El pasillo
temporal que va desde el día de la votación hasta la constitución del Gobierno es
el período de los mundos de Yupi. El quién es quién postelectoral nos distrae
durante un tiempo y nos ameniza los cafés. Se habla mucho en términos de
derecha e izquierda y de grandes principios. Vive uno la victoria o derrota de uno u otro
partido o la consumación de tal o
cual pacto
con el mismo tipo de emoción con que sigue un partido de fútbol. La realidad queda momentáneamente lejos. Ahora toca retornar a ella.
Y la realidad es
que el PSOE tiene menos de un tercio de la representación parlamentaria y que
tiene que hacer cambios. Los tiene que hacer porque pactó la investidura con un
grupo al que no gustó su política de la última legislatura. Y los tiene que
hacer porque con ese grupo sigue lejos de una mayoría para sacar unos
presupuestos. Es complicado buscar complicidad en la derecha porque, si un
punto de apoyo es IU, estirar la goma hasta Ciudadanos o más allá puede ser
mucho estirar sin que la goma se rompa. IU ya asumió un gran riesgo y
seguramente un perjuicio apoyando la investidura, como para aceptar más
renuncias, teniendo como tiene además la sombra de Podemos encima. La
aritmética y la lógica dictada por la geografía ideológica obligan a que el
PSOE deba buscar necesariamente a Podemos. Y lo tiene que buscar él, no IU. Llamazares
no va a ser el correveidile entre Javier Fernández y Emilio León. Y lo tiene
que buscar él, no Podemos, porque el PSOE tiene la primera responsabilidad en
buscar apoyos. Si las maneras de Podemos hacen fácil o imposible algún
entendimiento es algo que merece análisis después
de que el Presidente haya hecho gestos y cambios lo bastante relevantes como
para que sea obvio que le toca a Podemos el siguiente movimiento.
Y hay algunos
ámbitos que parecen clave, no sólo para que el apoyo de Podemos sea posible,
sino para que IU pueda implicarse más en la gobernabilidad. Uno de ellos es el
buque insignia del bienestar y servicios que forman la educación y la sanidad.
En la gestión de la educación y la sanidad en tiempos de crisis y recortes el
PP y el PSOE vienen jugando al poli malo y poli bueno. Se diferencian más en la
cautela o brutalidad con que recortan que en las prioridades de gasto. Parece
lógico pensar que el último sitio en que se debe recortar es allí donde el
ciudadano se encuentra con el Estado y recibe de él los servicios asociados a
sus derechos básicos: el ambulatorio, el aula o la sala de justicia, por
ejemplo. Sin embargo, es justamente por donde se empieza. No empezó el propio
poder político adelgazando su dieta insaciable (no es demagogia; ¿hará falta
recordar que Bárcenas cobraba, en A y legal, casi 11.000 euros netos mensuales?
¿Cuánto dinero estamos dando a los partidos para que paguen esos sueldos y
tengan tanto tresmileurista invisible?). La hinchazón de empresas dependientes
de organismos públicos o de funcionarios de libre designación podría haber sido
eliminada antes de tocar un solo hospital o una sola escuela.
Asturias no
supuso ninguna excepción en la prioridad de los recortes. Como en todas partes,
los primeros en notar los recortes fueron los ciudadanos que recibían los
servicios básicos. Podemos encontrar sin dificultad a un médico atendiendo a la
vez su consulta y la de su compañero de vacaciones por falta de personal. Los
ajustes en las plantillas de educación irán dejando ver sus efectos poco a poco
(en educación nada es de golpe; la mejora o la decadencia siempre son lentas y pacientes).
Como poli bueno, el PSOE aplicó estos recortes con más suavidad que la
complacencia con que lo hizo el PP, pero el diseño del adelgazamiento del
Estado es parecido. El único índice de “izquierdismo” al que puede apelar el
PSOE de Asturias es la comparación con las autonomías del PP, no la manera en
que atienden a la población. Genaro Alonso y Francisco del Busto están al
frente de los servicios testigo de la sensibilidad y orientación ideológica del
Gobierno y serán los primeros en acercar o alejar al PSOE de Podemos e IU.
Genaro Alonso, como
del Busto en su área, tiene delante el cambio en la política educativa o la
persistencia en la misma. Como él, tiene también delante una situación tensa
con el personal educativo. Aunque esto no es nuevo, porque desde los ochenta no
hubo teórico o gestor de la educación que no creyera estar por encima de los
profesores y su criterio, Ana González consiguió dejar un ambiente especialmente
irritado.
Pero aparte de estas cuestiones propias de su ámbito de gestión, parece haberse
concentrado en él la responsabilidad de algo que en realidad no es propio de su
Consejería más que en parte, que es la cuestión del asturiano. Al ser este un
motivo explícito de discrepancia entre IU y PSOE y al ser él académico de la
Llingua, parece que su presencia es la manera amable con que el PSOE trata esta
discrepancia con IU.
Sin embargo, la
cuestión del asturiano, cuarenta años después de los cuarenta años, excede el
ámbito de la Consejería de Educación y Cultura. IU lleva mucho tiempo pidiendo
la oficialidad de esta lengua. Daniel Ripa dijo que la gente debe ser
protagonista en lo que haya que hacerse. No se comprometió (al menos, yo no lo
oí) con la oficialidad, aunque algunas fases de la intervención de Emilio León
en el discurso de investidura fueron las únicas palabras en asturiano que se
oyeron en la Junta. No debería ser difícil que Podemos asuma que el estado
legal en el que una lengua está de hecho en manos de la gente es la
oficialidad. Si IU tomara una iniciativa parecida a la que tomó otras veces, el
previsible apoyo de Podemos y las cuentas que cualquiera puede hacer en el
actual Parlamento podrían poner seriamente sobre la mesa la oficialidad del
asturiano (hagan números, es muy fácil). El asunto, como digo, excede el
significado de la presencia de Genaro Alonso en el ejecutivo.
Sin prejuzgar
nada ni a nadie, la verdad es que el ejecutivo se parece bastante a cualquier
gobierno que podría haber formado el PSOE en cualquier circunstancia. El PSOE
tiene poco más de la mitad de votos que tenía hace dos legislaturas. Viéndose
en el poder, no parece acusar la diferencia de su situación. La regeneración no
consiste en leyes de buen gobierno, sino en conductas perceptibles que han de incorporar
la autocrítica y hasta la desafección explícita con personas y políticas
realizadas. El PSOE parece confiar en que los demás cumplirán ciertas obligaciones de principio sin asumir él ninguna propia. Confió en la obligación que la izquierda tiene de
impedir que gobierne la derecha para lograr la investidura. En los próximos meses confiará en la obligación que los demás
tienen de garantizar presupuestos para Asturias, por el enorme daño que haría a
la comunidad la prórroga presupuestaria. Mientras con la mitad de lo que era
siga siendo el partido menos pequeño, parece bastarle con las obligaciones que los
demás tienen primero de llevarlo al poder y después de permitirle gobernar.
Este es el camino más corto para la inestabilidad. El PSOE tiene poco tiempo
para garantizar la gobernabilidad y que Asturias tenga presupuestos. El PSOE,
no los demás.
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