Pedro Sánchez va a intentar la investidura, con todo el griterío de los
barones del PSOE detrás de él como esas latas y cacerolas que se atan al coche
de los recién casados para que armen estruendo y jolgorio. Porque sólo
estruendo y barullo aportaron a la situación los líderes territoriales, tan
deprimidos en votos como el propio Sánchez. Veamos. Lo más enérgico que están
transmitiendo los barones y sus antepasados (Felipe González, Leguina y
Corcuera el de las arritmias) son los horrores de Podemos. El rechazo a tal
compañía política se expresa de manera confusa y nerviosa. Confuso es lo del
populismo y la radicalidad. ¿En qué son radicales? Proponen para los más ricos
diez puntos más de impuestos que Ciudadanos. No parece que sea para tanto. La
prohibición que pretenden de esas puertas giratorias que tanto pesan en las
facturas de nuestros servicios básicos está más cerca del sentido común que del
radicalismo descontrolado. Y lo del traje de Gaspar seguro que se les puede
perdonar. Lo del populismo o se refiere a aspectos epidérmicos (rastas,
bicicletas, frikadas); o a aspectos puramente internos (crowdfunding, asamblearismo); o a gestos que sí tienen pleno contenido
político (renuncia de privilegios, donación de parte de su salario); o a
propuestas plenamente políticas (impedir desahucios, garantizar energía en los
hogares). La monserga del populismo y la radicalidad es un atajo para dar
puñetazos en la mesa ahorrándose el razonamiento.
Los barones se desgañitan también por la unidad de España, como si Podemos hubiera
inventado la tensión territorial. Siendo un partido estatal y contrario a las
secesiones, fue el más votado en el País Vasco y Cataluña, lo que lo hace más
candidato a cortafuegos del independentismo que a dinamitero de la unidad de
España. Muchos que nos sentimos bien lejos de los nacionalismos pensamos que la
gravedad del caso catalán no tiene solución que no incluya un referéndum.
Parece mentira tanto griterío y tanta trinchera por un tema tan complejo y tan necesitado
de matices y buenas prácticas. Y también los barones, especialmente nuestro
presidente llariego, tan callado para tantas cosas, agita lo que parece estar
en el nervio emocional de toda esta crispación: que Podemos busca sustituir al
PSOE. Todos buscan crecer a costa de todos, el énfasis con que se dice esta
evidencia parece más efecto de la impotencia que de ninguna idea operativa de
lo que hay que hacer.
Como digo, el rechazo a Podemos es lo más enérgico que gritan los barones.
Pero tampoco quieren un pacto con el PP. Ni tampoco una repetición de las
elecciones. Un sinvivir. Susana Díaz sólo tiene claro que no quiere ahí a Pedro
Sánchez y le cuesta aceptar que se le escurrió y que le toca seguir esperando.
El barullo que los barones le montaron a Pedro Sánchez hace pensar que no
tienen interiorizado el momento delicado de su partido. Las elecciones sólo
mostraron una foto fija de un proceso que sigue su curso. La cosa puede ser
peor de lo que dice la encuesta del CIS, que ya pone al PSOE por detrás de
Podemos. Lo que mide el CIS es qué votaría la gente en un momento dado, pero no
prevé el efecto de una campaña, en la que todo indica que Podemos se da mejor
maña y en la que volarían los cuchillos en el PSOE. El PSOE tiene que
defenderse de Podemos, pero la mejor manera de hacerlo no es con chorradas de
populismos, leninismos y el oro de Venezuela. Lo que tiene que hacer es
sencillamente ocupar su sitio. Es la mejor manera de que no se lo quiten. En
Europa está fuera de él (el TIIP avanza) y aquí tiene que ocuparlo en
seguridad, educación, sanidad, regeneración y tantas cosas, y dejar de ser tan
sensible al qué dirán en la España profunda. Podemos sólo está ocupando lo que
ellos dejan por errores propios.
La opción de repetir elecciones puede no servirles más que para volver a
negociar con Podemos, pero esta vez para investir a Pablo Iglesias. Ciertos
aspectos de los movimientos de Podemos hacen pensar que la formación coquetea
con esa idea. Si es así, deberían reconsiderarla. Para España es nefasta y eso
debería bastar. Pero, aunque todo indica que mejoraría la situación de Podemos,
es un movimiento lleno de riesgos: se perdería el efecto de frescura que
produce su entrada en el Parlamento, el electorado estaría frustrado y castigaría
a quien crea culpable del desacuerdo y no saben cómo evolucionará su propio
magma interior.
El PP empezó a resquebrajarse lentamente ya sin remedio después de las
elecciones autonómicas y municipales. Y lo que les pasa a las cosas que se
resquebrajan es que les sale lo que llevan dentro, que es lo que se dedicaron a
acumular: corrupción desbocada, ramplonería, extremismo ideológico (ellos sí) y
Margallo nos recordó estos días que también ciertas formas de pura maldad. Cuesta
acostumbrarse a ver a Rajoy señalando quién pertenece y quién no a España y a
la democracia, mientras los juzgados van mostrando que el PP es una
organización tan dedicada a la política como al delito organizado. No se
acostumbra uno ni escuchando, para entrenarse, a Pedro Luis Fdez., el de la
FADE, señalando a las ayudas sociales y a la universidad como focos de fraude:
contra la solidaridad más humana y contra la formación superior, así son los
representantes empresariales que quedan por ahí en libertad sin cargos.
Ciudadanos sigue con su papel de hablar con todos pero sin decir nada. Quieren
entendimiento entre PSOE y PP como el Papa quiere el fin de la injusticia en el
mundo. Si Rivera quiere acercar a esos dos partidos, que haga de Andreotti y
proponga algo: así para abrir boca, que le pida al PP que ofrezca la derogación
de la LOMCE o la ley mordaza, a ver qué pasa. No quieren gobernar con Podemos, dicen,
pero pueden legislar con ellos. Si lo que quieren decir es que pueden convivir
en el Parlamento con ellos, faltaría más. Si lo que quieren decir es que pueden
acordar leyes con ellos, pero no gobernar, la afirmación es un enigma sólo al
alcance de centristas certificados. Y le dicen a Sánchez que no van con él sin
el PP. Está condicionando cualquier acuerdo tanto como Podemos.
Las exclusiones actualmente encima de la mesa no tienen solución
aritmética. Si los nacionalistas no pueden ser interlocutores de nadie, si Podemos
y Ciudadanos no pueden estar juntos y el PSOE y el PP tampoco, no hay arreglo.
Quizá haya que recordar un par de cosas. Una es que el nacionalismo es una realidad
tozuda en la política española y es una necedad fingir que no existe. La otra
es que los pactos complicados entre fuerzas que tienen poca sintonía suelen ser
más explícitos y por ello más claros que los que se basan en la confianza. El
documento que firmaron los de la gran coalición alemana es un ladrillo de 187
páginas, según parece muy densas y detalladas, como corresponde cuando no te
fías de la otra parte. O se les quitan los cuernos y el rabo a los
nacionalistas o algunos incompatibles firman un documento muy detallado y muy claro
para gobernar.
Sólo hay dos sugerencias que conviene no seguir. Una es la del señor
Puigdemont, que compara la eficacia catalana para formar gobierno con la
incapacidad española de gestionar la complejidad. El ejemplo del esperpento
catalán creo que es una lección que podemos desatender. La otra es un desliz de
Soledad Gallego en un artículo por lo demás lleno de buen juicio. Sugiere el
ejemplo de los países en los que el Jefe del Estado nombra, y no sólo propone,
al Presidente y así todo es más fácil. Pero el Jefe del Estado de esos países es
un Presidente de la República elegido democráticamente. Mientras el Jefe del
Estado lo sea por su apellido tiene que ser como un mecano y todo lo que haga debe
ser determinado por un protocolo y no por su libre albedrío. Que la complejidad
no nos haga apetecer atajos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario