El cierre de los presupuestos en Asturias es, efectivamente, un cierre. Una liquidación en toda regla. Las decisiones políticas y ejecutivas más importantes de 2014 serán una reposición de las tomadas en 2013, como si fueran una serie barata en un canal televisivo de poco presupuesto.
Sus Señorías, no sin esfuerzo,
lograron pactar sus salarios en reuniones habidas antes y después de las
vacaciones veraniegas. Debió haber diferencias entre ellos, pero desde el
principio sabían que aquello no podía quedar sin hacer. Todos sabían además que
sobre sus emolumentos tenían que coincidir en lo esencial, así que se dejaron
de partidismos miopes, renunciaron a todo protagonismo y todos a una, como
Fuenteovejuna, dieron al mundo un ejemplo de actitud constructiva y llegaron a
un acuerdo unánime, sin vencedores ni vencidos, sin mayorías ni minorías. Por
alguna grieta debió entrar algún soplido de la irritación pública con sus
exenciones fiscales, sus kilometrajes y sus privilegios y no lo olvidaron en la
retórica con la que hicieron públicos sus acuerdos. Por eso insistieron en que ahora
sí iban a pagar IRPF por no sé qué concepto que hasta ahora no tributaba. Todo
un baño de normalidad ciudadana.
Con tan buenos augurios, cabía
pensar que la negociación presupuestaria sería también modélica. Dada la
situación, también tenía que haber coincidencia en algunos mínimos. Era
evidente que aquello sí que no podía quedar sin hacer. Por la economía, por
política, por responsabilidad, por autoestima, por decoro. Por la gente. Como
diría la Iglesia, por tantos. Pero se ve que el esfuerzo de las negociaciones
de sus salarios fue agotador y no tienen fuerzas para más.
Javier Fernández parece haber
entendido mal la transparencia por la que clama la población. Él interpreta lo
de ser transparente en un sentido muy literal y convierte la transparencia en
invisibilidad e irrelevancia. No hay presencia, no hay liderazgo social ni
representación exterior. Cualquier ministro del tres al cuarto puede venir por
aquí a decir que la variante ya no entra en ninguna agenda sin la menor
agitación. El Presidente es el primer responsable de entenderse con alguien,
ese es el mandato que recibe y su compromiso de partida. Suyo es el fracaso del
desacuerdo. En varios lances dio la sensación de pinchar a sus socios, sobre
todo de IU, de tantear su resolución, a ver si se atreven a romper, como especulando
a ver quién pierde más.
Ignacio Prendes, el grupo entero de
UPyD, da la sensación de ir siempre con un pinganillo en cada oreja, uno para
repetir lo que le dice Rosa Díez y otro para escuchar la abrumadora cantidad de
consejos que debe recibir de tanto asesor como se gasta (como nos gastamos,
quiero decir). Él e Izquierda Unida rompieron su acuerdo con el PSOE, en primer
lugar, como dije, porque el Gobierno no hizo su trabajo, que era entenderse con
ellos. Pero no podrán evitar que todos percibamos lo obvio: el punto que cambió
la disposición de los dos a entenderse con el Gobierno fue la reforma de la ley
electoral y el berrinche principal fue un aspecto de poco fuste: la
circunscripción electoral única de Asturias y el correspondiente baile de
escaños a favor de los dos enfurruñados, que así exhibían sus prioridades. En
eso se fue la estabilidad del gobierno, como se dice ahora para todo, con la
que está cayendo. El discurso de IU sí parece una reposición, tan inevitable y
cíclica como el Juan Tenorio el día de Todos los Santos en la televisión
tardofranquista. Tienen una enorme expectativa electoral, lista para ser
dilapidada por necedad. Tiempo habrá de balances.
El PP parece una niña pequeña moviéndose
a un lado y otro porque le tocó delante un señor muy grande que no les deja ver
la función. El Foro se plantó como un tronco en la derecha asturiana y el PP da
vueltas alrededor buscando un sitio por donde asomar la cabeza. Gabino buscaba
lugar por la responsabilidad y altura de miras, a ver si quedaba hueco en ese
pastizal. Cherines asomaba la cabeza por otro lado, el de la coherencia estratégica
y la doctrina, sin muchas ganas. Y el Foro sigue ejerciendo de derechona y
pintándose la cara con ribetes asturianistas. Ninguno de los dos llegó a entrar
en el debate, aunque es verdad que tampoco se les esperaba.
Sus Señorías, todos cargados con
sus razones, dejan a la Comunidad Autónoma en prórroga presupuestaria. Ya no se
trata del daño contable. Es la sensación reiterada que dan de que no son
capaces de nada y la percepción de que no hay nada en Asturias que no sea
decadencia. Debería dolerles ser el epicentro de esa imagen interior y exterior
de Asturias. Ya que los dos ex-socios del PSOE intentaron una experiencia
pionera en Asturias con la ley electoral, porque incluía una cierta apertura de
listas, podían coger carrerilla y proponer otro experimento audaz. Si no son
capaces de hacer unos presupuestos y hay que funcionar con prórroga,
sencillamente que cierren el parlamento por un año y dejen a los funcionarios
que ejecuten de oficio las partidas presupuestarias. Para qué cargar este año
con sus tres mil o cuatro mil euros al mes, sus kilometrajes y dietas, sus iPads
y todas sus lindezas. Las reposiciones siempre fueron más baratas que las
series originales. Si vamos a tener a Asturias conectada a la máquina en
funcionamiento vegetativo, al menos ahorrémonos los costes y no sigamos tirando
dinero como si hubiera un parlamento gestionando nada. Seamos pioneros.