“Pobre barquilla mía,
entre
peñascos rota,
sin
velas desvelada,
y
entre las olas sola:
[…]”
(Lope
de Vega).
Podríamos preguntarnos cuántos
militantes del PSOE consideran que lo que hace Ada Colau se parece a un tiro en
la nuca o cuántos de ellos creen que lo que pasó en el barrio de Gamonal en
Burgos recuerda a ametrallar a los dibujantes de Charlie Hebdo. Es lo que dice
el pacto antiterrorista que acaba de firmar el PSOE con el PP. También
podríamos preguntarnos cómo es eso de firmar un acuerdo que incluye la cadena
perpetua y a la vez comprometerse con eliminar la cadena perpetua. Como diría
Ángel González, poeta, ¿qué estatutos regulan el prodigio?
Pero seguramente la pregunta es qué
llevó a Pedro Sánchez a firmar un pacto como este con partido como ese en una
legislatura como esta. Quizá sea que está mareado. Y no es para menos. Por un
lado un centro-derecha cada vez más extrema derecha lo piropea y lo llama
hombre de Estado. Por otro lado, un extremista con coleta, un diablo cada vez
más fieramente humano, le quita el tapón del desagüe y se le van los votos a
chorro. IU se diluye en Podemos con un cubito de hielo en agua caliente. Y el
PSOE empieza a notar que es apenas un colorante del PP. Las encuestas dicen que
la gente percibe al PP como extrema derecha y a Podemos como extrema izquierda.
El único partido sentido como centro es el PSOE. En el centro está siempre el
triunfo, pero la misma encuesta dice que el PSOE ya no es finalista y que sigue
bajando. Esto marea a cualquiera. Qué hacer, diría Lenin.
Pedro Sánchez se agarra al centro,
a que la gente a la hora de la verdad no quiere extremismos y que el centro son
ellos. Así que decide ser centrista. Y lo más centrista que se le ocurre es
empezar a pactar. Ahí tenemos convertidas en actos terroristas todas las
protestas que hubo contra el PP en esta legislatura, con la firma del PSOE. Y
ahí tenemos esa cadena perpetua pomposamente llamada prisión permanente
revisable. ¿Creerán de verdad que despistan nuestro sentido común con tanto
palabro? ¿Cómo llamarán a la pena de muerte cuando Pedro Sánchez se haga más
centrista? ¿Defunción inducida precoz? ¿Óbito involuntario prematuro? No les
demos ideas.
Ahora que el centro es suyo, Pedro
Sánchez también quiere un pacto en educación. La derecha y Europa no quieren
que la salida de la crisis sea retornar a la sociedad que teníamos. Rajoy no
miente. La salida de la crisis es esto. No es una crisis, es un cambio de lo
que éramos a esto. La ley de educación de Wert condensa como pocos textos el
cambio de sociedad propuesto: segregación social explícita; desprotección del
débil; ética que hace la suerte de cada uno el justo efecto de su conducta;
pragmatismo fingido que encubre un abandono del conocimiento; presencia creciente
en la sociedad de la Iglesia (la nueva ley recoge sin tapujos todas las
pretensiones de la enseñanza concertada) y de la Banca (el Banco de Santander
lleva tiempo infiltrándose en la Universidad con Universia, están lloviendo
informes técnicos sobre educación procedentes de los bancos; y ahora se les
prepara el negocio de los créditos que sustituirán a las becas para poder
estudiar). No será casualidad que las únicas materias realmente reforzadas en
la LOMCE sean la Religión y la Economía.
Montserrat Gomendio vive sin vivir
en sí de tan alta dicha que le produce que Pedro Sánchez sea un hombre de
Estado y quiera un pacto sobre educación. Ser el Ministerio peor considerado de
la democracia debe ser cansado. Por fin llega la caballería. ¿Qué pensará
pactar la dirección del PSOE de esa ley? ¿Querrán negociar la vuelta de
Educación para la ciudadanía y dejar al país y a los cien años de historia del
PSOE con un palmo de narices, otra vez?
La militancia del PSOE está
alicaída de tanto centrismo. No manifiesta más conductas enérgicas que las que
le vienen del chinche con Podemos. Pedro Sánchez, más que en el centro de la
política, parece en el centro de la tormenta nacional, sin velas desvelado, y
entre las olas solo. Quiere pactos al final de una legislatura gobernada a
bramidos y sin concesiones a nadie de la Banca y la Iglesia para abajo. Entra
mareado en las atahonas del PP cuando ya está todo atado y bien atado a firmar
pactos para que no lo confundan con extremistas. Llegarán las elecciones, Pedro
Sánchez saldrá de los despachos del PP, se encogerá de hombros ante la nación y
no tendrá más discurso posible que el de S. Juan de la Cruz: “entréme donde no
supe, y quedéme no sabiendo”.
Ya se lo decía Carrillo a Felipe González
en los ochenta: “hace mucho que los poderes fácticos sabían que ustedes eran
buenos chicos”.
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