sábado, 10 de enero de 2015

Charlie Hebdo. La condena silenciosa y permanente

 “La comicidad exige pues, para surtir todo su efecto, algo así como una anestesia momentánea del corazón, pues se dirige a la inteligencia pura.” (H. Bergson, La risa).
No es una cuestión menor que Charlie fuera una publicación cómica. Decía Bergson que el hombre no sólo es el único animal que ríe, sino también el único que mueve a risa, el único ser ridículo. Y decía también que la risa requiere la desconexión de nuestras emociones. Una persona aterrorizada, conmovida o triste en extremo no tiene sentido de humor. Para reír tiene que separarse momentáneamente de su terror o tristeza. Por eso el humor es un estado de cierta lucidez que supone vivir las cosas y simultáneamente separarse de ellas, como desarrollando una visión binocular del mundo. Pero por eso también el humor es insensible y por eso justamente irrita y provoca. Por eso y porque deshumaniza al humano ridículo, presentando su conducta o su aspecto como una cosa mecánica sin razón interna. Quien acaba de perder a su padre o a su hermano espera condolencia de los demás. El que haga comicidad del hecho le parecerá ásperamente insensible, porque sólo desde esa “anestesia del corazón” cabe la broma. Enseguida volvemos a esto.
Así que esta semana en nombre de Mahoma dos acémilas se liaron a tiros contra Charlie Hebdo y contra la grandeur europea. Ni es el día para simplificar lo complejo ni para equiparar las cosas leves con las trágicas. Pero sí es el día para recordar que las cosas pequeñas no tienen nada que ver con las cosas graves, salvo que por su pequeñez les apliquemos una ética perversa, porque entonces lo pequeño sí se relaciona con lo grave. Que un casposo le toque el culo sin consentimiento a una mujer en el autobús no es una violación. Esto es una cosa. Otra distinta es que se acepte comúnmente que eso no es nada, que el culo femenino está para esas travesuras. Desde este convencimiento el tocamiento de culo sí tiene que ver con formas más graves de violencia y sí hay que decirlo alto y claro el día que violan a una mujer.
En 2006 Charlie Hebdo publicó unas caricaturas de Mahoma que hicieron poner a los creyentes el grito en el cielo y, curiosamente, a los no creyentes también. Zapatero y Putin, sin ir más lejos, dijeron en santa compaña que se trataba de un asunto de sensibilidad y respeto. La insensibilidad consustancial a la comicidad, esa “anestesia momentánea del corazón” explicada por Bergson, cuando se proyecta sobre creencias religiosas es una falta de respeto por definición. En términos de Bergson, un ateo es desde luego mucho más ridículo que un creyente. Ninguna de las creencias que pueda tener un ateo es tan “profunda” que no pueda ser motivo de risa. Pero cuando la coña se proyecta sobre emblemas o cultos religiosos los líderes y liderillos creen practicar altura de miras frunciendo el ceño y diciendo que eso es cosa de sensibilidad y respeto. Y este es un tocamiento de culo que merece señalarse el día de la barbarie creyente.
Hace unos años en el pueblo francés de Aurillac presencié dos cosas notables. Una fue una actuación en la calle de Leo Bassi, el provocador cómico italiano que en España se hizo famoso por masticar unos excrementos en directo. Vestía del entonces Papa Benedicto, tropezaba con las escaleras, hablaba como chocheando, bailaba rap con aquel atuendo y prometía dispensadores de preservativos en las parroquias. Fue casualidad que lo viera allí, pero no fue casualidad que no lo viera en España: aquí se dijo que eso era “irrespetuoso”. La otra fue a la hora de comer. Como eran fiestas muy concurridas, en todo el pueblo sólo se podía comer el menú terroir, porque no podían atender a la carta. Pero en la mesa de al lado unos musulmanes africanos estaban comiendo ensaladas varias. Alá me libre de envidiarlos, porque yo estaba feliz con aquellos patés y quesos. Pero sé que si hubiera dicho que estoy a dieta, que no me gustan los patés, que ando un poco flojo de vientre o cualquier razón de este mundo me habrían dicho que el menú era único. Pero si la razón es religiosa, hay que ser respetuosos, como querían Zapatero y Putin. En muchos colegios hay menús adecuados a distintas religiones. Pero que pruebe alguien a decir simplemente que a su niña no le gusta el pescado, sin más, o que las lentejas le dan flatulencias.
A los niños hay que enseñarles que las singularidades del culto religioso sólo pueden condicionar su conducta privada y la de los actos comunitarios de creyentes, no pueden marcar la convivencia general. Tienen que entender que las razones religiosas que tengan para no comer lomo no pueden tener más consideración que las que tenga otro cualquiera para no comer cualquier cosa y que si la comida es parte de su culto tienen que llevar fiambrera de casa. Sólo así entenderán que donde no haya comida adecuada a su culto no se les está faltando al respeto ni atacando. Y por ese camino entenderán que la comicidad sobre la religión puede ser de tan buen o mal gusto como sobre cualquier otra cosa.
El sectario señor Jorge Fernández hace dos o tres años tuvo a bien ponerle la medalla al mérito a Nuestra Señora María Santísima del Amor, advocación de la Virgen que venera la Cofradía de Nuestro Padre Jesús El Rico. Esto es un acto político extremista y en términos políticos se discutió. El ente condecorado no es una persona, pero según el sectario es capaz de desvelo, sacrificio y dedicación. Yo, que soy más de cultura cinematográfica que sagrada, pienso en una zombi, en una no muerta. Si fuera parlamentario, me habría gustado preguntarle al ministro si la Virgen condecorada comía o si se puede tener desvelo y dedicación sin nutriente; y si se alimentaba, si comía carne humana como los demás zombis o si era más benigna. Y sé que el polémico habría sido yo por tratar como ridículo algo religioso.
No debemos olvidar que nuestros gobiernos tienen un comité de bioética consultivo para temas complejos de vida, respeto y ética. Según parece, las células madre comportan más problemas éticos que las leyes bancarias. Las cuestiones éticas y bioéticas, los temas “complejos” son sencillamente aquellos sobre los que la Iglesia tiene doctrina. La reforma laboral no requiere dictamen ético, pero la congelación de placentas sí, porque sobre lo primero la Iglesia no da mandato a sus fieles y sobre lo segundo sí. Y así estamos, considerando tabú y no risible lo que la Iglesia diga que es un sentimiento muy hondo. Y considerando ético y formando comités para aquello sobre lo que la Iglesia esté dispuesta a ponerse burra.

Y tolerando estas cosillas de poca monta, y llamando insensibles e irrespetuosos a quienes hicieron una caricatura de Mahoma porque les dio la real gana, y reculando y respetando y diciendo que sí, que los sentimientos religiosos son de otro tipo, que una cosa es que los garbanzos te den gases y otra que tu religión te prohíba comer carne, un buen día unos chalados disparan en nombre de Dios a unos dibujantes por graciosos. Es el tipo de cosas que hay que señalar un día como hoy.

1 comentario:

  1. La gran paradoja es que los que causaron la crisis eran expertos en economía, que de ética querían saber poco.

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