sábado, 24 de mayo de 2014

Apagón de sondeos y jornada de reflexión. Una reflexión

[Columna del sábado en Asturias24 (www.asturias24.es)]
Cuando estas líneas aparezcan en este periódico, será el quinto día en que no se pueda divulgar ningún tipo de sondeo electoral por ningún medio de comunicación. Además, cuando pueda leerse este artículo estaremos en la jornada de reflexión, por lo que ya nadie podrá pedir el voto. Así que reflexionemos sobre la reflexión de esta jornada.
Las normas cambian de un país a otro, pero lo normal es que haya algún tipo de restricción sobre propaganda y sondeos en los días previos y en el propio día de unas elecciones. Y estas normas y sus porqués me traen a la mente lo que en una legislatura como esta es difícil no tener en mente. Esta está siendo una legislatura muy ruidosa. La gente se empobreció, la atención del estado bajó y subieron los impuestos y la desigualdad. Hubo desahucios, escraches, cercos al parlamento y manifestaciones tensas. Hay indignación y furia contra la clase política, por las dimensiones de la corrupción y por sus privilegios y conducta de oligarquía. Mientras crece el número de personas que no pide ya empleo por desesperanza, Emilio Botín camina dejando charcos de satisfacción y casi no necesita pronunciar palabras de felicitación a Rajoy porque le rebosan sin querer. La gestión del gobierno no le cabe en el pecho.
En esta legislatura, como en ninguna otra, se viene hablando de lo que la gente expresa realmente con su voto y de ello ya hablamos en este mismo espacio. Si el partido del gobierno gana las elecciones, o la gente está de acuerdo con su gestión, o la gente es idiota por votarlo sin estar de acuerdo con su gestión o la gente es idiota por estar de acuerdo con su gestión. Hace unos días se publicó una viñeta satírica en la que Esteban González Pons mostraba un cartel que decía: “Soy tonto del culo y el que nos vote más”. Algo así pensará mucha gente del centro a la izquierda el lunes si el PP volviera a ser el partido más votado.
Como es lógico, el PP lo entendería como una convalidación de su gestión y su conducta. Se les critica por todo esto del deterioro de derechos y condiciones de vida, por la corrupción, por el autoritarismo y demás, pero si ganan, dirán, es que efectivamente la gente tiene cosas más serias en qué pensar que esas tonterías de sobres, maletas, cobros ilegales o ministras de sanidad en Disneylandia. Y su argumento parecerá difícil de replicar. La gente nos vota, dirán, porque está de acuerdo con lo que hacemos, porque las demás posibilidades pasan por asumir que la gente sea idiota. Y no será fácil replicarles porque queda feo decir en voz alta que los votantes deben ser tontos del culo. Ni fácil ni acertado. El pueblo no es tonto, como algunos creerán, ni sabio, como peroraba Zapatero.
Ya que es hoy la jornada de reflexión, pensemos en por qué existe esta jornada en que ya no se puede hacer propaganda. Se pretende básicamente que el votante no tome su decisión condicionado por un estímulo de última hora. Se considera más limpio que el último día “piense” sin injerencias, porque las influencias próximas al acto del voto pueden distorsionar su percepción serena de la situación. La existencia de esta norma parece asumir que, efectivamente, los votantes son idiotas. Si la opinión que un individuo se fue formando de la situación de su país puede ser manipulada a pocas horas de la votación por algún mensaje propagandístico y si, efectivamente, hay que proteger su vulnerabilidad mental con la prohibición de tales mensajes, es que oficialmente se toma al votante por mentalmente indefenso, poco menos que tonto del culo. En la misma dirección va la restricción en los sondeos. En los últimos cinco días la ley aplica una versión social del principio de incertidumbre de Heisenberg: exponer los hechos los modifica, es decir, publicar el estado de opinión de la gente afecta a la opinión de la gente. Luego la gente debe ser corta de luces y de voluntad.
Es una incoherencia pretender que lo que vota el sujeto expresa cabalmente su opinión, como pretendería el PP si ganase, y a la vez que tiene que haber una jornada de reflexión en que se le proteja de influencias porque el sujeto es medio lelo. Si el votante es sabio, no deberá haber una jornada de reflexión. Si es idiota, no hay que tomar su voto como argumento de que las cosas se están haciendo bien.
En realidad, todo esto es una simpleza. No podemos pensar y actuar utilizando todo nuestro saber o tendríamos dolores de cabeza sólo para atarnos los zapatos. Para escribir esto, todo lo que sé sobre el Nepal, sobre la forma de freír un huevo o sobre la consistencia de la nieve están muy en la retaguardia de mi mente y apenas afectan a lo que pienso. Mi conducta y mi razonamiento están movidos por la pequeña parte de mi saber que ahora está en vanguardia y que está relacionada con lo que hago. Siempre pensamos y actuamos desde la porción de datos que nos vinculan al momento y eso hace que siempre tengamos una cierta distorsión del mundo. Para movilizar más conocimientos y suavizar esa distorsión necesitamos, efectivamente, reflexionar, distanciarnos de las cosas y dejar que fluyan más datos a ese punto de vanguardia de la mente, de manera que nuestra conducta sea más ponderada, más ligada al conocimiento y menos al momento. Por eso nos aislamos para estudiar o leer. No es que seamos idiotas. Nuestro hardware es así. Necesitamos distanciamiento para pensar con más recursos que los que nos vinculan a lo inmediato. Y una campaña electoral o publicitaria está diseñada para evitar el distanciamiento y que hagamos lo contrario de reflexionar. Está hecha para manipular nuestra percepción de lo inmediato y para que pensemos ligados a esa inmediatez.
Por eso con las campañas los grandes partidos crecen en nuestro mundo distorsionado y siguen siendo grandes en votos, aunque luego la gente no los quiera tanto. Como diría Unamuno, ¿y esto qué enseña?
Es a lo que vamos. Lo que enseña esto de que haya jornada de reflexión y la intuición que conlleva sobre nuestra labilidad de carácter y de mente es que el voto cada cuatro años es necesario pero no suficiente para que la convivencia sea democrática. El voto es una expresión puntual de una percepción deformada, se plantee como se plantee la forma de hacer propaganda o de organizar la reflexión. Es un momento clave sin el que ningún control ciudadano de la actuación de las autoridades es creíble. Pero no puede ser el único acto por el que se controle cada actuación de la policía, cada maletín suizo y cada cierre de urgencias infantiles de cuatro años. El mensaje principal de que haya una jornada de reflexión es que la democracia sólo funciona si, además de elecciones: a) funcionan las instituciones que de manera orgánica, mecánica, contrarrestan unos poderes con otros para que no se desmanden mientras el ciudadano no vota; lo que implica que las instituciones dejen de ser parasitadas por los aparatos de los partidos; y b) los ciudadanos tienen una participación y un control vivo entre elección y elección; lo que implica listas abiertas y cargos que se tengan que explicar permanentemente, no al aparato de su partido, sino a sus electores.

 No sé si exagero la interpretación de la jornada de reflexión. Si exagero, no creo que sea mucho.

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