domingo, 16 de octubre de 2016

Terceras elecciones, por favor

La legislatura lleva meses en el taller y aún no está lista. Cada uno puede hacer los análisis que quiera sobre lo que le conviene, pero lo honesto con el país es reconocer que la legislatura tiene un montón de piezas y cables sueltos y que así no debería empezar a rodar. El PSOE es un enorme roto en el Parlamento, un verdadero desgarrón en el tejido de la democracia. Los diputados del PSOE están en el Parlamento como los caballos del Grand National cuando siguen corriendo después de caérseles el jinete. No tienen dirección ni directrices. No se sabe quién manda ahí. La votación para la investidura amenaza con ser un esperpento, donde cada uno hará lo que le dé la gana  y donde es posible que se abstenga sólo el número justo de diputados socialistas necesario para que Rajoy sea investido y así parezca una «táctica» o un «mensaje» de firmeza opositora. Pero el problema no acaba en la investidura. ¿Qué mandato tienen los diputados del PSOE, a qué programa se deben a estas alturas? El PP empezará a practicar nuevos recortes, que justificarán como imponderables sobrevenidos por la deuda y la disciplina europea. Querrá leyes de seguridad abusivas cuando haya nuevas amenazas o atentados terroristas en cualquier parte, y pedirá obediencia en nombre de la unidad frente al terrorismo. Continuará deslizando valores ultraconservadores en educación y justicia, dirá que son cosas menores y llamará maximalismo ideológico a cualquier oposición. El PSOE estará continuamente en la tensión de mantener una conducta responsable y con «visión de Estado» y amagos izquierdistas para distanciarse del PP y hacer como que hace oposición, pero no tanto que Cospedal diga que se acercan a Podemos. La verdad es que los diputados socialistas parecerán un montón de canicas sueltas y ruidosas que reaccionarán con volatilidad a lo que el Gobierno vaya haciendo y a quienes no se les adivinará un rumbo definido.
El argumentario con el que llegan a la investidura es pobre y contradictorio. Empiezan queriendo la abstención para evitar el bloqueo institucional, que es un argumento de Estado, y ahora justifican esa postura porque unas nuevas elecciones beneficiarían al PP, que es un argumento de partido. Dicen que abstenerse no es apoyar, pero fueron capaces de descabezar el partido y hacerlo añicos para llegar a la abstención; y vaya si eso es apoyar. Estos días de Gürtel no traen nada nuevo, pero sí un recordatorio: el PSOE llega a la investidura considerando aceptable poner en el gobierno a un partido mafioso con prácticas continuadas de banda organizada, pero considerando una amenaza para España negociar nada con Podemos (es decir, con un partido de izquierdas) o hablar de cualquier cosa con políticos independentistas.
El bagaje con el que afrontan la investidura es también indigente. Javier Fernández dirige la Gestora porque es uno de los barones que triunfa en su Comunidad, pero realmente tiene un tercio de la cámara autonómica, la mitad de votos que hace dos legislaturas y está gobernando con prórroga presupuestaria porque no tiene apoyos. Se le mencionó como un político de peso en el partido, pero su mayor valor nacional es que ni habla ni se le conoce, lo que en estos tiempos de mediocridad y ramplonería quizá sea, ciertamente, una ventaja. Se le presentó como una referencia moral, y en Asturias están pendientes casos de corrupción sonoros y sonados sobre los que tuvo que flotar para llegar a la Presidencia. La manera de echar a Sánchez fue tan abrupta, la injerencia de Cebrián y González tan mafiosa y visible, que no le queda ya al grupo parlamentario ninguna actuación que no sea pintoresca o ridícula. El desprestigio fue tal, que el partido quedó realmente dividido y acéfalo, sin liderazgo posible que levante la moral. ¿Se imagina alguien un mitin de Susana Díaz en Cataluña?
No debería empezar esta legislatura con 85 diputados sin jinete que tienen una relación ya remota con el programa y campaña por los que fueron votados, o con un líder sobrevenido a quien no se votó. Favorezca o no al PP unas nuevas elecciones, lo limpio y lo justo es que el país ponga orden con sus votos. La anomalía del PSOE es tal que, dada la importancia numérica y política de su grupo parlamentario, debemos admitir que este Parlamento ya no es el que salió de las urnas. Sería pintoresco que después de todo el guirigay el PSOE impidiera la investidura de Rajoy, pero, como digo, ya no hay nada que puedan hacer que no sea pintoresco o ridículo. Que sea al menos limpio. De todas formas, sigue habiendo dos posibilidades y PSOE y Podemos tendrán que pensar su papel en cada una.
Una posibilidad es que Rajoy forme gobierno. Podemos tendrá entonces la responsabilidad de tomar la iniciativa con medidas normalmente propuestas por la izquierda en un Parlamento con posibilidades numéricas de que salgan adelante. El PSOE sencillamente tendrá que disolverse en el PP o mantenerse cerca de su programa e ideario. Cuando el PP empiece nuevos recortes, será un buen momento para que Podemos plantee al hilo de los recortes cuánto le estamos dando a la Iglesia para que lo gaste en infumables canales de extrema derecha, mientras cada vez abandonamos más a nuestros ancianos y dependientes. También es un buen momento para que defienda la justicia de que la Iglesia pague el IBI en un país que devastó la actividad e industria cultural con un IVA insoportable y que asfixia a las clases medias con impuestos poco progresivos. Puede también la formación morada exponer cuál es el verdadero balance de los conciertos educativos y plantear su anulación. Y debería poner la atención del país en que el paro se agrava cuando el empleo disponible se paga con sueldos que no llegan para los mínimos vitales y que hay que derogar la reforma laboral que provoca este desastre. Ni esto ni muchas otras medidas izquierdistas repugnan el programa o sensibilidad del PSOE. Pero lo obligarían a mostrar al país su verdadera forma. Y tampoco estaría mal que propusieran medidas firmes de regeneración democrática para comprobar las verdaderas prioridades de C’s.

Pero si milagrosamente hay nuevas elecciones, el PSOE y Unidos Podemos deberían darse un baño de realismo y comprender: 1. que el otro no va a desaparecer; 2. que ninguno de los dos llegará al poder sin el otro; 3. que el antagonismo de los dos fue tal, que los militantes tienen petrificado en la cabeza un argumentario de granito que le impide aceptar al otro; y 4. que estos bloqueos sólo se suavizan si durante un tiempo se recurre a terceras personas que no estén atrapadas en el granito del argumentario. Creo que hoy les propondría que negociaran la presidencia de José Borrell. Quizá mañana piense otra cosa o quizás hoy haya alguien mejor, pero lo importante es no poner empeño contra emociones que necesitan un tiempo para ser devoradas por la racionalidad y buscar el punto de apoyo en alguien no atrapado en esa maraña emocional. Siempre hay alguien. Pero como de baño de realismo hablamos, es evidente que el resultado más probable sería que la izquierda quedara peor representada. Esto hará gracia a algunos y no nos hace gracia a otros, pero es lo limpio y lo justo. Rajoy hizo una pregunta inteligente a Iglesias: ¿a nosotros quién nos vota? Que nadie se engañe con la respuesta: gente normal que mira para el país y cree que estará mejor con ellos en el gobierno. Los votantes de izquierdas, en el juego limpio de nuevas elecciones, pueden hacer como ellos, mirar al país y expresar lo que creen mejor para él. O mirarse al espejo y abstenerse si creen que eso mejora su pose en las tertulias o le da más «me gusta» en sus chascarrillos de Facebook. Los abstencionistas de izquierda en buena medida decidirían el desenlace. Y el resultado desde luego sería justo.

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