“Tú
siempre dices que no se puede. Nada oyes de lo que digo” (maestro Yoda).
Es humano
renunciar. La negociación de los presupuestos de Asturias tiene
algo de eco del proceso de investidura. Son momentos en que se apoya, se
desconfía o se reprueba una línea de gobierno. Imaginemos que en la investidura
Podemos hubiera planteado a IU poner los catorce diputados que juntan entre los
dos frente a los catorce del PSOE y abrir una negociación con el siguiente preámbulo:
1. la FSA sí tiene mucho de lodazal, por la corrupción de unos pocos, el
disimulo de la mayoría y las prácticas clientelares generalizadas; 2. de todas formas, se debe llegar a un acuerdo de
gobierno por responsabilidad y lealtad con los respectivos votantes, pero no habrá
complicidad con todas esas malas prácticas; y 3. hay que negociar quién será el
presidente de esta nueva etapa; aunque sea del PSOE, podría no ser Javier
Fernández. No es mucho imaginar. Algo parecido quiso poner Podemos en la
mochila de IU. Tampoco hace falta imaginar mucho para suponer que IU no quería
una negociación así. Seguramente piensa parecido a Podemos, pero no quería una
negociación así, por radical, faltona, injusta o poco táctica. Aunque quería un
cambio (creo), no creía poder llegar a ninguna parte con semejantes maneras.
Como dije, es humano renunciar para evitar riesgos o pérdidas.
Lo malo es que
otro haga limpiamente y sin aspavientos lo que nosotros juzgábamos demasiado
atrevido y complicado y demuestre que la cosa no era tan difícil. Entonces se
nos queda cara de tontos y parece que nos hubieran desnudado en público. Mucho
pueden cambiar las cosas de aquí a las elecciones, pero con los datos actuales
el PP podría ganar por poco y tendría que formar gobierno con Ciudadanos. Y la
cosa es que esto que acabamos de imaginar para Asturias es justo lo que casi
seguro hará Albert Rivera. Le dirá al PP lo que ya le está diciendo, a veces
con palabras y a veces entre líneas: que el PP es un basurero en el que él no
se manchará; que tendrán que formar gobierno porque su responsabilidad lo
exige; y que Rajoy no será presidente de ese gobierno (“no hemos montado todo
esto para que Rajoy sea presidente”). No lo dirá a voces farfullando con la boca
llena, sino bebiendo agua mineral con el meñique estirado, pero es lo que dirá.
Y no será maleducado, faltón, extremista ni perroflauta. Una negociación con el
PP nacional o el PSOE asturiano no puede ser indolora. Por constructiva que sea
la intención, hay mucho y muy serio que reprochar, aclaraciones que requerir y
responsabilidades que exigir para transmitir una mínima voluntad de cambio a la
población.
No se trata de
si Rivera tiene algo de lo que acusar a Rajoy o si le presume alguna
culpabilidad (o Llamazares y Emilio León a Javier Fernández). Se trata de que a la gente hay que
hablarle en el lenguaje en el que se habla en política. En política las
palabras se hacen arena y al cerebro sólo llegan ecos vagos. En política se habla con presupuestos, con gestos y con nombres propios. No
se dice lo importante que es atender a los dependientes, sino que se sube el
presupuesto para atender la dependencia. No se pregona la honestidad de la “clase política”, sino que se renuncia expresamente a dineros y privilegios
espurios. Y no se prometen cambios políticos, sino que se cambia a la gente, se dimite, se propone o se
apoya a unos u otros. Rajoy fue el mandamás en esta época de
deterioro moral y político y, con
independencia de las responsabilidades personales que le quepan, su persona es
parte del vocabulario con el que se le habla a la gente. Que el PP negocie un
gobierno con Ciudadanos y que Rajoy no sea el Presidente es una manera de
hablar claro con la gente.
Si las elecciones
fueran hoy, es más que probable que Rivera negociara con el PP con este
lenguaje y esta actitud. Sería lógico que el PP no tuviera más remedio que
cambiar en muchas cosas obligado por la merma de su apoyo popular. Y semejante
ejemplo, y el mero hecho de que podamos conjeturarlo con fundamento, nos hace
mirar otra vez para Asturias y preguntar a Llamazares si era tan difícil todo,
si era tan irrealizable una negociación áspera, como requieren los graves
hechos de Asturias, que llevara a cambios perceptibles en la vida pública
asturiana; y si era tan radical y tan maleducado hacer en Asturias lo que los
aseados chicos de Ciudadanos harán de entrada en la política estatal sin tantos
remilgos.
La cuestión es
que ahora empieza la gestión política de los presupuestos. Y, como decía antes,
hasta cierto punto estamos en una situación de confirmar o rectificar las
actitudes de la investidura. Es un buen momento para IU vuelva a pensar lo que
se puede y lo que no se puede hacer, antes de que otros los dejen desnudos en
público. IU y Podemos pueden presionar al Gobierno para que: 1. haya
presupuestos y de ninguna manera dejen a Asturias con prórroga presupuestaria;
en Portugal el PCP y el Bloco están llevando al socialista Costa de la oreja y casi a
empujones a la Presidencia, y aquí se puede obligar al Gobierno a tener presupuestos; 2.
se regenere el tejido dañado de los servicios públicos esenciales (educación,
sanidad y dependencia entre otros); la deuda española no dejó de crecer estos
años, por lo que es evidente que los recortes en servicios eran ideológicos,
sin fundamento económico, y que la deuda se genera y alimenta en otros
espacios; en estos años desaparecieron profesores a un ritmo de uno por hora y
no basta con parar la sangría, hay que comprometer presupuestos y plazos para restituir
plazas perdidas; 3. hay que
comprometer ayudas de mínimos vitales para la nueva capa de pobreza que los
recortes fueron creando; 4. antes de poner en cuestión la regeneración del
tejido de servicios perdido, deben revisarse todas las empresas, fundaciones y
entes públicos creados sin control durante décadas y que, estos sí, no son todos
trigo limpio; y 5. comprometer plazos para dar explicaciones completas a los ciudadanos
por los casos más graves de corrupción pendientes, que minan cualquier mínima
identificación de la población con sus representantes.
Los presupuestos no son sólo números. Son ideología y voluntad política.
Asturias no puede ser gobernada con un tercio del parlamento. El partido que
gobierna perdió la mitad de sus apoyos en dos legislaturas, porque la gente
quiere cambios. Y hay fuerza en el parlamento para provocarlos. No es tan
difícil.
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