Una trama corrupta se lleva por delante a no sé cuántos cargos del PP de
Valencia, alguno de los cuales, coño, era muy querido por Rajoy. Todo apunta
hacia Rita Barberá, pero ella, en palabras de Ángel González, sólo oye ecos de
ese fragor distante, porque su poltrona en el Senado la hace impune, que para
eso sí sirve el Senado. Unos días antes el escándalo Acuamed rozó a Soraya tanto
que casi le saca el brillo. Y un poco más tarde la jueza Collazos se dejó de
andar con decimales e imputó a todo el PP por lo de romper a martillazos los
discos duros de Bárcenas. (Intermedio gramatical. Usé el verbo “imputar”. Lo de
llamar “investigado” a lo que antes se llamaba “imputado” fue un cambio legal
que el Gobierno hizo de mala fe, porque no pretendió que nos entendiésemos
mejor, sino que parezca más aceptable que los imputados sigan en sus pesebres.
Como el buen entendimiento no fue la motivación de este cambio de nombre,
lingüísticamente la cosa chirría. “Imputar” en un verbo perfectivo y puntual,
mientras que “investigar” es un verbo durativo. Para entendernos y no abusar de
la paciencia del lector, baste decir que en este momento la frase “la jueza
investigó al PP por el asunto de los discos duros” es falsa en la
interpretación más normal, porque la investigación está en curso y sólo será verdadera
dicha en pasado cuando se acabe la investigación. En cambio, la frase “la jueza
imputó al PP por el asunto de los discos duros” es verdadera en cualquier
interpretación, porque el proceso de imputación, al ser puntual, ya se consumó.
Y lo verdadero es que en este momento la jueza ya completó un acto legal, que
hay que nombrar con una palabra que se pueda referir a una cosa puntual y completada:
imputación, por ejemplo. Que tenga buen provecho quien se quiera comer el
eufemismo del Gobierno).
Lo de Valencia es una canción repetida. La cuestión es que nuestros
sentidos y nuestro intelecto están diseñados para responder a la variedad y no
a la monotonía. Un sonido continuo llega a no oírse. Si queremos que alguien
que nos busca nos vea, agitamos los brazos y saltamos, porque el ojo responde
mejor al movimiento que a la quietud. Cuando una persona habla diciendo cosas
predecibles, nos adormece. Esto se llama habituación o desensibilización. En
España el delito organizado en espacios políticos es tan constante que la gente
se desensibiliza y deja de reaccionar a su gravedad, con lo que la democracia,
que por definición descansa en la sensibilidad de la gente, se resiente. No es
que la gente sea tonta, es que no puede evitar acostumbrarse. “Sólo le pido a
Dios que lo injusto no me sea indiferente”, cantaba León Gieco, porque nuestro
espíritu puede llegar a la indiferencia sobre cualquier cosa.
Pero estamos en el momento de formar un gobierno y no es un buen momento
para que lo injusto nos sea indiferente. Es un momento para palabras claras. En
el PP el delito es estructural. No sólo es que está ampliamente extendida la
práctica delictiva y más aún la connivencia con ella. Es que una parte esencial
de la actividad global del PP tiene que ver con el delito. Es extremadamente
grave que sigamos acostumbrando nuestro ánimo y nuestra conducta al robo
sistemático como acostumbramos nuestro oído al ruido de la lluvia. Pero parece
que en el PSOE algunos no oyen, por habituación, el chisporroteo de la
corrupción y reservan todas sus alertas para Podemos. Nadie dice en el PSOE
claramente que quiere dar el gobierno al PP, pero se percibe con nitidez una
pulsión profunda en el partido para que Sánchez no vaya hacia Podemos y, por
tanto, lo haga hacia el PP. El PSOE tiene mucho de qué asustarse con el PP: ahí
quedan leyes inadmisibles, como la de educación, la de seguridad (mordaza) y la
reforma laboral, entre otros sapos que se les pueden quedar en la garganta. Ahí
quedan esas tramas delictivas de altos vuelos. No hay forma de poner al PP en
el poder sin dar un mensaje de tolerancia con esas aberraciones que sí ponen en
peligro la democracia.
Sin embargo parece asustar más el acercamiento a Podemos. No hay en el
grueso de su programa nada que deba espantar ni repugnar la sensibilidad del
PSOE. El asunto del referéndum catalán es evidentemente negociable. El PSOE ya
gobernó en Cataluña con independentistas que llevaban en su programa algo más
que el referéndum y nunca hubo peligro de nada. El temor a que Podemos busca
subrepticiamente la desaparición del PSOE es infantil hasta en su formulación.
El PSOE siempre aspiró a los votos de IU y a ser la “casa común de la
izquierda” e IU siempre quiso crecer a costa del PSOE. Pero decir a partir de
estas obviedades que el PSOE busca destruir IU o IU al PSOE es una manera torpe
de expresarse. Por puro sentido común, pactan formaciones que de alguna manera
son afines. Y las formaciones afines persiguen los votos de la misma gente y
cada una quiere los votos de la otra. Si esta evidencia es argumento para no
pactar, nunca habría pactos entre afines, es decir, nunca habría pactos. Es
notable el retroceso en las actitudes de entendimiento y negociación que se dio
en nuestra vida pública. El PSOE corre riesgos más evidentes poniendo al PP en
el gobierno.
La perceguera hacia Podemos es ideológica y, en no poca medida, cultural.
No es importante pero sí significativo que de repente se levanten de la siesta
Felipe González, Corcuera (por Dios, ¡Corcuera!), Leguina o Solchaga a dar una
batalla por el partido, como cuando el senil Aureliano Buendía quería llevar a
Gerineldo Márquez en silla de ruedas a librar una última guerra juntos. No los
despertaron durante estos años los embates a la sanidad pública, la educación
de todos y a los derechos que venían garantizando nuestra convivencia. Ni el
robo ni una desigualdad mayor que la griega. Pero cuando Pedro Sánchez sugiere
que va a hablar con Podemos es cuando a Corcuera le entran arritmias y
despierta a los Gerineldos del PSOE porque Pedro Sánchez anda desencadenado.
Felipe González aún cree que la suya es una voz autorizada. Él está en la
memoria del PSOE y el PSOE no es libre de referirse a él de cualquier manera
porque, como todos, necesita estar conciliado con su memoria. Esa es la única
razón por la que parece que cuando él habla pasa algo, no porque mantenga
ningún predicamento. ¿Recuerdan aquella carta grandilocuente a los catalanes de
hace pocos meses? Yo tampoco, nadie la recuerda.
La gran coalición gustaría a la banca y permitiría una siesta plácida a
ciertas viejas glorias. Pero la gran coalición sólo puede basarse en el acuerdo
sobre lo que Rajoy llama grandes asuntos de Estado y que podríamos llamar de
manera más precisa obviedades: terrorismo, integridad nacional, igualdad ante
la ley, … ¿quién diablos va a ir contra eso? Una coalición formada sobre lo
obvio que no se discute empequeñece la importancia de lo que sí está en
disputa, como si la evidencia de que hay que protegerse del terrorismo fuera
argumento para aceptar el golpe que la LOMCE da a nuestra educación o la ley
mordaza a nuestras libertades. Cuenten, por curiosidad, cuántos escaños
obtenidos en votación libre y legítima son peligrosos para España, según la
gran coalición. Cuenten nacionalistas, Podemos y confluencias varias:
demasiados españoles que no son mucho españoles. El PSOE tiene que dejar de sentirse
tan humillado por Podemos (cuánta sensibilidad). No hay manera de formar
gobierno que no sea con un acuerdo de Podemos con el PSOE. Y no hay manera de
negociar con el PSOE que no sea áspera y desapacible. Los demás también tenemos
memoria.