Según se va
acabando la semana, me va quedando la sensación difícil de explicar de que los
alegres muchachos de Junts pel Sí y la CUP peinaron a España con la raya al
medio. El país anduvo toda la semana desaliñado, como sin duchar y con los
pelos revueltos.
La sarta de
desvaríos había empezado en el fin de semana. Rajoy había convocado a la prensa
para enseñarles la nueva oficina con la que el Gobierno azotará la corrupción. La
criatura viene al mundo con un nombre muy ameno: Oficina de Recuperación y
Gestión de Activos (ORGA). Se va a dedicar a recuperar para el Estado el dinero
y bienes obtenidos delictivamente para que “ningún delincuente pueda disfrutar
de lo que ha robado”. Tres años después de decirle a Bárcenas “Luis, sé fuerte”
y de decirnos por pantalla de plasma como un dibujo animado que él no tenía nada
que ver con aquellos papeles en los que estaba su nombre porque él era
registrador de la propiedad, tras flotar toda la legislatura con las aguas ominosas
de Gürtel, Púnica y tarjetas black al cuello, Rajoy muestra orgulloso a ORGA,
la solución final para los botines mal habidos. La oficina estaba vacía de
todo: pocos muebles, ningún papel ni equipamiento y más desierta que una
Diputación en día laboral. Con la imagen de aquella desolación sí que tuvo que
sentirse muy fuerte Luis. Aquella imagen valía más que mil sms. Es imposible
imaginar cómo alguien pudo creer que escena tan indefensa transmitía
determinación frente a la corrupción.
Después Blair pide
perdón reconociendo lo que todos sabíamos: palabra arriba palabra abajo, que la
guerra de Irak fue una cruel letanía de crímenes sin justificación que disparó
la fortaleza del terrorismo yihadista. Nada que no supiéramos. Lo bonito fue
escuchar, horas después de que Rajoy se solazara en su ORGA solitaria, a Aznar
y a Esperanza Aguirre. El uno desafió de manera insuperable con sólo dos
palabras a la ética y a la lógica: “salimos ganando”. La ética más común se
conmueve ante tal resumen: miles de muertos porque sí, mutilados, huérfanos y
semilla de violencia, pero … “salimos ganando”. Conmovedor. Y también la lógica
sufre lo indecible con esas dos palabras: ¿se puede saber qué ganó España salvo
pasar a ser objetivo terrorista? Sólo dos palabras para retorcer simultáneamente
el corazón y el cerebro de cualquier persona sana. No cabe más economía. La
otra, Esperanza, al unísono con el uno, nos endilga que España no estuvo en la
guerra de Irak. Podríamos preguntarnos si los militares españoles que murieron
en Irak se murieron del susto y si lo que les ocurría a los que tuvieron que
batirse en asedios prolongados eran problemas estomacales. Pero hay preguntas
más inquietantes. Cuando Zapatero retiró las tropas de Irak, ¿qué fue lo que
retiró si no estábamos allí? ¿De qué protestaba Aznar y qué enfadó tanto a
Bush?
Al mismo tiempo,
el alcalde socialista de Sevilla, Juan Espadas, se deja ver en un acto
religioso jurando su condición de Hermano Mayor en la cofradía de la Hermandad
de Hiniesta (con hache). Así el laicismo socialista pregonado por Pedro el
Hermoso queda en el mismo limbo intelectual que la idea de un estado “federal”.
Masip pone su granito de arena en la actualidad declarando la guerra al Cola
Cao. Resulta que Nutrexpa, la empresa propietaria, apoyó al independentismo catalán
y entonces Masip se quita las telarañas de su infancia y nos invita a dar un
ejemplo cívico. Llevaba varios días la prensa ibérica flotando en babas
lisonjeras porque Amancio Ortega se había hecho el hombre más rico del mundo.
Inditex, su empresa, había “optimizado los costes del grupo con una política de
compras centrada en economías emergentes”; es decir, le fabrican sus tejidos
por salarios de 40 dólares al mes y jornadas de doce horas en zonas de
Bangladesh, India y China donde con ese salario no se come todos los días y sin
él la gente se muere, según noticia de Martín Caparrós. Y aquí apenas paga un
5% de impuestos. Como Apple o Amazon, por ejemplo. Pero el caso de Nutrexpa es
mucho peor: apoyaron a los independentistas. Que nadie reconsidere sus compras
en Zara ni en las tiendas de la manzanita; el Cola Cao es lo que urge frenar.
Como la
contribución de nuestra tierra a los desvaríos suele ser rica y variada, los
periódicos nos informaron de que los nuevos regidores de Oviedo se encontraron
el ayuntamiento lleno de fogones, neveras, cacerolas y otras lindezas, porque D.
Gabino, más que campechano que un Borbón, se dedicaba a cocinar y montar ágapes
con sus contertulios. La monda. Y Europa Press nos dice que la empresa Kantar
Media calcula que “los Premios Princesa de Asturias generaron un impacto
mediático de 16 millones de euros”. Así dicho parece que zanja toda la polémica
sobre los premios, porque lo que se lee es “Premios Princesa … generan 16
millones …”. Casi apetece empezar a contratar profesores y médicos y empezar a
dar salarios mínimos a parados de larga duración. Pero la broma es que eso es
lo que habría que haber gastado en publicidad para tener la misma presencia que
se consiguió con los premios. Por supuesto, no se especifica la presencia de
qué o quién. Lo que más publicitan los premios son los reyes, la alfombra y el
famoseo en torno a la corte borbónica. Muy poco de cultura y sólo algo de
Asturias, que va proyectándose al ancho mundo como una región muy cuca. Me
pregunto a cuánto ascendería el impacto mediático de Olvido Hormigos para los
Yébenes de Toledo. Y el coste no pudo ser más moderado.
En estas estaba
el país cuando XpSÍ y CUP se ponen a declarar la independencia de Cataluña.
Hace tiempo que en la vida pública española se usan como si fueran
performativos verbos que no lo son. Por ejemplo, todos parecen dar por sentado
que cada vez que dicen que respetan las decisiones judiciales efectivamente las
están respetando, como si decir “yo respeto” ejecutara la conducta de ser
respetuoso. Y el señor Mas parece convencido de que declarando la independencia
de Cataluña efectivamente Cataluña es independiente. Y Rajoy también parece
convencido de que callando efectivamente no pasa nada. El caso es que la
declaración de los coaligados en Cataluña fue estridente y tintinearon los
cristales en toda España. Tanto que el país se sacudió todos los desbarros que
la semana iba acumulando, se lavó la cara y parece que empieza a mirar en serio
y bien peinada hacia Cataluña. Rajoy se puso en plan presidente, ya habló con
Pedro Sánchez y citó a Rivera y Pablo Iglesias. Es como si quisiera juntar
fuerzas y criterio para España. Toda una novedad.
Por supuesto, no
pueden faltar notas chuscas en el arranque. Rajoy pretende que el tema catalán
no se toque en las elecciones, como si la forma de tratar el tema catalán no
fuera parte del balance de este gobierno para votarlo o no votarlo y como si no
hubiera iniciativas diferentes que proponer a la gente. Creerá que no hablar de
las cosas es tener altura de miras y responsabilidad de Estado. Y Ciudadanos
pretende arrancar el compromiso de que nadie pacte en el futuro con partidos
nacionalistas, como si eso fuera lo que desató el problema catalán. Mal método
es marcar el territorio del sistema y dejar como antisistema a partidos y
proyectos democráticos que no nos gusten. Por ese camino se pueden establecer
compromisos para no pactar con grupos populistas, republicanos, “radicales” o
lo que sea que estorbe. Como digo, la “reacción” de Rajoy arranca con algo de
arenilla en los goznes, pero al menos alguien va a hablar con alguien para
hacer algo. Y alguien se peinó se acordó de que es Presidente de un país y no
el guardián de una camarilla.
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