viernes, 20 de junio de 2014

Coronación y déjà vu. Fallo en Matrix

[Artículo semanal en Asturias24 (www.asturias24.es)]
En esta semana de coronaciones y fines de reinado la foto fija del momento acumula tal cantidad de anomalías que ya es inevitablemente la foto de algo que está en transición hacia algún desenlace. El déjà vu es una experiencia muy común y casi divertida en la que de repente tenemos la sensación de que lo que estamos viviendo ya lo habíamos vivido antes. El fondo del fenómeno puede que no sea divertido, porque no deja de ser una disfunción leve de la memoria. A veces nuestra mente tiene una brevísima interrupción de funcionamiento mientras nuestros sentidos siguen enviándole datos. Cuando la mente vuelve en sí y se hace cargo de los datos entrantes, estos le parecen una repetición de algo difícil de concretar, porque su ausencia provocó una ligerísima laguna en la memoria. El déjà vu es una levísima discontinuidad en el recuerdo, como la resurrección de una “muerte” minúscula.
Pero no siempre es la mente la que tiene la culpa por ausentarse. A veces es que los datos que le llegan tienen tal nivel de extravagancia que se desorienta temporalmente y, cuando por fin los asimila, tiene la sensación de que las cosas fueron así siempre y que cualquier tiempo pasado es discontinuo y sin relación con el presente. No fue mala ocurrencia la de los hermanos Wachowski cuando asociaron el déjà vu con un fallo en Matrix, es decir, con una anomalía del mundo.
Fallo en Matrix: en este momento en España el personaje público sobre el que hay más control, el que más cuentas tiene que rendir, el que más transparencia y buenas prácticas tiene que observar es Pablo Iglesias, líder de una formación con cinco eurodiputados. El personaje más opaco, el que más desviaciones de conducta tiene toleradas, por el que menos se puede preguntar y saber es el ahora Alteza D. Juan Carlos I. Nuestro derecho a intervenir en la Jefatura del Estado no es sólo nuestro derecho a decidir si queremos elegirlo o preferimos que quien lo sea lo sea de nacimiento. No se trata sólo de monarquía o república, aunque sea lo fundamental. Un país seguro de sí mismo, capaz de enfrentarse a su memoria y reconducir su rumbo podría saber sin quebranto orgánico exactamente cuánto dinero tiene su Alteza Juan Carlos I, dónde lo tiene y cómo lo ganó. Parece lógico que sepamos qué más que la dinastía borbónica se perpetúa en la coronación de Felipe VI el Preparado. Puede que, con monarquía y todo, haya cambios inaplazables que hacer en la Jefatura del Estado. O no.
Los dos principales partidos, PP y PSOE, que sumaron entre los dos un 21,6 % de los votos en las elecciones europeas, quieren hacernos sentir que esta inquietud es anti-sistema. La exigencia de transparencia en la Jefatura del Estado debe ser, según diagnóstico de Esperanza Aguirre (esta sí, preparada como nadie), una mutación del gen totalitario. En cambio, en esta semana se habló con insistencia de los 3,5 millones que “una fundación relacionada con Podemos” recibió del gobierno de Venezuela. El contubernio de Munich del s. XXI, el oro de Moscú puesto al día. Lo divertido de esta manipulación es que no hacen falta más datos que los que contiene el propio artículo para que se haga patente que no hay noticia y sólo hay intención. Se dice allí que los 3,5 millones que recibió CEPS por informes asesores fueron entre 2002 y 2012. Es decir, que es la suma de lo cobrado en diez años: desde que Pablo Iglesias tenía veinticuatro años hasta dos años antes de que existiera Podemos (algún día sabremos cuánta propina le daba su abuela de pequeño, que se lo está callando). A lo mejor Chávez, con la clarividencia que le atribuían sus fieles, ya se olía él que Podemos estaba en ciernes y lo financió antes de que existiera.
En el mismo artículo se dice que esa fundación trabajó en ese período para la Generalitat de Valencia y para el Gobierno Central. Así que tan cierto es que cobró de Venezuela como que cobró de España y de la Valencia mangoneada por el PP. Como digo, todo sin hacer averiguaciones fuera del artículo en sí. Su lógica no puede ser más indefensa: todo el que contrate y pague servicios a alguna entidad en la que haya trabajado alguna vez algún miembro de Podemos financia a Podemos.
Nuestra memoria apenas puede registrar los hechos sin lagunas, como si resucitáramos de una muerte breve y nos hubiéramos perdido algo: es El País quien lanza la manipulación, y la que hasta hace poco era “la caverna” mediática se agazapa detrás de este periódico, como en las peleas de recreo se agazapaba uno detrás del matón o del profe, y repite lo que dice El País del dinero bolivariano (¿cómo se las arreglará José María Izquierdo para seguir haciendo de Catavenenos en la SER entresacando de “la caverna” cosas que no estén también en El País?). Y para que nuestra mente consciente tenga más difícil la asimilación de la actualidad en tiempo real, Soraya Rodríguez quiere revivir aquellos días en que El Mundo lanzaba su titular y el PP, en la oposición, se lo endilgaba a González gritándole váyase, paro, despilfarro y corrupción. Ahora es El País el que toca el cornetín y Soraya, la otra Soraya, la que agita el titular desde la oposición, pero no contra el Gobierno como imaginarían sus votantes, sino contra un grupo de izquierdas de cinco eurodiputados.
Con esos poco más de tres millones de votos, con esa falta de líder y excedente de mequetrefes y con esa tendencia a la baja que le dan las encuestas al PSOE, Soraya con El País bajo el brazo a la caza del escándalo en Podemos recordaba a la guerra senil que Aureliano Buendía le proponía a Gerineldo, cuando ya sólo se levantaba para ir a orinar debajo del castaño. En esta cruzada tienen algo de caballo sin jinete o selección de fútbol eliminada en espera de un partido póstumo con Australia.
La cuestión es que esa apenas quinta parte del electorado que suman PP y PSOE, una plaza de Oriente mediada y una Gran Vía rala y con calvas el día de la coronación son, parece, el indicio del apego inquebrantable de España con la continuidad de la monarquía y de la legitimidad del velo de opacidad sobre la Jefatura del Estado. Seguiremos sin tener derecho a saber en qué cotarros se juntan Obiang y nuestro Jefe del Estado, mientras analizamos las heces de Pablo Iglesias a ver si comió algo procedente de Caracas y seguimos jugando a bolivarianos contra nacionales.
La selección nacional de fútbol completa el fallo en Matrix. Sin darnos tiempo a echar el primer chupito, la selección está ya fuera del mundial y nuestra memoria nos dice que debimos perdernos algo, porque parece que no hay nada entre el momento en que era campeona y favorita y el momento en que ya está fuera y más colorada que Roja. Y todo a la vez que Salientes ilustres (Juan Carlos I, Rubalcaba, Rouco), Entrantes y Eternos ataban y dejaban bien atado.

Lo que la gente dice a todo esto es algo así como “normal, ¿qué esperabas?”, así se trate de fútbol, relevo monárquico o travestismos periodísticos. Esa pachorra puede parecer cinismo o desengaño. Pero no creo que sea una cosa ni otra. Es el efecto del déjà vu, la anomalía de la memoria y el regreso de la pequeña muerte que nos hace sentir que todo es repetición y que por eso parece normal. Lo que delata tanta cachaza en un fallo en Matrix en toda regla.

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