[Artículo semanal en Asturias24 (www.asturias24.es)]
En esta semana de coronaciones y
fines de reinado la foto fija del momento acumula tal cantidad de anomalías que
ya es inevitablemente la foto de algo que está en transición hacia algún
desenlace. El déjà vu es una
experiencia muy común y casi divertida en la que de repente tenemos la
sensación de que lo que estamos viviendo ya lo habíamos vivido antes. El fondo
del fenómeno puede que no sea divertido, porque no deja de ser una disfunción
leve de la memoria. A veces nuestra mente tiene una brevísima interrupción de
funcionamiento mientras nuestros sentidos siguen enviándole datos. Cuando la
mente vuelve en sí y se hace cargo de los datos entrantes, estos le parecen una
repetición de algo difícil de concretar, porque su ausencia provocó una
ligerísima laguna en la memoria. El déjà
vu es una levísima discontinuidad en el recuerdo, como la resurrección de
una “muerte” minúscula.
Pero no siempre es la mente la que
tiene la culpa por ausentarse. A veces es que los datos que le llegan tienen
tal nivel de extravagancia que se desorienta temporalmente y, cuando por fin
los asimila, tiene la sensación de que las cosas fueron así siempre y que
cualquier tiempo pasado es discontinuo y sin relación con el presente. No fue mala
ocurrencia la de los hermanos Wachowski cuando asociaron el déjà vu con un fallo en Matrix, es
decir, con una anomalía del mundo.
Fallo en Matrix: en este momento en
España el personaje público sobre el que hay más control, el que más cuentas
tiene que rendir, el que más transparencia y buenas prácticas tiene que
observar es Pablo Iglesias, líder de una formación con cinco eurodiputados. El
personaje más opaco, el que más desviaciones de conducta tiene toleradas, por
el que menos se puede preguntar y saber es el ahora Alteza D. Juan Carlos I.
Nuestro derecho a intervenir en la Jefatura del Estado no es sólo nuestro
derecho a decidir si queremos elegirlo o preferimos que quien lo sea lo sea de
nacimiento. No se trata sólo de monarquía o república, aunque sea lo
fundamental. Un país seguro de sí mismo, capaz de enfrentarse a su memoria y
reconducir su rumbo podría saber sin quebranto orgánico exactamente cuánto
dinero tiene su Alteza Juan Carlos I, dónde lo tiene y cómo lo ganó. Parece
lógico que sepamos qué más que la dinastía borbónica se perpetúa en la
coronación de Felipe VI el Preparado. Puede que, con monarquía y todo, haya
cambios inaplazables que hacer en la Jefatura del Estado. O no.
Los dos principales partidos, PP y
PSOE, que sumaron entre los dos un 21,6 % de los votos en las elecciones
europeas, quieren hacernos sentir que esta inquietud es anti-sistema. La
exigencia de transparencia en la Jefatura del Estado debe ser, según
diagnóstico de Esperanza Aguirre (esta sí, preparada como nadie), una mutación
del gen totalitario. En cambio, en esta semana se habló con insistencia de los
3,5 millones que “una fundación relacionada con Podemos” recibió del gobierno
de Venezuela. El contubernio de Munich del s. XXI, el oro de Moscú puesto al
día. Lo divertido de esta manipulación es que no hacen falta más datos que los
que contiene el propio artículo para que se haga patente que no hay noticia y
sólo hay intención. Se dice allí que los 3,5 millones que recibió CEPS por
informes asesores fueron entre 2002 y 2012. Es decir, que es la suma de lo
cobrado en diez años: desde que Pablo Iglesias tenía veinticuatro años hasta
dos años antes de que existiera Podemos (algún día sabremos cuánta propina le
daba su abuela de pequeño, que se lo está callando). A lo mejor Chávez, con la
clarividencia que le atribuían sus fieles, ya se olía él que Podemos estaba en
ciernes y lo financió antes de que existiera.
En el mismo artículo se dice que
esa fundación trabajó en ese período para la Generalitat de Valencia y para el
Gobierno Central. Así que tan cierto es que cobró de Venezuela como que cobró de
España y de la Valencia mangoneada por el PP. Como digo, todo sin hacer
averiguaciones fuera del artículo en sí. Su lógica no puede ser más indefensa:
todo el que contrate y pague servicios a alguna entidad en la que haya
trabajado alguna vez algún miembro de Podemos financia a Podemos.
Nuestra memoria apenas puede
registrar los hechos sin lagunas, como si resucitáramos de una muerte breve y
nos hubiéramos perdido algo: es El País
quien lanza la manipulación, y la que hasta hace poco era “la caverna”
mediática se agazapa detrás de este periódico, como en las peleas de recreo se
agazapaba uno detrás del matón o del profe, y repite lo que dice El País del dinero bolivariano (¿cómo se
las arreglará José María Izquierdo para seguir haciendo de Catavenenos en la
SER entresacando de “la caverna” cosas que no estén también en El País?). Y para que nuestra mente
consciente tenga más difícil la asimilación de la actualidad en tiempo real, Soraya
Rodríguez quiere revivir aquellos días en que El Mundo lanzaba su titular y el PP, en la oposición, se lo
endilgaba a González gritándole váyase, paro, despilfarro y corrupción. Ahora
es El País el que toca el cornetín y
Soraya, la otra Soraya, la que agita el titular desde la oposición, pero no
contra el Gobierno como imaginarían sus votantes, sino contra un grupo de
izquierdas de cinco eurodiputados.
Con esos poco más de tres millones
de votos, con esa falta de líder y excedente de mequetrefes y con esa tendencia
a la baja que le dan las encuestas al PSOE, Soraya con El País bajo el brazo a la caza del escándalo en Podemos recordaba
a la guerra senil que Aureliano Buendía le proponía a Gerineldo, cuando ya sólo
se levantaba para ir a orinar debajo del castaño. En esta cruzada tienen algo
de caballo sin jinete o selección de fútbol eliminada en espera de un partido
póstumo con Australia.
La cuestión es que esa apenas
quinta parte del electorado que suman PP y PSOE, una plaza de Oriente mediada y
una Gran Vía rala y con calvas el día de la coronación son, parece, el indicio
del apego inquebrantable de España con la continuidad de la monarquía y de la
legitimidad del velo de opacidad sobre la Jefatura del Estado. Seguiremos sin
tener derecho a saber en qué cotarros se juntan Obiang y nuestro Jefe del
Estado, mientras analizamos las heces de Pablo Iglesias a ver si comió algo
procedente de Caracas y seguimos jugando a bolivarianos contra nacionales.
La selección nacional de fútbol completa
el fallo en Matrix. Sin darnos tiempo a echar el primer chupito, la selección
está ya fuera del mundial y nuestra memoria nos dice que debimos perdernos
algo, porque parece que no hay nada entre el momento en que era campeona y
favorita y el momento en que ya está fuera y más colorada que Roja. Y todo a la
vez que Salientes ilustres (Juan Carlos I, Rubalcaba, Rouco), Entrantes y Eternos
ataban y dejaban bien atado.
Lo que la gente dice a todo esto es
algo así como “normal, ¿qué esperabas?”, así se trate de fútbol, relevo monárquico
o travestismos periodísticos. Esa pachorra puede parecer cinismo o desengaño.
Pero no creo que sea una cosa ni otra. Es el efecto del déjà vu, la anomalía de la memoria y el regreso de la pequeña
muerte que nos hace sentir que todo es repetición y que por eso parece normal.
Lo que delata tanta cachaza en un fallo en Matrix en toda regla.
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