sábado, 9 de agosto de 2014

La encuesta del CIS. Después de la cocina, la digestión

[Artículo semanal en Asturias24 (www.asturias24.es)].
Lo interesante de la encuesta del CIS de esta semana son las reacciones. En mi casa, hace ya unos años y como en tantas otras casas, había uno de esos interfonos que se ponen al lado de la cuna para poder oír en la sala si el bebé bulle o llora. Un día, cuando el más pequeño era muy pequeño, el interfono de la sala rugía cada poco con los llantos del recién llegado. No sé cuántas veces me hizo levantarme y abandonar la película que estaba viendo. Sólo sé que alcancé ese hartazgo al que sólo se llega desde el mejor amor. Cuando volvió a llorar, estiré el brazo y apagué ostentosamente el interfono, con lo que él seguía llorando pero nosotros no lo oíamos. “Se calló”, le dije a mi mujer con una mezcla de resentimiento y reivindicación.
Leyendo los editoriales de la prensa nacional (no me acuerdo ya en qué periódico leí qué, porque la prensa nacional en papel ya es tan parecida que me lío) y escuchando los balbuceos iniciales de los políticos, me los imagino buscando el interfono para apagarlo y dejar de oír el ruido que les llega de la realidad. Como a mí hace años, no les importa que el rugido y el desconcierto existan. Lo que quieren es que no llegue ahí donde ellos se solazan.
Lo relevante de la encuesta es que siguen bajando los dos partidos mayoritarios, aunque el PSOE va más rápido, y que continúa el ascenso de Podemos. No sé si son dos cosas o la misma. Tampoco sé decir, porque unos días me parece una cosa y otros otra, si este ascenso de Podemos y la depresión del bipartidismo es que la nación grita o que la nación respira. Pero no es una cuestión menor que Podemos esté por encima del PSOE en intención directa de voto y a sólo unas décimas del PP. Esto si sólo miramos la foto fija. Si la ponemos en movimiento, hay que añadir que el PP y PSOE siguen bajando y que Podemos sigue subiendo. Pero cada uno manotea a ciegas buscando el interfono para apagarlo, asentarse y no oír.
El PP se ve el primero en las encuestas y se da golpes en el pecho como un gorila en celo o como Cristiano Ronaldo tras un gol en la Champions y hace como que no ve y no oye. Sólo busca cambiar la ley electoral para trucar los resultados de las municipales. Y dirán que tal cambio es una medida de “regeneración democrática” con el mismo desparpajo con que los republicanos de Bush llamaban “ley de responsabilidad personal” a la prohibición de asistencia social a las madres solteras.
El PSOE recuerda al escorpión que le pide ayuda a un pato para cruzar a la otra orilla y, cuando en medio del lago le pica con su aguijón, le explica al desconcertado pato: lo sé, moriremos los dos, pero es que es mi carácter. Felipe González es un multimillonario, con muy reveladoras amistades internacionales y con una relación muy poco ejemplar entre sus decisiones de gobernante y los intereses particulares que se fueron desvelando con el tiempo. El PSOE no hizo ningún gesto significativo que limpie de inmoralidades su gestión pública. Pedro Sánchez sale de las entrañas del magma de mediocridad y oportunismo que diseminaron los dos grandes partidos por cajas y administraciones. Y además el PSOE paga esto más caro que el PP porque estas herencias y estas prácticas se sostienen con más dificultad desde un discurso de izquierdas; y sin discurso de izquierdas el PSOE no tiene sustancia nutricia. El PSOE se desinfla, Podemos se lo come, pero con su inmovilidad estructural parecen decirnos como el escorpión: lo sé, así me hundo, pero es que es mi carácter.
Izquierda Unida masculla por lo bajo contra estos recién llegados que parece que quieren leer la cartilla a todo el mundo, con lo que tienen ellos luchado. Cayo Lara presume de mochila y cede a la falacia tan cansina del PP, PSOE y la prensa en papel de que oponerse a los actuales políticos de plantilla es oponerse al sistema de partidos y a la política en sí (el último desvarío de Ximo Puig, en el delirio de filiaciones históricas y ADNs de Podemos que anda indagando todo el mundo, encuentra antecedentes en Mussolini, como una Esperanza Aguirre cualquiera; ¿estarán poseídos?). IU es el partido más propenso a desaparecer por el empuje de la nueva fuerza y haría bien en entender un par de cosas.
La primera es que la sociedad española tiene dos cosas contra los partidos que ya empiezan a llamarse “tradicionales”. Una es la inmoralidad, que va desde el delito hasta las corruptelas, abusos legales y privilegios. Y otra es el hermetismo de los aparatos de los partidos y la evidencia de que un político llega arriba más por su posición en esos aparatos que por el apoyo o proyección que puedan tener en la gente. No hay reproches que hacer a IU en el primer aspecto. No constan problemas de moralidad en este partido. Pero la primera cosa que digo que deben entender es que en el segundo aspecto, el de la opacidad y mangoneo del aparato, IU se percibe como cualquier otro partido: cerrado, jerárquico, lejano y donde las lealtades priman sobre cualquier talento.
La segunda cosa que deben entender es que IU hace mucho que no es el inicio y tracción de movimientos, agitaciones o círculos sociales de ningún tipo. Lo apoyan todo (movimientos feministas, de homosexuales, ecologistas, 15 M, …) y todo con convicción, pero Izquierda Unida no es la inspiración e impulso primero de nada de eso. Exactamente lo contrario que sucede con Podemos.
Así que son dos cosas las que IU tiene que cambiar si no quiere ahogarse sin pena ni gloria en el remolino de los círculos de Podemos. La primera es que tiene que cambiar su forma de organización: abrir sus estructuras y sus listas a los militantes y simpatizantes, respirar, acercarse. La segunda es que tiene que tratar a Podemos como trató otras cosas que no encabezó (movilizaciones sindicales y estudiantiles, 15 M, …): sumándose y apoyando.
Si las tendencias del CIS se consolidan y no se aceleran, que sería la monda, podría ganar el PP las próximas elecciones generales, pero podría ser una abrumadora mayoría la suma de PSOE, Podemos e IU. Como es inimaginable un consorcio en el que estén PSOE y Podemos, todo parece apuntar a dos posibilidades, una probable y otra deseable. La probable es la Gran Coalición, el portazo del régimen, los dos partidos hegemónicos apagando el interfono y salvando a España de los españoles.

La otra es reconocer la quiebra de las continuidades básicas del sistema crecido sobre las bases de la transición y abrir un proceso constituyente. El funcionamiento autonómico, el independentismo, la monarquía, las relaciones sociales, el funcionamiento institucional general, las relaciones del Estado con la Iglesia, …, todo cruje como una tarima vieja. La tendencia anunciada en la encuesta del CIS invita a que nos sentemos a hablar de nuestras cosas, sin límites, y ponerlas en orden. Y a eso se le llama proceso constituyente.

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