Aznar dijo, cuando era Presidente, que
iba a sacar a España del rincón de la historia. Lo decía por la guerra de Irak
y porque así es como se sale del rincón de la historia, organizando guerras en
desiertos remotos y montañas lejanas. Así que cuando Aznar se mira al espejo no
ve sólo la Razón, como creen muchos. Ve también la Historia. Y si tiene a mano
su agenda de amigotes, además de eso ve el Mundo. Si el monte romano Aventino
pudo ser, en palabras de Quevedo, “tumba de sí propio”, por qué no habría de ser
Aznar un máster de sí propio, un máster en que se aúnen la Razón, la Historia y
el Mundo. Porque eso es el máster de Aznar de 18000 €, el máster en Liderazgo,
Gobierno y Gestión Pública y ese es el plantel de consejeros. Es el
“pensamiento” de Aznar parcelado en asignaturas y la agenda de Aznar convertida
en consejo académico.
El pensamiento de Aznar no da mucho de
sí (“confunden el pensamiento con el castañeo de sus meninges averiadas”, decía
un personaje de Mateo Díez). Lo que se encapsula en asignaturas es la ideología
de la gente como Aznar. Y lo de los consejeros va por barrios. La Directora de
la Real Academia de la Historia es la Directora de la Real Academia de la
Historia. Y Abel Matutes pues es Abel Matutes.
Pero en este máster hay poder y dinero.
Y con el poder y el dinero se le da envoltorio de exclusividad. Lo que se hace
en másteres así es sobre todo relacionarse con la gente que manda y conocer el
paño. No se alcanza necesariamente más excelencia científica y académica
juntando poder. Pero este máster tiene un gran valor, que es que llega en el momento adecuado.
Wert y Gomendio no quieren grados de
tres años y másteres de dos porque haya que homologarse con Europa. En Europa
hay ejemplos de todos los modelos. Y ya estamos homologados. Ni siquiera Wert
busca tortas con todo el mundo porque sí. Sencillamente es un recorte más y
sencillamente es un paso más para que la enseñanza superior sea cada vez más
cara y haya menos gente estudiando.
Ya se está diciendo suficientemente que
bajar los grados a tres años degrada el valor de la titulación. Teniendo en
cuenta que hasta hace poco los títulos universitarios eran de cinco años, es
una broma que Gomendio diga que no tiene por qué aprenderse menos en tres años,
un broma de esas de ricos (ella es especialista en primates, además de rica; a
lo mejor es que de tanto tratar con primates y de tanto mirarnos desde la
distancia de los ricos ya nos confunde). Ya se está insistiendo
convenientemente en que al desplazar el peso de la cualificación al máster los
estudios universitarios que lleven a alguna parte serán más caros. Y también se
está diciendo oportunamente que las universidades pequeñas o de autonomías
pequeñas tienen poco margen para organizar másteres, por lo que muchas de sus
facultades quedarán convertidas en colegios universitarios de iniciación.
En cada sitio una misma estructura
tiene un sentido y efecto diferente. En Australia la flora está adaptada a los
fenómenos alostéricos que producen los eucaliptos y hay fauna que se alimenta
de ellos. Pero aquí en Asturias no hay una cosa ni otra y los eucaliptos dañan
la biodiversidad y el suelo. Así son las cosas, lo que en Australia va bien
aquí hace daño. Hay muchos países con grados de tres años y másteres de dos.
Pero en España ahora mismo ese sistema es como los eucaliptos australianos: daña
la igualdad de oportunidades, porque encarece los estudios, y reseca la
fertilidad de los sitios medios y pequeños. Como digo, todo esto se está repitiendo y hasta hubo una huelga por ello. Pero
hay algo más en lo que no se está reparando.
Volvamos a Aznar hecho máster y
enlacemos con los grados Wert-Gomendio. Los grados son titulaciones bien
estructuradas y con puntos de partida y llegada bien establecidos. Parten de un
suelo conocido que es el Bachillerato y tienen unas competencias y exigencias
perfectamente reconocibles. Sabemos bien lo que es un graduado o graduada en
Química. No se puede poner así por las buenas un grado en Química a base de
conferencias y excursiones, porque son muy explícitos los contenidos,
competencias y exigencias de esa titulación. La formación y competencias
asociadas con los grados tienen un valor y una proyección más o menos estable.
Los saberes de grado son estructurales en la actividad y oficios de la
sociedad. Cuando no es así, es que las universidades abusaron de su autonomía y
torcieron el sentido de este nivel de estudios.
En los másteres la jungla es más
revuelta. En un extremo, hay másteres oficiales con requisitos de estructura,
objetivos y competencias tan estrictos como los de los grados. Pero su propia
especificidad produce un cierto efecto de vapor y desorientación. Hay másteres
oficiales en cristalografía, en recursos fitogenéticos o en identidad europea
medieval. Los másteres no oficiales (hay másteres caros y másteres más caros;
los no oficiales son los más caros) añaden mucha más variedad y también
volatilidad. Los másteres no oficiales pueden tener ediciones limitadas en el
tiempo y, como no forman parte de la enseñanza reglada, pueden tener
credenciales de excelencia o no tener más elementos de control que el mercado.
Todo son másteres y todo es consumido
como máster en el mercado de trabajo. Pero hay una evidente gradación de
másteres, oficiales o no, seriamente especializados y académicos a másteres muy
exclusivos que son sobre todo ecosistemas de relaciones e influencias, con
excelencia académica o sin ella. Ahora mismo degradar el peso académico de los
grados introduce desorden. Un tipo de desorden muy querido por las elites
económicas. El desorden en el que se cierran con facilidad cotos y privilegios.
Conviene que la parte más estructurada
y mejor controlada de la enseñanza superior, los grados, siga siendo
depositaria de una cualificación con valor real en la sociedad. Si los grados
pierden de facto valor intrínseco y pasan a ser sólo pasarelas para los másteres,
no sólo habremos puesto el valor de la formación superior a un precio más alto
y habremos reducido a unos pocos sitios los centros donde estudiar lo que
interesa. Aquí y ahora, habremos desregulado en gran medida la enseñanza
superior. Ese tipo de desregulación tan querido por las elites económicas.
Por eso el máster de Aznar, valga la
redundancia, llega en buen momento. Es un buen máster para que entendamos que
los eucaliptos fuera de su ecosistema y los grados de chichinabo a destiempo con másteres desregulados
sólo secan y empobrecen. Y es que Aznar no se cansa de hacer el bien a su
patria.
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