En el momento de
escribir estas líneas, todo parece indicar que habrá una mayoría suficiente
para que Javier Fernández forme Gobierno, pero no para que gobierne. El proceso
puede dejar un náufrago, el PSOE, y dos huérfanos, Foro e IU. El PP parece
haber recuperado su holgado y cómodo lugar de perdedor habitual y está ya a su
velocidad de crucero en la irrelevancia.
El Foro agitó el
rompecabezas postelectoral al sumar en segunda vuelta sus tres diputados al PP
para votar a Cherines. El movimiento es difícil de entender. Podemos decir a
favor de Cristina Coto que haga lo que haga la suerte del Foro parece estar
echada y que entre el PP y tanto emergente es difícil sobrevivir sin una figura
que tenga peso electoral por sí misma. Pero el movimiento es extraño. La
probabilidad de éxito, con la coronación de Cherines, era realmente baja; y el
trozo de pastel que le podría tocar a Foro cabe pensar que sería pequeño. A
cambio de tan improbable y pequeño premio, el movimiento hacia el PP supone dos
evidentes infortunios.
El primero y principal es que quema buena parte del
discurso del Foro. Foro se presenta a la sociedad con cinco características
políticas: 1. es un partido conservador; una parte de su política (la educativa,
por ejemplo) se explica por su ideología, pero no toda; 2. es un partido de
ámbito asturiano sin lealtades debidas a cúpulas foráneas; 3. es un partido
limpio; aunque Cascos tenga su mochila llena de los peores contrabandos, el
partido se nutrió con gente políticamente poco estimulante, pero inocente;
4. es un partido con cierta transversalidad ideológica; se pretende que el
asturianismo y el regeneracionismo tengan más jerarquía que la ideología; 5. es el
partido que venía a romper el acuerdo tácito que mantenía en una posición
predeterminada, constante y comodona a cada partido en Asturias (menuda vidorra
de perdedor llevaba Ovidio). El apoyo al PP sólo deja en pie la primera de las
cinco credenciales y, para partido de derechas sin más, ya está el PP. ¿Con qué
cara podría insistir el Foro en el pacto del duernu a partir de ahora? ¿Qué
queda del discurso reivindicativo en el que Rajoy era enemigo de Asturias?
¿Podrá seguir insistiendo Moriyón en su “afinidad” con Podemos y Ciudadanos
como partidos del “cambio”?
Y el segundo
infortunio es que obliga a movimientos en la izquierda que no se hubieran
producido si no hubiera habido empate. Tal vez el Foro encuentre graciosos esos
movimientos, porque en verdad lo son, y tal vez quiere desaparecer de la política
asturiana como se hundían los músicos del Titanic, divirtiéndose. Cuestión de
actitudes.
IU se metió en
una situación difícil de justificar que empeorará cuando empiece a gobernar el
PSOE. En la primera vuelta Llamazares no quiso votar la candidatura de Emilio
León, y hasta le pareció una chiquillada por razones aritméticas: un frente de
izquierdas tiene sentido sólo si es mayoritario y parecía preguntarse si en
Podemos sabían sumar. Lo cierto es que cuando los demás sumamos 9 y 5 nos sale
14, que el PP pasó a segunda vuelta con 11 votos y que una negociación del PSOE
con un frente de izquierdas de 14 diputados es muy distinta de una negociación con
un grupo de 5 diputados. Si de las cifras pasamos a las ideas, el entendimiento
con Podemos es plenamente coherente con la oferta electoral de IU: ¿no
insistían y siguen insistiendo en hacer candidaturas conjuntas con Podemos?
¿Alguna vez, en cambio, IU se planteó ir en listas conjuntas con el PSOE? ¿A
qué vino entonces tanta equidistancia entre PSOE y Podemos en primera vuelta?
Y sólo en
primera vuelta. En segunda vuelta se rompió esa equidistancia. Ahora sí votan
al candidato socialista sin mayoría de izquierdas. Y ahora sí que parece que se
olvidó Llamazares de sumar: 14 más 5 salen 19; con esos diputados no hay
mayoría para gobernar. ¿Dónde queda aquella condición de apoyar sólo acuerdos
de izquierdas mayoritarias? Si la prioridad es parar a la derecha ahora, ¿por
qué no lo fue en primera vuelta, cuando podía pararla votando a Emilio León? ¿Y
qué va a hacer IU cuando Podemos niegue su apoyo al Gobierno, por ejemplo en
los presupuestos? ¿Va a abandonar el barco otra vez, como en esta legislatura?
¿Va a acentuar su imagen de chacha del PSOE levantando la voz a Podemos y
pidiéndoles cordura y altura de miras en nombre del gobierno de izquierdas? Muy
mal sumado, señor Llamazares.
Un pacto de
izquierdas con el PSOE supone una negociación inevitablemente áspera. A estas
alturas ningún regeneracionismo es creíble proyectado sólo hacia el futuro.
Para ser creíble debe incorporar actos de desafección explícita con lo ocurrido
y con sus protagonistas, responsabilidades incluidas. No hay regeneracionismo
en Asturias que no pase por una crítica severa a estas décadas de socialismo.
Las anécdotas de clientelismo, caciquismo abierto, ilegalidades y corrupción
son interminables. Hay pendientes procesos escandalosos. Lo que hace la corrupción
estructural no es que la mayoría de los socialistas sean corruptos, sino que la
mayoría conviva sin sobresalto con la corrupción de algunos. No se percibe
malestar interno en el PSOE por tanto desarreglo. Desde el punto de vista
político, en las consabidas materias de educación, sanidad y atención a los
mínimos vitales de quienes menos tienen, la política del PSOE estuvo siempre
justo a la izquierda de Esperanza Aguirre, nada más.
Lógicamente, el
PSOE no se sintió cómodo negociando con Podemos porque, dijo, su argumentación
es muy agresiva con los mandatos socialistas. Pero cómo no han de salir estas
cosas en una negociación con el PSOE. Por eso la negociación con el PSOE es
laboriosa e incómoda. Se negocia porque se acepta que hay en él suficiente fibra
progresista, pero es difícil negociar sin recriminarle y ofenderle. Javier
Fernández arruga la cara cuando intentan darle lecciones de moral, porque sigue
sin asumir que el PSOE es la mitad de lo que era. No hizo los deberes para un
pacto porque no asimiló bien su verdadero tamaño. Y ahora el apoyo blando de IU
le hace creer que sigue estando en condiciones de exigir que el pasado del PSOE
no se toca. Y por lo mismo creerá que puede gobernar con 19 diputados.
Gaspar
Llamazares parece haber rehuido desde el principio remangarse de verdad la
camisa. Prefiere una negociación que no remueva tantas cosas como quiere
remover Podemos, una negociación habitual, trillada, sin ofender al PSOE ni
pedirle que se duche. Que la estrella del regeneracionismo en la tierra de la
fortuna de Villa y el Musel de los prodigios sea la ley electoral parece una
broma. No hay camino fácil en la política asturiana enfrentándose al PSOE, sea
el enfrentamiento una negociación dura o una oposición firme. La actitud de
Llamazares hasta ahora parece indolente y hasta perezosa. Por ese camino él acabará en el Senado
e Izquierda Unida en el recuerdo.
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