La imagen de estos tiempos es la de un conductor. Tal es la aguda idea que Michel Suárez recoge de Keyserling. El conductor que reflexiona se estrella. No se gira el volante o se aprieta el freno pensando en el medio plazo. Solo cuenta lo que está justo delante, ninguna maniobra es parte de un proyecto. Cuando conducimos, tampoco hay pasado, ninguna operación busca coherencia con algo que se haya hecho antes. Ni reflexión, ni proyecto, ni memoria, solo ir tirando. Mala cosa es que la política se convierta en una actividad de conductores, sin inteligencia, estilo ni propósitos de alcance. Cuando siempre estamos ante un desenlace inminente, ante una historia a punto de consumarse y otra a punto de iniciarse que a su vez tendrá un desenlace urgente, es que quienes mueven nuestros asuntos son conductores. Lo más importante de la posición del PSOE no es el margen que tiene para elegir. Lo más importante es que está en situación de hacer lo correcto.
El PSOE no puede pactar con C’s el gobierno. Todos comprendemos la teatralidad de las campañas electorales. Es inherente a la propaganda la simplificación de los hechos, la banalidad de los análisis y la falsedad. Pero, como siempre, debe haber un límite. Incluso las mentiras no deben superar las dosis habituales. Después de lo que hubo que oír a C’s en esta campaña sobre su determinación patriótica de echar al traidor Pedro Sánchez, no pueden ahora C’s y el tal Sánchez pactar el gobierno de España, como si fueran conductores y solo importase el momento siguiente. No se pueden encubrir las incoherencias y las mentiras fingiendo que se está mirando hacia delante. Quien no tiene memoria tampoco tiene proyecto. Y quien no tiene memoria ni proyecto no tiene principios ni estilo. Rivera ya acreditó sobradamente que es un conductor y un chisgarabís y de él no cabe esperar nada que vaya más allá de sus narices. La oligarquía económica, como era de esperar, ya dijo que el PSOE debería pactar con C’s, pretendiendo bañar de sensatez y moderación lo que son intereses nada moderados y queriendo hacer pasar por consejo lo que es una presión en toda regla. Pero el PSOE está en situación de hacer lo correcto. La calidad democrática exige que no pacte con C’s y convierta la política en un circo. Y si la banca, la patronal y la parte del PSOE escocida con los tiempos cogen un berrinche, que soplen.
Unidas Podemos debe ser el socio del PSOE (socio; ¿qué chorrada es esa de acompañante?). Esta negociación debe ser la parte mollar de la formación de Gobierno. También los morados han de hacer lo correcto. Y no se reclama algo si hubiera evidencia de que se va a hacer. Lo que hace sospechoso al PSOE no es la calidad de sus ideas, sino su compromiso con ellas. Acercarse a C’s y sentir el calor de oligarquías con las que sería incómodo enfrentarse es una tentación habitual de la socialdemocracia. Un acuerdo con Podemos con poco amarre podría ir desliéndose según avance la legislatura y se vaya nublando la memoria de la gente para acabar con C’s. Por eso hay que insistir ahora: con Rivera no.
También hay que reclamar lo correcto a Podemos porque no es evidente que lo vaya a hacer. Tiene sentido su empeño en formar parte del gobierno, si se sabe jugar a las siete y media en ese empeño y no quedarse corto ni pasarse. Tiene sentido por dos razones, una de largo y otra de corto recorrido. La de corto recorrido es que compromete más a Sánchez. Es la forma de no pactar más adelante con C’s. La de largo recorrido es no consumar un tabú que siempre afectó a IU. En la transición era una regla tácita que el PC no podía entrar en el Gobierno. Poner a comunistas en el Gobierno podría ser el pretexto para un alzamiento militar. Pasó aquel momento, pero se petrificó el tabú y todo el mundo, IU incluida, mantuvo el supuesto de que IU no podía estar en ningún gobierno. Por eso tiene sentido que Podemos quiera que se le vea en el Gobierno. Podría ser que la plana estratégica de Podemos esté ahora sopesando cómo pierde más, si quedándose fuera del Gobierno como un socio que no es socio o una oposición que no es oposición, o provocando con su obstrucción un adelanto electoral. Hay que tener en cuenta que es imaginable que C’s quisiera un pacto de gobierno con Sánchez para ser ellos y no otros los que cortaran el bacalao, pero no lo harían para salvar un adelanto electoral tan frustrante para la izquierda y tan rico para pescadores de río revuelto. Es decir, Podemos podría estar sopesando si su opción es o gobierno o el caos. Y aquí es donde hay que repetir la reclamación de hacer lo correcto. Lo correcto es que estos balances sean solo una parte de la ecuación. Es posible, no lo sé, que Podemos pierda más fuera del Gobierno que con unas nuevas elecciones. Pero deberían sopesar también que la furia conservadora está desatada contra la educación pública, la sanidad pública, las pensiones públicas y la laicidad del Estado. Mover ficha solo según los gramos de fortaleza que gane o pierda sería de conductores de vieja, viejísima política. Pablo Iglesias dio muestras de ensimismamiento y descontrol abundantes, sobre todo en el caso Errejón y todo lo que se movió en Madrid. Hay que reclamarle que haga lo correcto porque se cumple la condición para reclamar: que no es evidente que lo haga.
Cuando algo es muy esperado, hay que apurar su resolución para que lo demás tenga la debida atención. Si un niño espera con ansia una bicicleta para Reyes, ese debe ser el primer regalo que vea. Hasta que no aparezca la bici no verá nada ni atenderá a nada. Los resultados de Podemos y sus avatares de Madrid crean una expectativa inevitable sobre la dirección del partido y su rumbo. En la campaña de las generales Pablo Iglesias, él personalmente, consiguió solidificar el suelo de Podemos. Podemos perdía apoyos y no se veía hasta dónde podía caer. Iglesias consiguió que el suelo de los 40 diputados pareciera sólido. Las municipales y autonómicas y su errática actuación en Madrid evaporaron ese logro. Esa sensación de que algo debe pasar en Podemos es un ruido tan intenso como la bicicleta que no acaba de aparecer. No es momento de decisiones internas justo cuando hay que negociar, pero sí es momento para indicar que habrá cambios, tan importantes como proceda, para que se preste la debida atención a la negociación en curso. Oír ahora mismo a Echenique hace ruido. Podemos es mucho más pequeño que el hueco que abrió en la escena política. Si siguen aplicando métodos de IU, acabarán siendo IU, cuya relevancia en la política del Estado desde Carrillo fue nula. Podemos afectó al lenguaje y estética del PSOE y a la política del Estado en una legislatura donde es difícil cometer más errores. Eso indica que el diseño de partida era potente. Podemos o alguna transferencia simbólica suya es necesaria en el país. El PSOE tiende a ser como una prenda blanca metida en la lavadora con prendas de color: siempre propensa a desteñirse. La actual dirección no debería ignorar su responsabilidad, aunque sea a costa de su supervivencia futura. Las espadas están en alto en educación, sanidad, pensiones, ecologismo, igualdad de género, laicidad. Deben hacer lo correcto. Decir que se va a hacer autocrítica no es hacer autocrítica. Necesitan más circunspección y menos friquerío pijoprogre, dejar esa imagen patrimonial y monárquica de Iglesias y Montero alternándose en las labores parentales y de dirección del partido, más apertura y retorno al montaje blando que daba dirección y sentido a movimientos dispersos. Si eso implica otra directiva, así sea. El país necesita ese espacio.
El PSOE es ahora una membrana que ocupa el Estado y debajo de la cual burbujean todos los demonios franquistas y ultraliberales. A pesar de su éxito, no es el edificio de hormigón de Felipe González. Un mal momento económico en un país ya exhausto de desigualdad se lo llevará por delante. Y lo que hay debajo de esa membrana son todos los demonios. Las izquierdas tienen que aplicarse a hacer lo correcto. Para empezar, que gobierne Sánchez y con Rivera, no.
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