Lo diferido está de moda. Todo lo
arregla y todo lo apaña. Está que lo rompe. Lo puso de actualidad Cospedal con
aquel finiquito a Bárcenas en diferido. Luego los gestores que hundieron esta y
aquella Caja de Ahorros cobraron de golpe sus millonarias pensiones y ya
llegaría la jubilación propiamente dicha a su debido tiempo, en diferido. O
algo así. Arturo Fernández dimite de la CEOE madrileña por lo de las tarjetas,
pero también en diferido. Dimitir ya dimitió, pero dejará el cargo cuando acabe
su mandato. En una de estas el diccionario de la RAE empezará a sangrar. Con el
desastre de la gestión del ébola, nadie se imagina que Ana Mato siga en su
cargo (otra vez) ni el Consejero de Sanidad de Madrid (no recuerdo su nombre,
porque siempre se le llama Consejero de Sanidad de Madrid; sólo recuerdo de él
que está comido). Pero la emergencia era la emergencia y habrá que dejar pasar
el período de dos incubaciones, hasta enero, para ser un país libre de ébola,
libre de Ana Mato y libre del Consejero de Sanidad de Madrid ya comido. Porque,
con la emergencia, la cosa de sus dimisiones quedaba en diferido.
La moda le viene a Rajoy que ni
pintada. Él es un político rumiante, se traga las cosas sin digerir y deja que
pase el tiempo. Cuando se ocupa de ellas, en realidad se ocupa de sus
regurgitaciones, a veces ya agrias. No hay más que ver el tufo de
descomposición que da la cuestión catalana. Así que él encantado con diferirlo
todo mientras va al fútbol y lee la crónica del Madrid.
Ahora Apple y Facebook proponen a
las chicas que congelen sus óvulos, se apliquen a las tareas de la empresa y se
dejen de jugar a las mamás. La cosa no es que dejen de ser madres trabajadoras,
sino que trabajen y lo de ser madres que lo hagan en diferido. Es la solución
final para la conciliación familiar sin impuestos y sin leyes protectoras. Maternidad
en diferido, para muchas regurgitada y agria.
Todo a cargo de la empresa y todo
opcional, porque, como la ley interrupta de Gallardón, se hace por ellas y para
ellas. Todos habremos leído en la prensa que hay ya vuelos que se ofrecen
libres de niños, con un suplemento en el billete. Hay restaurantes con esa
misma prestación, la garantía de que no hay niños. Y en los cruceros se
ofrecen, previo pago, zonas libres de niños también. Pero no enredemos con las
palabras. Lo que realmente se ofrece en esos servicios son zonas libres de
madres. Y de padres, claro, pero seamos leales con la estadística y los hechos.
Es una forma de hacerles ver que el no tenerlas delante se cotiza como un factor
de bienestar, que entre los 25 y los 45 años, aparte de no ser contratadas por
Mónica Oriol, molestan si van con pequeños alrededor (¿considerará Mónica Oriol,
por cierto, que ella partió de cero y se hizo a sí misma?).
Apple y Facebook se ofrecen a
congelar sus óvulos y pasteurizar su maternidad para ayudarlas en su trabajo,
como Gallardón quería legislar sus entrañas para protegerlas de la violencia.
La trampa es presentarlo como una opción, porque al no ser obligatorio parece
respetable. Pero toda opción se basa en que con cada alternativa se pierde
algo. Si una situación se presenta como opción, se presenta entonces como un
estado en el que se perderá lo que ofrezca de diferencial la otra opción y
viceversa. Así que ahora tener los hijos en las edades habituales es una opción
cuya alternativa es diferir la maternidad para llegar a puestos apetecibles en
el trabajo. Por tanto, tener hijos a las edades habituales es un estado en el
que pierdes la posibilidad de llegar a puestos apetecibles en el trabajo. Es
lógica elemental. En lugar de poner medios y leyes que ayuden a que las mujeres
puedan seguir con sus vidas al tener hijos, desprotegemos la situación de la
crianza diciendo que esa es una opción que tiene otra alternativa.
A veces parece que esta sociedad de
multinacionales y Mónicas Oriol nos mira como se miraba en tiempos a las
anguilas. Por su extravagante ciclo vital, se desconocía que las angulas eran sus
crías y, como sólo se veían ejemplares adultos de anguilas, nadie sabía de
dónde salían. Algo así debe pasar. Las Oriol y las multinacionales a lo mejor
no saben que los niños son de nuestra misma especie y pensarán, como pensaba de
las anguilas el alquimista van Helmont en el XVII, que los adultos son producto
del rocío de las mañanas de mayo. De tal creencia vendrá su hostilidad con la
crianza. Es una broma, claro. Lo que realmente no encaja en esta sociedad de
multinacionales y herederas imperiales que se creen hechas a sí mismas es la
mujer en el mundo laboral en igualdad de derechos que los hombres, con las
ayudas y leyes que lo hagan posible.
Y es que la igualdad, como el resto
del cielo, sólo se consigue por asalto.
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