Ya nos repusimos del estremecimiento
por el payaso diabólico que nos pedía jugar con él desde el más allá por las
esquinas de Gijón. Pero ahora resulta que se suceden los testimonios de gente
que asegura haberse encontrado con dos encuestas que dicen, con voz de gemelas
de El Resplandor, que puede ganar
Podemos. Qué sinvivir. Si queda vida inteligente en el PP y en el PSOE, una
hipótesis como cualquier otra, y si pueden pasar por encima de los cuatro
terrores de Podemos, llegarán a la buena noticia y suspirarán aliviados.
El primer terror es Venezuela. Tuve
un compañero que tenía quince dioptrías en cada ojo y libró la mili por pies
planos. Así son las cosas. Compartimos continente, política y augurios con
Grecia y Portugal, despojadas de manera inclemente de condiciones de vida y
derechos. Pero, igual que mi compañero en vez de buscar su insolvencia para el
ejército en sus ojos miopes se fue al otro extremo y alegó pies planos, así
algunos en vez de mirar la cercana amenaza de Portugal y Grecia, saltan el
océano y se van a Venezuela a proyectar sus miedos. Qué cosas. Nadie quiere
para España lo que hay en Venezuela, pero sí hay muchos que están urgiendo que
se instale aquí lo que ya hay en Grecia y Portugal. Seguro que con un mínimo
esfuerzo podrán corregir el desenfoque de sus miedos.
El segundo terror es la deuda. Ya
ganó el PP unas elecciones diciendo que no metería ni un céntimo público en bancos
con problemas, lo que equivalía a no pagar la deuda. No debería armarse tanto
revuelo. Ningún gobierno español dejará de pagar la deuda si pierde más
haciéndolo. Pero ninguna Troika dejará de negociar los límites justos de la
deuda si pierde más no negociando. Todos son pragmáticos y todo consiste en qué
intereses se manejan, si los del país o los de unos.
El tercer terror es la insolvencia.
Hay muchos pelos de punta y encanecimientos prematuros imaginando a Podemos con
las riendas de la economía, los aeropuertos o el ejército. En la cosa de la
incompetencia deberíamos estar curados de espantos. Qué puede venir más inane
que Ana Mato de los Jaguares o un ministro del interior condecorando vírgenes y
santos. La gestión de Guindos y Montoro, con todos los indicadores económicos
peor que como los cogieron, asegura un suelo sólido del que es difícil imaginar
que podamos bajar. La voz provocadora de Montoro y esa risa que, como el viento pardo de
aquella Luvina de Juan Rulfo, se siente “bullir dentro
de uno como si se pusiera a remover los goznes de nuestros mismos huesos”, poco
margen de empeoramiento deja a los modos y estilos de poder que puedan venir.
Al poder nunca le faltó gente de estudio que su subiera a la pomada. Y al poder
que venga tampoco le faltará.
Y el cuarto terror es el extremismo. En la cuestión
del extremismo y la templanza tenemos la brújula averiada y tendemos a
extraviarnos. No hay absolutamente ninguna medida que pueda hacer sufrir a la
población (reducir pensiones, quitar asistencia médica, bajar salarios o
cualquier otra) que no fuera recibida por la Troika como una “medida valiente”
y que no suscitase el consejo de “profundizar” en el camino emprendido. Con la
brújula de la moderación girando sin control, la atención a los enfermos, la
educación pública o la jubilación de los mayores parecen extremismos
ideológicos (“no se puede tener todito gratis”, ¿se acuerdan?). Sólo hay que
leer dos veces lo que proponen unos y otros y tomarse cinco minutos, para que
la brújula se recomponga y la templanza se deje ver donde realmente está.
Digo, entonces, que una vez sacudidos del pánico y
mirando las cosas con serenidad, las encuestas deberían ser una buena noticia
para un PSOE y PP inteligentes. Es general el convencimiento de que las
instituciones del Estado no funcionan y que el moho de la corrupción, el
encubrimiento, la mentira y la deshonestidad lo cubre y lo corroe todo. Nadie
se fía de los dos partidos que se alternaron en el poder. La legislatura
arrancó con un fuerte y súbito empobrecimiento de la gente y con un asalto
devastador a sus derechos. Se sucedieron manifestaciones tensas y rodeos a las
cámaras legislativas, la gente rugía indignación y se masticaba el
enfrentamiento. Había señales de un conflicto social incontrolado.
Las encuestas dicen que esa indignación colectiva
tiene un cauce político. Podemos no está convocando huelgas generales, ni
siquiera manifestaciones o caceroladas. Está agitando foros de debate y creando
círculos de discusión. No importa si nos parece que lo que se cuece ahí son ideas
de alcance o memeces. La cuestión es que “el ruido y la furia” de las masas
está en la política, en la discusión y en la movilización de propuestas. Las
encuestas dicen que, salvo la cuestión catalana, en España todo está en la
política y no fuera de ella en las trincheras. Lo que diferencia este final de
legislatura de su arranque es que Podemos haya dado forma política a lo que se
desmadejaba en el caos y que se haya convertido en parte relevante del sistema
que viene.
Esto debería ser casi un estímulo para el PP y el
PSOE, porque la política debería ser para ellos terreno más conocido y amable
que el estallido social. Sólo tienen que curarse de sus terrores y, como el
divino chalado de Blas de Otero, sosegar el revuelo de sus sinrazones.
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