[Columna del sábado en Asturias24 (www.asturias24.es)]
No sé qué mecanismos son los que
hacen que ideas relativamente abstractas se asocien con una experiencia visual
que no tiene nada que ver con ellas. El caso es que estos días atrás las
noticias de la prensa nacional y la asturiana me vienen dejando en la retina la
imagen de una cuchara revolviendo Cola Cao en leche fría, con esos grumos que
no llegan a fundirse nunca y sólo se aíslan, se juntan, se separan y dan
vueltas con la cuchara como juguetes rotos. Las noticias parecen harapos
sueltos y cuesta formar una historia conjunta y coherente con todos ellos.
Ana Botella se descuelga poniendo a
una calle de Madrid el nombre de Margaret Thatcher, a la que ya había dedicado una
alabanza hinchada y simplona en su blog. Esgrime su condición de mujer (de
“mujer mujer”, se supone) para cimentar tal devoción con el mismo desparpajo
con que Esperanza Aguirre esgrime su condición de sexagenaria para atropellar
motos. Botella parece uno de esos canijos que en el recreo se ponen detrás y
bajo la protección del matón de turno para dar alaridos a sus rivales con
impunidad. Ella quiere que la alaben y la critiquen por ser thatcherista, quiere
ser alguien a base de ponerse a la sombra de la gran dama (aquella dama que era
de hierro ante una dictadura argentina moribunda, pero de algodón ante un Deng
Xiaoping que la echó a ella y a su bandera de Hong Kong sin pestañear y
llamándola vieja vaca; los que son fuertes ante los débiles pero quebradizos
ante los poderosos no son de hierro, ni firmes, ni enérgicos; son
inmisericordes y eso lo puede ser cualquiera).
Esperanza Aguirre destapa el tarro
de la naftalina y los olores rancios para hacer de la patria, los toros y el
cristianismo un engrudo capaz de infligir diez años de estreñimiento a
cualquier persona cabal que tenga la desdicha de oír semejante bazofia.
Entiéndase que todo es cuestión de contextos. Un crucifijo puede ser hasta para
el no creyente, no sólo respetable, sino incluso entrañable. Pero, como digo,
cuestión de contextos. Cuando la niña de El
exorcista se masturbaba con él hasta ensangrentarse mientras daba la vuelta
a la cabeza y hablaba con vozarrón de ultratumba, el crucifijo daba
escalofríos. Y cuando el cristianismo hace con los toros la pasta nutricia de
una españolidad vociferada de rompe y rasga, contribuye a la sensación de estar
ante desechos de nuestra historia revenidos y en descomposición. Si Ana Botella
busca la sombra de Thatcher para sentirse alguien, la sexagenaria debe andar
buscando la de Felipe II o Torquemada.
Rajoy y de Guindos se sienten
ejemplares con la economía española, según se puede leer. Alguien debería
explicarles a ellos dos (no a Montoro, porque Montoro, como él dice, no tiene
remedio) que alardear de bonanza en un país donde la gente sufre y no ve
horizonte no da esperanza ni engaña, sólo insulta y escarnece; y que cuando
además se anda por el ancho mundo postulándose como ejemplo y lección, la
necedad llega al ridículo y ridiculiza a quien se representa. La deuda, que es
nuestro verdadero colapso económico, siguió y sigue creciendo, la población
está empobrecida o es abiertamente pobre, se redujeron todas las atenciones de
un Estado cada vez más voraz de impuestos, se desprotegió a los que no se valen
por sí mismos, echamos todos los días fuera de España a titulados y personal
cualificado y seguimos reservando los salarios más altos para capillas y
pesebres de leales y afines de medio pelo. Pero Rajoy y de Guindos sonríen como
si ellos tampoco tuvieran remedio.
En nuestro Principado nadie puede
formar una historia coherente con las noticias. Empezamos esta legislatura con
un gobierno respaldado por PSOE, IU y UPyD con mayoría suficiente para hacer
presupuestos de mínimos y administrar lo que quiera que sea esto. Como grumos
de Cola Cao en leche fría, empiezan a revolotear cada uno por su lado sin
fundirse ni mezclarse con nada que tenga que ver la situación y la vida de los
asturianos. Ni se entendió la dejadez de Javier Fernández para mantener la
mayoría inicial ni entendió nadie el juego de cuentavotos de IU y UPyD.
Mientras las empresas volaban de Asturias, ellos seguían con sus jueguecitos
internos, nos quedamos sin presupuestos y un buen día nos desayunamos con
créditos extraordinarios tramitados por un acuerdo entre PSOE y PP. Ahora hay
dudas de su legalidad y vemos en santa compaña a IU, Foro y UPyP, por un lado,
y PSOE y PP, por otro. Como digo, grumos de Cola Cao girando en la taza y
juntándose y separándose sin control y sin que los ciudadanos sepan quién los
gobierna ni hacia dónde nos dirigen. Una ley para créditos extraordinarios no tiene
el calado político de unos presupuestos y no tiene nada de particular que PP y
PSOE lleguen a acuerdos, incluso a acuerdos amplios. Pero los acuerdos
literalmente de gobernabilidad a los que lleguen PSOE y PP, incluso en Asturias
donde al PP casi no se le ve la cabeza por mucho que estire el cuello por
detrás de Cascos, tienen que formar parte de una estrategia común amplia
debidamente explicada, con objetivos debidamente declarados. No podemos
levantarnos cada día con mayorías que desaparecen, con compañías y apaños
impensables en el momento en que la gente echó su voto en la urna y con un
gobierno y un parlamento que parecen jubilados al lado de una obra, viendo como
se desmorona el edificio.
Pero no hay por qué entender que toda
esta sensación sean necesariamente negativa. Tal vez todo sean señales de que la
evolución del régimen de 1978: una monarquía que ya parece un borracho pesado
colgado del hombro, un estado autonómico lleno de costurones y zurcidos, instituciones
de control sin arterias y petrificadas por parásitos de partidos, una clase
política desecada que funciona como una oligarquía que flota sobre la población
como el aceita flota en el agua, caciquismo y corrupción generalizados, listas
cerradas sin control posible del electorado, la evolución de este régimen,
digo, haya llegado al punto de su disolución, como si alguien le estuviera
dando vueltas en una taza de leche. Tal vez todo este disparate esté anunciando
un nuevo período constituyente. Quién sabe si uno de estos 14 de abril
estrenaremos traje y descorcharemos algo.