Por razones parecidas un camarero tuvo hacer los planos de un rascacielos y un fontanero dirigió unas maniobras de la Armada.
Es el problema de las medias verdades. No son realmente verdades y tienen de problema lo que tienen de engaño. Pero tienen siempre algo de provisional, como si fueran un trozo de verdad en trance de completarse en una verdad propiamente dicha y por eso las aceptamos como válidas en espera de que se completen. Luego nos olvidamos y la falsedad se acomoda y hace su trabajo. Que un relojero tiene un trabajo manual de precisión o que un profesor habla ante una audiencia es verdad, pero no toda la verdad; ni uno puede operar ni otro ser actor.
Todo esto es una manera de hablar porque no ocurrió. Lo que sí está ocurriendo es que en el diccionario hay malestar. Las palabras esperan apretujadas listas para ser habladas y decir lo que llevan consigo. Y últimamente algunas vuelven cabizbajas al diccionario. Cuando las dicen y salen esperando referirse a alguna de las cosas que ellas saben significar, de pronto se encuentran ante cosas y hechos extraños a los tienen que violentar porque las palabras no saben no decir y no pueden dejar de significar. Luego la gente dice cosas de ellas, las llama eufemismos, manipulación y hasta algunos dicen que matan, que hay palabras que matan. Algunas vuelven a su fila del diccionario deformadas ellas mismas por su esfuerzo de acomodarse a la idea de quien las pronunció, como un martillo ya muy trabajado que hubiera cogido holgura.
La palabra reforma es una de las que más se quejan, aprovechando esos ratos que tienen libres las palabras cuando la gente se calla. Reforma dice que lleva consigo la idea de acción y de cambio sobre algo que ya presenta deterioro y dice que eso a la gente le gusta. Además tiene acompañantes que le dan carisma. Según qué parte de su concepto tomemos, tiene como antónimo inmovilismo, y eso la hace parecer mejor porque a la gente no le gusta el inmovilismo. que deja que las cosas se deslustren y se vengan a menos. Como dio permiso a los sufijos para formar un adjetivo, desarrolló el pariente reformista, que también gusta a la gente porque las personas reformistas son activas y dinámicas. Así que últimamente la pronuncian para todo lo que se haga. Obligan a reforma a salir del diccionario y se topa con gente a la que quitan el trabajo, la casa, el médico o la pensión. Reforma sólo sabe posarse sobre las cosas diciendo que son cambios dinámicos para mejorar algo, con lo que no puede evitar retorcer el dolor de la gente. Luego vuelve a la r del diccionario estresada y avergonzada de las cosas que se dicen de ella.

Profundizar se suma a la conversación, porque, como en parte dice algo de intensificar o llevar más allá algo, la usan para radicalismos y extremismos. “Que un relojero sea diestro en manipulaciones de precisión y tenga en común eso con un cirujano no los hace semejantes e intercambiables” —dice— “porque su pericia en la exactitud de movimientos es sólo parte de lo que es un relojero. Me usan” —sigue profundizar— “como si lo que tengo en común con radicalizar fuera todo lo que significo. Así las palabras acabaremos siendo el velo que cubre la realidad en vez de lo que la muestra y hace patente”. Parecida inquietud manifestaron, subsidio, equilibrio, flexibilidad, aflorar, viable, movilidad, incentivar y muchas otras.
Pero a la que se veía de verdad preocupada era a bienestar. Había hecho una agrupación con estado y las dos estuvieron de acuerdo en dejar de significar por sí solas y que estado de bienestar significara como si fuera una sola palabra. Decía que esa expresión, estado de bienestar, no era como las demás. “A vosotras —continuaba— os hicieron eufemismos y manipulación. Pero nosotras somos, digamos, más pura sangre: estado del bienestar nacimos ya eufemismo.” Las otras palabras se descolocaron un poco de sus filas tratando de ver cómo es eso de nacer ya eufemismo sin que nadie la fuerce o la dé de sí. “Una especie —decía— con una mayoría de individuos egoístas es inviable, porque se autodestruiría. Una especie con mayoría de altruistas y amables tampoco, porque en ella medraría la minoría egoísta y acabaría siendo una especie del primer tipo. Tiene que darse cierta dosis de lo uno y lo otro para que haya estabilidad y no debacle. Si el reparto social es muy desigual, la situación es inestable y la minoría favorecida puede no vivir bien si vive en guerra. Los que tienen más no pueden tenerlo todo; los que tienen menos tienen que tener suficiente para que haya paz, sin la que nadie vive realmente bien. O al menos tener eso en el pensamiento: una sociedad que busca que el aire sea respirable hasta para el que menos tiene. No es bienestar el concepto del que somos portadores. Es PAZ. Como nacimos eufemismo, nadie se da cuenta y en vez de usarnos para engañar a otros se engañan quienes nos pronuncian. No es el estado del bienestar lo que se destruye. Es la PAZ. El estado de bienestar no es justo, es estable, es el equilibrio pacífico. Dicen que hay que rebajar el estado de bienestar sin darse cuenta de que realmente se refieren a que hay acercarse un poquito más a la guerra. Y nos pasamos el día encubriendo una declaración de guerra. Y no nos gusta hablar mucho de esto. Por un lado, la guerra está mal, pero, siendo eufemismo en origen … ¿y si nos hacemos impronunciables?”
Mañana es viernes y el Gobierno hará públicas nuevas medidas. Cada vez que cojo el diccionario noto calambres. A saber la agitación que habrá ahí dentro.

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