Asturias no necesita desgobiernos centrales para bloquearse. Si en algo
somos autosuficientes es en desgobierno. Se acercan los presupuestos generales
y con ellos sabremos si la nave está siendo gobernada o si vamos en piloto
automático y, en este segundo caso, si vamos con rumbo o estamos ya como esas
peonzas a las que se les acaba el impulso y ya culebrean como si hubieran
bebido. Algo me dice que una segunda prórroga presupuestaria sería ya demasiado
zigzagueo beodo como para no pensar en elecciones. Más elecciones. Después le
daremos una vuelta a si Podemos nos seducirá metiendo miedo a Javier Fernández
o lo seducirá a él y nos dará miedo a nosotros o nos seduciremos todos en el
paraíso natural. De momento, repasemos la situación sin perder de vista que lo
más relevante será la relación entre el PSOE y Podemos ante los presupuestos.
La posición actual de Javier Fernández es, como la de Susana y otras
baronías, una afirmación enérgica de términos contradictorios, es decir, un
absurdo factorizado en componentes que se gritan por separado. Quiere
enfáticamente que Sánchez no pacte con Podemos, quiere por encima de todo que
no haya elecciones y se niega con igual contundencia a que el PSOE le dé el
gobierno a Rajoy. Quiere un PSOE en la oposición que no tenga arte ni parte en
que gobierne Rajoy. Para semejante inocencia, suplicarían si fuera preciso que
el PNV se abstuviera, pero justamente toda la baronez del PSOE había presionado
hasta quitarle el resuello a Pedro Sánchez allá por diciembre y enero para que
no formara aquel gobierno de 161 diputados de izquierdas, porque la abstención
nacionalista rompería España en pedazos. Sería la monda que la abstención del
PNV fuera un peligro para España si servía para un gobierno de izquierdas y no
lo fuera si sirve para mantener a Rajoy. Así que lo dicho: juntando todos los
deseos de los vociferantes barones formamos una contradicción irresoluble, un
absurdo.
No sólo la situación nacional y la posición conocida de nuestro barón
llariego son un escenario de partida complicado para los presupuestos. Es que
la legislatura ya arrancó torcida con un gobierno respaldado por 19 escaños en
un parlamento de 45. Desde que Susana Díaz disolvió el parlamento andaluz
porque le dio la real gana, se puso de moda en España sustituir la negociación
y la responsabilidad que tiene el mejor situado para formar gobierno por el
órdago y el desafío. Repasemos. Susana, ante la falta de apoyos en la situación
resultante de su travesura institucional, cuando se le pasaba el arroz para
quitarle la silla a Sánchez, empezó a clamar por la irresponsabilidad de los
demás de no dejarla gobernar. El propio Sánchez firmó un pacto con C’s, lo pasó
a votación a la militancia, y ya cerrado con todos los lacres, le pidió el
apoyo a Podemos sin darle opción a modificarlo, retocarlo y casi ni leerlo. Era
otro órdago: a que no te atreves a mandar a España a otras elecciones y dejarla
sin todas estas reformas tan tan buenas. Rajoy lleva durmiendo la siesta desde
la jornada electoral. En vez de buscar apoyos, ofrecer cambios, modificar
conductas, sólo lanza el órdago: a que no te atreves a mandarnos a unas
terceras elecciones. Y la prensa en papel, con sus deudas debidamente negociadas
con Soraya, allá lanza editoriales y columnas para señalar a Sánchez como el
responsable y para cantar los males de una terceras elecciones. Con razón se
mofaba el otro día Juan Carlos Escudier del delirante «reportaje» de El País,
que pretendía endilgarnos que en América no se hablaba de otra cosa que del
«bloqueo» de España, es decir, de Pedro Sánchez, y que estaba todo el
continente atónito y en un sinvivir. El PP sigue protegiendo a sus
delincuentes, ahora intentando apartar a la jueza del caso de los discos duros
martilleados, y cuadrándose ante la memoria de Millán Astray, pero la cerrazón
es de Pedro Sánchez. Una vez más, qué tropa.
Sólo hay que ver el vocabulario que se gastan los barones para explicar sus
diferencias con otros. Lo que les impide buscar acuerdos son cosas tales como
la unidad de España, el régimen constitucional y la mismísima democracia.
Cuando alguien está convencido de que lo que lo diferencia del de enfrente es
eso, la libertad, las instituciones, la nación y cosas tan elevadas, o tiene la
ceguera del extremista, o la niebla del ofuscado o el extravío del perplejo. La
cuestión que nos ocupa es que la legislatura asturiana arranca con un gobierno
con 19 diputados y que arranca con este discurso apocalíptico hacia la otra
fuerza necesaria, Podemos. Con IU de aliado, el PSOE no tiene otra combinación
posible que no sea Podemos. Podría, por supuesto, ir hacia el PP, pero tendría
que «desconectarse», como dicen en Cataluña, de IU. IU, por su parte, quiso ir
en coalición con Podemos a las elecciones y recibieron calabazas. Tras las
elecciones, sin embargo, y en un movimiento difícil de explicar, IU pacta con
el PSOE por aquello de la responsabilidad y se aleja de Podemos hasta ser el
punto donde más reticencia se mostró a la coalición de Podemos e IU a escala
nacional. Para que no falte nada, ahora Llamazares firma un manifiesto en pro
de un acuerdo entre PSOE, Unidos Podemos y C’s.
Los presupuestos están ahí. Llamazares sacó la calculadora y se dio cuenta
ahora de que PSOE e IU no tienen mayoría y ya no quiere ser una muleta que ni
siquiera es muleta porque no es suficiente y sólo parece un apéndice que va
colgando. Ahora quiere un acuerdo en serio y mayoritario. Nunca es tarde. El
PSOE, si no quiere la extravagancia de tener que pactar con el PP en un
parlamento con mayoría de izquierdas, tendrá que buscar, ahora sí, un acuerdo amplio.
Pero, como venimos diciendo, justo Asturias es una de esas baronías que se
desgañitan contra un acuerdo con los morados a escala nacional. Por su parte,
en Podemos andan cruzándose tuits
sobre miedos y seducciones (debidamente magnificados por la prensa, que sigue
sin tener una mínima compostura profesional para informar sobre esta
agrupación. ¿Qué tal irá la investigación aquella del parlamento venezolano
sobre la financiación de Podemos?). Iglesias quiere dar miedo a los
sinvergüenzas y Errejón quiere seducir a los inocentes. Una encrucijada
apasionante para ejercicios de redacción.
Desde luego en Asturias los dos tienen márgenes infinitos para actuar.
Errejón encontrará un buen montón de inocentes para seducir y, si la cosa es
entre los de arriba y los de abajo, en la parte de abajo aquí ya hay un
ambientazo donde prodigar esas artes de seducción. El otro día me decía Ata
Aróspide en el Muro de Gijón, en horas de oficina de día laborable, con ese ojo
torcido que tienen los publicistas, que estaba dando un paseo contando jóvenes.
Lo dicho, un paraíso natural para la seducción de los de abajo. Y Pablo
Iglesias tiene también todo el terreno del mundo para dar miedo. En corrupción
y desfalco de bienes públicos tenemos una ventaja sobre Madrid, Andalucía,
Valencia o Cataluña (sí, señor Gabriel Rufián, Cataluña como la que más): el
tamaño. Aquí no hay bastante chicha como para que el tres por ciento sea un
imperio o para que los maletines puedan sostener una organización. Pero, para
el dos por ciento de España que somos, no lo hacemos mal. Y hay buena materia
prima para dar miedo, porque de momento incluso en un caso como el de Villa,
tan en núcleo mismo del PSOE, no tuvimos más explicaciones políticas que las
propias de Esperanza Aguirre: es que nos salió rana. Para qué decir de todos
los demás que sacuden los juzgados, las arcas de la región y el buen ánimo de
tanto inocente seducible. Con estos mimbres, si PSOE, IU y Podemos consiguen un
acuerdo presupuestario, iré al Parlamento a pedir autógrafos y hasta me haré selfies. Lo contento que estaría todo el
mundo en el Muro a horas de oficina en días laborables.