sábado, 7 de febrero de 2015

Pedro Sánchez quiere pactos

 “Pobre barquilla mía,
entre peñascos rota,
sin velas desvelada,
y entre las olas sola:
[…]”
(Lope de Vega).
Podríamos preguntarnos cuántos militantes del PSOE consideran que lo que hace Ada Colau se parece a un tiro en la nuca o cuántos de ellos creen que lo que pasó en el barrio de Gamonal en Burgos recuerda a ametrallar a los dibujantes de Charlie Hebdo. Es lo que dice el pacto antiterrorista que acaba de firmar el PSOE con el PP. También podríamos preguntarnos cómo es eso de firmar un acuerdo que incluye la cadena perpetua y a la vez comprometerse con eliminar la cadena perpetua. Como diría Ángel González, poeta, ¿qué estatutos regulan el prodigio?
Pero seguramente la pregunta es qué llevó a Pedro Sánchez a firmar un pacto como este con partido como ese en una legislatura como esta. Quizá sea que está mareado. Y no es para menos. Por un lado un centro-derecha cada vez más extrema derecha lo piropea y lo llama hombre de Estado. Por otro lado, un extremista con coleta, un diablo cada vez más fieramente humano, le quita el tapón del desagüe y se le van los votos a chorro. IU se diluye en Podemos con un cubito de hielo en agua caliente. Y el PSOE empieza a notar que es apenas un colorante del PP. Las encuestas dicen que la gente percibe al PP como extrema derecha y a Podemos como extrema izquierda. El único partido sentido como centro es el PSOE. En el centro está siempre el triunfo, pero la misma encuesta dice que el PSOE ya no es finalista y que sigue bajando. Esto marea a cualquiera. Qué hacer, diría Lenin.
Pedro Sánchez se agarra al centro, a que la gente a la hora de la verdad no quiere extremismos y que el centro son ellos. Así que decide ser centrista. Y lo más centrista que se le ocurre es empezar a pactar. Ahí tenemos convertidas en actos terroristas todas las protestas que hubo contra el PP en esta legislatura, con la firma del PSOE. Y ahí tenemos esa cadena perpetua pomposamente llamada prisión permanente revisable. ¿Creerán de verdad que despistan nuestro sentido común con tanto palabro? ¿Cómo llamarán a la pena de muerte cuando Pedro Sánchez se haga más centrista? ¿Defunción inducida precoz? ¿Óbito involuntario prematuro? No les demos ideas.
Ahora que el centro es suyo, Pedro Sánchez también quiere un pacto en educación. La derecha y Europa no quieren que la salida de la crisis sea retornar a la sociedad que teníamos. Rajoy no miente. La salida de la crisis es esto. No es una crisis, es un cambio de lo que éramos a esto. La ley de educación de Wert condensa como pocos textos el cambio de sociedad propuesto: segregación social explícita; desprotección del débil; ética que hace la suerte de cada uno el justo efecto de su conducta; pragmatismo fingido que encubre un abandono del conocimiento; presencia creciente en la sociedad de la Iglesia (la nueva ley recoge sin tapujos todas las pretensiones de la enseñanza concertada) y de la Banca (el Banco de Santander lleva tiempo infiltrándose en la Universidad con Universia, están lloviendo informes técnicos sobre educación procedentes de los bancos; y ahora se les prepara el negocio de los créditos que sustituirán a las becas para poder estudiar). No será casualidad que las únicas materias realmente reforzadas en la LOMCE sean la Religión y la Economía.
Montserrat Gomendio vive sin vivir en sí de tan alta dicha que le produce que Pedro Sánchez sea un hombre de Estado y quiera un pacto sobre educación. Ser el Ministerio peor considerado de la democracia debe ser cansado. Por fin llega la caballería. ¿Qué pensará pactar la dirección del PSOE de esa ley? ¿Querrán negociar la vuelta de Educación para la ciudadanía y dejar al país y a los cien años de historia del PSOE con un palmo de narices, otra vez?
La militancia del PSOE está alicaída de tanto centrismo. No manifiesta más conductas enérgicas que las que le vienen del chinche con Podemos. Pedro Sánchez, más que en el centro de la política, parece en el centro de la tormenta nacional, sin velas desvelado, y entre las olas solo. Quiere pactos al final de una legislatura gobernada a bramidos y sin concesiones a nadie de la Banca y la Iglesia para abajo. Entra mareado en las atahonas del PP cuando ya está todo atado y bien atado a firmar pactos para que no lo confundan con extremistas. Llegarán las elecciones, Pedro Sánchez saldrá de los despachos del PP, se encogerá de hombros ante la nación y no tendrá más discurso posible que el de S. Juan de la Cruz: “entréme donde no supe, y quedéme no sabiendo”.

Ya se lo decía Carrillo a Felipe González en los ochenta: “hace mucho que los poderes fácticos sabían que ustedes eran buenos chicos”.

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