Pedro Sánchez no es el primero. Ya lo había hecho antes Antonio López con el retrato de la familia real. En los veinte años que tardó, las pinceladas de Antonio López fueron el revés del retrato de Dorian Gray. Dorian Gray permanecía siempre joven y distinguido y era su retrato el que envejecía y se desfiguraba con la degradación moral progresiva del retratado. El cuadro de Antonio López era su inverso. Cuanto más noble, inocente y, sí, campechana mantenía Antonio López a la familia en el cuadro en curso, más miserias y fealdad acumulaban los retratados en la vida real. A Pedro Sánchez lo infravaloró Susana Díaz; y luego Rajoy («lo tomo yo más en serio que los de su partido. ¡Y mi trabajo me cuesta!», bramaba; echaremos de menos esas cosas de Rajoy, qué máquina); y luego la plana mayor de Podemos versión Vistalegre 1.0, con aquellas maniobras postelectorales con las que parecía que Podemos lo succionaba en su estela; luego Felipe González y aquella Gestora del ridículo; luego otra vez Rajoy, que vio perplejo cómo lo echaba de la Moncloa desde su exilio del Parlamento; y ahora seguramente todo el mundo, empezando por los nacionalistas del país de las maravillas. Todo puede cambiar todos los días en estos tiempos de confusión, pero Pedro Sánchez arranca la precampaña siendo el inverso del retrato de Dorian Gray de todos los demás. Él permanece inmóvil como una pintura y los demás hacen un retrato mostrenco de sí mismos tratando de diferenciarse de él.
Steve Bannon, el agitador del fascismo de nuestros días, trata de extender una idea muy sencilla. En estos tiempos de confusión, mentiras y falta de ideas, no caben grandes sistemas de pensamiento. Las masas sólo llegan a la política a través del populismo y no hay más populismo que el de izquierdas y el de derechas, hay que elegir entre Maduro y Trump, con sus variantes locales. El bramido y la falta de propuestas y, sobre todo, de principios es el combustible que necesita Bannon para que parezca que tiene razón. Todo el que ruge sin sentido ni rumbo corroe, y escombros es lo que necesita The Movement, la organización con la que Bannon quiere romperlo todo. La especialidad de The Movement es la corrosión y el derrumbe. La presencia en España de seguidores y tontos útiles es una evidencia.
Pedro Sánchez quiere quedarse en el ojo del huracán que, a pesar de lo que se suele creer, es la zona tranquila y de cielos despejados que queda en el centro del ciclón alrededor del cual giran los vientos hostiles y destructivos. Los demás son los que parecen empeñados en buscar su sitio girando y tronando alrededor del hombre de la resistencia. Casado acumula mentiras con la rapidez de un feriante. En contraste con Rajoy, que no quería experimentos, Casado busca polarizar su espacio y el de Sánchez hasta parecer él mismo un experimento estrafalario, un activista revoltoso y charlatán en el que no quedan restos del fondo espeso de sentido común y estar de vuelta que transmitía Rajoy (hablo de imagen; sus números están lejos del sentido común). Esto disuelve ese suelo de votantes del PP que nunca bajaba ni a martillazos, por escándalos que se acumulasen. Si el PP quedara el tercero o el cuarto o si las derechas no suman una mayoría absoluta, se dará de bruces con otras elecciones sin poder gestionar la pérdida de cuarenta y tantos diputados. Que esa pérdida engorde a Vox le gustará a Aznar y a algún fósil del mausoleo, pero no al grueso del partido.
Rivera también quiere diferenciarse de Pedro Sánchez y elige la opción de la fuerza patriótica frente a la pusilanimidad socialista ante los independentistas. También arriesga. Esa oferta patriotera exige trasladar que Sánchez no tiene más pactos que Podemos y los independentistas y para ello tiene que cerrar la posibilidad de ser él un posible socio, con lo que se presenta con la imagen de Colón en santa compaña con la ultraderecha. Será digno de ver cómo explica eso de que el PSOE no es constitucionalista y la ultraderecha franquista sí. Macron ya empieza a no querer que lo vean con Rivera y Valls tiene pulgas.
Podemos también busca su espacio tomando a Sánchez como referencia. Y el primer pico de visibilidad que fueron a buscar fue la espantada del Pacto de Toledo. La condición de entrada de que se va a hablar en serio de nuestra vejez es precisamente que se hable por una vez con generosidad y al margen de vaivenes partidistas. Eso es lo singular del Pacto de Toledo. Nadie debe firmar tal pacto si no está de acuerdo con lo que se propone. Pero una cosa es eso y otra levantarse de la mesa justo cuando se convocan elecciones y no había pasado nada nuevo. Podemos tenía y tiene otras teclas para pulsar. José María Izquierdo destacó algunos datos de lo que está pasando. El Impuesto de Sociedades recaudó un 48% menos en el mismo período en el que los beneficios de las empresas subieron un 25%. Las empresas del Íbex crecieron un 16% y pagan un 11% menos. Un ejecutivo del Íbex llega a tener un sueldo 300 veces mayor que el sueldo más bajo de su empresa. Ese es el problema de las pensiones. No puede haber dinero para las pensiones si los que lo acumulan no tienen obligaciones con el sistema y la desigualdad se dispara. Antonio Huertas, presidente de Mapfre, quiere que la gente mantenga una «colaboración laboral» hasta los 80 años y que «complemente» su jubilación con una pensión privada (con eufemismos tan idiotas nos dice lo que piensa de nuestra inteligencia). Así se hacen sostenibles las pensiones: no cobrándolas, trabajando literalmente toda la vida y pagándose una pensión privada. Estas son las trincheras que Podemos tiene que llevar a las elecciones y no el titular del Pacto de Toledo. La izquierda no debe permitir declaraciones así sin que haya un escándalo. Lo hubo en 2000 cuando el Círculo de Empresarios dijo que las mujeres deberían pagar una cuota extra hasta la menopausia para financiar las bajas por maternidad. Hoy no se atreverían a decirlo, movilizaciones feministas mediante. Las declaraciones de Huertas tendrían que ser un terremoto que lo pusieran en la picota y buscar ese punto en el que no se atrevan a decir en voz alta estas cosas. No veo utilidad en lo de Sánchez no es de fiar.
Además Podemos tiene frutos que mostrar. Fue el principal inductor de la muy necesaria caída de Rajoy. Tuvo presencia en unos presupuestos con medidas sociales notables y que además originaron algunas leyes importantes, como la del salario mínimo y la de hipotecas que se acaba de aprobar. Nunca IU consiguió tal influencia en la política del Estado desde tiempos de Carrillo. Después de la torpe reacción al movimiento de Errejón, la retórica repentina del usted no es de fiar y me voy del Pacto de Toledo es un paso desorientado.
Como decía, todo el mundo dibuja su retrato contrastándose con Sánchez. Él sólo tiene que no moverse y los demás lo convierten en el reverso del retrato de Dorian Gray: se contrastan con él de manera que lo mantienen bello mientras ellos acumulan fealdades. Porque además Sánchez, bien asesorado, está realmente quieto. No está poniendo el foco en cómo se están yendo de las obligaciones comunes los ricos, cómo cada vez son más ricos y cómo se van los servicios básicos. Falta ideología, no propaganda. Falta señalar los frentes y marcar actitud en ellos. Falta en su discurso una socialdemocracia que ahora sólo podría ser reivindicativa y luchadora. La atención se dispersa en chascarrillos superficiales y Sánchez está en ese nivel de debate y mensaje. Y el resto de la izquierda está a lo suyo. Cuando IU se retire del acuerdo con Podemos; cuando Podemos y las confluencias nos expliquen que es que son proyectos muy distintos; cuando Llamazares nos venga con la ocurrencia de los ocurrentes; cuando por fin Montero e Iglesias presenten oponentes a Carmena y Errejón porque son también proyectos muy distintos; cuando todo esto ocurra, junten la grillera izquierdista con los disparates de Casado y Abascal y los sinsentidos de Rivera. Vean el panorama resultante y compárenlo con los bocetos de Steve Bannon.
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