No sé por qué, la reducción de la pista del aeropuerto de Asturias, el recorte (otro más) de 150 metros del espacio para despegar y aterrizar en esta tierra, se me impuso metafóricamente como la imagen de una castración; como si no fuera un trozo de pista, sino el pito, lo que Ana Pastor está tratando de cortarle a Asturias.
La comunicación siempre fue
decisiva para el desarrollo de los pueblos, pero ahora, con la dichosa
globalización, es necesaria para su existencia. Sin comunicación los pueblos no
se quedan sin progreso, sino sin aire. La comunicación global, el contacto y
presencia en el mundo, no se produce directamente de todos con todos. Podemos
acceder a internet conectando nuestra máquina con un servidor, una especie de
nodo, y desde ese nodo nos lanzamos a la red mundial. De la misma manera, los
pueblos no se comunican, ni nunca lo hicieron, con el ancho mundo directamente,
sino a través de nodos. Aunque el Arco Atlántico pueda mover toda la
inspiración poética del mundo y todas las arcas culturales municipales, el nodo
por el que Asturias históricamente se relaciona con el mundo está en la Meseta.
Hoy, sin duda alguna, Asturias enlaza con la globalidad y con la historia a
través de Madrid y estará tanto más en el mapa cuanto más cerca en tiempo y
accesibilidad esté de Madrid.
El tijeretazo que Ana Pastor quiere
endosarle a nuestra pista de aterrizaje afectará al tipo de aviones que pueden
operar en esta tierra. Muchos piensan que es el paso previo para una venta a
precio de saldo del aeropuerto, es decir, que el corte es el primer movimiento
de quitarse de encima Asturias como quien se sacude la caspa de las hombreras.
Esto es, que se trata realmente de un corte en nuestras partes.
Busquemos una palabra con densidad
etimológica e histórica para nombrar la situación. Los diccionarios tienen
ideología porque los escriben personas con ideología. Pero, más allá de cómo
describan el significado de las palabras, lo cierto es que en el vocabulario de
una lengua se sedimenta hasta cierto punto la memoria de la comunidad. Por eso,
en una sociedad secularmente patriarcal y machista, no hay que sorprenderse de
que la palabra virtud esté
emparentada con el étimo vir ‘varon’.
La virtus era la virilidad, la
nobleza, valor y fuerza del varón. Ironías de la historia, cuando la palabra virtud se fue asociando a cualidades morales,
se fue inclinando hacia las mujeres y hasta llegó a existir la expresión
“conservar la virtud” para referirse al estado virginal de las doncellas
(Cervantes decía de las serranas que se mantenían en tal estado que iban a
lavar la ropa al río “con toda su virginidad a cuestas”; algo me dice que para
él la virginidad no era un estado de virtud). La cuestión es que, si
desenterramos los étimos de las palabras, la castración, en cuanto tiene de
desvirilización, puede tener un sentido asociado con desvirtuar y
desvirtuación. Etimológicamente lo que desviriliza desvirtúa y esa es la
palabra que andábamos buscando. Cortarnos la pista de aterrizaje y despegue
desvirtúa a Asturias, con todas las resonancias históricas de la palabra.
Por supuesto la operación es
factible porque el paciente está anestesiado, como corresponde. Nuestro
Presidente autonómico está muy enfadado con Fomento por esta operación en
ciernes. Pero lo políticamente relevante es que el enfado del Presidente no asusta
a nadie porque no enfada a nadie. Donde hay liderazgo o representación fuerte
el estado emocional del sumo pontífice es parte de la situación política,
porque todo liderazgo supone algo de empatía hacia el líder y algo de confianza
hacia él. Cuando el líder se enfada, nos crispamos porque confiamos en sus
razones y porque nos contagia por su ascendiente sobre nosotros. Por eso
Asturias está anestesiada en la mesa de operaciones lista para su castración y
para un paso más en su desvirtuación; porque no hay presidente que la enfade y
la soliviante. No puedo evitar la imagen de Ana Pastor con sus tijeras en la
mano mirando con ojos golositos a nuestro Cabo Peñas …
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