En mi instituto había un estudiante que tenía quince dioptrías de miopía y
libró la mili por pies planos. Y Al Capone acabó en la cárcel por no pagar
impuestos. A veces la normalidad no encuentra el camino más recto y se cuela
por una rendija inesperada para que las cosas efectivamente sean normales.
Puede que Cifuentes esté a punto de caer y puede que el PP se caiga con ella de
Madrid. El PP de Madrid vino actuando por décadas como una banda, con verdaderos
rufianes de baja estofa al frente. La corrupción alcanzó niveles de saqueo y hasta
de crueldad. Lo normal es que la banda caiga y desaparezca de las instituciones
capitalinas. Esa normalidad bramaba contra algún portón que la contenía con un
ruido sordo, pero no acababa de romper. Y acabó colándose por una rendija
menor, nada menos que el boletín de notas de Cifuentes, la que según testimonio
propio se hacía la rubia, y de tanto hacerse la rubia, en el peor momento
posible se comportó como tal y añadió más desvarío a lo que ya era un sainete.
Igual ahora es cuando cae. Rivera anda con la lengua fuera buscando culos
poderosos que lamer y todo dependerá de qué le digan que haga.
Merece una reflexión cuál fue verdaderamente el pecado de Cristina
Cifuentes (digo «fue» porque de Cifuentes apetece ya hablar en pasado). Ni la
suya fue la peor falta conocida en el PP madrileño y no madrileño, ni su
mentira fue más gorda que otras mentiras ni la grosería con que se está
sosteniendo su patraña está siendo más desvergonzada que otras. Cifuentes no
caerá por corrupta (aunque falsificar su título es corrupción), ni por
mentirosa (aunque sus explicaciones sean una sarta de embustes). Cifuentes
caerá por cutre, por mentir sin seguir las pautas de la postverdad, es decir,
de las mentiras que encajan bien en ese desdén hacia los hechos que la gente
fue desarrollando, como recordó hace poco Chomsky. Las mentiras pueden
funcionar ante hechos palmarios que las desmienten si circulan en un discurso
más amplio que las arrastre y las envuelva, como se arrastran esos grumos de
Cola Cao mal disueltos en la leche fría. Lo mejor es que el relato tenga
elementos verdaderos e infecciosos, que parezcan ser la cuestión principal. Ahí
podemos meter cualquier mentira, por evidentes que sean los hechos, y la gente
se beberá el relato y se tragará la mentira como se traga los grumos de Cola
Cao. Hace poco escribió Vargas Llosa sobre el feminismo y la literatura. Dos
lumbreras habían colgado en la página de un sindicato que la enseñanza en
igualdad requería quitar las lecturas de Neruda, Marías y Reverte, por ejemplo,
por misóginos o no sé qué historias. Vargas Llosa subraya la necedad de la
propuesta. Ahí tiene su verdad infecciosa. Tiene tanta razón, que acaba uno su
artículo repitiéndose que cuánta razón tiene. Pero la afirmación principal del
escrito es que la literatura está en trance de desaparición por culpa del
feminismo. No sé qué culpas tendrá el feminismo, pero sí sé, cualquiera sabe,
que la literatura no está desapareciendo. La falsedad palmaria se traga porque
fue convenientemente ahogada en un relato que encaja con el tipo de cosas en
las que la gente se reafirma con facilidad.
Rajoy lleva años mintiendo a diario. Mintió en todo. Y la mayoría de las
veces no negó que mintiera. Que los hechos muestren que alguien mintió pone al
mentiroso en una situación difícil. Y ahí es donde enlaza con su relato de
sacrificio. Cuando está en ese momento difícil del mentiroso, presenta la
dificultad de su momento como un sacrificio que repetirá cuantas veces lo requiera
la responsabilidad de su tarea y la gravedad la situación. En cuanto se juntan
sacrificio, responsabilidad y situación difícil tiene ya el relato que vende
con éxito. Un ejemplo más tuvo lugar con la moción de censura que Unidos
Podemos puso en la Comunidad de Madrid. Fue pocos días antes de la que pusieron
al Gobierno de la nación. En las mociones de censura Podemos estuvo francamente
bien. Estuvo bien en la iniciativa y estuvieron bien en los parlamentos: fueron
claros, firmes y severos sin ser lenguaraces o faltones. En la Comunidad de
Madrid el PP se comportó como una panda de quinquis. Vocearon, patalearon, se
marcharon riéndose de los ponentes, insultaron como bocazas llamando pederastas
y lo que se les ocurría a sus adversarios. Una pandillona de barrio parecieron.
Al día siguiente Rajoy salió circunspecto diciendo que España no estaba para
radicales deslenguados y que se necesitaba seriedad y responsabilidad. Los
hechos habían sido palmarios, pero el relato de la seriedad frente al populismo
desordenado se lleva por delante los hechos que están delante de las narices.
Este fue el problema de Cifuentes. Mentir sin relato, falsificar sin el
envoltorio de un discurso que engrase prejuicios. Es lo que diferencia a la
mentira de la postverdad: la mentira es la falsedad que no funciona contra los
hechos. Falsificar un expediente académico es una cutrez insoluble en ningún
relato político, un grumo que se atraganta a cualquiera. Y para mayor mal, a
Cifuentes le salieron defensores empeñados en hacerse las rubias. Cospedal
soltó la payasada de turno. Cuando abre la bocaza Cospedal, consigue ponernos a
todos la cara de aquel Mariano del añorado Forges que exclamaba «¡cielo santo!»
cuando se le soltaba la faja a Concha en el autobús. Y lo peor es el papel de
rubia del Rector y profesores implicados. Primero aseguran en nombre de la
institución que todo es falso y sólo después abren una investigación a ver qué
pasó. Una nota no se modifica de un acta cerrada si no hay una diligencia
tramitada por el profesor de la asignatura. Lo sé porque me pasó a mí. El
Rector no hubiera tenido más que mostrar esa diligencia, que forma parte del
acta, y ya estaba todo arreglado. Y un Trabajo Fin de Máster no es un papel o
volumen que se pueda traspapelar. Hay copias informáticas muy fáciles de
encontrar. Pero sobre todo hay un repositorio en el que figuran los títulos,
autores y resúmenes de todos los TFMs, a los que se puede acceder muy fácil.
Ponga el lector en Google “Universidad de Oviedo repositorio TFM” y verá lo
fácil que es ver qué TFMs se leyeron y de quién son. Se ve que no había
diligencia ni TFM que mostrar.
Lo del Rector y los profesores abre ya otra cuestión. La banca es un sector
muy intervenido por los poderes públicos (y más debería serlo) por la razón
evidente de que allí es donde está nuestro dinero. La pequeña polémica que hubo
hace unos meses sobre la homeopatía me recordó que, efectivamente, también en
la universidad se depositan cosas nuestras. La universidad custodia conocimientos
y los transmite, y es la referencia que la gente tiene de lo que son
conocimientos fiables y los que son magias y esoterismos. Eso entre otras
cosas. Por eso, un banquero puede cometer un delito si arruina a un banco. Y
habría que plantearse si un Rector también. Un Rector puede hacer una gestión
buena o mala. Pero no se puede convertir a una universidad en una comedia bufa,
no puede ser que una universidad, con los recursos y profesionales dignos de
tal institución, provoque risas y codazos cómplices cuando se pronuncia su
nombre, sólo porque tenga unas autoridades que la ponen en ridículo. Ya
tuvieron un Rector que plagiaba, ya hicieron catedrático a Marhuenda porque sí,
ya hicieron deambular parientes de todo Cristo convirtiéndola en un antro de
nepotismo. Ahora falsifican un título para Cifuentes. Y el Rector primero la
defiende y luego investiga. Empieza mintiendo y todo hace temer que vengan
mentiras peores. Como en un banco, dentro de esa universidad hay algo nuestro y
de nuestra incumbencia. Debería recuperar su respetabilidad echando ya a sus
dirigentes, si es posible a patadas. Y que la Asamblea de Madrid deje de
hacerse la rubia y eche a Cifuentes y a toda la banda cuanto antes. Si no es
por corrupción e indignidad, que al menos sea por cutres.