Data a Picard: “¿La sensación táctil añadida a la visual hace
que la sientas más real?” (Star Trek.
Primer contacto).
Era de esperar que el representante de este PSOE sin representante ni
representación, uno cualquiera, el tal Hernando, dijera que iban a poner a
Rajoy en el Gobierno porque eran socialistas de raza. Ya no nos extraña ver en
el ABC artículos dedicados a Javier Fernández, su estatura de hombre de estado
y su moral de referencia. Pero a mí tanta laudatio
en el ABC y La Razón me hace pensar que lo de poner a Rajoy en el Gobierno a lo
mejor es de derechas. Como digo, todo era de esperar, pero los humanos somos
todos como el capitán Picard: si además de saber las cosas las vemos y las
oímos aumenta nuestra sensación de realidad. Por eso, que el PSOE se haya despedazado
en el afán de dar el poder a Rajoy parece más real desde que oímos al tal
Hernando en el hemiciclo. Rajoy es el Presidente que más nos mintió, en volumen
y en frecuencia. Él presentó cada quebranto de lo dicho o prometido como un
doloroso acto de responsabilidad. El problema de acercarse tanto al PP es que
Rajoy destiñe y el tal Hernando empezó a hacer como él. No tuvo mejor
ocurrencia que hacer un repaso atolondrado de los principales incumplimientos
históricos del PSOE para exponerlos como dolorosos momentos en los que los
socialistas estuvieron a la altura. Hasta se atrevió a mencionar el caso de la
OTAN, mezclando en pleno aturdimiento estos tiempos con los de aquella
peligrosa guerra fría.
Algunas caras nos hablaban del próximo futuro. Una era la de Pedro Sánchez,
viendo a su número dos en el no, haciendo de número dos, pero esta vez sin
número uno, y diciendo que lo socialista es la abstención. Era la cara del
crucificado viendo el desfile del vencedor. O del toro resoplando antes de
salir a la plaza. Susana clavó su aguijón como una abeja: produjo el dolor
deseado, pero se desgarró en el oficio y no está ya para enseñar más allá de
Despeñaperros. No olviden las primarias y la cara de Pedro. Otra cara es la de
Rajoy cuando debate con Podemos. Con Iglesias el Presidente alcanza una
singular distensión y se pone especialmente ocurrente y vacío. Con el PSOE
Rajoy se enfada, se contenta, se esfuerza o se pierde. Con Podemos se distiende.
Es que sencillamente, con Iglesias no puede ganar ni perder nada. No le puede
quitar ni dar, así que sólo le queda derrochar ese carácter suyo. Y luego está
el pedrusco de Rafael Hernando. Él de por sí ya flota en mala baba, era lógico
que entrara al trapo de los morados con material judicial de deshecho. Pero una
parte de cada espumarajo de Hernando, y este no sabe hablar sin gargajos, se lo
tendrá que tragar el PSOE. Es interesante ver hasta dónde llegará el estómago
del PSOE. Pablo Iglesias pone sus mejores caras en la tribuna. Es mejor orador
y más culto que la mayoría. Y lleva consigo algo de frescura y provocación
callejera. Pero a veces dos sabores juntos no se mezclan sino que se tapan. Sus
acentos callejeros no dejan oír las ideas de su discurso estructurado. Al decir
«delincuentes» señalando al hemiciclo ya no habrá otro titular ni resumen de
nada más que haya dicho. Es una interesante cuestión estratégica en la que debe
pensar.
Ninguna figura mejor para visualizar el esperpento del PSOE que la de
Antonio Hernando. Su voz sonaba a desagüe, como si alguien hubiera quitado el
tapón y el PSOE se vaciara. Lo que queda del PSOE busca soporte en tres puntos
con cuya insistencia sólo ponen más rayas al adefesio. El primero es el
supuesto bloqueo institucional. En realidad, no había una situación de bloqueo
que exigiera heroicidades. Simplemente tenemos un sistema proporcional y no
mayoritario. El propio sistema busca que lo normal sea que haya que negociar y
ceder para formar gobierno. Lo que no es normal es que el partido ganador se
eche a dormir la siesta y la prensa diga que el segundo partido tiene la
responsabilidad de convertir el sistema proporcional en mayoritario y regalar
sus votos para que gobierne el primer partido sin negociación ni cesión. Y
menos normal aún que el segundo partido interiorice esta patraña. Hay dos
buenas razones para que nuestro sistema sea proporcional, una universal y otra
local. La primera es que el sistema así se hace más complejo, pero también más
plural y eso es un valor. La razón local es que aquí tenemos las instituciones
y servicios parasitadas por los partidos. Si encima el sistema fuera
mayoritario el caciquismo sería irrespirable. Piénsese, por ejemplo, que en el
Reino Unido el que gana gana con mayoría absoluta, pero la BBC es independiente
y también las instituciones reguladoras y de control. Imagínense aquí la juerga
que sería el sistema mayoritario.
El segundo soporte es culpar a Podemos. No hay discurso en que no lloren
por aquel gobierno con C’s como Boabdil lloró por Granada. Pedro Sánchez había
pedido a Podemos permitir un gobierno en minoría en el que los morados no
pintarían nada, y que estaría controlado por una oposición dominada por el PP,
con sus 120 diputados y su submarino naranja metido en el Gobierno. Es decir,
Pedro Sánchez pidió a Podemos que aceptara lo que exigían González y Cebrián:
no pintar nada en el Gobierno ni en la oposición. Deberían dejar ya ese fuego
de artificio.
Y el tercer soporte es ese movimiento de salvación que echó a Sánchez e
hizo añicos el PSOE. Cebrián y González vociferaron el asalto por sus propios y
oscuros intereses y con voces talludas y de alcanfor. Esas voces marcaran el
guion para entronizar a Rajoy, pero ya como ventrílocuos a través de una Gestora
de muñecos que movían los labios. Hubo que coordinar cosas como la ambición
descerebrada de Susana Díaz, la burricie de Corcuera o ese miedo de los
personajes intermedios y mediocres a quedar fuera de la línea oficial, para que
el país presenciara atónito cómo el PSOE y una notable tajada de la voluntad
popular desaparecían ante sus ojos como un globo deshinchándose en bandazos,
para dejar como único resto el tal Hernando diciendo que se abstenía porque se
había vuelto socialista.
Este no es ya el parlamento que salió de las urnas y lo limpio serían unas
tercera elecciones. El PSOE es un agujero en el Congreso y también en la vida
pública española. Si va a haber un momento en que Podemos sea la referencia
única o principal de la izquierda, ese momento aún no llegó. Ahora mismo, la
consunción del PSOE deja un grave desgarrón en la convivencia, y no conviene
olvidar a sus culpables, que siguen en la vida pública, desde la pareja
engurriada de mafiosos, la ambiciosa descerebrada y el burro mayucu, hasta los
muñecos del ventrílocuo y los pequeños que buscaron con ansiedad la cola buena.
Hoy en la votación definitiva el PSOE, es decir, una parte de nuestra voluntad
y nuestra historia, será una sábana tensada que mostrará sus agujeros y
descosidos. Y Javier Fernández creerá volver a Asturias con el deber cumplido y
hecho un hombre de estado, que lo habrá dicho el ABC.
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