sábado, 22 de noviembre de 2014

La letrina de la Comisión Europea

Corominas piensa que la palabra letrina se pronuncia así por etimología popular, es decir, por una falsa asociación que establece la gente entre una palabra y otra que no tiene nada que ver con ella. La palabra debería ser latrina, que acorta el término lavatrina (igual que hoy abreviamos adelante en alante), porque era el lugar donde uno se lavaba y dejaba, como decía Wallace Stevens, “las partículas del obrar interior”. La gente relacionó el sonido de esta palabra con letra y así acabó en letrina. La asociación tiene su punto de sabiduría. Letrina tiene pinta de diminutivo de letra, como si quisiera decir “letra pequeña”. Y todos sabemos que en la letra pequeña se esconde el tipo de miserias de miserables que uno muy gustosamente asociaría con las inmundicias del obrar interior. Así que reconozcamos como se merece el genio popular que condensó en una palabra los deshechos malolientes y la inmoralidad de la letra pequeña.
Esta semana aparece un titular que distintos medios reproducen con parecidas palabras. La Comisión Europea considera “lento, ineficaz e injusto” el recorte salarial que se produjo en España estos últimos años. La noticia produce el burbujeo de los sentimientos encontrados. Por un lado, enerva que primero exijan las bajadas de salario y luego digan mojando el cruasán en el café que pensándolo bien fueron injustas. Pero por otro lado, suena bien eso de que las altas instancias digan que la bajada de salarios es injusta. Suena a lo que ellos llamarían un cambio de tendencia. Pero realmente no hay contrición ni dolor de ningún pecado en la Comisión Europea. El comunicado tiene su letra pequeña que hay que leer con cuidado.
La injusticia denunciada por la Comisión Europea se refiere a que los sueldos de quienes tienen trabajo temporal bajaron un veinte por ciento, mientras que los trabajadores fijos “sólo” perdieron el cinco por ciento. A esto lo llaman “dualidad” del mercado laboral. El informe dice que “la calidad media de la fuerza laboral ha sido el doble de importante en el caso de los trabajadores temporales” (menudo montón de palabras; a estas alturas ya dudo que esta prosa realmente intente encubrir o engañar; empiezo a pensar que quienes hablan con tal herrumbre sintáctica simplemente son idiotas). La Comisión perora desde sus alturas que en los trabajos temporales “prevaleció la racionalidad económica y los empresarios pudieron retener a la fuerza laboral más productiva” (paradoja sólo al alcance de intelectos superiores; los contratos temporales son los que permiten retener a los contratados; ni Octavio Paz llegó tan lejos con aquello de la fijeza es siempre momentánea).
Así que el consejo de Bruselas es que no haya tanta diferencia entre los trabajadores fijos y los temporales y se “facilite la capacidad de respuesta de los salarios también a los trabajadores fijos”. El mercado laboral español padece una “elevada dualidad” y los trabajadores fijos no pierden el suficiente salario porque las leyes no permiten a las empresas “capacidad de respuesta” salarial.
El titular de que el recorte salarial es ineficaz e injusto venía, por tanto, con letrina. Tras ese alboroto de palabras desmayadas sin ideas y ese moho sintáctico lo que se quiere decir es que los trabajadores fijos son como el agua estancada. Se pudren de tanta quietud. Los trabajadores temporales son agua corriente siempre renovada y con mejor cualificación media. Hay que ser más justos con ellos y que ser fijo se parezca más a ser temporal, eso, que la fijeza sea un poco más momentánea y los salarios un poco más ligeros y esbeltos.
En la letra pequeña no aparecen como términos de injusticia ni dualidad alguna las grandes fortunas que pagan sus impuestos en las quimbambas donde apenas se cobran, ni esos sueldos de cinco o más cifras que se alcanzan por fidelidades oportunas. En la letrina del informe de Bruselas toda la justicia o injusticia, todo el reparto o solidaridad, se decide entre los sueldos que perdieron ya el cinco por ciento y los que perdieron más que eso. Lo que haya de ahí para arriba no entra en repartos ni costes. Si se entra en esas rentas privilegiadas, se sale del sistema y se corre el riesgo de acabar lo menos en Venezuela.
Desde que la Comisión Europea está dominada por estos ultras, hablar de la letra pequeña de sus informes es una redundancia. Sus informes exteriorizan sin duda un “obrar interior” que merece esa confluencia de letras con inmundicias que el diccionario consagra con la voz “letrina”.

Y hablando de mugre, podíamos volver a mirar esos titulares que merecieron nuestro escrutinio. Me pregunto por qué cierta prensa entresacó como titular del informe la frase de que el recorte salarial en España fue ineficaz e injusto, siendo así que tal frase, aislada e indefensa, parece decir lo contrario de que lo que el informe realmente dice; y siendo así que mucha gente sólo lee los titulares y se quedará, por tanto, con la idea de que la Comisión dijo lo contrario de lo que dijo. Puede ser que las deudas y los intereses de los verdaderos dueños de los medios se filtren en la redacción de los titulares. Aunque si somos verdaderamente mal pensados, podemos recordar los tiempos infantiles en que creíamos que la palabra por la que empezara una oración era su sujeto. Con tanto periodista de oficio relegado y tanto recién llegado de cualquier parte redactando noticias, a lo mejor es que están en esa fase en la que creen que lo primero que se diga es lo que tiene que ponerse de titular. De todo habrá. Lo cierto es que hasta en los titulares, con letras bien gordas, hay que leer la letrina.

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