Ya vamos viendo sus vídeos y sus consignas. Ya vamos viendo cómo nos ven. Porque
la propaganda, al suponer un esfuerzo máximo de adaptación al receptor, tiene
la gracia de mostrarnos cómo nos ve realmente el que se dirige a nosotros.
Lo primero que vimos fue el vídeo de C’s. No sé si se cumple eso de que una
mentira suficientemente repetida parece una verdad, pero sí estoy seguro de que
una verdad insustancial suficientemente repetida se hace una memez infumable. A
Rivera ya se le hizo larga la campaña de diciembre y en esta parece que arranca
ya desfondado. El problema es que tiene programa, pero poco mensaje, poca gente
y poco registro. Tanta cara de yerno aseado pidiendo a los políticos que alcancen
la altura de este pueblo, al que ya sólo le falta saber inglés, puede resultar
fresca las diez primeras veces, pero hace ya tiempo que alcanzó el grado de
memez. Lo de empaquetar más de lo mismo en una escena de bar para que parezca
un baño de realidad es de una candidez indefensa. La perorata del parroquiano
del vídeo sobre la historia de la España que se levanta y los héroes anónimos
cotidianos sonaba tan real como la frase aquella atribuida a una obra de Kim Il
Sum, en la que los japoneses invasores gritaban acosados por los valientes
coreanos: «huyamos despavoridos como ratas, que nos persigue el glorioso
ejército rojo». Tan natural. Y encima se metieron con el joven trasunto de
Pablo Iglesias, que va de sobrado y que es lo único que tiene gracia en el
vídeo.
Rivera en su laberinto da pasos en direcciones que llevan lejos sin
recorrer ninguna. El camino del arquitecto de consensos sólo lo puede recorrer
unos metros después del fiasco del acuerdo con el PSOE, que no tuvo más renta
que alejar a Podemos. La senda del dolor por las víctimas de Venezuela y esa
densidad de testimonio y vivencia con la que ya anda diciendo yo estuve allí,
yo viví aquello, tampoco parece que lleve muy lejos. Demasiado impostada,
demasiado interesada, demasiado irrelevante. Lo de ser la versión limpia de la
derecha renacida no funciona sin una mínima solvencia, por lo que tampoco puede
dar muchos pasos en esa dirección. Muchos retornan al PP después de la cana al
aire de C’s.
El PSOE ya tenía muy difícil gestionar la resaca de las elecciones
fallidas. Había presentado un pacto cerrado con Ciudadanos, sin ceder nada a la
izquierda, sin admitir enmiendas de la izquierda y excluyendo a la izquierda
del gobierno. Es lógico que no se percibiera entonces ni se recuerde ahora como
un intento franco de entendimiento. El PSOE tiene la propaganda más difícil y
además la está haciendo mal. En cierta ocasión, viendo que un amigo caminaba
hacia una cagada de perro, lo alerté. Entonces él dio un paso largo, casi un
salto, y justo por eso pisó la plasta. Con la presión del sorpasso, el PSOE está
reaccionando a cada paso propagandístico de Podemos dando saltos desencaminados
y pisando mierda una y otra vez. Pisa mierda cuando entra en el delirio del oro
de Venezuela o las alertas por los extremismos. Tales simplezas demagógicas
engordan el discurso ramplón de la derecha, pero no fortalece su posición. Pisa
donde no debe cuando mantiene durante días en la prensa la cuestión de Podemos
y la socialdemocracia, justo como quieren los morados. En todo esto pisa blando
el PSOE porque de embrollos y falsedades el PSOE no va a sacar un discurso
coherente con ganancia. Juntemos evidencias: no hay nada relevante en la
financiación de Podemos, porque visiblemente es un grupo que mueve pocos
recursos; Venezuela no dice nada de interés sobre la política española (más que
sobre Felipe González); el programa de Podemos no es extremista en ninguno de
sus puntos (que sea solvente o realizable es lo que se puede discutir); Podemos
siempre fue de izquierdas, dejémonos de bromas, y es evidente que es un partido
democrático; que cae en el espectro de la socialdemocracia fue siempre una
obviedad (¿hay algún tipo de izquierda democrática que no pueda llamarse así?).
De esos pozos el PSOE no va a sacar agua.
Pero sobre todo el PSOE pisa en blando cuando lanza el mensaje de que él no
tiene nada que cambiar, que la regeneración tan querida son ellos tal como
fueron siempre, que su oferta es seguir igual. Ese es el mensaje que se envía
cuando se reivindica ese pasado izquierdista arquitecto del estado de bienestar
sin autocrítica. Y ese es el mensaje cuando se da visibilidad y peso a
políticos tan emblemáticos de lo que se quiere dejar atrás como Tini Areces.
Podemos acumula aciertos propagandísticos. Su confluencia con IU ya intensificó
esa fortaleza de ser el enemigo al que todos quieren parar. El mensaje que
emplea como réplica recuerda al que contaba la película chilena No sobre el plebiscito de Pinochet. El
dictador presumía de economía, de riqueza y hasta de democracia. Como el PP
agitaba el miedo a un pasado al que nadie quería volver. La campaña del no no insistía en la desigualdad, ni en
la falta de libertades, ni tocaba de manera central los crímenes de la
dictadura. La campaña exitosa fue Chile,
la alegría ya llega. Así de sencillo: alegría y un montón de
sobreentendidos. Podemos lanza como consigna la sonrisa, imágenes amables,
puntos programáticos destacados y legibles sobre un folleto de Ikea, reforzando
así el mensaje de sonrisa y humor suave. Lo de la socialdemocracia no busca una
definición, sino tranquilizar. Por eso le conviene que el tema se mantenga en
la prensa cuanto más mejor. Además no se contrasta con el PSOE como
socialdemocracia «auténtica», sino «nueva», enlazando con ese eje
propagandístico tan sólido de la nueva frente a vieja política.
El PP, que ya es una de nuestras vergüenzas nacionales por su reputación
internacional delincuente, basa su propaganda en el mecanismo de los cacicazgos
de toda la vida: algún mal recuerdo con el que amenazar catástrofes, sembrar
miedo y proponerse como lo malo conocido frente a la incertidumbre. No hay nada
en la gestión del PP, absolutamente nada, que deba tranquilizar a nadie, ni por
su eficacia ni por su honestidad. Pero los cacicazgos se mantienen por la
inercia, por la sensación permanente de que demoler lo que hay amenaza caída.
Esa es una sensación que se extingue con lentitud y que retiene las situaciones
sin cambios durante más tiempo del razonable. El PP intenta una prórroga de esa
sensación a base de ignorar al PSOE y proyectar su ataque sobre Podemos, que es
más manejable para amenazar con lo desconocido y lo experimental. Su vídeo de
arranque, a diferencia del de C’s, es ameno y hace una impecable reducción al
absurdo, que sin embargo deja un mensaje confuso: que mi pestilencia no te haga
votar cualquier tontería en mi contra. Extraña imagen tienen de nosotros estos
estrategas.
La cuestión es que es muy probable que el PSOE vuelva a ser necesario para
formar gobierno, pero que esta vez no haya ninguna opción de que lo encabece.
Si Sánchez no fue capaz de ceder nada a Podemos para ser él el Presidente,
cuesta imaginar al PSOE negociando la investidura de Pablo Iglesias. El
permitir «por pasiva» un gobierno del PP pondrá al PSOE en ruta directa hacia
la irrelevancia. Y todo caerá sobre Asturias como el pedrisco, sin que nadie
pueda hacer aquí nada. La confluencia de IU y Podemos ya deja pintoresca la
posición de Llamazares de muleta de un PSOE que sólo tiene la mitad de los
votos de hace dos legislaturas y al que IU no exigió ningún cambio de calado.
Si el PSOE en España se pasa a la coalición que da el gobierno al PP y queda
como única oposición estructurada la coalición de IU con Podemos, ¿qué hará
Llamazares en Asturias? ¿Creerá Javier Fernández que tiene que hablar con
alguien?
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