Pasado el trago
de las elecciones autonómicas y municipales, formados ya todos los gobiernos, y
aún no iniciada en serio la legislatura, lo más notable se ve a
simple vista. El PP está derrotado e inició su derrumbe. Se mantiene como
fuerza más votada, pero como se mantienen en pie durante un tiempo las casas en
ruina y los muebles apolillados. Con el voto tan repartido se puede ser el más
votado siendo relativamente pequeño. Hay dos señales de que los resultados del PP son los
de un partido caído. La primera es que los partidos de izquierda parecen
capaces de pactar y formar mayorías. Ocurrió en todos los sitios donde su
confluencia era necesaria para impedir gobiernos conservadores (Gijón es la
notable excepción nacional; de Gijón y Asturias quizá podamos hablar mejor a
partir del martes, cuando pase lo que tenga que pasar en la Junta del
Principado y tengamos el cuadro completo; y qué cuadro). Y la segunda es que el
PP quedó acéfalo tras estas elecciones. Lo de Rajoy parecen ya los estertores
de un muñeco roto y cualquiera de los líderes capaces de inyectar ánimo y
fuerza quedaron de repente en el pasado irrecuperable (a ver qué grúa levanta
ahora a Esperanza Aguirre; aunque luego diremos algo de Cristina Cifuentes).
Lo esperable
sería que Rajoy hiciera algo. Lo exigible incluso. Pero Rajoy lleva toda la
legislatura expresando sus faltas como virtudes. Así que ahora presentará su
parálisis y falta de respuesta como un acto de perseverancia en un trabajo tenaz
que dará sus frutos al país. La realidad es que Rajoy cree que las cosas se
diluyen por sí solas si se les da tiempo. Todas las casas tienen un olor
característico, pero el hábito impide que cada uno perciba el de la suya. Rajoy
se acostumbra a toda clase de olores con singular facilidad y es capaz de
convivir con el delito instalado de manera estructural en su partido o con el
hundimiento del propio partido sin que su nariz le provoque el mínimo embarazo.
Intentó con
desgana hacer cambios, pero el eje inevitable era la salida de Cospedal del
aparato y su paso al Ministerio de Educación. La educación es muy sufrida.
Después del paso devastador de Wert, se pretendía coronar la legislatura
poniéndola en manos del cadáver de Cospedal, para que desde su condición de
no-muerta añadiera a los de Wert el tipo de destrozos que había hecho ella en
Castilla-La Mancha. Pero Cospedal prefirió la tradición de morir en casa y
quedarse en su Secretaría General a solas con sus recuerdos. Con esto Rajoy ya
no tenía cambios de calado que hacer y volvió a su inacción habitual. Tal es el
baile que cuenta La Razón y nadie
piensa que Marhuenda nos mienta.
Cristina
Cifuentes dejó en Madrid algún detalle que no debe pasar desapercibido, sobre
todo al PSOE. Algunas cosas, muchas, son más de lo mismo. Pero llama la
atención la manera tan directa en que Cifuentes llamó corrupción a la
corrupción y señaló que todo eso era de la señora esa de ahí al lado y que no
tenía nada que
ver con ella. Puede parecer improbable que Cristina Cifuentes se ponga a
desratizar la Comunidad de Madrid como seguramente lo hubiera hecho la otra
mayoría posible. Pero recordemos que el PP está sin líderes y no sabemos hasta
dónde llegan las ambiciones de Cifuentes y hasta dónde llegaría para
satisfacerlas. Desde luego ya dio señales de no querer salpicaduras de
Esperanza Aguirre o de Ana Botella. El apunte que no debe pasar inadvertido es
el siguiente. España exige clamorosamente una regeneración radical y maneras
transparentes y honestas en la política. El problema de la regeneración es
exclusivamente del PP y PSOE (a escala nacional), porque fueron los dos que
gobernaron y los que concentran todos los abusos. Toda exigencia de regeneración
es una censura al PP y al PSOE. Y en el PP y en el PSOE no se pueden dar pasos
sustantivos de regeneración sin renegar de alguien. Si Cifuentes acentúa esa
actitud de acusar a Aguirre, estará mostrando el único camino regeneracionista
posible en los dos grandes partidos. Por poner un ejemplo, el PSOE no podrá
pisar fuerte en el terreno de la regeneración y la honestidad en Andalucía sin
algún grado de hostilidad con Chaves o Griñán. Y, por poner otro ejemplo,
tampoco en Asturias sin incorporar una censura explícita de Areces. O a escala
nacional de Felipe González.
Y los nuevos
gobiernos constituidos nos dejan también otra tarea pendiente más para el PSOE
y dos para Podemos. PSOE y Podemos están muy cerca en número de votos e IU está
muy cerca de desaparecer. Es mejor que el PSOE deje de esperar a que caiga
Podemos como si fuera un globo que tiene que pinchar. Llevan ya en ese error
demasiado tiempo. Y Podemos debe dejar de esperar que caiga la vieja política y
se lleve por delante al PSOE cualquier día de estos. Es mejor que interioricen
la evidencia: ninguno de los dos llegará al poder sin el apoyo del otro. Esto
no quiere decir que se impongan a sí mismos entenderse. Es algo previo. Cada uno debe
empezar a tener un discurso coherente sobre el otro. Las lindezas de toda condición y salidas de pista sobre Podemos siguen siendo notables. El PSOE
debe empezar a pensar seriamente sobre ese grupo y tener una interpretación
racional de lo que representa y una manera coherente de tratar con él. Como
digo, un discurso, no una suma de soflamas. Y, aunque le resulte prepotente la
exigencia ética de Podemos, deben deshacerse de sus monstruos para tener fuerza
moral. Podemos debe también razonar asumiendo la existencia firme del PSOE,
porque la hoja de ruta de Podemos parece dar por sentada su desaparición. Y no
puede dar pasos firmes contra el PSOE que no pueda mantener con coherencia ni
explicar con solvencia. De nuevo, tiene que tener un discurso sobre el PSOE, y
no una suma de consignas ingeniosas. En el capítulo del lenguaje sin duda tiene
que pulir alguna frivolidad, aunque la cuestión no sea simétrica. Aún asistimos
a desvaríos de más calibre contra Podemos que desde Podemos (aunque aún no sea
martes, ¿le atribuye alguien en Asturias a Emilio León algo más bajo que el
comunicado de la FSA al día siguiente de “lo de Oviedo”?).
La otra tarea
que le queda a Podemos es también discursiva y tiene que ver con IU. Hay un
error dialéctico que no venía cometiendo la cúpula de Podemos hasta ahora. A la
izquierda no le gusta que la izquierda desprecie a la izquierda. En IU,
cualquiera que sea su futuro, hay un músculo que Podemos debería apreciar y
hasta ahora de esa forma vino expresándose Pablo Iglesias (IU en cambio sí cayó
en el error dialéctico de atacar a Podemos). Pero las declaraciones que
transcendieron esta semana son, como poco, descuidadas. Una parte del crédito
de Podemos consiste en ser representar lo que representa IU y más que eso, pero
eso también. También aquí deben construir un discurso coherente y desbastado de
arrogancias o tics de postmodernidad impostada (aunque es justo admitir que
Pablo Iglesias sigue siendo el único
que no puede equivocarse nunca).
Las cartas ya
están repartidas. Esperemos que, mientras Rajoy se ocupa por todos nosotros de
la renovación o marcha de Sergio Ramos, los demás se ocupen de todos nosotros.