El Festival de Cine de Gijón empieza a ser un taller para el aprendizaje y
reflexión sobre la gestión pública. No se trata sólo de la serie de desatinos
que no cesa y que tiene tambaleando lo que fue la joya de la corona de la
oferta cultural de Gijón. Es que los desbarros son verdaderamente ejemplares y
dignos de observación para aprender algo sobre maneras y estilos de gobierno.
Tras la abrupta y nunca explicada destitución de Cienfuegos, se hizo evidente
que el Foro no tenía ninguna idea para el Festival de Cine y que ni siquiera
sabía lo que era eso. El Foro había empezado la gestión en Gijón como en el
Principado, a base de bramidos y sin ideas. Dijeron querer «dar un giro» al
Festival. Cuando les llovieron artículos de escarnio y mofa en los principales
periódicos nacionales, tanto los conservadores como los muy conservadores, fue
cuando se dieron cuenta de lo que era el Festival y empezaron a dar marcha
atrás a las ocurrencias que habían deslizado. Empezaron entonces a defender su
gestión del FICX diciendo que era «igual que antes». Primero destituyen a
Cienfuegos para darle un giro y, tras el chaparrón de befas y críticas, no
encuentran otra manera de defender la gestión de Carballo que declarándola
cienfueguera. Ya se habló de todo esto en su día.
El FICX vuelve a las portadas porque, a la improvisación permanente del
Foro y al declive, sin tragedia pero sostenido, de la gestión de Carballo, se
unió la ocurrencia sostenida sobre todo por XsP (la marca excéntrica de Podemos
en Gijón), pero ya reclamada antes por el PP y apoyada también con entusiasmo por
el PSOE, de sacar a concurso el cargo del director del Festival. Y, para que la
cosa no sea sólo una chapuza, sino que además lo parezca, sólo hay un candidato
posible porque los demás no saben inglés. Esta parada del viacrucis del FICX en
tiempos del Foro nos deja dos elementos de reflexión interesantes, uno el que
tiene que ver con el concurso y el otro con el inglés como elemento de
selección.
En cuanto a lo del concurso, hay dos capas de cargos muy claras. Los cargos
políticos deben ser nombrados por el poder político y la afinidad política ha
de ser uno de los criterios. Los cargos técnicos profesionales tienen que cubrirse
por criterios objetivos de méritos, sin intervención de complicidades políticas.
El problema son estos cargos, como los de la dirección del FICX, que deben ser
nombrados por el poder político pero no con criterios de lealtad partidaria. En
España el vicio de nombrar a quien no debe ser nombrado, e incluso hinchar la
estructura del Estado para añadir, como michelines de grasa, capas de nombrados
a los funcionarios de carrera, es asfixiante y costoso. Pero, contra lo que
pretenden XsP, IU, PSOE y demás, hacer pasar por tarea profesional lo que
claramente es parte de la gestión política del Municipio no es ganar en
transparencia, sino descender en compromiso. La gestión del FICX está
entretejida en la orientación y objetivos de muchas otras actividades
municipales como para que sea un verso suelto de la actividad municipal. Pero a
la vez, y contra lo que pensó en su día el Foro (y todo Cristo en todas las
áreas de poder de España), estos son cargos de perfil técnico, están en esas
áreas de gestión transversales e inespecíficas de programas políticos detallados
y tienen que tener una cierta independencia de partidos. Tratar este tipo de
responsabilidades como cargos de confianza de partido es puro clientelismo
político, que, como digo, es la norma en España. No es lo mismo un concejal que
el director del FICX.
El convocar un concurso para nombrar al director es más quitarse de encima
el Festival que implicarse en él. Parece aceptarse el principio de que la única
manera de evitar el clientelismo parásito es evitar tomar decisiones, recurrir
a baremos formales y ahorrarse los esfuerzos de que las decisiones sean de buen
gobierno. Los partidos que lo defienden tienen el mismo problema de partida que
el Foro, y no es un problema tan grave: no saben gran cosa de cine. No es tan
grave porque realmente los políticos no tienen por qué saber de todo. Si
supieran mucho de cine, quizás sabrían poco de danza. Recuerda Luis Arias en su
Reinvención del Quijote que Pérez de
Ayala señalaba que la principal virtud de un buen gobierno es no molestar.
Seguramente no va desencaminado. La virtud principal de un gobierno es tener
oído, en el doble sentido de escuchar y de percibir armonías y disonancias. No
es obligatorio que nuestro consistorio sepa mucho de cine, pero sí que se
asesoren, que llamen y escuchen y, en lo que oigan, perciban la estridencias,
lo que es armónico con la ciudad y con los propósitos de la gestión cultural, que
ajusten graves y agudos a lo que les aconsejen y que decidan el tipo de
individuo o individuo concreto que conviene a la orquesta. Enlazar cosas con un
propósito, más o menos no molestar, como reclamaba Pérez de Ayala. El que no
tenga oído, por sordera o por falta de aptitud para percibir armonías, es un
mal político y debe dedicarse a otra cosa.
La cuestión del inglés añade un poco más de desvarío al asunto. La
evidencia de la importancia del inglés y de nuestra falta de competencia en esa
lengua provoca una extraña, y creo que paleta, ansiedad que da lugar a percepciones
sumarias y a gestos precipitados. Tal es la ansiedad, que nadie debería llegar
a nada sin saber inglés. No deben confundirse los problemas estructurales
invisibles, que se detectan por acumulación de casos, con el hecho de que los
casos concretos sean problemáticos. Si en los años setenta un porcentaje muy
alto de universitarias estudiaban carreras humanísticas o asociadas con oficios
percibidos como asistenciales (arte, magisterio, enfermería) y muy pocas se
inclinaban por la física teórica o las ingenierías, había un problema
estructural. Es evidente que un estereotipo de género actuaba con fuerza en las
decisiones individuales. Pero el problema está en la acumulación estadística. Ningún
caso concreto era problemático: ninguna mujer hacía algo inconveniente
estudiando arte o magisterio. Actuar sobre los casos concretos hubiera sido una
memez. En tiempos de Bush padre se detectó que casi la cuarta parte de los
congresistas no habían salido nunca de EEUU. Ni un sello en el pasaporte. De
nuevo, el problema se detecta en la acumulación. Nadie es necesariamente mal
parlamentario por no haber salido de su país, pero hay un problema estructural
en que demasiados parlamentarios sean tan de terruño.
El inglés debe exigirse cuando es necesario para el desempeño eficiente de
un trabajo. Tendrían que habérselo exigido a Trillo para regalarle su Embajada
londinense, pero Rajoy no es buen o mal Presidente por eso, ni el director del
FICX tampoco, ni el Rector de la Universidad. Otra cosa es que en España, no
sólo se sepa poco inglés, sino que se observe que ni siquiera quienes llegan a
cargos de gestión saben inglés. La acumulación de casos revela aquí un problema
estructural profundo, del que no voy a hablar ahora, como el de los estereotipos
de género o la falta de movilidad de ciertas capas americanas, que requieren un
tratamiento de raíz, pero no una actuación histérica sobre los casos concretos,
que como tales no son problemáticos. No se trata de exigir tres sellos en el
pasaporte o saber inglés para cualquier cosa y desperdiciar sin más talentos
que buena falta nos hacen. Que el inglés sea lo que decide la dirección del
FICX sólo es la guinda del despropósito. No podemos saber, si a pesar de todo,
resulta que el festival acabará teniendo un buen director. Pero el gobierno
municipal y sus soportes deberían dejar de hacer lo que no debe hacer ningún
gobierno: molestar.
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