Corominas piensa que la palabra letrina se pronuncia así por etimología popular, es decir, por una
falsa asociación que establece la gente entre una palabra y otra que no tiene
nada que ver con ella. La palabra debería ser latrina, que acorta el término lavatrina
(igual que hoy abreviamos adelante en
alante), porque era el lugar donde
uno se lavaba y dejaba, como decía Wallace Stevens, “las partículas del obrar
interior”. La gente relacionó el sonido de esta palabra con letra y así acabó en letrina. La asociación tiene su punto de
sabiduría. Letrina tiene pinta de
diminutivo de letra, como si quisiera
decir “letra pequeña”. Y todos sabemos que en la letra pequeña se esconde el tipo
de miserias de miserables que uno muy gustosamente asociaría con las inmundicias
del obrar interior. Así que reconozcamos como se merece el genio popular que condensó
en una palabra los deshechos malolientes y la inmoralidad de la letra pequeña.
Esta semana aparece un titular que distintos medios
reproducen con parecidas palabras. La Comisión Europea considera “lento,
ineficaz e injusto” el recorte salarial que se produjo en España estos últimos
años. La noticia produce el burbujeo de los sentimientos encontrados. Por un
lado, enerva que primero exijan las bajadas de salario y luego digan mojando el
cruasán en el café que pensándolo bien fueron injustas. Pero por otro lado,
suena bien eso de que las altas instancias digan que la bajada de salarios es
injusta. Suena a lo que ellos llamarían un cambio de tendencia. Pero realmente no
hay contrición ni dolor de ningún pecado en la Comisión Europea. El comunicado
tiene su letra pequeña que hay que leer con cuidado.
La injusticia denunciada por la
Comisión Europea se refiere a que los sueldos de quienes tienen trabajo
temporal bajaron un veinte por ciento, mientras que los trabajadores fijos
“sólo” perdieron el cinco por ciento. A esto lo llaman “dualidad” del mercado
laboral. El informe dice que “la calidad media
de la fuerza laboral ha sido el doble de importante en el caso de los
trabajadores temporales” (menudo montón de palabras; a estas alturas ya dudo
que esta prosa realmente intente encubrir o engañar; empiezo a pensar que
quienes hablan con tal herrumbre sintáctica simplemente son idiotas). La
Comisión perora desde sus alturas que en los trabajos temporales “prevaleció la
racionalidad económica y los empresarios pudieron retener a la fuerza laboral
más productiva” (paradoja sólo al alcance de intelectos superiores; los
contratos temporales son los que permiten retener a los contratados; ni Octavio
Paz llegó tan lejos con aquello de la fijeza es siempre momentánea).
Así que el consejo de Bruselas es
que no haya tanta diferencia entre los trabajadores fijos y los temporales y se
“facilite la capacidad de respuesta de los salarios también a los trabajadores
fijos”. El mercado laboral español padece una “elevada dualidad” y los
trabajadores fijos no pierden el suficiente salario porque las leyes no
permiten a las empresas “capacidad de respuesta” salarial.
El titular de que el recorte
salarial es ineficaz e injusto venía, por tanto, con letrina. Tras ese alboroto
de palabras desmayadas sin ideas y ese moho sintáctico lo que se quiere decir
es que los trabajadores fijos son como el agua estancada. Se pudren de tanta
quietud. Los trabajadores temporales son agua corriente siempre renovada y con
mejor cualificación media. Hay que ser más justos con ellos y que ser fijo se
parezca más a ser temporal, eso, que la fijeza sea un poco más momentánea y los
salarios un poco más ligeros y esbeltos.
En la letra pequeña no aparecen como
términos de injusticia ni dualidad alguna las grandes fortunas que pagan sus
impuestos en las quimbambas donde apenas se cobran, ni esos sueldos de cinco o
más cifras que se alcanzan por fidelidades oportunas. En la letrina del informe
de Bruselas toda la justicia o injusticia, todo el reparto o solidaridad, se
decide entre los sueldos que perdieron ya el cinco por ciento y los que
perdieron más que eso. Lo que haya de ahí para arriba no entra en repartos ni
costes. Si se entra en esas rentas privilegiadas, se sale del sistema y se
corre el riesgo de acabar lo menos en Venezuela.
Desde que la Comisión Europea está
dominada por estos ultras, hablar de la letra pequeña de sus informes es una
redundancia. Sus informes exteriorizan sin duda un “obrar interior” que merece
esa confluencia de letras con inmundicias que el diccionario consagra con la
voz “letrina”.
Y hablando de mugre, podíamos volver
a mirar esos titulares que merecieron nuestro escrutinio. Me pregunto por qué cierta
prensa entresacó como titular del informe la frase de que el recorte salarial
en España fue ineficaz e injusto, siendo así que tal frase, aislada e indefensa,
parece decir lo contrario de que lo que el informe realmente dice; y siendo así
que mucha gente sólo lee los titulares y se quedará, por tanto, con la idea de
que la Comisión dijo lo contrario de lo que dijo. Puede ser que las deudas y los
intereses de los verdaderos dueños de los medios se filtren en la redacción de
los titulares. Aunque si somos verdaderamente mal pensados, podemos recordar
los tiempos infantiles en que creíamos que la palabra por la que empezara una
oración era su sujeto. Con tanto periodista de oficio relegado y tanto recién
llegado de cualquier parte redactando noticias, a lo mejor es que están en esa
fase en la que creen que lo primero que se diga es lo que tiene que ponerse de
titular. De todo habrá. Lo cierto es que hasta en los titulares, con letras
bien gordas, hay que leer la letrina.
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