No es verdad, aunque lo parezca, que a los muertos les siguen creciendo las
uñas. Se ven cada vez más largas porque la carne en la que radican pierde
líquidos y masa y al retraerse las dejan más al descubierto. Hace tiempo ya que
el PSOE se deshuesó y perdió toda forma. Los más pesimistas dicen que desde que
se fue Felipe González. Lo cierto es que a medida que el PSOE fue perdiendo
sustancia, fueron sobresaliendo ocurrencias y personajes menores como sobresalen
las uñas de un cuerpo que se consume. Así Rubalcaba, un fontanero de la
política, ilustrado y buen conversador, pero fontanero, llegó a sobresalir como
un líder de tanto que se había consumido lo demás. Con un Rubalcaba al mando,
del que nunca podíamos recordar qué había dicho de nada, que hablaba bien, pero
no había forma de contar a otro qué había dicho, con un Rubalcaba al mando
digo, y un PSOE que no quería que lo vieran con Zapatero, el partido empezó a
perder votos a desgarrones. No con Pedro Sánchez, ni siquiera con Zapatero, que
dejó al PSOE con tamaño perdedor estándar. Con Rubalcaba al mando, empezó el
partido a dividir por dos todo lo que era. (Por cierto, fue notable la
excepción de Asturias; el Foro casquista combinó incompetencia con tonos de
gobierno tan chirriantes y horrísonos, que logró la proeza de perder la mayoría
en sólo siete meses frente a un PSOE en caída libre y sin líder.)
Así que al consumirse el partido va sobresaliendo lo que en un cuerpo sano
sería oculto por irrelevante. El discurso del partido bajó hasta la demagogia a
lo Curro Jiménez de Susana Díaz, el nivel dialéctico descendió hasta el
«sinvergüenzas» y «cobardes» de aquel sábado de Ferraz y la «referencia moral» cayó
hasta Javier Fernández. Javier Fernández es un hombre discreto, que siempre
estuvo en la pomada del PSOE asturiano como no estando y que se le apodó «el Mudu»
porque ocupó la Presidencia como la amada de Neruda, callando y como ausente.
No deja de tener su gracia que él haya dicho desde la Gestora del PSOE que
había que hablar porque todos habían cometido «delito de silencio». El mismo
periódico que encabezó el navajeo para echar a Sánchez lo viene encumbrando
como una «referencia moral» del PSOE. Bueno, en realidad, empezaron por decir
que era una referencia moral para Susana Díaz, lo que es un piropo más que
dudoso porque lo pone en el mismo ramillete que Chaves y Griñán, sus otras
referencias morales. Pero además Fernández estuvo siempre en el caldo gordo del
SOMA y PSOE, que en Asturias acumulan décadas de prácticas clientelares
asfixiantes o abiertamente mafiosas y corrupciones sonadas. Siempre tuvo cerca
la mano impulsora de Fernández Villa, de quien sabemos que amasó una fortuna
robando de manera continuada desde su puesto de mando fáctico del PSOE. La
cuestión no es cuánta culpa le cabe a Javier Fernández en todo esto. Ninguna
frase con la que digamos que Fernández no es ninguna referencia ética parecerá
serena y prudente. El problema de los ditirambos desmedidos es que no hay
ninguna frase que los niegue que suene templada. Así que digamos lo evidente:
cualquier persona o conducta que podamos tomar como referencia ética en
Asturias tuvo que estar muy lejos de Fernández Villa. Precisamente donde la
mudez de Fernández resultó más chirriante fue en el caso Villa. Nunca entendió
que Asturias aún no recibió explicaciones suyas ni de su partido.
Javier Fernández tiene a Asturias con prórroga presupuestaria porque
condujo sus negociaciones con Podemos con un principio operativo: ¿qué se puede
negociar con Podemos? Él fue parte de la estridencia baronil que despistó a
Sánchez del pacto de izquierdas lógico que tenía que haberse producido en
diciembre y lo llevó a aquella juerga de pedirle a Podemos apoyo para gobernar
con un partido anti–Podemos. Cuando Fernández entregue los diputados
socialistas al PP en Madrid, será divertido verle en Asturias jugar a ser uno y
trino y pedirle apoyo a Podemos. Le pedirá responsabilidad y que no mezcle lo
que haya pasado en Madrid con los problemas de Asturias. Digo que será
divertido, porque Javier Fernández rompió manu
militari el acuerdo municipal firmado entre PSOE y Podemos en Oviedo porque
la marca local de Podemos en Gijón no había apoyado al PSOE. Al final, Podemos
de Oviedo sacrificó su mayoría y le dio la alcaldía al PSOE, pero, después de
pretender prolongar el intolerable cacicazgo gabinista en Oviedo por lo que
pasaba en Gijón, ¿con qué palabras le dirá a Podemos que una cosa es Madrid y
otra Asturias y que no sea tan irresponsable de mezclarlas? Será uno de esos
momentos en que prefiramos un Presidente mudo.
Pero lo mejor es el sainete de la Gestora. Anduvieron bordeando la palabra
«abstención» con el mismo asombro y reverencia con el que José Arcadio Buendía rodeaba
el hielo sin atreverse a tocarlo. Esquivaban la palabra como que tenían que
estudiar lo que iban a hacer. Cuando la gente me dice algo con mucho rodeo,
siempre creo que me toman por idiota. O el rodeo es falso y creen que soy bobo
porque todavía no entendí a lo que se refieren. O el rodeo es sincero y creen
que soy memo porque necesito más palabras de las normales para entender algo.
Así que entre las palabras del Mudo y los editoriales militantes llevo días con
la sensación de que nos toman por lelos. Maltratan hasta el esperpento a Pedro
Sánchez por su no es no, por su negativa a abstenerse y dar el Gobierno a la
banda del PP. Recordamos a Felipe González señalando con el dedo el delito: me
había dicho que se abstendría y me engañó. Recordamos las navajas de Albacete reluciendo
como los peces tras acusación tan grave. Abrieron las carnes y la memoria del
PSOE en canal para echar al que no quería abstenerse. Y ahora dan rodeos como
que están pensando si se abstienen o qué. Por Dios.
Para que el sainete no quede a medias el PSOE entregará sus diputados al
PP, pero jugando a la izquierda y la derecha. Ya empezó Fernández diciendo que
abstenerse no es apoyar. En realidad, una abstención no es más que lo que mande
el contexto. Si se destroza un partido hasta arriesgar su supervivencia, sólo
para quitar al dirigente que no quiere abstenerse y facilitar la formación de
un gobierno, la abstención tras una brutalidad semejante, es un apoyo esforzado
y tenaz al Gobierno, diga lo que diga el Mudu. Pero decía que el paripé incluye
la representación de izquierda y derecha. Tras varias provocaciones de esos
bocazas del PP que hacen méritos para una futura embajada en la India, Javier
Fernández, casi con el puño en alto de puro izquierdismo, advierte que «quizá»
se abstengan, pero que nada de gobernabilidad garantizada. Qué bárbaro. Me
recordaba a la anécdota que me contó una amiga de un anarquista de la CNT que
se había casado por la Iglesia, pero que decía a sus correligionarios, ufano y
levantando el dedo con energía, que se había casado con camisa roja y pantalón
negro. Harán como que la investidura de Rajoy fue algo que la Gestora le
arrancó al PP.
A veces el azar quiere que una situación compleja se sintetice en un punto
y se nos muestre así singularmente sencilla. El punto que resume el espectáculo
salió de la boca de de García–Page cuando dijo que Pedro Sánchez le debía
disculpas a Felipe González. Sánchez había prometido al pueblo no permitir con
su voto o abstención otro Gobierno de Rajoy y había prometido, dicen, a
González permitir el gobierno de Rajoy. Enseguida se abstendrán para que
gobierne Rajoy y no pedirán perdón al pueblo. Lo inadmisible no es engañar al
pueblo, es engañar a González. Además a González, del que supimos en los
ochenta lo que podía llegar a mentir y de quien sabemos cosas peores ahora. En
esa frase está todo. El que entienda la singular tristeza de esa frase habrá
entendido lo demás.
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