La política en España está como deshuesada. Hay un partido mayoritario que
no tiene crédito. Tiene votos porque la gente tiende a conciliar lo malo con lo
inevitable y teme que lo malo pueda empeorar. La izquierda en este momento es
más un solar con posibilidades que un edificio. El PSOE es como un rabo de
lagartija cortado que se agita sin propósito ni rumbo. Podemos sigue ensimismado
donde quiera que esté. Y amplias franjas del electorado de izquierdas no dan
muestras de un mínimo compromiso con la situación.
El Congreso del PP fue una foto del PSOE. La gestora dijo que pondría a
Rajoy en el gobierno para «crujirlo», «sacarle las muelas» e imponerle
iniciativas progresistas. El Congreso del PP no parecía, sin embargo, el de un
partido crujido y exprimido. Fue un congreso feliz de un partido en tiempos de
bonanza. Rajoy desmiente confiado a la gestora y dice que no modificará sus
«reformas». La gestora prolonga hasta el ridículo la acefalia y desorientación
del partido por conveniencia Susana Díaz y así el partido sigue en manos de
Rajoy. Su portavoz parlamentario dice que cometió un error cuando apoyó el no a
Rajoy. El candidato de síntesis, Patxi López, dice que cometió un error cuando
apoyó el sí a Rajoy. Pedro Sánchez dice que no es no. Y Susana Díaz prefiere
ser el socio menor del PP que ser el socio mayor de Podemos. Cómo no iba a ser
un Congreso alegre el del PP.
La caja negra que se menciona en el título a propósito de Podemos no es la
famosa caja negra de los aviones. Aunque tampoco estaría tan mal. Todo esto de
Vistalegre se parece bastante a un accidente y no estaría de más que hubiera
una caja negra a la que recurrir para que todos podamos entender qué pudo pasar
para semejante siniestro. Pero no es esa caja negra de la que hablamos, sino la
de los psicólogos conductistas. Ellos sabían que tenemos un cerebro donde se
cuecen los mecanismos de nuestros actos. Pero la mente no se deja observar,
pesar y medir y prefirieron buscar las regularidades del comportamiento sólo a
partir de los factores que admitan observación experimental y segura. La caja
negra es todo lo que se excluye de la observación y la explicación. Los
conductistas pusieron una caja negra en la mente y se fijaron sólo en los
estímulos externos y en las respuestas observables. Aunque científicamente sea
impugnable, todos seguimos a veces esa pauta por razones prácticas. La mayoría
de los que tenemos el carné de conducir tenemos una relación conductista con
nuestro coche. No nos interesa en lo más mínimo la mecánica. Sabemos que hay un
motor, pero le ponemos una caja negra y nos concentramos en qué tenemos que
hacer con qué palanca para que la respuesta del coche sea una u otra.
Y me temo que la mayoría tenemos que poner una caja negra en Vistalegre y
limitarnos a observar en Podemos sólo lo que esté a nuestro alcance ver y
entender. Igual que ignoro deliberadamente, porque me aburre la cuestión, el
funcionamiento del motor de mi coche, me incliné intuitivamente a no seguir muy
de cerca los previos de Vistalegre por una debilidad y una fortaleza. La
debilidad es que las cosas, con los detalles debidamente ampliados, tienden a
la fealdad y los partidos políticos sobremanera. La fortaleza es que no estoy
seguro el conocimiento fino del quién es quién de Vistalegre sea exactamente
información y no ruido, detalles que más bien distraen que aclaran el proceso
general. Por un lado, es evidente que no había diferencias programáticas de
peso entre las dos cabezas más visibles del accidente. ¿Qué diferencia hay
entre Errejón e Iglesias acerca de la enseñanza pública, la financiación de la
sanidad o el sistema de pensiones? Que se sepa, ni en eso ni en otras cosas hay
diferencias. Sin embargo, es evidente que en Podemos lo relevante casi siempre
fue más el cómo que el qué. Podemos trajo pocas novedades en cuanto a
aspiraciones e ideología. Lo que trajo sobre todo fueron diagnósticos y maneras
organizativas y de participación. Si en esto eran relevantes las diferencias lo
veremos en los próximos meses, la caja negra en Vistalegre no penalizará la
observación.
Por lo pronto no puede pasarnos inadvertido que, si algo venían demostrando
los líderes de Podemos, es que conocen el país mejor que sus rivales. No fueron
buenos gestionando los resultados electorales y es cuestión de confianza de
cada uno si serían buenos gestionando o no el país. Pero desde luego conocen su
respiración. O la conocían. El ensimismamiento de estos meses provoca un
inevitable alejamiento del país y la famosa «gente». Pablo Iglesias debería ya
haber dado alguna rueda de prensa o tenido alguna intervención conspicua
hablando de lo que pasa en España y no de Podemos.
El problema es importante porque es evidente que ni Podemos llega al grueso
de esa mitad de votantes que retuvo el PSOE ni el PSOE llega al cuerpo
electoral de Podemos. Esto significa que, para bien o para mal, son necesarios
los dos porque la desaparición de cualquiera de ellos sólo deja vacío y
desconexión. En el caso del PSOE es palmaria la anomalía en la situación
política que produce su ausencia. El estado al que lo condujo el apoyo a Rajoy,
contra la intención evidente de votantes, militantes y programa, es de
dependencia del propio Rajoy, que es el que tiene el botón que da aire o
asfixia al PSOE; precisamente el partido que los electores colocaron como
referencia de la oposición. Este parlamento no fue el que la gente eligió.
Falta el PSOE y eso, hoy por hoy, es una enfermedad. En el caso de Podemos,
parece claro que el espacio electoral abierto es de votantes ajenos al PSOE. La
importancia de Podemos y la anomalía que supondría su colapso se percibe con
claridad en algunos datos del CIS subrayados recientemente por N. Bardio y
Carlos Enrique Bayo. Podemos tiene una amplia mayoría en todas las franjas de
edad menores de 45 años y sólo le supera el PP, y por poco, entre 45 y 55 años.
El vínculo de la juventud y primera madurez con la izquierda, y en algunos
casos con el sistema, es a través de Podemos. En cada legislatura desaparecen
del censo por la parte alta de edad varios cientos de miles de electores y
emergen por la parte baja otros tantos. La situación actual no es estable y en
el punto hacia el que se mueve no es imaginable que el PSOE pueda desempeñar el
papel de Podemos. Tiene interés también que el nivel medio de estudios sea
mayor entre los votantes de Podemos que de otros partidos, lo que excluye que
sea una insolvencia rabiosa lo que está en su raíz electoral. Como dije antes,
para bien o para mal, la desaparición práctica del PSOE o de Podemos sólo
encoge a la izquierda y aleja al cuerpo social de las instituciones. Y los dos
están poniendo a prueba a su electorado.
Por otra parte, el electorado de izquierdas ya dio muestras de su
volatilidad en las elecciones de mayo. Una parte bien nutrida de este
electorado tiende a confundir la exigencia con la falta de compromiso. Romper
una relación amorosa porque un sábado uno se aburrió no es ser exigente. El
compromiso es la aceptación algún esfuerzo por mantenerse en la posición en que
uno está. El dejar de sentirse representado y dejar de votar a la primera de
cambio muchas veces tiene más que ver con falta de compromiso que con altura
moral. Manuel Rico dijo, con motivo de su despido de la SER, que el hecho de
que ahora en los kioscos y en papel sólo haya prensa conservadora tiene muchas
causas, algunas de las cuales apuntan a los periodistas. Pero también dejó
claro que si desapareció, por ejemplo, Público de los kioscos es porque la
gente a la que iba dirigido no lo compraba y no lo apoyó, a diferencia de lo
que pasa con los lectores del ABC. Si no aceptan los lectores un pequeño
esfuerzo, la prensa que querrían ver desaparece o depende de la financiación de
grandes empresas. Y en este último caso, reflexiona Rico, quién va a publicar
que El Corte Inglés lleva años sin pagar impuesto de sociedades. Que el PSOE
aclare su propuesta y Podemos salga de la madriguera. Y que el electorado de
izquierdas mueva el culo sólo un poco.
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