Así se evapora el agua de las superficies lisas. Susana Díaz y sus
valedores no querían primarias, querían una aclamación, extender su sultanato andaluz
al resto del partido. Pedro Sánchez velaba armas esperando el momento de
arengar a los militantes. Mientras la Gestora dormía al partido para que Díaz preparara
su paso de Despeñaperros para arriba y mientras Sánchez se demoraba en ese estado
dulce de sentirse el Deseado, Patxi López los desconcierta a todos y se propone
como candidato. Le llueven entonces recelos, Sánchez pierde apoyos y a Susana
Díaz se le va el escenario muñido por la Gestora y encima las encuestas dicen
que en lo de perder apoyos es socialista por los cuatro costados.
La idea de que la regeneración del PSOE pudiera venir desde Andalucía era
tan audaz como que la del PP pudiera venir de Valencia o Madrid. Susana Díaz,
en aquellas primarias que eran y no eran, puso a Pedro Sánchez a que sujetase
la puerta mientras se preparaba. Y Pedro Sánchez se le escurrió mientras a ella
se le pasaba el arroz por primera vez intentando formar gobierno en Andalucía
después de la travesura aquella de disolver porque sí el parlamento. Los
resultados de diciembre no fueron inestables, como se pretendió. En España hay
un partido de poder, el PP, y sólo puede gobernar ese partido o una coalición,
que no puede ser otra que PSOE con Podemos. En Francia durante bastante tiempo
la alternativa conservadora sólo podía ser una coalición del RPR con UDF y no
se percibió tal situación como inestable. En el PSOE hay una sensibilidad,
mayoritaria o no, favorable al entendimiento con Podemos y tres sensibilidades
contrarias. Una sensibilidad contraria es la de Rubalcaba hacia arriba (Felipe
González, Cebrián y a saber), que ve en Podemos una amenaza para sus intereses;
de esta parte el partido debería liberarse. Otra sensibilidad no quiere pactos
con Podemos porque no los soporta, ni su postureo, ni sus formas y ni el tono
faltón con que los señala con el dedo; esta parte debería repasar la prensa de
mediados de los ochenta cuando aparecieron los verdes en Alemania, ponían
macetas en sus escaños, iban al Parlamento con sandalias, se pintaban la cara y
hacían pantomimas; deberían ver lo que hicieron los socialdemócratas: su
trabajo. Y una tercera sensibilidad no quiere apaños con Podemos simplemente
porque ideológicamente son muy conservadores; sobre esto el PSOE debería ser
claro y decirnos honestamente lo que realmente quiere.
Los barones desafinaron entonces y Susana Díaz fue un vozarrón especialmente
chirriante, con bramidos simplones y casposos sobre rojos populistas y el coñazo
de la ruptura de la patria. Sánchez no supo desenvolverse en aquel barullo.
Hubo nuevas elecciones y Susana Díaz se había dejado ya plumas en el lance,
mientras Pedro Sánchez empezó a tener aspecto de silueta negra. No es un líder,
pero sí un militante reconocible cuando la plana mayor empezaba a no parecerse
a nada conocido. Cuando Pedro Sánchez se dio cuenta de que la abstención
nacionalista tenía coste cero y quiso de verdad formar gobierno, para evitar
esa coalición de PSOE con Podemos, vino aquel delirante y brutal episodio que
desgarró al partido. Susana Díaz perdió las plumas que le quedaban. Cebrián
perdió de golpe el diez por ciento de suscriptores de El País y un porcentaje
mucho mayor de crédito. González se desprestigió más. Y Pedro Sánchez, sin
liderazgo ni especiales dotes, fue definitivamente la silueta negra que
representa a un militante cualquiera del partido.
La derecha quería que el PSOE permitiera su gobierno. Y una parte del PSOE
y de la prensa próxima prefiere en el poder al PP antes que al PSOE coaligado
con Podemos. Y así empieza esta pantomima en la que le llueven flores a Javier
Fernández, casualmente más desde la derecha que desde la izquierda y más desde
fuera de Asturias que desde Asturias. La desmesura bufa en el halago evidencia que
hay más intereses que sinceridad. «Cuando se sometía
a la obligación del crescendo volvía otra vez al punto de partida y actuaba como
un maestro de la escuela de Azaña y entonces acudía a la metáfora que
acariciaba el oído para dar a entender que no hablaba él sino la memoria de su
inteligencia política», dice Juan Cruz en El País; Azaña, qué bárbaro. «Su tono es elevado
pero sin situarse por encima de quienes le escuchan y el contenido es altamente
moral pero sin pretender moralizar. Dibuja, como hizo este sábado en el Comité
Federal un mensaje potente e inspirador», se lee también en El País con la
firma de J.A. Torreblanca. «En
su cita con el Comité Federal del PSOE, Javier Fernández, sin papeles, conectó
con el mensaje que esa mayoría de los tradicionales votantes socialistas,
desencantada con discursos en los que no se reconocían, esperaba oír hace
tiempo», perora La Razón. ¿Va en serio todo esto?
La misma prensa empezó a hinchar ridículamente los «logros» que el PSOE
«arrancaba» al PP. Un PSOE que le
estuviera «quitando las muelas» al PP, como dice Rubalcaba, estaría siendo
atacado y no puesto en los altares por el PP y la prensa conservadora. El PP
sube en las encuestas y el PSOE naufraga en la tercera posición sin que Podemos
haya mejorado gran cosa (de momento, siguen en el congelador en discusiones
como esas de Big Bang, sobre si un zombi al que muerda un vampiro se transforma
o sigue siendo zombi). La realidad es que lo que están aprobando son versiones
paniaguadas de algunas propuestas de Podemos y reduciendo al absurdo debates
clave como la educación o la gestión de la energía. En un solo día tuvimos un
recordatorio nítido de qué fue lo que apoyó el PSOE. En un día se decreta
prisión para los golfos de Novacaixagalicia que se habían llevado una cantidad
indecente de millones de la entidad a la que habían arruinado; Cospedal da
esquinazo por enésima vez al país con la indignidad insoportable del caso
Trillo; y el señor Bárcenas dice digo donde había amagado con decir diego, para
recordarnos aquella pestilencia de Gürtel y la posibilidad evidente de apaños
que hayan edulcorado su declaración. Eso es la esencia del PP y de lo que apoyó
el PSOE.
Ahora a Susana Díaz se le vuelve a pasar el arroz, a pesar de los servicios
subalternos de Javier Fernández. Pedro Sánchez sigue de silueta negra, pero
cada vez más raída. De Patxi López algunos dicen que es el hombre de paja de
Rubalcaba para cerrar el paso a Sánchez y así cerrar el paso a Podemos. Otros
dicen que, si detiene a Sánchez, se retirará y dejará a Susana Díaz. Y otros,
que busca una bicefalia integradora. Pero puede que sea como el gato de
Schrödinger. Puede que sea todo a la vez, que sea quien ahora piensa que no es
no (¿eso de que fue un error permitir el gobierno de Rajoy significa que Patxi
quiere una moción de censura? ¿Y si no, qué quiere decir?) y a la vez quien
quiere el dúo Patxi – Susana. Puede que sean los acontecimientos los que
definan una de las historias que ahora están superpuestas en el estado de
coherencia cuántica en que se halla el candidato, y que ahora Patxi sea todas
las historias a la vez, como las partículas elementales.
El PSOE tiene la ideología que le da su historia. Pero está sin discurso en
los temas fundamentales. Cómo va a tener una propuesta para Cataluña si la
Gestora de Javier Fernández es incapaz de tener al PSC dentro del partido con
normalidad. Qué unidad va a haber tras las primarias, si la diferencia entre
las propuestas que competirán está provocando en este momento que se multen y expedienten
unos a otros. Que el PSOE tenga ideología no sirve si no tiene compromiso con
ella porque su pragmatismo hace que todo sea renunciable. Eso no es nuevo, ni
la falta de discurso correspondiente. Lo que es nuevo es la falta de poder. El
poder era un cascarón de azúcar que sostenía al PSOE. A medida que se disuelve
va quedando lo que es el PSOE sin poder, un archipiélago de sensibilidades que
no se tocan. Decía al principio que así se va el agua de las superficies lisas,
como rompiéndose en bolitas aisladas antes de desaparecer. Para mal de todos.
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