“Lo que
más digo. Conviene que uno no entre nunca en medio de personas muy diferentes
de uno. Aunque maldad propia no tengan, tienen una herida cerrada en la
costumbre de sí. Usted es de los externos. En lo sutil sufre usted peligros.”
(J. Guimarães Rosa, Gran Sertón. Veredas.)
En una de las memorables escenas de El Padrino, tras presionar a D.
Corleone, Barzini le aclara que le pagarían los servicios exigidos, porque, y
sonríe, “después de todo, no somos comunistas”. Todos rieron y el espectador
también. No era para menos. Quién se imagina a aquellos capos sin más ley que
el dinero y el crimen con Marx y Lenin bajo el brazo. Pues con esto de la deuda
griega Rajoy y de Guindos parece que quiere hacer esa síntesis tan graciosa de
poderoso matón y comunista. Fuera de España le gruñen a Grecia la letanía que
repetía otro mafioso ilustre, el Henry Hill de Scorsese, a los pequeños
propietarios que se ahogaban en deudas y gastos: te jodes y pagas. Así va Rajoy
con su recadero por Europa, más Merkel que nadie, haciéndose el poderoso que no
perdona deudas. En España, al hablar de la deuda griega se ponen casi
comunistas y se conmueven más que nadie por los pensionistas y los parados y
cuánto necesitan los veintiséis mil millones que nos quiere sisar Tsipras. Les
falta poco para poner el puño en alto.
Hay margen en las medidas que se pueden
aplicar en Grecia. La mayoría de los economistas y de los estadistas europeos
convienen en que hay margen para las tres únicas cosas que pide Grecia ahora
mismo, después de haber cedido ya en todo: no bajar más las pensiones, no subir
más el IVA y parar los desahucios. La inflexibilidad de Schäuble
(socialdemócrata, no lo olvidemos) no se explica por razones económicas. Hay
antipatía personal entre él y Varufakis. Hay también interés en apagar
cualquier impulso que pueda anidar en cualquier país de rebelión contra las
reglas que ahora rigen en Europa. Y hay ánimo de escarmiento y victoria. Hay
algo de matonismo en este zarandeo innecesario a este piojo del sur que hasta
se atrevió a mentar la Segunda Guerra Mundial.
Sobre Grecia se están discutiendo
asuntos relevantes de nuestro futuro. El problema de la deuda sobresale en
España. Tras empobrecer a la población, en 2014 alcanzamos una nueva cima de
endeudamiento. Hay injusticia en la génesis de la deuda, por la responsabilidad
que tienen también los bancos europeos. Hay injusticia en las maniobras
especulativas que afectan a los intereses con que hay que devolverla. Hay
injusticia en que sigan rampantes paraísos fiscales en plena Europa y en plena
UE, que dificultan el pago de la deuda por la evasión fiscal. Y hay injusticia
en ese rigor de las medidas presupuestarias que es ya rigor mortis para personas inocentes.
Pero Rajoy y de Guindos, Laurel y
Hardy, van detrás de Alemania como patéticos pistoleros sin pistolas,
balbuciendo bravatas contra la endeudada Grecia y luciendo estupidez. Defienden
como bobos el tipo de medidas que ahogará más a la población española. España
lleva gastados algo más de seis mil millones de euros en la deuda griega y le
toca avalar otros veinte mil millones. El Gobierno miente con desvergüenza al
decir que llevamos gastados veintiseis mil millones.
Decía Marvin Harris que la movilización
eficaz de las acciones colectivas dependían de la aceptación de credos
compulsivos. En la India hambrienta de los 60 lo obvio sería comerse a las
vacas, pero, según los análisis de Harris, si hubiera bajado sensiblemente el
número de vacas, se hubiera colapsado la economía india. Si el hacer lo
correcto, que es no comer vacas aunque haya hambre, dependiera de que la
población entendiera racionalmente el problema, podemos dar por hecho que la
economía india se habría colapsado. Por eso dice que Harris que la conducta
colectiva eficaz sólo tiene lugar cuando está gobernada por un mecanismo
compulsivo irracional: al ser sagradas y ser un tabú religioso, nadie las
tocará.
La eficacia de una agrupación como es
la nación (o el estado o lo que sea) se basa en esto, en un altruismo interno
compulsivo e irracional. Aunque no hayamos estado nunca en Huelva ni conozcamos
a ningún onubense, si hubiera allí una catástrofe, nos movilizaríamos mucho más
de lo que lo hacemos por cualquier desastre mayor que haya en África. El
sentimiento nacional nos tiene siempre en el alero: es necesaria esa
movilización grupal compulsiva para ser eficaces y sobrevivir; y a la vez, por
su carácter irracional, fácilmente da lugar a la hostilidad hacia los ajenos al
grupo, a “los otros”, como nos recuerda Riobaldo, el inolvidable yagunzo de
Guimãraes Rosa.
Por el interés nacional desarrollamos
las conductas colectivas más vigorosas, organizadas y altruistas. Y por la
patria también la gente normal fue capaz de los peores contrabandos. Está en
nuestra naturaleza que, de los egoísmos de que son capaces los gobernantes, el
que más nos conmueva sea el que va directamente contra los intereses
nacionales. Para nuestro Gobierno el fracaso de Grecia es una prioridad. Y
tienen dos motivos evidentes. Uno es la propaganda de su gestión: si Grecia consigue el alivio que todo el
mundo cree posible, no sólo quedarán en evidencia los anteriores gobiernos
griegos, sino también el de Rajoy. Y otro, cómo no, la propaganda contra
Podemos: una parte del crédito de Podemos se juega en el éxito de Syriza. Y
todo a costa de los propios intereses de España.
Es tal la cantidad y calidad de la
infamia con que se está tratando a Grecia, que debería ser esa vileza la que más
nos agitara el ánimo. Pero, como dije, está en nuestra naturaleza que lo que
más nos encrespe en un gobierno sea la ofensa a los intereses nacionales. Elija
cada uno su motivo para apretar los dientes, el que venga dictado por la razón
y la justicia o el que venga dictado por el sentimiento compulsivo nacional. La
degradación de Rajoy da para todo.
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