Monty Python, en uno de sus
delirantes vídeos, imagina un partido de fútbol entre la selección de filósofos
alemanes contra la de filósofos de Grecia, con Hegel y Heráclito como capitanes
respectivos. Cuando el árbitro, Confucio, pone el balón en el centro y pita
para empezar, todos los filósofos empiezan a caminar de un lugar a otro,
absortos en reflexiones solitarias y, por supuesto, sin mirar siquiera al
balón. Así pasa todo el encuentro hasta que a dos minutos del final Arquímedes
grita “eureka” y empieza nada menos que a dar patadas al balón, iniciando la
única jugada del partido, que daría a Grecia la victoria por la mínima. A esto
nos lleva la filosofía. O quizás es una broma.
Mientras se suceden escándalos, vaticinios
de terremotos electorales o alertas yihadistas, los artículos de la LOMCE van
creciendo como crece la hiedra en los sitios abandonados y como dicen que
crecen las uñas a los muertos. La ley Wert volvió a asomar en los medios por la
reducción de la filosofía y el reciclaje de sus profesores para dar algo de
actividad emprendedora. Ningún plan de estudios soluciona ni crea problemas de
golpe. Todo plan de estudios, en realidad toda ley educativa, es siempre una
humedad que irá impregnando la vida social poco a poco. La tendencia que marca
la reducción de la filosofía a niveles testimoniales es fuertemente simbólica,
sobre todo si tenemos en cuenta el crecimiento paralelo de las materias de
economía y finanzas.
La crisis, además de injusticia y
pobreza, nos va dejando perlas de coleccionista. Una de ellas es el mantra de
que nuestros jóvenes no son competitivos porque no se les forma bien y por eso
hay tanto paro. ¡En España hay paro por lo que se enseña en las aulas! Nadie
explica qué trabajos se están perdiendo por falta de formación ni cómo, cuando
deciden emigrar al extranjero, mágicamente sí encuentran dónde trabajar. Así
que todo el mundo empieza a perorar sobre educación, sobre todo desde sectores
financieros (el sesgado e ideológico informe PISA es de hecho un órgano de la
OCDE, fuertemente financiado por dinero e intereses privados). Y así llegan más
perlas. Aparecen “estudios” que señalan como causa de la crisis el
desconocimiento financiero de los ciudadanos. Como no se estudia economía en la
enseñanza media, la gente empieza a meter la pata con sus ahorros (porque debió
ser “la gente” la que provocó la crisis) y el sistema se colapsa. Lo gracioso
es que esos estudios proceden de los bancos.
Así que en la LOMCE se decide
atajar la crisis alejando a la gente de la filosofía, no nos vaya a pasar como
a los filósofos de Monty Python y nuestros jóvenes se queden mirando para las nubes
sin ser capaces de hacer nada. Quieren enseñanzas más prácticas que la
filosofía y las artes. Hablemos de lo práctico.
Si uno tiene hambre, lo más
práctico es dar una dentellada a algo comestible y masticar. Pero si en vez de
eso trepamos a un árbol, habremos hecho algo inútil porque seguiremos teniendo
hambre. Si después arrancamos una rama y le quitamos las hojas, seguimos en la
inutilidad porque eso sigue sin darnos de comer. Y si, finalmente, tajamos el
palo arrancado al árbol y le damos punta, seguiremos con hambre. Pero esta
secuencia de actos inútiles, extraña en la naturaleza, nos convierte en sujetos
hambrientos armados con una lanza y más capaces de abatir animales a los que
dar dentelladas más jugosas. Y la misma capacidad de encadenar cosas inútiles
nos permite usar esas ramas con piedras para hacer cabañas.
Con el lenguaje en la naturaleza
también domina lo práctico: no se dice ni se entiende nada más que cuando hay
algo que hacer. Se da la señal de que llega un depredador justamente porque
llega uno. Y el que recibe y entiende la señal sólo puede hacer una cosa: echar
a correr, cambiar de color o erizar púas, lo que sea que le ponga a salvo. En
cambio, nosotros hablamos de serpientes sin que las tengamos cerca y
seguramente el que haya leído y entendido “serpientes” hace un momento se habrá
quedado tan tranquilo. Somos capaces de llenarnos la cabeza de datos
“inútiles”, que no sirven para hacer nada inmediato. Y por eso, a diferencia de
los cercopitecos, podemos acumularlos en la mente y formar idas complejas.
En esto consiste tener la cabeza
amueblada: en que las reacciones a las cosas no sean directas, sino que
tengamos maquinaria interna para entenderlas y desarrollar conductas complejas.
Pasa también con las cosas inertes. Si empujamos un trozo de madera con el
dedo, se mueve, es una relación simple. Si tiramos de una cisterna, cae agua:
la relación es más compleja, porque entre nuestra acción y el resultado final
hay una maquinaria. Y si tocamos una tecla del ordenador y una impresora
imprime, la complejidad es mayor. Lo que hay entre la presión de nuestro dedo y
la conducta de la máquina es tan complicado que ya no es como la cisterna, que
sólo sirve para que caiga agua. El interior del ordenador está tan amueblado
que sirve para una infinidad de cosas.
Ese es un objetivo básico de la
enseñanza media: amueblar la mente de los individuos, hacer sus conductas
autónomas respecto de lo inmediato para que lleguen a ser complejas y eficaces
(“inteligentes”), llenarlos del software que les permita entender y adaptarse y
servir para mucho y no sólo para una cosa, sea abrir un plan de pensiones o
desaguar como una cisterna.
Recuerdo a mi madre metiendo un
vaso en una media para zurcirla con comodidad aprovechando el vacío de la boca
del vaso. A un neandertal le costaría hacer algo así, tomar un objeto que
conoció para llenar de agua y recontextualizarlo para una tarea diferente. La
filosofía, por lo que tiene de tejido entre saberes de otras disciplinas, educa
como ninguna materia esta cualidad tan humana y “práctica” de conectar lo disperso
y hacer transversales los conocimientos. Alimenta y da un valor añadido a lo que
se aprende en otras ciencias. La filosofía facilita ese relativo y temporal
alejamiento de la realidad, que tanto repelús da a banqueros y OCDE, pero que es
la condición de la inteligencia más ambiciosa.
Los estudios de los bancos sobre
educación prefieren el modelo del trozo de madera impulsado por el dedo:
formación plana para la reacción inmediata, cabezas deshabitadas e individuos
zarandeados por las circunstancias. Ningún pueblo progresó así. No es lo que
están haciendo en Finlandia ni lo que están haciendo las clases acomodadas en
Alemania.
Cuesta decirlo, pero el gobierno
español y su enviado en la Tierra el señor Wert no hicieron absolutamente nada
que buscara una mejora de nuestro sistema educativo. Todo lo que hicieron tiene
dos líneas y sólo dos: la ideológica (refuerzo de la religión, apoyo a la
enseñanza concertada, segregación, miopía mercantilista) y el recorte de gastos
(aumento de alumnos por aula, polivalencia de los profesores, supresión de
apoyos). La iglesia, la banca y la calculadora son la referencia final y única
de todo lo que este Gobierno hace en educación. Cómo no van a quitar la
filosofía.
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