Si el tiempo se parece a un río, el
caudal de la actualidad son aguas que van a velocidades distintas y a veces en
sentidos distintos. Lo que se dice aguas revueltas. Basta mirar la foto y el
momento del gobierno griego. Algunas aguas son rápidas y huelen a futuro y
vanguardia. Europa no puede estar hecha de piezas tan asimétricas con reglas de
juego tan desiguales para unos países y otros. Y no puede ser un espacio donde
grandes cantidades de personas estén sin luz y la vejez sea para muchos pobreza
severa porque sean prioritarios los beneficios de los fondos buitre que
especulan con la deuda griega. El planteamiento que el gobierno griego llevará
a Europa sobre su deuda es agua rápida, es progreso y avance. Y es análisis:
hasta su acercamiento a Rusia dibuja al vacío el despiadado momento ideológico
y social de Europa.
El mismo caudal griego lleva
también aguas lentas, casi estancas, si miramos lo poco que avanzarán las
relaciones de la Iglesia con el Estado. El derechista y ultracatólico ANEL se encargó
de que esa parte del caudal siga oliendo rancia y a pasado y que el Estado siga
sin emanciparse de la Iglesia Ortodoxa. Esto podría no ser una cuestión menor.
Grecia tiene el punto crítico de su gestión en la negociación de la deuda.
Tiene todo el derecho a negociarla, pero por eso tiene también la obligación de
explicar sus gastos. Muchos deseamos que el gobierno griego diga alto y claro que
no es justo pagar toda la deuda a los especuladores mientras los enfermos pierden
la asistencia y los ancianos se mueren en el desamparo. Otra cosa será pretender
una quita de la deuda, mientras la Iglesia sigue sin pagar impuestos por sus
ganancias, siguen sin tributar los solares donde haya construida una iglesia y se
siguen dando grandes cantidades de dinero del Estado a la Iglesia. Resultará
algo chocante que sólo la iglesia griega sea ajena a los costes de la deuda
griega.
Y, si hay partes del río griego que
corren rápido y alguna que remolonea y se estanca, no faltan aguas que van
hacia atrás en el tiempo, con más propensión al pasado que al presente. El que
no haya mujeres en el Gobierno tampoco es una cuestión menor, ni es un
descuido. Es lo que hay. Grecia es uno de los países europeos con menos
presencia de mujeres en puestos de mando. No hay ninguna ley que intente
regular ningún aspecto de la desigualdad de sexos. El programa de Syriza no
recoge ninguna iniciativa. No es un desliz. Así es en este momento la sociedad
griega y así es Syriza. La desigualdad de sexos es desigualdad entre personas y
ninguna forma de desigualdad es calderilla. En un país de negros y blancos con
discriminación racial, no es un asunto menor que un gobierno sea sólo de
blancos. Y en un país que se destaca por la desigualdad de sexos tampoco es
menor que todos los miembros del Gobierno sean varones.
Sea como fuere, el caudaloso río
griego salpica a nuestra piel de toro. El PSOE y el PP tuvieron claro que lo
fundamental de las elecciones griegas era que Grecia no era España y que Syriza
no era Podemos. El análisis de los socialistas era un poco más profundo y
añadió que el PASOK no era el PSOE. Y empezó a gobernar Tsipras y desde el
primer día era como si Grecia fuera España y Syriza fuera Podemos.
Nada más verse la foto y cerrarse
el pacto de gobierno, Susana Díaz respiró aliviada: un gobierno sin mujeres, un
partido que pacta con la derecha nacionalista y católica, dijo mirando la foto
griega y señalando a Podemos, como si después de todo Grecia fuera España y
Syriza fuera Podemos. Susana es una política de casta, en el sentido del DRAE y en el otro. Fue calificada en el ABC con mala uva como “catedrática en
maquinaria interna” y es la quintaesencia de esa clase política tan denostada
en la opinión pública y tan señalada por el dedo populista y bolivariano: no
tuvo más oficio que la militancia, a duras penas acabó hace poco su carrera;
acaba de nombrar para la Diputación Permanente a dos ex-consejeros investigados
por los EREs, para que sigan aforados (qué gracia cuando decía Felipe González
sobre Juan Carlos I que el aforamiento no era un privilegio), con lo que el
partido sigue cómplice con la corrupción; acaba de nombrar a un militante y
subordinado suyo para ocupar una poltrona en la Cámara de Cuentas, con lo que
el partido mantiene la colonización parásita de instituciones de control que
deberían ser independientes. Y tiene un problema de olfato parecido al de
Esperanza Aguirre. Las dos llevan tiempo rodeadas de podredumbre y ninguna la
olió. Susana dice que el caso ERE le produce dolor y vergüenza. Es el tipo dato
que reclama fecha: ¿cuándo empezaron exactamente esos dolores y cuándo la pudo
el rubor? ¿Desde el principio o a medida que se fue sabiendo?
Así que, siendo tan dibujada por la
palabra “casta”, dice que Podemos la ataca porque su padre era un humilde
fontanero (hace unos días Javier Fernández decía que a él que lo registren, que
su padre era electricista; ahora el de Susana es fontanero, qué suerte tienen de
llegar al mundo justificados de antemano por la sencillez de sus padres). Y
dice exultante en las redes sociales que Syriza no puso mujeres y pactó con un
partido de derechas. ¿Quién necesita laminar a los corruptos y mantener
independientes las instituciones fiscalizadoras en Andalucía si Syriza pacta
con un grupo católico?
Las diputadas del PP también
entonaron el venid y vamos todos cuando vieron la foto de varones del gobierno
griego. La portada de La Razón se
alborozaba por la retirada de capitales de los bancos nada más tomar posesión
Tsipras. No, Grecia no es España ni Syriza es Podemos, pero quienes lo dicen
festejan cada lunar griego, real o soñado, como si lo fuera. Hasta Esperanza
Aguirre riñó a la presentadora de Antena 3 por hablar tanto de Syriza y hacerle
propaganda. La condesa de la nariz selectiva y conducción creativa se enfadaba
como si Syriza fuera Podemos.
Lo cierto es que, a pesar de los
temores de la condesa Aguirre, Antena 3 no hacía propaganda de Syriza. Hablaba
de Grecia porque mucho está pasando en Grecia y mucho de lo que pase allí nos
afecta y nos importa. Europa se moldeará con su población a partir del caso
griego o, a partir del mismo caso, acentuará su esclerosis. Si no somos Grecia,
rimamos en asonante con ella y oiremos aquí el eco de lo que primero haya
sonado allí.